Roberto Bolaño
Editorial Anagrama
Novela,
Barcelona, 1999.
154 páginas
por Miguel
García-Posada
Crítica: En la firme
trayectoria narrativa del chileno Roberto Bolaño, este libro se define
por su innegable peculiaridad. Se trata de un no muy extenso, aunque sí
intenso, discurso que brota de los labios de un enigmático personaje,
Auxilio Lacouture, una uruguaya transterrada a México, que se oculta en
los lavabos de la Facultad de Filosofía y Letras durante la ocupación de
la universidad por la policía en septiembre de 1968, durante las
jornadas de represión del movimiento estudiantil decretada por el
siniestro Díaz Ordaz. Los días que permanece encerrada, sin ser
descubierta por la policía, se convierten en una suerte de eje más allá
del tiempo, al que converge todo: el pasado y el futuro, su pasado y su
futuro, pero también el de buena parte de la historia de Latinoamérica
en los últimos tramos del siglo XX. Así su discurso es rememorativo y
retrospectivo a la vez.
............ El monólogo comienza
desarrollándose en el plano de la cotidianidad para ir alzándose de
manera gradual a una creciente irrealidad, que desemboca en paisajes
francamente visionarios. Los diferentes episodios van concatenándose
cada vez menos según las leyes de la causalidad narrativa y más según
las exigencias del entramado simbólico, que se impone sobre una
conscientemente relajada temporalidad. Todo parece confluir en un
homenaje a las víctimas de la represión sufrida en América Latina -y no
sólo en México- por la acción de los gobiernos autoritarios y
dictatoriales, esa generación entera de jóvenes latinaomericanos
sacrificados de la que habla el texto.
............ Auxilio Lacouture es una
suerte de alegoría de la inocencia y la verdad de la historia, amiga de
la poesía y de los poetas, enamorada del puro fervor vital y hondamente
desinteresada en cuanto a sus afectos y voliciones se refiere. El texto
no carece de episodios significativos en sí mismos (así las relaciones
de la protagonista con los poetas españoles León Felipe y Pedro Garfias,
con la poeta Lilian Serpas, amante del Che, con los oscuros ámbitos de
la homosexualidad más sombría); pero conforme la narración avanza tales
episodios descubren más su condición de apoyaturas del discurso
simbólico desplegado. En este sentido quizá el episodio culminante sea
el que se refiere a Orestes y Erígone, donde la fábula mítica de amor y
venganza se pone muy expresamente al servicio de la fábula de amor y
muerte que es el último núcleo del texto y, sin duda, el más decisivo.
.......... Quizá no sea Amuleto
la obra que de Bolaño aguardaba el lector, por más que sus vinculaciones
con la escritura anterior del autor salten a la vista: aquí aparece
Arturo Belano, uno de los dos detectives salvajes de su celebrada novela
penúltima, y el ámbito de preocupaciones en el que el texto se instala
dista de ser nuevo. Al comienzo de su monólogo, la protagonista señala
que éste será un relato de serie negra y de terror, aunque no lo
parecerá. No lo parece, desde luego. El autor da ahí una clave de
lectura, que luego no desautoriza, pero cuyo sentido -y sobre todo su
forma- el lector tarda mucho tiempo, quizá demasiado, en explicarse.
.......... Lectores y críticos -hay que
proclamarlo también- no andan desacertados cuando esperan situarse en el
ámbito de cierta poética, de ciertas formulaciones narrativas, aunque
sean tan novedosas como las que Bolaño ha practicado. Pero el narrador
albergaba ya se ve la necesidad de dar salida a determinada presión
temática y existencial, y este libro es el resultado de tal necesidad.
Un libro que, si se quiso en algún momento de serie negra, acaba siendo
poemático, lírico y seguramente no menos sombrío que el género por él
mismo invocado.
en El País , 25 junio 1999