La
novela como arte criminal
Por
Carlos Almonte
...la
muerte sin lágrimas, un amor desesperado
y un lindo crimen lloriquean
en el
barro de la calle.
Jean A. Rimbaud
La
novela negra (como variación al género policial clásico)
nació en los Estados Unidos, desde donde fue re-exportada al mundo
bajo sus condiciones y códigos que han sido, y siguen siendo, respetados
en su mayoría. Por esto es dable esperar que en una novela negra, tal como
sucedía en el relato policial clásico [1],
exista además de un crimen [2], un
caso que debe ser
resuelto, de alguna manera, por cierto(s) personaje(s).
En los primeros
relatos policiales, los sujetos encargados de llevar a cabo las investigaciones
eran generalmente muy deductivos, además de apegados y respetuosos de un
método en extremo riguroso (luego de Charles Auguste Dupin [3]
de Poe, vinieron Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, el Padre Brown de G. K.
Chesterton, y Hércules Poirot de Agatha Christie, entre muchos otros).
De sus relatos se desprende una confianza irrefutable en la razón, elemento,
por sí solo, capaz de resolver cualquier enigma.
Con el correr de
los años, y por tratarse de un tipo de narrativa que, obligatoriamente,
se mezcla con la realidad social de cada tiempo, la novela policial ha sufrido
cambios y ajustes, tan necesarios como inevitables, deviniendo en la novela negra:
un retrato social del tiempo en que se manifiesta. Según Fredric Jameson,
a través de los ojos del investigador llegamos a ver la sociedad como un
todo.
Uno de los principales cambios aportados por la novela negra [4]
al género policial, es el aditivo mediático. Esto se aprecia desde
la aparición de los Pulps ("Folletín" en España,
o colección "Noir" en Francia) [5],
hasta la presencia en el cine (Alfred Hitchcock, John Huston, Orson Welles, Jean-Luc
Godard, David Lynch, Quentin Tarantino, por nombrar sólo algunos), o en
series de televisión (Columbo, Mike Hammer, Baretta, Starsky y Hutch, Miami
Vice, etc.). Además hay un ensanchamiento temático evidente, y un
cambio en la forma en que el investigador se relaciona con el mundo en general,
y con su modo investigativo en particular.
El énfasis, en la novela
negra, está puesto en la acción y no tanto en la intriga. Por esto
falta la elegancia y la cultura, muchas veces sofisticada, del detective clásico.
El investigador proviene de un ámbito social más bien mediano, aunque
en el afán por cumplir con su trabajo, se mezcla con todo el espectro social.
A diferencia de la tradición policial clásica, el protagonista de
novela negra es un tipo falible, que trabaja sólo por dinero, y en algunos
casos por afanes de justicia, y no por el gusto intelectual de resolver un misterio.
En
la actualidad, seguramente influidos por los medios masivos de comunicación,
los sujetos que investigan tienen rasgos cotidianos. La suerte, por ejemplo, no
es un elemento totalmente ajeno al momento de conseguir un dato o una conclusión
intermedia (algo impensable en Sherlock Holmes). Tampoco es ajena la ebriedad,
la soledad, la fragilidad económica y el aspecto poco cuidado de sus apariencias.
No es una casualidad que el investigador presente la mayoría de estas características,
si es que no todas. Se trata de un sujeto excéntrico (ligado a los márgenes),
aunque generalmente con un elevado sentido ético [6].
Está en permanente búsqueda de la verdad y en esta pretensión,
esencialmente utópica e ilusoria para los que lo rodean, funda su postura
filosófica frente al mundo.
El investigador de novela negra se implica
en escenas de violencia de las que muchas veces sale perdedor. Sus amoríos
son efímeros y sus mujeres lo abandonan o huyen antes de ser abandonadas.
