Si con Arte Marcial el
poeta había mostrado una voz resuelta y original dentro del
panorama poético nacional, con Libro de Guardia demuestra
que actualmente se empina como un de los autores más relevantes.
A la par, impone la temática de la represión y la tortura
en un largo texto en que asume la mirada y la ética del victimario.
A trece años de su primer libro, Arte Marcial, el poeta Bruno
Vidal* desde hace unas semanas ha iniciado la puesta en circulación
de su segunda obra, Libro de Guardia, con el que profundiza
su vocación por el desconcierto al asumir esta vez la voz de
torturadores y victimarios de la dictadura a modo
de eco despiadado de un pasado que divaga en el presente. A la vez,
se empina entre el panorama literario, confirmando que es una de las
voces principales de la poesía chilena actual.
De edición propia –Alone-, Vidal resolvió con Libro
de Guardia evitar el circuito comercial y de hecho no está
a la venta. Un gesto inicial extra literario que deja entender una
estrategia del autor en la que define a sus lectores, delimitando
también su presencia en el escenario poético nacional.
Un estar, por lo demás, que si bien hoy parece confirmado,
podría dar paso a una nueva ausencia en lo que respecta al
formato libro quizá por cuantos años.
Con Arte Marcial, publicado por ediciones Carlos Porter en
1991 pero escrito entre 1983 y 1987, Bruno Vidal si bien logró
un reconocimiento de parte de críticos y pares, se mantuvo
adscrito a una escena reducida. No sería posible mucho más,
atendiendo al orden propio de la obra: radicalmente alejado del poema
tradicional, por el contrario el libro de 136 páginas es un
cuerpo completo, que desde diversas estrategias poéticas –y
a ratos visuales- registra la década de los ochenta, con el
telón de fondo de la dictadura.
A la par y deliberadamente, Vidal se ubicaba en los márgenes
del lenguaje, utilizando el habla y los modos callejeros de comunicación.
Urdía un entramado de poemas y citas, apelaciones auto concientes,
referencias al mundo del arte y la literatura, mientras intercalaba
descripciones fragmentadas de sesiones de tortura. Conjugaba líneas
poéticas, asimilándose a Rodrigo Lira, pero teniendo
de fondo el ruido mudo –de múltiples significados- de Juan
Luis Martínez, al primer Raúl Zurita y a Enrique Lihn.
De hecho, a este último está dedicado Arte Marcial,
marcando la primera gran diferencia con Libro de Guardia que
en la solapa dice: “A los conscriptos del ‘73”.
"Aquí todo es lo contrario a
la acción"
Aunque Vidal ya había entrado a la temática de la tortura,
en Libro de Guardia no es que vuelva al tema, simplemente esta
vez habla desde el interior de una sesión y se pone de parte
del victimario, asumiendo su ética, sus ambigüedades y
temores. En extensas 145 páginas, el hablante lírico
se pasea por centros de detención, cuarteles militares, patrullas
policiales y el Gran Santiago desplegando las brutales estrategias
de represión de la dictadura.
Es así que Libro de Guardia encuentra como localización
espacial un centro tortura -con picana eléctrica en mano-,
pero se despliega hasta todos los centros del cuartel que ocupó
la dictadura. Explora las contradicciones propias de un soldado en
combate ciudadano, que movido bajo las figuras de La Patria, El Orden,
la Familia y La Prefectura Norte, ocupa la ciudad en represión.
Junto con ello, mantiene relaciones con sus pares, dictadas básicamente
por la subordinación –a ratos patética- a todo prueba.
La identificación de Bruno Vidal con la ética militar
es tal, que por momentos pareciera validar sus procedimientos en un
gesto que más allá de lo político, logra su potencia
poética en la trasgresión y el desconcierto. Hablar
desde el más miserable y repudiado para desentrañar
el horror irracional que se encerró en los cuarteles, y que
inevitablemente se extendió y se sigue extendiendo por el país
en los pasos de los victimarios y víctimas –clasificaciones
que por momentos, en Libro de Guardia parecen disueltas.
“Sí, he estado y voy a estar”, debería haber respondido
en clave poética Vidal a la pregunta en torno a si estuvo en
una sesión de tortura, dice dando luces sobre una de las referencias
fundamentales de Libro de Guardia. Un poema reiterativo y molesto,
majadero y sorprendente, que mantiene vivo el sufrimiento y escarba
escatológica y morbosamente en el dolor, mostrando su dobleces
y apuntando –en ocasiones- en direcciones significativas totalmente
contrarias a lo corporal:
Aquí el hueso nasal hecho trizas
Aquí la quemadura en primer grado
Aquí la frente profundamente abierta
Aquí el descuartizamiento del brazo izquierdo
Aquí la amputación de los miembros inferiores
Aquí la calcinación horrenda de la pelvis femenina
Aquí el corte profundo en el bajo vientre
Aquí Toda la Tremenda responsabilidad de mi rigor inmaculado
AQUÍ TODO ES LO CONTRARIO A LA ACCIÓN
Tareas de la poesía
Contrario a la tendencia actual del mundo del arte y la poesía,
para Bruno Vidal el poeta tiene tareas y no está aislado en
la sociedad. En ese sentido, su primera labor es con el lenguaje,
hacerlo “girar sobre sí mismo”. Ante ello, en Libro de Guardia
el hablante – al igual que en Arte Marcial- se ubica en algún
punto de la calle, exuda habla, dichos no reglamentados y temporales,
se apropia de una serie de jergas para aumentar el poder de las palabras.
Más allá del plano lingüístico, para Vidal
el poeta tiene una labor social, y en ese sentido debe hacerse cargo
de la situación en que vive su sociedad. El punto, claro, es
que con su segundo libro, el autor se ubica un lugar especialmente
problemático al asumir la voz de la represión y hablar
con mando frío y cotidiano en medio de la golpiza: es de hecho
un golpe bajo a la poesía chilena, pero también a la
ciudadanía y sus estrategias de memoria parcial de la dictadura.
Así es que Libro de Guardia, pese a sus ámbitos
de circulación reducidos, no sólo irrumpe en el panorama
narrativo sino que en la totalidad de la sociedad chilena, en momentos
en que se apresta a resolver sus cuentas con el pasado –especialmente
tras la serie de conmemoraciones de los 30 años del golpe-
enrostrándole la presencia continua de la tortura.
Por lo demás, con Libro de Guardia Bruno Vidal da cuenta
de una poética propia y original, producto de una elaboración
constante que supera el arrebato de la inspiración y se construye
desde la tradición de las letras chilenas. Una poética
que parece guiada por el giro de un lugar común de la poesía
contemporánea: “Un poeta maldito / no se corta las venas /
se baña con la sangre / de los caídos”.
* Bruno Vidal es el seudónimo
de José Maximiliano Díaz González, nacido en
el 1957, de profesión abogado y que a parte de escribir poesía,
hace clases de leyes en un departamento ubicado en la comuna de Providencia,
Santiago. El 2001 recibió el premio a la Mejor Obra Literaria
inédita por la obra AKA 47, desde donde salen los textos de
Libro de Guardia.
Imagen: Jimmy Scott, en Revista de Libros de
El Mercurio.