Adiós,
''detective salvaje''
por Javier
Campos*
16 de Julio del 2003 , en El Mostrador
No
conocí personalmente a Roberto Bolaño quien falleció el lunes 14 de
julio en
Barcelona, justo cuando recién cumplía los 50 años. Pero sí nos
comunicamos a
través de algunos correos electrónicos. El allá en Blanes,
España; y yo
en Connecticut, Estados Unidos.
El
último contacto largo vía virtual fue justo hace un año, en julio de
2002, cuando le hice una breve entrevista El Mostrador.cl, y publicada
el 3 de agosto pasado. Por otro lado, hay decenas de entrevistas que
concedió -especialmente después del Premio Rómulo
Gallegos, 1999- a diversos medios masivos de América Latina y de Europa.
En cambio, el número de artículos académicos sobre su obra es más
reducido o casi nulo. Lo que sí hay es una buena cantidad de reseñas
periodísticas sobre su narrativa.
Puede
ser que el reconocimiento académico no importe tanto pues al fin y al
cabo la
popularidad de su narrativa no se la debió a ese descubrimiento
crítico
especializado, sino a la misteriosa fama, incomprensible incluso para
los editores,
que le dieron los lectores al autor.
O se la
debió también a ese maravilloso azar (y que muchos artistas
quisieran en
vida) cuando el mundo narrativo o lírico de un autor no se
perderá en el
tiempo sino que se le reconocerá mientras aún esté vivo (o
viva). Es
cierto que si Bolaño no hubiera sido descubierto por Jorge
Herralde, de
la Editorial española homónima, nuestro escritor no habría
llegado nunca
a la fama y popularidad que adquirió en vida y que sin duda
aumentará con
toda justicia en los años que vendrán.
Bolaño
muere joven y en plena producción. Deja un manuscrito de una novela
inédita (aún no terminada) titulada: 2666 que al publicarse se
transformará instantáneamente en una novela de culto como lo ha sido
su novela más premiada, más importante y más famosa: Los detectives
salvajes. También deja un reciente libro de cuentos que entregó
hace poco a su editor y amigo, Jorge Herralde, quien dijo luego de
saber la muerte de Bolaño: "el pasado 30 de junio cuando charlamos de
cincuenta cosas, allí me entregó el nuevo libro de
cuentos El gaucho insufrible que acordamos publicar el próximo otoño".
La
muerte sorpresiva de Bolaño me la imagino como si fuera un Serguei
Esenin (1895-1925) que muere a los 50 años y no a los 30 como fue,
esto último, el caso de ese poeta ruso. O de un Mayakovski (1893-1930)
que en vez de morir a los 37, muere también a los 50 años. Ambos
poetas rusos en cambio fallecieron por su propia voluntad con todos
sus plenos poderes creativos. Esos dos poetas se suicidaron jóvenes.
Bolaño sin embargo quería vivir mucho más. Necesitaba más años para continuar
escribiendo.
Algunos
piensan que los ídolos, los famosos, sólo deben morir adolescentes y
bellos, sin arrugas, para alcanzar la fama eterna. A lo mejor esta
última idea es muy propia de los medios masivos actuales,
hollywoodenses, y mediáticos, virtuales, donde la fama es realmente
ilusoria e insustancial. O quizás no tanto porque en
el mundo globalizado, con la neobelleza digital actual, lo insustancial
también crea multitudes de seguidores.
Incluso
alcanza categoría de obra de arte, y sin mayores problemas, lo que
se vende
fácilmente por millones. O lo peor, cuando se incorpora con
rapidez en los
museos, o en las vitrinas de librería de los malls, de las
grandes urbes
del Primer Mundo (y del Tercero también), lo que es puramente "light", o
entretenimiento rápido, y sin que nadie medite mucho cuánta trascendencia tiene
o no tiene aquello.
En todo
caso, Bolaño muere joven (él pensaba que ya era muy viejo). Claro,
no tendrá él
la fama mediática de un James Dean o de una Marilyn Monroe,
asunto que
poco le interesaría.
Muere
joven porque a sus 50 años aún estaba lleno de un poderoso
imaginario
inagotable al que debía darle forma narrativa (o en
versos).
Pero en
todo caso, lo que ya escribió quedará para siempre en lo mejor de la
literatura chilena y latinoamericana que se produjo a finales del
siglo pasado y a los comienzos de este Tercer Milenio.
*
Javier Campos es escritor y académico chileno en EE.UU.