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Por César Ángeles
L.
Chimbo. (Perú)
Diciembre de 2005
¿Será verdad que este país pudo ser y no fue
y no será? ¿Será verdad todo lo que dicen de
su historia áulica, de sus serpientes mágicas, de su
burro hablador que navegaba erecto bajo todos los ríos del
mundo? ¿Será cierta esta novela en un país de
poetas descuajeringados, de tibios sueños que se rompen al
golpe de un manazo? ¿O que de tanta oferta ya nadie pierde
la misma sonrisa absurda tatuada en caras diferentes? ¿Qué
será al fin este país? Barro, piedra, cemento, cofres
ocultos, palabras gastadas, ojos vidriosos, polvo y polvo en los caminos,
inmensa lentitud de la pobreza, sol y estrellas cubiertos por nubes
poderosas, aliento oscuro que aherroja corazones y esperanzas. Este
país de laberintos, apostando siempre por lo mismo, desesperanzado,
la eterna costumbre de conciliar con el vicio y el contrato por debajo,
el temblor ante una voz erguida, ¿de qué está
hecho el ser de tantos hombres y mujeres en un país así?
¿qué impide el movimiento persistente que arrancaría
el mal por siempre instalado? ¿dónde no llega la lluvia
tumultuosa, el ancho mar armado, la soledad en forma de espada y acero?
¿qué se une para consentir mustios la masacre? ¿qué
pinta de sangre estas flores, sus caminos, aquellos lagos, cada esquina,
y dobla y dobla la palabra que debiera en vez cortar en seco todo
esto?
¿De qué humo y piedras está formada la historia
de este país donde nací y habita gente muerta o moribunda
que sonríe sin sentido ante el hecho? ¿En cuál
segmento de su sombra radica la respuesta a eternas preguntas que
todo niño o niña han de hacerse en cotidiano? ¿Dónde
están sus mayores que corten la barbarie heredada y que rota
sin embargo sobre cada uno de los cuerpos infinitamente conocidos?
¿Dónde están sus manos, el nervio óptico,
la yugular, los estertores, cada instrumento musical, sus banderas,
su voz invicta, sus poemas, el arado fundido en cada bala, el viento
y sus gigantes invisibles? ¿Dónde hay un valle más
acá de los viejos mercaderes que arrebatan nuestra cama, secuestran
nuestra hambre, hurtan nuestros hijos y queman nuestros mares?
¿En qué otro país existe la misma triste callada
sonrisa sin sentido ante daño semejante? ¿Que nó?
¿Qué nó, pero que sí? Pobre mono, si vieras
el fondo animal en que te veo, si pudieses al menos un rojo instante
incorporar uno a uno tus molares, la coyunta del pulgar, si durmieras
entre relámpagos y probaras cada fruto prendido de su árbol,
dime, mono, jamás permitirías que el tiempo hablase
como te hablo. Porque en una sola pata barrerías con la vieja
falsedad y sería imposible hallar sobre tu espejo los mismos
rostros que alquilaron una y otra vez tu corazón. Y entre tanta
tierra, al centro de la lágrima más amada, reaccionarías
y puesto al fin en pie nombrarías cada cosa con nombre verdadero,
llamarías pan al pan, sol al sol, ojo al mismísimo ojo,
tema al Sér que te vio nacer, polvo al polvo, muerte a tu misma
muerte, ladrón al ladrón, asesino al asesino, estafador
al que te estafa, y puesto en pie en el otro pie irías a caminar
mejor que antes, andar tu camino que por ello dieron su vida tus parientes
los que te ven así ahora tan lastimosamente errando de una
sombra a otra, de una nada a otra. ¿Cómo decirte sin
alzar la voz, hermano, que estás sordo, ciego y mudo, y que
esta vida atroz no te soporta, que son tus propias venas las que en
el fango culebrean sanguinolentas? ¿Cuántos días
o cuántas noches, dime, has de morir todavía antes de
darte cuenta de todo lo que te pasa? ¿Cuánta soledad
hambrienta bajo fuego de metralla deberá aún existir,
antes de que tu hueso y mi palabra se fundan calcinados en la misma
detonación? ¿Cuántos miedos todavía quedan
por recorrer hasta que por fin sujetes bien la seda de tus hijos y
la senda magistral donde uno a uno los mejores de tus pares han ido
cada siglo sembrando sus nutrientes, sus hormigas y sobre todo su
poder? No ceses, yérguete de una sola y que sea tu honda voz
la explosión final de esta historia que punto a punto entre
tú y yo habremos de incendiar, para volver a nacer, para volver
a sér, este país.
Pre scriptum.
Desiertos y desiertos, y más arena en esta escuálida
Costa.
"Matan a escritor James
Oscco, profesor de la Universidad de Apurímac. Horas antes
lo torturaron cruelmente. Fuerzas Armadas y Policiales del Perú
serían los responsables de este asesinato".
(Por Indymedia Peru - Monday, Oct. 31, 2005 at 4:29 PM)
"El día jueves 20 del presente
mes fueron encontrados los restos del poeta y profesor, James Oscco
Anamaría, en un basural del puente Pachachaca, en la ciudad
de Abancay (capital del departamento de Apurímac, 800 kilómetros
al sureste de Lima). Había sido brutalmente torturado (presentaba
signos de degollamiento, el vaciamiento de un ojo, fracturas en las
piernas y hasta las uñas arrancadas)".
(C:\WINDOWS\Escritorio\JorgeLetralia James Oscco Anamaría y
la tortura en Perú October 2005.htm)
Leer más del autor: C. Vallejo que estás en los CC.
Por César Angeles L.
(Poesía)