Dedica tiempo al ocio y desde esa posición casi extática, ve pasar
la vida. "El investigador es quien ve lo que está ahí pero
que nadie más ve", intuye Lacan, quizás beneficiado por el
tiempo que aquél dedica a la observación pura. Tal vez si una persona
cualquiera observara el mismo fenómeno y tuviera el mismo tiempo, lograría
los mismos resultados. Esta es otra diferencia con los intrincadísimos
procesos deductivos usados por los detectives clásicos, a quien reemplazar
en su labor parece una idea sin destino.
El protagonista de novela negra
es un tipo rudo, aunque no invencible. Se enfrenta a sujetos con más poder
o más armas, lo que implica obligatoriamente, con tal de mantener el rasgo
coherente, que muchas veces la violencia sí lo alcanza. Hecho a todas luces
impensable para el detective clásico, siempre intocable, inmaculado y deduciendo
pipa-en-mano casos de solución especialmente rebuscada. Al detective
clásico no se le mueve un músculo, su vestimenta de fino corte difícilmente
sufre alguna alteración, y con suerte se despeina en un día de tormenta.
El protagonista de novela negra tiene un éxito relativo con las
mujeres y es descuidado en su aspecto, aunque sí, en su conjunto total,
irradia estilo. Se ubica permanentemente al borde de la muerte, y en este juego,
que jamás llega a ser fatal, debe mostrar prestancia y valentía,
emitiendo frases ingeniosas y bien construidas, incluso en los momentos más
críticos. Luego de un balazo que le roza la cara, enciende un cigarrillo,
levanta la solapa de su abrigo y camina solitario rumbo al bar... Pudo ser
peor, es probable que se lo escuche decir, antes de beber su primer vaso de
bourbon.
Soy un romántico,
Bernie. Si oigo llanto en la noche, voy a ver qué pasa. Así no se
gana un centavo. Tú eres más inteligente, cierras la ventana y levantas
el volumen del televisor. O aprietas el acelerador y te alejas lo más rápido
posible. No te metes en asuntos ajenos, que sólo te traerían problemas.
La última vez que vi a Terry Lennox fue en mi casa. Le serví una
taza de café y fumamos un cigarrillo. Cuando me enteré de su muerte,
fui a la cocina y preparé café y le serví una taza y encendí
un cigarrillo para él, y cuando el café se enfrió y el cigarrillo
se consumió, le dije adiós. Así no se gana un centavo. Tú
no lo harías. Por eso eres un buen policía y yo un detective privado.
[7]
Acaso de este
hecho nace la identificación inmediata con el protagonista de la novela
negra. Un sujeto en permanente libertad que vaga por la ciudad ayudando, por poco
o ningún dinero, a las personas que requieren de sus servicios. Un sujeto
que encarna la derrota permanente, sólo soportadas gracias a esporádicas
victorias, simbólicas en su mayoría, que dignifican, ennoblecen
y dan sentido a su existencia.
Notas
(1)
El relato policial aparece, formalmente, con "Los crímenes de la calle
Morgue", de Edgar A. Poe, en 1841.
(2)
En el caso de la novela negra, el crimen en cuestión puede referir a un
atraco en gran escala, a un secuestro o a tráficos de varios tipos. Adoptando
a veces la perspectiva del delincuente (sub-género llamado "de sicología
criminal", o "crook story").
(3)
Inspirado en el primer detective de la vida real: François Eugène
Vidocq, jefe del Departamento de Investigación Criminal de París.
(4)
Una tradición en gran parte configurada, tal como se la conoce hoy, por
Raymond Chandler y su investigador privado Philip Marlowe (reconociendo anterioridad
en Dashiell Hammett y su investigador Sam Spade).
(5)
Ediciones de bajo costo y tiraje muy masivo.
(6)
Sus hábitos de investigación pocas veces se condicen con el método
oficial. En muchos casos los investigadores tuvieron, alguna vez, cierta ligazón
con la policía formal, pero, justamente, fueron expulsados por los métodos
que empleaban.
(7) Philip Marlowe, en El largo adiós (de
Raymond Chandler).