Tuvo una irrupción
fulgurante en el mundo editorial que en sólo ocho años lo encumbró
como uno de los escritores más relevantes de todo el ámbito de la
lengua castellana. Su obra más ambiciosa, Los detectives
salvajes, recibió los premios de novela "Herralde" y "Rómulo
Gallegos", que ha sido
llamado el Nobel Latinoamericano. Ello ocurrió en 1999, apenas tres
años después de que La literatura nazi en América llamara la
atención sobre su nombre. Después vino la avalancha, el
reconocimiento, la polémica, los regresos a Chile tras 25 años de
ausencia, las traducciones a los principales idiomas. Su hábito de
hablar sin pelos en la lengua puso en evidencia la cursilería y
pomposidad del ambiente literario chileno y, en ese sentido, más allá
del impresionante valor de su obra literaria, aportó también un aire
de frescura y de franqueza que puso muchas cosas en su justo lugar. Y
todo ello mientras, en silencio, luchaba con la enfermedad que acabó
con su vida.
¿Qué es lo que
tiene la escritura de Bolaño, el territorio de su imaginario, que
renovó de manera tan decisiva la literatura en lengua española? Un
proyecto en donde se funden biografía y ficción, sí, y quizá de la
manera más original posible. Bolaño aparece como personaje, ya sea
directamente o a través de su alter ego, Arturo Belano, protagonista
de Los detectives salvajes y de algunos cuentos; pero es eso,
naturalmente, un personaje, un habitante de un mundo de ficción que
es, sin embargo, una lectura apasionada y certera de la aventura de
toda una generación. Y es también un proyecto en que la literatura
asume un papel protagónico: los escritores y los libros son a su vez
la materia de los libros de Bolaño, que indaga, con un escalpelo más
afilado que cualquier ensayo, sobre la literatura hispanoamericana y
chilena.
La literatura
nazi en América sigue un modelo borgiano, similar, por ejemplo, a
Historia universal de la infamia. En este libro, Bolaño
describe la personalidad y la obra de escritores ficticios de todo el
continente, que, sin embargo, es una radiografía oblicua y a ratos
perversa de la literatura latinoamericana. De uno de los cuentos de
este libro se desprende su siguiente obra, Estrella distante,
que amplía la historia de Carlos Wieder (Carlos Ramírez Hoffman en la
primera versión), el oficial de la FACh que asistía a talleres
literarios en Concepción y que, tras el golpe militar, deviene
asesino, torturador y practicante de formas muy particulares del arte:
la escritura en el cielo y la exposición de fotografías atroces. Pero,
nuevamente, los poetas y los libros ocupan un espacio significativo en
la novela, que sigue tanto su propia peripecia vital como la
persecución y el desenmascaramiento de Wieder. Y hay que resaltar otro
rasgo más del proyecto narrativo de Bolaño, los vasos comunicantes
entre sus distintas obras: uno de los personajes de Estrella
distante es H. Ibacache, crítico literario que reaparece como
Sebastián Urrutia Lacroix en Nocturno de Chile.
Y es curioso que
el primer título que Bolaño había pensado para esta novela sea
Tormenta de mierda, cuando se puede leer este párrafo en
Estrella distante: "Ésta es mi última transmisión desde el
planeta de los monstruos. No me sumergiré nunca más en el mar de
mierda de la literatura". Y al contrario de aquella decisión, que
mucho tiene de retórica, Bolaño consiguió, en Nocturno de
Chile, escribir su novela más chilena y también la más literaria,
donde - con nombres ficticios, pero fácilmente reconocibles- aparecen
los grandes críticos literarios chilenos, en un retrato nada
complaciente. Los siete episodios de Nocturno de Chile, novela
de dos párrafos, el segundo de una sola línea, abarcan 50 años de
historia de Chile, con sus grandezas, pero sobre todo con sus
miserias, y también en el doble registro de la literatura y la
política, que tienen su punto cúlmine en las clases de marxismo que
Urrutia Lacroix imparte al mismísimo general Pinochet, en los días
inmediatamente posteriores al golpe.
Pero el juicio de
Bolaño es mucho más complejo que el simple panfleto o la literatura
comprometida, de la que abomina. Amuleto, a su vez una
extensión de un capítulo de Los detectives salvajes, rinde un
extraordinario homenaje a esa generación que se sacrificó en aras de
una revolución imposible. También recorrido por la literatura, por los
poetas y otros artistas españoles exiliados en México, el desvarío de
Auxilio Lacouture, encerrada en el baño de la universidad tomada por
los militares, la conduce a los niños y jóvenes que marchan hacia la
muerte, "a los niños más lindos de Latinoamérica, a los niños mal
alimentados y a los bien alimentados, a los que lo tuvieron todo y a
los que no tuvieron nada, qué canto más bonito es el que sale de sus
labios, qué bonitos eran ellos, qué belleza, aunque estuvieran
marchando hombro con hombro hacia la muerte". Y termina Lacouture: "Y
aunque el canto que escuché hablaba de la guerra, de las hazañas
heroicas de una generación entera de jóvenes latinoamericanos
sacrificados, yo supe que por encima de todo hablaba del valor y de
los espejos, del deseo y del placer. Y este canto es nuestro
amuleto".
