DIEZ
VERSIONES PARA UN CRIMEN FANTASMAL
ASESINATO EN LA CANCHA DE
AFUERA
por
Ignacio Valente
en Revista de Libros, El Mercurio de
Santiago
5 de abril de 1992
... No
es frecuente que un desconocido en el mundo de las letras para más
señas, un arquitecto que ronda los 50 anos nos entregue de pronto un
primer libro como este, una novela
primeriza, no diré de tal perfección pues tiene sus naturales
imperfecciones, pero si de tal fuerza expresiva, de tal carga
pasional, de tal prosa fluyente. Tampoco es muy habitual entre
nuestros narradores amigos de inventar a medida que escriben una
novela que es, en su ejecucion, el fiel desarrollo de un límpido plan
narrativo, de un esquema cabalmente pensado, de un diseño orgánico
como el que quizá podemos suponer en los hábitos mentales de un
arquitecto. Quiero decir que esta novela tuvo primero un plan y
después una escritura.
... El
plan dista mucho de ser original. Ha sido usado, a menudo con éxito,
en la novela y en el cine. Y consiste en ofrecernos varias versiones
una por cada capitulo de un mismo hecho, de modo tal que, lejos de
hacerse la luz al cabo de las versiones, estas postulan mas bien lo
irreductible de las subjetividades humanas. El hecho mismo es un
homicidio, ocurrido en un lugar campestre de la zona de Talca, en
medio de una gresca de borrachos enfiestados, una especie de baile con
fines benéficos: ocurre cuando los ánimos están violentos, cuando los
celos por mujeres están encendidos, y mas exactamente cuando ha habido
un apagón eléctrico: en un lapso de plena oscuridad. Se trata, pues,
de una cuchillada mortal intrínsecamente confusa e
incierta.
... No
sabemos nada del hecho en si mismo; el propio autor no escribe como si
todo lo supiera. El se limita a entregarnos diez versiones. Cada una
de ellas procede de uno de los diez protagonistas directos o
indirectos del hecho de sangre: diez hablantes que entregan su
testimonio en forma de un supuesto dialogo con algún otro
interlocutor, dialogo puramente implícito, pues no se oye sino una
sola voz, que por tanto es casi un monólogo de conciencia. Nadie sabe
muy bien que paso exactamente; por lo tanto, las voces son
conjeturales, y al hablar, mas que definir el hecho, se definen a si
mismas con toda su carga biográfica, y sumadas unas con otras, definen
el ambiente del caserío agreste, el espacio cerrado y mas bien
opresivo de ese ámbito de inquilinos o pequeños propietarios
agrícolas, incluido el patrón, la hija del patrón, el cura del
lugar... Lo interesante no reside, pues, en las escasas luces que cada
hablante arroja desde el punto de vista judicial, sino en el dibujo
indirecto que ellos trazan de los personajes en cuestión, ya sea por
la vía directa de la autoexpresión, ya por la vía oblicua de lo que
dicen de cada uno los otros nueve. Por este método de un juego de
espejos nunca se sabe si espejos fieles o deformantes, se van
configurando los diez caracteres con sus pasiones subterráneas, sus
prejuicios de situación, su chato medio agreste, los estigmas de la
pobreza, las luces y sombras de sus conciencias o de su inconsciente:
en suma, todo un mundo agrario que se revela con fantasmagórico
realismo, y que por esta grieta extraña tan conjetural y subjetiva nos
muestra la realidad profunda del campo chileno mejor que muchas
novelas no ya criollistas, sino incluso directamente realistas: sus
valores o antivalores morales, sus presupuestos culturales, su actitud
ante el sexo y el amor y la vida y la muerte y el juicio de los
hombres y el de Dios.
...
Así, pues, el método de las versiones varias sobre un mismo hecho,
todo lo visto que se quiera en literatura y teatro y cine, es usado
por Oscar Bustamante con tal acierto narrativo y dramático, que parece
ser el quien hubiera inventado el método para su uso propio. Desde
luego, no recuerdo que el esquema haya sido usado con tal profusión de
versiones: diez, y cada una de ellas autónoma y surgida desde el fondo
de cada subjetividad. Contribuye sin duda a este acierto el hecho de
que el autor, en las antípodas del narrador omnisciente, no hace oír
nunca su propia voz; mas aun, ni siquiera dispone de una verdad
objetiva que el sabe y de la cual se alejan o acercan las diez voces.
Solo tenemos, como lectores, sus respectivos testimonios; estos se
enredan de tal modo en sus antecedentes biográficos, en sus
precedentes colectivos, en sus juicios y prejuicios, en sus
correlativas verdades y mentiras nunca medidas por un patrón
extrínseco de verdad que a fin de cuentas la novela termina en unos
intrigantes puntos suspensivos.
... La
prosa de estas diez versiones es, como corresponde a su propia índole,
estrictamente coloquial: un ágil idioma hablado e imperfecto, que con
su misma espontaneidad e incorrecciones formales resulta mas decidor
que una prosa correcta y ordenada. A ratos puede parecer que se trata
de la tan manoseada prosa de estilo retahíla, con su interminable
sucesión de fragmentos de frases cosidas o mal cosidas entre si. Pero
no hay tal. Esta prosa incorrecta y fluyente como el habla real y aun
como el pensamiento mismo era el único lenguaje posible para el diseno
estructural de la novela.
... Dentro de este factor común coloquial e incluso dialectal pues
los huasos hablan como huasos, se destaca la diferencia objetiva de
los hablantes. Así los mas cultos los patrones y el cura hablan como
corresponde a su propia cultura. La voz narrativa se adapta con
rigor a la idiosincrasia de cada hablante. En conjunto, la prosa es
buena: viva, expresiva, reveladora, y por eso creo que el autor, mas
allá del esquema aquí usado de las diez voces, sera capaz de
brindarnos otras buenas novelas de diferente hechura formal. No en
vano dispone de un buen lenguaje narrativo. Cabe especular pero solo
especular sobre la epistemología de fondo o la particular teoría del
conocimiento o teoría de la verdad que esta novela nos propone.
¿Relativismo universal a lo Gorgias o a lo Pirandello? ¿Inexistencia
de la verdad objetiva en favor de mi verdad, tu verdad, su verdad? No
parece ser esta la ultima palabra, ya que, después de todo, el autor
ha tejido su escritura en torno a un hecho objetivamente confuso: los
protagonistas estaban medio borrachos, la gresca fue enredada y
enredosa, todo ocurrió en medio de las tinieblas... Mas bien se diría
que la ultima palabra es esta: el crimen no lo cometió nadie, el
crimen lo cometieron todos en un amasijo de responsabilidades
mezcladas y compartidas como la vida misma; todos son inocentes, todos
son culpables.
...
Pero no se lea esta conclusión como una tesis criminológica, pues la
novela esta muy lejos de ser una obra de tesis, y menos aun en el
plano juridico-moral. Es mas que eso: es una buena obra narrativa, que
por encima de sus imperfecciones primerizas debe ser destacada por su
prosa de buena ley, por su excelente retrato de caracteres, por su
honda penetración de la psicología del campesino chileno, y por la
sabia modestia del autor, que sabe desaparecer detrás de las diez
voces dramáticas que pone hábilmente en juego.
Asesinato en
la cancha de afuera
Oscar
Bustamante
Mosquito Editores, Santiago, 1991, 116
paginas