“Lo único que
me queda es refugiarme en otros tiempos, distintos al de ahora.
Muchos lo hacen. Volver al tiempo donde vivíamos en una ciudad
apacible,
sin veneno en el aire, y donde los cielos limpios dejaban ver la cordillera.
Mis recuerdos de los años 50 y 60 aparecen como el paraíso
perdido
y su evocación es lo único que me queda para soportar
el horrible tiempo presente.”
Darío Oses,
“Felices años viejos”,
en www. elmostrador.cl [2]
(1 de enero de 2002)
I
Sobre la cita de Darío Oses, el tópico aquel de sentirse
ajeno en el mundo donde a uno le toca vivir no es nuevo. Tampoco es
nuevo cuando recientes cambios alteran velozmente el modo de vivir
del artista. Porque lo que ocurrió a partir de mediados de
los ochenta -una revolución digital y un único y objetivo
sistema económico global-, según muchos analistas, es
que nunca las sociedades del planeta habían experimentado,
desde la llegada de Cristóbal Colon al Nuevo Mundo, tamaño
impacto humano. Y este cambio no ha dejado indiferente al productor
de objetos artísticos, al menos para algunos.
Aun cuando es difícil encontrar en estos momento artículos
o trabajos académicos sobre el tema, por ejemplo, “Poesía
y Globalización”, y donde teóricamente hay poco sobre
aquel asunto, sin embargo han sido los propios (algunos) artistas
quienes de alguna manera velada, o no tanto, en crónicas o
poemas, o en novelas (caso de Darío Oses principalmente), están
reaccionado a este impacto global. Generalmente no se lo acepta. O
imaginativamente aparece como una presencia aterrante (ya el epígrafe
del escritor Darío Oses es una muestra de lo que digo). Esta
nueva modernidad o modo de vivir global vendría a demoler y
extirpar la fraternidad humana, especialmente aquella que fue tan
particular y comunitaria donde se valorizaba el hábitat regional
o nacional, y que existió en un pasado no tan remoto; es decir
hace apenas tres décadas (los 50, los 60 y parte de los 70,
principalmente).
Esta reacción del artista o intelectual se puede encontrar
en muchos ejemplos del arte y la literatura universal de occidente,
especialmente cuando ha ocurrido un gran cambio tecnológico
que comienza a modificar substancialmente el paisaje rural o urbano
y ciertas costumbres, hábitos, e incluso la moral de los ciudadanos.
Algunos lo rechazan y otros le dan la bienvenida. Respecto a la reacción
de la modernidad tecnológica de principios del siglo XX es
interesante destacar lo siguiente. La percepción de la “máquina”,
por ejemplo, o los “objetos de consumo”, desde las primeras vanguardias
artísticas, es una percepción compleja y matizada porque
no es únicamente un fervor por el objeto en sí. Ni tampoco
es una crítica despiadada de ella porque contribuya a la alienación
humana. Concepto marxista este último que tendrá durante
el siglo XX interpretaciones casi fundamentalistas por parte de una
izquierda igualmente fundamentalista. La que se opuso a los medios
masivos capitalistas señalándolos como los principales
instrumentos de alineación humana, a diferencia de la “des-alienación”
de la sociedad y cultura socialista donde supuestamente iría
a aterrizar finalmente el “Hombre nuevo”.
El
modernismo de Rubén Darío, hacia fines del siglo
19, en cambio, influido por la emergente tecnología norteamericana
que se expandía por el Caribe, fue lo opuesto, según
la interpretación de Ángel Rama quien vio la poesía
de Rubén Darío como un rechazo a la modernidad norteamericana.
