Espontaneidad y Soltura
Acerca de "Explicación de Todos Mis
Tropiezos"
por Carmen Foxley
en Artes y Letras de El Mercurio, Domingo 9 de febrero
de 1997.
La
narrativa de Oscar Bustamante ha tenido excelente crítica. En ella se
ha destacado el dinamismo y espontaneidad del lenguaje, el humor y
sensibilidad de la escritura, la pericia en la caracterización de
personajes, la adecuada selección de las perspectivas y el modo cómo
se
exhiben algunos secretos de la vida privada y el comportamiento social
de los chilenos.
… Esta última novela,
Explicación de todos mis tropiezos, premio de novela inédita
1995 del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, no está centrada en
el ámbito rural como las anteriores, aunque en el personaje perdure la
nostalgia del terruño. Esa cultura ha perdido vigencia, la cultura
agraria ha sido desplazada por la urbana, y vemos en escena una elite
social emergente, impulsada por el deseo de bienes de consumo y de
diversión, a los que el personaje se resiste. Carlos Overnead no es un
personaje que cuestiona el orden establecido, como en las novelas de
José Donoso. Es un desadaptado de los nuevos tiempos y de un pasado
heredado, que hoy le exigen méritos por los que no quiere competir.
Está consciente que ya no basta con el vínculo social, cierto sentido
común, algún poder de seducción y la ostentación de inclinaciones
intelectuales, para lograr éxito y vanagloriarse de alcurnia. No son
suficientes el temple ni las buenas intenciones de un hombre de bien.
Tampoco alcanza con insistir en los juegos de fuerza, con el cultivo
de complicidades y lealtades, y menos con la exhibición de
autoritarismo y arrogancia. Son valores heredados y en crisis que
contribuyen a configurar una sutil parodia de un personaje que nos
convence de su humanidad. Esto lo consigue mediante la asociación de
rasgos contradictorios inscritos en un lenguaje espontáneo, risueño,
enternecedor o patético y en diversas versiones transmitidas por el
narrador, que dan profundidad y suficiente presencia estética a la
imagen. Por eso lamentamos cuando se priva al lector del placer de
actuar con autonomía, movido de su sensibilidad, memoria cultural e
imaginación atentas a recomponer la imagen. Pienso que el lector se
siente defraudado cuando el texto hace mención explícita de ciertos
rasgos del personaje; cuando se lo priva de apostar hipotéticamente a
facetas del enigma y la ambigüedad. Es una pérdida que, en mi opinión,
no se compensa con la claridad.
… Porque
si el lector percibe que alguien se refiere al otro como un tipejo, un
pelmazo, un tontón o un pelele, no dudamos del gesto despectivo, de la
arrogancia que se cuela y delata al personaje. Si se califica a otros
de mamarrachos, chatos o atorrantes, a las ropas de huilas, a los
lugares de pocilgas y a los desbordes de comportamiento de zafacocas,
toletoles o berrinches, sería una lástima aclarar que el personaje es
altanero y conflictivo, porque podría disminuir el potencial sugestivo
y el encanto algo anacrónico, de un lenguaje que habla por si mismo.
Sin embargo, hay que decir que a pesar de ciertas redundancias, el
interés de la imagen se mantiene por su complejidad, ya que el
personaje no es sólo un arrogante que se siente atrapado en la jaula
de la ciudad, y se deja llevar por impulsos instintivos y situaciones
que no puede controlar. También es sentimental, tierno y sutilmente
pícaro, se ríe de sí mismo y no tiene mucho sentido de
realidad.
… Quisiera agregar que el
desajuste y la no coincidencia en el modo cómo diversos personajes
conciben el mundo contribuye a la percepción de la experiencia
histórico-social como un gran malentendido, y que la adopción del
monólogo autobiográfico, a ratos correspondencia, confesión o diario
de vida, es sumamente sugestiva. Son formas adecuadas para indagar en
el argumento de una vida, en el hilo conductor que revelaría una
coherencia más allá de la derrota, y de la inminencia del término de
unos episodios que son alegoría de una historia colectiva. La
confesión parece orientarse a resignificar esa historia y proyectarla
a futuro.
… Y aún más, pienso que la
elección del monólogo no puede ser más adecuada si el personaje es un
incomunicado, un paria, un náufrago que lucha por recuperar "el
temple", y no lo logra. Qué podemos decir si el personaje es además un
desencantado, un intransigente y un obcecado. Sólo que el monólogo es
la forma que mejor lo interpreta, porque no figura dentro de las
expectativas de ese discurso marginal, otra respuesta que la que
podría provenir de la propia reflexión.
… Otra característica de la novela es el
contraste entre la hibridez de la escritura y la fluidez de la
historia, y es interesante cómo todas las formas discursivas coinciden
en el mismo gesto, buscan la unidad de una vida desajustada, un
horizonte, un lugar donde habitar. Por cierto que si un discurso
privado e hace público está bordeando la infidencia. Y es justamente
desde ahí que se crea la ilusión de vencer la precariedad del tiempo
histórico y el de la significación.
… El
final nos sorprende y enfatiza la hibridez significativa de la
escritura. Porque lo que era correspondencia, confesión y diario de
vida, se transforma en novela de formación de un escritor, y ésta es
su obra.
… Por último, ¿acaso la
confesión descubre quién ha llegado a ser el personaje, más allá de su
frustración? ¿A qué alude la noche que se anuncia al final de la
novela? ¿Será a la extinción del personaje, a la de la escritura? Tal
vez sólo se trate de una pausa, de un paréntesis para conseguir el
desapego, el silencio y la reflexión.
…
Más allá de esa atractiva ambigüedad queda claro que el personaje
asume su soledad y derrota, reconoce que al hombre sólo le es dado
rescatar instantes de vida y la alternancia de amor y dolor. Ese
parece ser el vínculo social e histórico que el personaje ha
descubierto al desprenderse de la autocompasión, que lo
inmovilizaba.
Carmen Foxley, académica
de Literatura de la Universidad de Chile.