1.-
Hasta la década del sesenta, en el escenario poético nacional, era
posible advertir la coexistencia tanto de distintas promociones como de
variadas tendencias poéticas, que hacían de ese escenario un lugar de
particular convivencia crítica. ¿Cómo evalúa el panorama actual de la
poesía?, ¿qué situación se perfila hoy?, ¿cuáles serían sus
causas?
-Hasta la década del sesenta
coexistía una presencia de generacione, promociones y tendencias
diversas, es cierto. Estaban vigentes autores del 30, del 50 y los
nuevos valores emergentes del ámbito universitario. Por un lado debemos
anotar una cuestión de carácter geográfico. La poesía más joven de
entonces crecía en las provincias al alero de los centros de estudio,
aunque la mayor residía en la capital. Esa era la norma y así lo tenemos
claro hoy en día.
Había, por otro lado, un mayor acercamiento a la
crítica, tanto la docta como la referencial, hacia esta forma de
escrituración. Es decir, la poesía tenía una mayor recepción social como
producto del momento histórico, apertura y esperanza en la Utopía y este
acercamiento a lo social era bien recibido por el medio.
El momento
actual registra, en cambio, dos aspectos en su desarrollo. Existe un
grupo de escritores forjados entre el 73 y el 89 (los hitos históricos
bien lo demarcan), cuya escritura se afinca en las huestes del
modernismo. El emisor del lenguaje incide en el discurso y su conducta
observa la norma ética, lo auténtico y lo eterno. La mayor parte de los
poetas se inscribe en un lenguaje urbano y unos pocos, sobre todo los
del sur del país, continúan con un ejercicio lárico y coloquial. Otros,
los menos, experimentan en terrenos del lenguaje y pavimentan el camino
a la poesía en formación, especialmente a la practicada en Santiago.
Pienso en Juan Luis Martínez, Claudio Bertoni, Cecilia Vicuña, Raúl
Zurita, Diego Maquieira, entre algunos.
Pero tenemos a los poetas de
los noventa, quienes devienen junto a la instauración del posmodernismo.
Lo formal se quiebra en beneficio de la idea, el rigor se hace
innecesario tanto en lo ecritural como en lo ético y situaciones de
carácter empírico se benefician en desmedro de la obra. El quiebre, al
afectar la razón y disparar la inteligencia, detiene el proceso creativo
y son los modelos ya establecidos los cuales comienzan a repetirse. Esta
presunta falta de rigor afecta también a la crítica.
En cuanto a esta
última, la concentración de los medios de comunicación provocan una
verdadera dictadura a nivel interno (Ignacio Valente es el centro) y, en
el exterior, aparecen nombres e intentos poco asertivos dadas las
distancias y la ausencia territorial. Se yerra en demasía, se ningunea y
se loa lo efímero. Sin embargo, el retorno de los idos tiende en estos
últimos años, a precipitar lo subjetivo en el discurso crítico.
En mi
opinión, no existen tendencias definidas en este momento; pero sí
tenemos autores ya definidos y con particulares niveles a lo largo del
país.
2.- En el horizonte de los estudios literarios chilenos
se advierte, en comparación a la narrativa, la carencia de una historia
de la poesía chilena, que dé cuenta de sus hitos fundamentales en el
curso del siglo veinte. ¿ Comparte esta ausencia en las investigaciones
o estudios?. ¿Qué particularidad de la recepción hacia la lírica chilena
ha generado esta laguna crítica?
-Sin
duda la promoción del 65 fue una de las más afectadas por este quiebre;
pero su historia se está reescribiendo página por página. Junto a los
poetas del post 73 han comenzado a ser, si no estudiados, referidos al
menos en trabajos de universitarios, memorias de prueba, licenciatura o
doctorados. Este registro silencioso ocurre, hoy, dentro de las
universidades. Por cierto se produjo un atraso de un cuarto de siglo;
mas, luego se reunirán los fragmentos de esta tradición evidente.
La
gran falencia, y como puente entre escritor y lector, se ubica en la
prensa escrita. Casi no existe referencia crítica o es escasa o responde
al interés del mercado. Esta situación no puede modificarse en lo
inmediato, como sí ocurre en Argentina, a causa de la concentración
económica y del continuismo político, realidades del todo observables en
Chile.
3.- ¿Cuáles serían las figuras emblemáticas de la
poesía chilena en los últimos veinticinco años (1973-1998)? ¿En qué
sentido la obra de estos autores podría proyectar la tradición poética
chilena?
- Como figuras emblemáticas
me refiero a los poetas aparecidos, o en formación, en estos 25 años y
no a los ya vigentes a la fecha (Lihn, Teillier, Parra, Rojas, etc.)