Ese canto, ese
amuleto, es el que anima a los jóvenes poetas realvisceralistas que
abren la obra central de Bolaño, Los detectives salvajes, una
auténtica proeza narrativa que pone en escena decenas de voces, que
hablan en mexicano, en chileno, en español, en argentino, y que
propone una pesquisa aún más ardua, el destino y el recorrido de la
literatura hispanoamericana en su conjunto. Se trata de una obra
fundacional, que marca un antes y un después, tal como en su momento
lo hizo Cortázar con Rayuela. Una novela también monstruosa en
sus pretensiones, en su radicalidad formal, en su mezcla de géneros. Y
es también la obra más autobiográfica de Bolaño, que anuncia incluso
los problemas de su colédoco y de su hígado esclerozado, cuando Arturo
Belano, en África, espera pacientemente la llegada de las medicinas
que mantienen a raya el mal.
El rasgo más
notable de esta novela es el doble juego entre la investigación de
Arturo Belano y Ulises Lima tras las huellas de Cesárea Tinajero, la
antecesora del real visceralismo, y la investigación del narrador tras
las huellas de Belano y Lima, a través de las decenas de personajes
que, como si se tratara de entrevistas, relatan sus encuentros con
ellos. El puzzle lo arma el lector, aunque muchos de los episodios
alcanzan tal nivel de autonomía que, como también ocurre en
Rayuela, puede ser una novela de entradas múltiples, que se
puede leer de manera aleatoria. Parte del universo de Los
detectives salvajes es La pista de hielo, una suerte de
"precuela" que anticipa algunos de los episodios de la novela mayor. Y
son precisamente esos episodios los que dieron pie a Javier Cercas
para incluir a Bolaño como personaje en Soldados de Salamina,
otro homenaje a los guerreros anónimos que lucharon por las buenas
causas en España, en Francia, en África, en América Latina, homenaje
explícito a Bolaño y al sentido último de su obra
narrativa.
Bolaño
cuentista
Llamadas
telefónicas y Putas asesinas (más El gaucho
insufrible, que será publicado póstumamente) son los libros que
reúnen los cuentos de Roberto Bolaño, un maestro también en el género
breve. En el primero, dividido en tres partes, se dan cita escritores,
detectives y mujeres, en narraciones que abren mundos y, como es
habitual, vasos comunicantes con otros lugares del mapa de su
narrativa (o de su biografía). Cosa similar ocurre en Putas
asesinas, donde el exilio alcanza un lugar protagónico en muchas
de las narraciones. El exilio propio y el exilio de los otros, de
donde surge otro tema que atraviesa todo su proyecto literario, el
extrañamiento, el desarraigo. No se trata, como en los sesenta, de los
latinoamericanos que van a Europa en busca de cultura y bohemia; ni se
trata sólo del exilio, sino del sentimiento de no pertenencia a
ninguna parte, un desarraigo que no es sólo físico sino también
espiritual, y no sólo de los chilenos. A través de él Bolaño logra,
como pocos escritores, adentrarse en el clima espiritual de la época,
con su ausencia de utopías y la pérdida de sentido respecto de
proyectos comunes. Con historias mínimas, algunas heroicas, otras
nostálgicas, otras simplemente extraordinarias, Bolaño logra una
riqueza temática y expresiva que resiste pocas
comparaciones.
A los 44 años,
Bolaño escribió algunos consejos sobre el arte de escribir cuentos.
Como puede esperarse de Bolaño, hay más de provocación que de afán
pedagógico, pero, con todo, da algunos indicios de su método: por
ejemplo, escribir varios cuentos simultáneamente, con una advertencia:
"Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa
como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior
el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes". Y también da
un indicio acerca de sus modelos en este género: Quiroga, Felisberto
Hernández, Borges, Cortázar, Bioy Casares, Edgar Allan Poe (con él
"todos tendríamos de sobra"), Enrique Vila-Matas, Chéjov, Raymond
Carver.
Bolaño poeta
Alguna vez dijo
que prefería definirse como poeta antes que como narrador, pero que la
poesía era demasiado excluyente. Aún así, publicó varios libros de
poemas, que están recogidos casi totalmente en Tres y Los
perros románticos. El primero reúne tres poemas de vasta
extensión, de los cuales uno, "Los neochilenos", bien pudiera
haber sido una novela-río tan caudalosa como Los detectives
salvajes. El segundo recoge poemas de variada extensión escritos
entre 1980 y 1998, y se caracterizan por el estilo seco, distanciado,
con una gran economía expresiva, que se postula más como ejercicio
intelectual que como muestra de romanticismo, a pesar de lo que dice
el título, o quizá como una deliberada ironía. Tal vez lo que resume
su poética, tanto para la narrativa como para la poesía, es este
poema: