Bajo el puente de las sombras
Todo
fluye como el viento sobre la mesa, los pequeños objetos, el
cuerpo celeste, la lengua misteriosa, las monedas, el
minuto ligero como una cadena interminable de lamentos, el
mar desbocado siguiendo cada una de sus huellas, este
infierno de vacíos inmensos que llegan a buscarme y exigirme
que huya entre las sombras. No hay nadie al final del
túnel sólo un paisaje extraño donde estallan esperanzas,
monótonas conversaciones, abrazos miserables que destruyen
nostalgias penetrantes, abismos estelares. Pero salgo a
buscarte entre objetos dispersos con mi rostro apenas
dibujado por el viento, con este cuerpo cansado de respirar
ausencias y distancias que golpean como olas marinas sobre
las piedras. Recuerdo el mar como una antigua morada
destruida donde no hay nada ahora sólo un viento fresco que
palpita. Algunos cuerpos diminutos que aún recuerdo cada
día al caer la tarde. Viajo por el paisaje destruido con
labios invictos que besan extraños labios intentando
repoblarlo o redimirlo, porque de una flor marchita nace otra
flor bellísima que se levanta invicta en la mañana.
Paisaje
disperso
Bajo el
peso de la noche los párpados de cierran. Lentamente abrimos
nuestros cuerpos en un ritual de gemidos y
desorden. Porque una soledad no basta para vivir en la
frialdad de nuestras almas. Tu mirada estrellándose en la
imperfección de los objetos y algunos cuerpos destruidos
por el abatimiento y el furor. Despierto en esta mañana
consumido por el cansancio y este espacio abrumado por viejos
trajines me conduce a la desesperación de siglos y edades
infructuosas. Todo primer encuentro retorna a la memoria a
la fascinación por las palabras que amamos y sentimos como
nuestras. Bajo el peso de la noche los párpados se cierran.
Y estas palabras no nacen del silencio sino de lentas
agonías y esperanzas alimentadas por el espanto y la
desesperación de estos años que son nuestro destino.
Desde
siempre
De
tiempo en tiempo recorro profundos bosques. En silencio van
mis pasos entre espesos follajes y árboles
desconocidos. Y retorno a las raíces de la vida, al soplo
mismo de la vida que trasciende mis sentidos y lo vuelve
insignificante. ¿De qué naturaleza estoy hecho para escribir
estas cosas? ¿De qué fuerza secreta hablan mis
palabras cuando cada tarde vuelvo a recorrer el mundo y
hallo la paz en las hojas del otoño que duermen en la tierra
húmeda? En este viento maravilloso que me recuerda que estoy
vivo que aún dormido puedo hallar la vida entre estos
árboles que me hablan, que me cantan cada noche a solas
mientras te busco infinita en la extensión de mi
palabra, mientras intento imaginar lo que un día seré, lo que
un día fuimos en un viaje sin retorno, eternamente solo en
la nada y sin memoria acompañado de un vuelo intenso de
pájaros fugaces y vientos fuertes que me transportan de
raíces a la nada de donde un día salí y ahora retorno, al
sonido maravilloso de un beso profundo que me despierta.
© José Cabanillas
Núñez
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