Oscar Hahn, Waldo Rojas, Omar Lara, Manuel Silva Acevedo, Hernán Miranda
Casanova, Gonzalo Millán constituyen nombres de importancia en la
promoción del 65; José María Memet, Rosabetty Muñoz, Elicura Chihuailaf,
Andrés Morales, Raúl Zurita y varios más, marcan tendencia propias y
reconocibles con facilidad. Hay rigor en la escritura y su lectura es
placentera.
En su contribución al patrimonio cultural sus obras
traditarán, más que estilos, versiones propias del registro a que se
deben. En otras palabras, se continúa con el aporte de nombres y no de
escuelas.
4.- ¿Qué lugar o espacio le espera a la poesía
chilena en el nuevo siglo? ¿Qué rol le caben tanto a la poesía como a la
crítica?
- Para el siglo que se inicia
no espero grandes saltos en esta continuidad de aportes. Los habrá en la
medida de lo social. La vinculación entre la crítica docta y la poesía,
es decir entre quien dicta la línea estética y quien le sigue con
obediencia, tenderá a debilitarse en la medida que aparezcan mayores
opciones ideológicas en los medios de comunicación masiva. Esta visión
es obvia; pero es claro en cuanto la relación crítica escritura está hoy
día viciada.
5.- ¿Cuál es la importancia o significació de la
llamada poesía etnocultural en el desarrollo de la poesía chilena en los
últimos 25 años?
-La poesía
etnocultural aparece en Chile como una línea de continuidad dentro de lo
lárico y responde a la exacerbación de los nacionalismos a nivel
mundial, gatillados por la celebración de los 500 años del
"descubrimiento" de América.
La posía mapuche lo es en la medida de
su idioma o se integra a la chilena en cuanto see scribe en el español
de Chile. No hay poesía fuera del idioma. Elicura Chihuailaf es un caso
claro. La otra poesía, la del migrante (pienso en Clemente Riedemann),
sigue líneas perfectibles dentro del esquema lárico y no implica, en
forma obligada, una nueva expresión poética.
Un intento etnocultural
a registrar, sí, e la poesía chilena escrita en el destierro. La obra de
los poetas chilenos en Suecia, una de las más extensas y citables,
conforma un fenómeno interesante y rescatable.
La Decimotercera
Región algo tiene que decir en todo esto.
6.- ¿Es posible
hablar de los efectos de la modernidad consumista en cierta novísima
poesía de Chile? Especialmente en la que comienza a escribirse a
mediados de los 80.
- Por cierto, los
efectos del posmodernismo pueden ser desastroso. Sin embargo, los nuevos
autores reconocibles parecen no haber sido afectados más allá del nivel
teórico. Por una parte hay muchos jóvenes que escriben y unos pocos
logran la condición de poetas. Pero ello siempre ha sido así.
No
todos se han pasmado. A pesar del bombardeo consumista, institucional e
idiotizante, a parecen nuevos nombres: Gustavo Barrera, Javier Bello,
Damsi Figueroa, Ismael Gavilán, Marcelo Pellegrini, David Preiss, afael
Rubio, Jorge Velásquez por citar algunos. Pero también Sergio Parra,
Sergio Madrid, Enoc Muñoz y Francisco Véjar entre sus mayores. Es decir,
oficio hay a pesar de la idiotez posmo.
7.- ¿Hay una relación
significativa entre la lírica chilena de fines de siglo y la
(pos)modernidad en América Latina?
-
En esta materia debo confesarme un ignorante. Mi voluntad no está en lo
posmoderno. Pero si existe una relación evidente entre nuestros poetas y
la escritura de Pedro Shimose, Jorge Boccanera, Juan Manuel Roca, Sergio
Altesor, Anonio Cisneros, por citar algunos grandes de i promoción.
También Gelamn y Cardenal tienen algo que manifestar; tanto como Parra o
Ledo Ivo. Porque los fenómenos políticos de nuestras provincias, ayer
Estados, son comunes y responden al mismo poder central. Ello, unido al
idioma, nos brinda vivencias similares.
8.- Un crítico
literario chileno ha recordado los "100 años de olvido de Pablo de
Rokha". ¿Cuáles y por qué son los otros olvidados por el sistema de
canonizació y marginalidad en la poesía chilena?
- Para mí, Pablo de Rokha está
presente; más aún a través de nuestro Gonzalo Rojas. Pero, sí, olvidado
como lo hemos sido todos. Por culpa del que te dije, de Don Francisco,
de Julito Martínez y las barras brevas.
El país se idiotizó
respondiendo a un plan claro al repecto. Pero los grandes olvidados, los
dejados por el Premio Nacional de Literatura y la difusión, los
ninguneados, seguirán siendo Enrique Lihn y Jorge Teillier; y luego
Efraín Barquero el Grande, y Waldo Rojas, y Oscar Hahn, y todos quienes
seguiremos pifiando en el Olimpo; desde la galería, se
entiende.
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