Pero como ya se sabe, Darío durante esa época buscó
(y reconstruyó) nostálgica y preciosamente un pasado
lejano para incorporarlo a su poesía. Aquel pasado, en la interpretación
de Francois Perus [3], fue el Segundo
Imperio Napoleónico. Sin aquel rechazo a la modernidad, que
Darío veía venirsele encima, y aquella deliciosa, fragante,
luminosa, exótica y sensual nostalgia, no habría existido
jamás la revolución poética y lingüística
del poeta nicaragüense. [4]
Respecto
a Vicente Huidobro, lo aclaró muy bien Jaime Concha
al decir que este poeta trasladaba “el futurismo de las cosas inventadas
por el ser humano al movimiento del cielo, a la condición de
la población de los objetos celestiales”. Para Jaime Concha
el futurismo no era esencialmente la apoteosis del maquinismo sino
por lo que despertaban en la gente el vértigo y el dinamismo
de las máquinas modernas. [5]
Sin embargo la percepción que tuvo el poeta futurista soviético
Vladimir Mayakowski, en las primeras décadas del siglo
XX, respecto de la máquina , y también el muralista
mexicano Diego Rivera en los años 30, fue muy positiva.
Se asombraron y vieron la nueva tecnología y la industrialización
, sus máquinas, como una valiosa invención humana que
sí traería el cambio y el desarrollo humano futuro.
Pero por las mismas fechas en las que Diego Rivera exaltaba la máquina
en Estados Unidos (en los murales pintados en Detroit principalmente
en los años 30), el novelista inglés George Orwell
iba germinando su famosa novela, 1984, publicada en 1949. En
ella destacó que en el futuro la tecnología sometería
al ser humano casi a una esclavitud y, ciertamente, a la alienación
completa. Sin embargo con el desarrollo del Internet en los 90 ha
sido todo lo contrario: nunca como antes ha existido mayor libertad
de expresión virtual (si se quiere verla así) a través
de un medio electrónico global sin censura ni control de nadie.
[6] Por ejemplo “los impresionistas sólo
veían en la industria moderna humo y bruma, atmósfera
gris y fuego de hornos, o una estructura informe a la cual no correspondía
ninguna función real. O como el pintor francés Fernand
Léger (1881-1955), influenciado por la moderna tecnología
industrial, redujo toda máquina, aún el ser humano,
a naturalezas muertas, geométricas, abstractas, ornamentales,
sin pasión o fuerza: la maquina fue retratada como un monstruo
devorador”. (Wolfe, 1989)
Recientemente en la revista chilena de poesía Trilce,
número 3/4 de 1999, se publicaron las respuestas a un cuestionario
sobre poesía chilena actual que les se dio a 19 poetas y críticos.
Las preguntas 6 y 7 eran: ¿se puede hablar de los efectos de
la modernidad en cierta poesía de Chile desde mediados de los
80 y ¿qué significa la relación entre lírica
chilena de fin de siglo y (pos)modernidad en América Latina?
Casi todas las respuestas mostraron una confusión –especialmente
las respuestas de los poetas- ya que para la mayoría de los
entrevistados toda la nueva realidad (la globalización) que
vivimos en América Latina (y en el mundo) en estos momentos
no es más que un dominante “consumismo”. La conclusión
que uno obtiene de ese cuestionario es que entre muchos artistas y
escritores hay la tendencia a “cerrar” los ojos al mundo global que
nos circunda confundiéndolo como un sistema mercantil únicamente
lleno de “Malls” y productos innecesarios que “alienan” al ser humano.
De allí que muchos busquen el refugio en el “pasado” o se atrincheren
nostálgicamente en las “obras eternas” de otras décadas
o siglos pretéritos. Esta nueva actitud “nostálgica”
es una condición que usan muchos artistas actuales, jóvenes
y no tan jóvenes, para reaccionar a la modernidad de la globalización
del Tercer Milenio percibida como un hecho social negativo. Sin embargo
y muy interesante es destacar como los jóvenes narradores no
parecen pensar igual que los poetas en estos tiempos. [7]
(me refiero a la narrativa de los McOndistas)
Se puede sostener, en términos universales, que siempre el
ser humano ha sido impactado cuando un nuevo sistema se impone al
viejo sistema o cuando el nuevo sistema comienza a irradiarse por
el antiguo y este último comienza a cambiar, modificarse o
deshacerse lentamente. Las diversas civilizaciones sobre el planeta
pueden dar ejemplos de esos cambios. Las reacciones han sido casi
siempre semejantes: van desde el rechazo frontal contra la civilización,
cultura, invasora, hasta una imposición por la fuerza cuando
los imperios, otros pueblos, más poderosos finalmente imponen
su modo de vida, su lengua, su cultura o su tecnología. O todo
a la vez. Como ya se sabe, y se ha estudiado este asunto por ejemplo
por Walter Mignolo, el término globalización
no es de ninguna manera reciente ni nuevo. [8]
Lo que sí es nuevo es que en los 80, como nunca antes experimentó
el mundo, comenzó una nueva revolución tecnológica
o revolución digital y computacional que ha permitido acercar
virtualmente a los seres humanos con una velocidad y libertad que
no había experimentado antes el ser humano en el planeta.
II
En lo que sigue me referiré brevemente a tres ejemplos tomados
principalmente de la poesía chilena reciente sobre lo arriba
planteado. Es decir, la reacción artística -especialmente
en poesía escrita- a nuestro Tercer Milenio.
Mi
primer ejemplo es señalar la percepción imaginaria de
dos poetas respecto a la transformación de los espacios urbanos
durante el aceleramiento del modelo neoliberal chileno e inserción
en la globalización durante los 90. Al parecer hay dos fases.
La primera, un espacio que se hace marginal a la vista del poeta -principalmente
a fines de los 70 y comienzos de los 80)-. La otra fase, es el mismo
espacio -hacia los fines de los 90- que se transforma (físicamente)
en espacios requeridos por la vida que exige la misma globalización.
Los poetas que me dicen aquello son Sergio
Parra (1963) y Victor
Hugo Díaz (1965),
nacidos
a mediados de los 60 y que comienzan a publicar su primer libro en
la mitad exacta de los 80. Es decir, poetas que no sólo vivieron
su adolescencia durante la dictadura sino que crecieron también
en los inicios del nuevo modelo ya mencionado y la super- aceleración
moderna del país según los mismo modelos, pautas de
conducta masiva, o reorganización de los espacios urbanos en
espacios atractivos tanto para la recreación como para el consumo
que ha impuesto la globalización planetaria tanto en el occidente
como en el Asia y el Medio Oriente. Es muy curioso que ambos poetas
o hablantes líricos –o el marginado de aquel modelo para decirlo
directamente- adopten siempre la mirada del voyerista en sus dos últimos
libros (Mandar al diablo al infierno [1999] de Parra, y Lugares
de uso [2000] de Díaz). [9]
Ambos se pasearon por las áreas marginales de la ciudad convertidas
en ruinas en algún momento de la historia de los 80. Y luego
las vieron renacer en paisajes artificiales -a mediados de los 90
y comienzos del Tercer Milenio- en avenidas, en edificios posmodernos,
o en gigantescos Malls. Los dos poetas parecen ahora extra- terrestres
nostálgicos en los nuevos espacios. El conflicto de estos hablantes
(y quizás de muchos artistas ahora) es no querer desprenderse
de aquel otro espacio o modo de vivir que realmente desapareció
físicamente de sus ojos. Lo invisible se ha transformado ahora
en pura nostalgia porque ya no existe más ante sus ojos, sino
que vive subterráneamente en su imaginación condicionada
del poeta/artista que no desea incorporarse emocionalmente a ninguna
modernidad globalizante. El siguiente poema de Sergio Parra lo escribió
en 1993. Sin duda es el espacio marginado de la urbe por donde transita
este poeta de los 80:
Hay gente que nace con la buena vida
mientras otros fríen huevos
y llevan semanas con su propia ropa interior sucia
por las noches los chicos en las esquinas
intentan ser duros empuñando una botella de licor
y tratan de no pensar
que ésta es una ciudad de perdedores
En el nuevo milenio, la ciudad se ha convertido definitivamente (igual
a las del Primer Mundo) en un lugar artificial y demasiado patético
para un poeta:
Mis amigos y yo
que ya no somos tan jóvenes
caminamos por el mall de Las Condes
miramos los grandes centros comerciales de la moda
qué bien te quedaría esa camisa Guillermo
qué azul esa chaqueta de lana Jesús
mis zapatos a la basura -dijo Víctor Hugo
esas son librería de best-sellers Marcelo
comida barata por todo el lugar
muchachas altas contorneándose
bajo los fluorescentes del pasillo
las grandes rebajas
y sin embargo tiene gracia todo esto
aunque quisiéramos estar en otro sitio
sabemos que no
todos los bares están cerrados
y fingimos no importarles a nadie
las cosas son así de simples
como esta bufanda de seda
colocada al cuello del maquiní
Pero quizás sea Víctor Hugo Díaz en su último
poemario de 2000, Lugares de uso, quien se retrata de cuerpo
entero como un nostálgico voyerista , o paseante sonámbulo,
por los antiguos espacios urbanos que alguna vez fueron los lugares
amenos para el poeta y hoy son reemplazados por la galopante modernidad
globalizada. Es decir, en la perspectiva nostálgica del poeta,
el espacio que antes fuera acogedor lugar de inspiración y
comunidad o utopía hoy no lo cubre ni la hierva ni el musgo,
sino parques modernos, fabulosos condominios habitacionales, grandes
centros comerciales, donde se pasea constantemente un mundo más
joven, y una neo-belleza brillante y coloreada.
