"El libro de
barro y otros poemas" de Blanca Varela
Una
poeta en carne viva
Por David Hidalgo Vega
El Comercio, Lima, Perú. Jueves,
22 de Setiembre de 2005
Blanca Valera,
una de las voces más importantes de la poesía peruana,
acaba de ser homenajeada con una antología por el INC. El libro,
presentado anoche, vuelve a la escena a una mujer de versos desgarrados
y vida intensa, que ahora solo quiere estar tranquila
Ningún espíritu puede quedar inmune después de
leer a Blanca Varela. Algo se rompe, rasga o tritura dentro
de cada nuevo lector. Sus versos son revelaciones que muchos quisieran
no tener. Con frecuencia otros autores los toman prestados para, a
manera de epígrafes desgarrados, abrir la puerta a las historias
más grises. Epígrafes como: "El dolor es una maravillosa
cerradura". O tal vez: "Merodean las bestias del amor en
esa ruina/ florece la gangrena del amor/ todavía se agitan
las tenazas elásticas/ los pliegues insondables laten".
Y aun
más: "¿De qué balcón hinchado de
miseria se arrojó la dicha una mañana?". Todos
con su nombre al final. No hay que rebuscar demasiado en sus páginas
para encontrar esas frases que parecen alaridos. En el prólogo
de una antología que el INC acaba de publicar, la escritora
Giovanna Pollarolo advierte: "Para leer a Blanca es preciso disponerse
al sobresalto, a la tensión, a la desesperanza y el miedo".
Intriga conocer al puño detrás de esas líneas.
Es probable que muchos de sus lectores apenas recuerden su voz. A
diferencia de otros autores, Blanca Varela no suele dar entrevistas
y sus apariciones en público son más bien discretas.
Incluso es poco usual verla en lecturas de poetas. La escritora Rocío
Silva Santisteban, estudiosa de su obra y amiga cercana, recuerda
una de esas pocas ocasiones, a fines de los años ochenta. "Había
pasado varios años sin publicar y sin dar un recital, y Cesáreo
Martínez la invitó para leer su obra en el Instituto
Peruano Soviético. Fue un montón de gente, porque era
como muy raro". El pintor Fernando de Szyszlo, quien estuvo casado
con ella y con quien hasta ahora mantiene una fuerte amistad, también
lo considera un privilegio escaso. "No recuerdo haberla escuchado
leer sus poemas más de dos veces", comenta. "Pero
cuando la he escuchado ha sido emocionante, porque es muy insegura,
conmovida por lo que está leyendo". Son momentos íntimos:
se diría que pronuncia sus versos como si estuviera revelando
un secreto a la fuerza.
SILENCIOS
La crudeza de sus versos provoca preguntar si hubo épocas
felices en quien los escribió. Las hubo. Una amiga de la universidad
de San Marcos la recuerda como una joven hermosa, intensa, de respuestas
rápidas. También hay huellas de sus pasos por la recordada
peña Pancho Fierro junto con Jorge Eduardo Eielson, Augusto
Salazar Bondy, Javier Sologuren: el
núcleo de la generación del 50. "Teníamos
escapadas a la música con Iturriaga, Pinilla y los Arguedas,
José María y Celia. Blanca bailaba muy bien, era muy
alegre", recuerda Szyszlo. En los años posteriores, la
poeta se divirtió bailando en París. Octavio Paz -su
padrino literario- la llamaba La Reina del Mambo: en la casa del poeta
mexicano inventaba formas de bailar el ritmo que llegaba ardiendo
desde América. "Siempre tuvo muy buen oído para
la música tanto como para la poesía", refiere Szyszlo.
A la poeta de los versos dramáticos incluso le gustaba cantar.
Podía entonar valses acompañada por la guitarra de Arguedas,
a cuya casa de Puerto Supe llegaba ella con cierta frecuencia. En
alguna época compuso boleros. No hay referencias precisas de
cuándo ese espíritu empezó a atardecer. "Entre
los veinte y cuarenta años tuvimos una vida social muy activa
-recuerda el pintor-. Íbamos mucho al teatro Segura. Veíamos
obras como "La vida que te di", de Pirandelo; "Los
árboles mueren de pie", de Casona; "Los hermanos
Karamazov", de Dostoievski. Éramos de ir a las exposiciones,
conciertos". Ella ha ubicado su etapa fundamental en París.
Hace cuatro años, en un texto autobiográfico para
El Dominical de El Comercio, Blanca Varela describió su
gusto por las palabras desde niña, sus dudas de adolescente,
sus vivencias universitarias y su estancia esencial en esa ciudad.
En ese período se interrumpe su crónica. "Lo que
pasó después, lo demás, si no está escondido
entre mis poemas, entonces está irremediablemente perdido",
escribió. La madurez la empujó a la reserva. Incluso
gente que la conoce de varias décadas recuerda que siempre
ha tenido una actitud prudente, ajena a los sentimentalismos. "Es
una persona que puede mostrarse cariñosa y preocupada, pero
no a un punto que se diga maternal", dice la también poeta
Rocío Silva Santisteban, quien prepara una importante antología
de ensayos sobre Varela. De hecho, cuando apareció la primera
edición recopilatoria de "Canto villano" -publicada
a fines de los setenta por el Fondo de Cultura Económica de
México- la poeta quedó un tanto decepcionada porque
la editorial había puesto una rosa en la carátula. Al
parecer en referencia al poema en que ella afirma que esa flor "infesta
la poesía/con su arcaico perfume". En una segunda edición,
la ilustración de la carátula fue cambiada por el cuadro
"Perro semihundido en la arena", de Goya, que sin ser demasiado
dramático figura en la serie negra del artista. La poeta quedó
encantada. Otro episodio que la retrata ocurrió en los años
noventa, cuando, alentada por amigos, accedió a postularse
como regidora de Barranco, el distrito donde ha vivido por mucho tiempo.
Se acercaba el Día de la Madre y la oficina de cultura organizaba
una actividad para las señoras del distrito. "Vinieron
a la oficina y dijeron: 'sería bonito poner un poema de la
señora Blanca'. Entonces yo le digo: 'Blanca, ¿tendrás
un poema por el Día de la Madre?'. Y ella responde: 'Ni pensarlo,
no tengo nada. Tengo cosas horribles, todo el mundo se va a asustar'",
sonríe Fina Capriata, compañera de esos días
en el municipio. Por esos días ocurrió también
la tragedia que la marcó irreversiblemente: la muerte de Lorenzo,
el segundo hijo que tuvo con Fernando de Szyszlo, en un accidente
aéreo.
PENAS
Es el Rubicón de su tristeza, la línea de no retorno.
Su forma de asumir el luto fue como el presagio de un mayor aislamiento:
"Anunció (a sus conocidos) que nadie le comentara nada,
que nadie le dijera
ni una palabra. Nadie se atrevió a variar aquello", recuerda
una amiga cercana. Pero el dolor quebró su salud. "Fue
una tragedia tal que ninguno de los dos nos hemos recuperado nunca",
sostiene Szyszlo. La familia entera fue abatida a un punto extremo.
"Las hijas de Lorenzo, por ejemplo, no pudieron hablar durante
los primeros cinco años". El estrecho círculo de
personas que la frecuenta en sus almuerzos familiares de los miércoles
sabe que su corazón tampoco se reconstruyó del todo.
"Ni ella ni yo somos abuelos chochos. Con nosotros ocurre que
hemos querido tanto a nuestros hijos, que es como tener una cuenta
bancaria que se derrocha. Entonces ha quedado poco para los nietos,
aunque los queremos mucho", dice el padre de Lorenzo y Vicente.
Alguna vez, en una entrevista, Varela explicó que en su poesía
sintetiza los sentimientos sin referencias directas a la realidad.
"Incluso cuando murió mi hijo, un momento muy duro para
mí, lo que escribo son poemas sobre el dolor pero no hago referencia
al suceso", afirmó. En realidad, es un tema casi vedado.
Uno de sus autores favoritos, el rumano-francés Paul Celan,
tiene un poema que bien puede explicar ese silencio: ¿qué
tiempo es éste/en el que una conversación/es casi un
crimen/porque incluye/ tantas cosas explícitas? Blanca Varela,
cuya vida depende de las palabras, sintetizó su dolor pero
quedó disminuida físicamente. Por eso ha reducido sus
actividades a lo indispensable. Hace un tiempo la Universidad de Harvad
la invitó para una lectura de sus poemas, pero ella declinó.
Así ha rechazado otras invitaciones. Parece valorar la tranquilidad
por sobre todas las cosas. Es su derecho: ha viajado a los límites
del espíritu para traer la belleza. Su obra ha pagado sus silencios.
"El libro de barro y otros poemas"
Anoche llegó a la presentación de su antología
y se retiró sin decir palabra. Apenas unas fotos, unos cuantos
libros firmados. En el auditorio del Museo Nacional de Arqueología
y Antropología de Pueblo Libre una respetuosa asamblea se había
reunido para homenajearla. La poeta Rocío Silva Santisteban
abrió la noche con una reseña de su trayectoria. Recordó
los días en que Varela ejerció la crítica literaria,
su labor al frente de la oficina del Fondo de Cultura Económica
en el Perú y como cabeza de la sección local del Pen
Club. "En los ochenta, una antología editada por Javier
Sologuren hizo que se volviera una autora de culto entre poetas jóvenes",
apuntó. El escritor Abelardo Sánchez León, otro
de los presentadores, destacó su lenguaje, que parece estar
"escavado en su propia alma, en su propia manera de ver el mundo".
Luis Guillermo Lumbreras, director del INC -que edita "El libro
de barro y otros poemas"-, la elogió como parte de la
generación del 50, por que "expresó con su arte
parte importante de la historia del Perú". Ella estaba
emocionda. Se notaba.
EL
LIBRO DE BARRO Y OTROS POEMAS
Blanca Varela
POEMAS DE BLANCA
Escribe Roxana Chirinos
agenciaperu.com
“A mí no me gusta mi poesía pero es la única
que puedo hacer” confiesa Blanca. Y dice que no le gusta porque es
una insatisfecha que anda buscando algo inalcanzable, inasible. El
destino de la vida es terrible. El mundo es duro, a veces hermoso
y “La sordera de Dios es evidente… tengo la soledad de quien se busca
desesperadamente” cuenta.
“el querido animal
cuyos huesos son un recuerdo
una señal en el aire
jamás tuvo sombra ni lugar
desde la cabeza de un alfiler
pensaba
él era el brillo ínfimo
el grano de tierra sobre el grano
de tierra
el auto eclipse
el querido animal
jamás de pasar
me da la vuelta “
(De Persona)
Nació en el seno de una familia de artistas. Su madre Serafina
Quinteros (compositora de valses criollos), de alguna manera le enseñó
el lado menos convencional de la vida. Desde los siete años
escribió versos que los guardó en un cajón escolar.
En su casa, escribir era lo común. Entonces inventó
historias y prefirió los libros. Su padre alimentó el
deseo literario.
Es en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos donde se relacionó
con jóvenes escritores. Allí conoció a Sebastián
Salazar Bondy, Jorge Eduardo Eielson, Francisco Bendezú entre
otros. Las lecturas (de poesía) de César Moro y Emilio
Adolfo Wesphalen comenzaron a marcar su poética.
Así, la poesía de Blanca nace como un secreto. Se origina
en el más íntimo silencio. Es difícil confesar
la vida en verso. Ella eligió que fuera de ese modo: “inevitable
y doloroso oficio”. La pluma audaz y precisa expresa su particular
mirada sobre el mundo: guiño agudo que cala hondo. La hermética
voz será el medio de desentrañar la realidad:
"y te rendimos diosa
el gran homenaje
el mayor asombro
el bostezo".
(A la Realidad)
En los cincuentas París la acogió. Casada en ese entonces
con el artista plástico Fernando de Szyszlo, vivió intensamente
la vida amorosa e intelectual de la ciudad. Fue en esa ciudad donde
afianzó su personalidad. Eran los años de la post guerra,
los intelectuales se reunían y el surrealismo andaba en boga.
Blanca escribía sus Cantos. Fue allí que Octavio
Paz la anima a publicar su primer libro: Ese Puerto Existe
calificado por el Nóbel mexicano como: “El canto solitario
de una muchacha peruana”.
Blanca atenta al mundo entre la sombra y la luz escribe. Nos dice
que: “La eternidad es hoy, entonces, hoy mientras estoy viva tengo
que decir que esto no me convence” La condición humana la enfrenta
y la desgarra. Testigo de ese universo, labra minuciosa cada palabra.
Muestra cruel e imperturbable nuestra caótica y bella naturaleza.
Sobria pierde y gana batallas.
"Digamos que ganaste la carrera
y que el premio
era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria
sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores
sino ladridos de perros
y que tu sombra
tu propia sombra fue la única
y desleal competidora"
(De Currículo Vitae )
Escribe despojada de adornos innecesarios. El adjetivo puntual enaltece
y sostiene el verso. La economía de palabras es su estilo.
La fuerza de sus imágenes está en los contrastes que
la autora otorga sorprendiéndonos. A veces violentamente: ….
Como una flor de carne recogida, a veces descarnadamente: y de pronto
la vida/ en mi plato de pobre/ un magro trozo de celeste cerdo/ aquí
en mi plato.. Sus palabras se tiñen de terribles metáforas:
Es la rosa de grasa/ que envejece/ en su cielo de carne. Sus versos
musicales bailan fina y pausadamente. No hay caos ni alboroto simplemente
la palabra en orden y el puntual cuchillo que todo lo atraviesa:
“así debe ser el rostro de dios
el cielo rabiosamente cruzado
por nubes grises violetas y naranjas
y su voz
el mar de abajo
diciendo siempre lo mismo
tan monótono
tan monótono
como el primer día “
(De Así debe ser)
En la obra de Blanca no hay maneras y modos comunes de vivir. Su
visión de poca fe va marcando las horas perdidas. La muerte
y el amor rondan cruelmente. “El poema es el descubrimiento que sólo
valida la inutilidad fáctica de una existencia fallida, pero
imprescindible.” Siempre la eternidad a destiempo. A veces siempre
la patita del cangrejo atrapada/en la trampa del ser.
El INC acaba de publicar un nuevo volumen: El libro de barro y
otros poemas. Esta vez los poemas incluidos han sido ordenados
y seleccionados por la propia Blanca. Nosotros sus lectores nos acercamos
al templo literario de su poesía.
EL LIBRO DE BARRO Y OTROS POEMAS
De Blanca Varela.
INC / Lima, 2005.