Incluso en el paisaje poético de Díaz aparecen los nuevos
emigrantes ilegales (peruanos principalmente) que se desplazan de
países fronterizos donde el modelo neoliberal allí marginó
a los sectores más vulnerables (los indígenas). Ellos
también enrarecen el nuevo paisaje post-moderno del poeta Díaz.
Cito algunos de sus versos :
Los extraños que conocemos
son cada vez más jóvenes
-------------------------------------
de los ojos para afuera todo es juventud
-------------------------------
Construyeron un complejo deportivo
sobre nuestro territorio apache
Nadie ha venido esta temporada
(los corrieron a todos)
--------------------------------
Los cuerpos rompen desfile a la salida del shoping
Resplandecen bajo la mirada luminosa de mujer
desde el anuncio de cerveza
----------------------------------
En la ventanilla nuevos edificios entran y salen del recuadro
florecen con la rapidez que da el maquillaje
tratamientos de belleza sobre barrios tranquilos
que se repueblan
---------------------------------------------
La ciudad se conoce por la dureza con que arremete los pies
todo entra por los ojos, nada por la cabeza
--------------------------------------------------------
El inmigrante ilegal deja su refugio en la iglesia
vino a pedir trabajo
aquí nada se parece a mi país
------------------------------------------------
La esquina más hermosa del barrio fue demolida
(fragmentos de infancia que no le pertenecen)
Hoy inauguraron el nuevo conjunto habitacional
fachadas recién pintadas, colores brillantes
que contrastan con el gris de sus moradores.
Nuestro
segundo ejemplo es el último libro del poeta indígena
(de la etnia huilliche) [10]
Jaime Huenún titulado Puerto Trakl y
publicado en 2002 por la editorial chilena Lom. El título es
un homenaje y reprocesamiento a su vez del imaginario poético
del poeta austriaco Georg Trakl (1887-1914). [11]
Poeta éste que expresó una visión bastante oscura
de la vida y la muerte, la decadencia, la derrota del ser humano en
poemas muchas veces densos, oscuros cuyas influencias dominantes en
él fueron Rimbaud, Paul Verlaine y Dostoevsky.
En reciente entrevista Luis Huenún dijo algo muy interesante
pues rompe con la idea de que el poeta de origen indígena únicamente
debiera escribir sobre su etnia. Dice Huenún: “Con este último
libro yo quise terminar con la poesía llamada etno-cultural
pues pareciera plantear que el escritor de origen indígena
sólo puede cantar a la naturaleza, a sus antepasados, a sus
dioses y mitos si los tuviere. [12] Y
si lo hace en su idioma original tanto mejor. Creo que un poeta indígena,
formado intelectualmente en la escuela urbana chilena, como es mi
caso, no necesita probar y defender su condición étnica
escribiendo mala poesía étnica” [13]
Es cierto, su último libro no hay mención alguna
a un mundo indígena como lo hizo en libros previos (Ceremonias,
por ejemplo) pero sí en su imaginario donde está el
espacio del sur que recrea e inventa a partir de la influencia del
poeta austriaco. Puerto de brumas y desolado como su gente, meros
fantasmas solitarios donde nada esperan de aquel lugar. Los sueños
de una vida amable y feliz, esperanzada, son imposibles en aquel puerto
como imposible cualquier viaje a otro espacio (¿migrar?) donde
tampoco hay esperanzas. Regresar siempre es volver a un lugar en ruinas:
ese Puerto Trakl que es el sur chileno. Lo interesante aquí
es que a diferencia de los poetas Parra y Díaz, mencionados
arriba, la presencia de un mundo global que elimina de sus beneficios
a los que habitan los márgenes del país así como
a las etnias indígenas del Tercer Mundo, aparece expresado
en el libro de Huenún en una poesía mucho más
sugerente en imágenes que en una poesía denunciatoria
y explícita como la de Parra y Díaz. Cito este breve
poema de Huenún:
Fumando en el muelle desierto
recuerdo a mis hijos,
apenas alumbrados por el sol de este anillo.
Mi paternidad se ha ido a pique;
el mercado está desierto frente a mi..
Un corazón apartida late en esta fuga
hacia la isla prometida.
El amor ha abierto una oscura puerta
por donde paso
inclinándome.
Mi último ejemplo se refiere a una de las más recientes
manifestaciones de Arte Público: una lectura de poesía
que se realizó dentro del zoológico de Santiago de Chile
el 15 de diciembre de 2001. La propuesta fue, ciertamente, manifestar
el terror que sienten algunos poetas y artistas ante la nueva modernidad/modo
de vivir que impone la globalización y que por lo general algunos
intelectuales definen como “sociedad consumista”. Se aferran estos
artistas (y prefieren) un pasado no tan lejano (esas décadas
mencionadas más arriba) donde todo al parecer fue más
auténtico y existía la posibilidad de crear una sociedad
justa y ciertamente utópica. Tampoco se pensaba mucho en ese
entonces en consumir ni el mercado era lo más determinante
en la sociedad del futuro.
Como se sabe, los surrealistas hicieron a principios del siglo XX
cosas parecidas para escandalizar y atentar contra el arte establecido
y la sociedad burguesa de entonces. Sus acciones de arte cambiaron
profundamente la manera misma de producir arte en la época
más contemporánea. Pero aquella "performance"
en el zoológico de Santiago -apoyada con bastante seriedad
(y humor surrealista me parece) por Raúl Zurita- no
era algo nuevo en Chile. Durante la dictadura militar, Zurita realizó
acciones contestatarias de arte público como fue el masturbarse
o quemarse parte del rostro vertiéndose ácido. Igual
cosa hicieron en aquellos años 80 Diamela Eltit (besar
a un mendigo o trapear las veredas públicas ) o Marcela
Serrano, Lotty Rosenfeld, en el “Colectivo de Acciones
de Arte” (CADA) al que también perteneció el poeta Zurita.
En esos mismos años también hubo otro colectivo de acciones
de arte público irreverente y subversivo: “Las yeguas del Apocalipsis”.
Dos homosexuales, Francisco Casas y Pedro Lemebel, espantaban
a la ciudad de Santiago con sus acciones de arte como cuando en pleno
Parque Forestal se encontraron con el poeta Nicanor Parra y
no hallaron otra cosa mejor que enseñarles sus culos. [14]
Según la propuesta de Zurita y los restantes poetas, la poesía
–la creación artística supuestamente más profunda
del ser humano- en estos momentos ha estado cantando “en vano”. La
postura y sorpresa que produce Zurita con aquella insólita
lectura no es ajena a una posición que él ha manifestando
en una serie de artículos periodísticos desde fines
de los 90. Véase por ejemplo su libro de ensayos –Sobre
el amor, el sufrimiento y el nuevo milenio (2000)- donde insiste
constantemente tanto en la nostalgia del arte del pasado como en el
lamento de la sociedad actual globalizada. Y esa postura tiene mucho
que ver con la crisis del poeta en esta nueva modernidad donde parece
ser, ahora, que el vate no es más aquel faro que entre las
tinieblas sociales iluminaba el espíritu humano. A lo mejor
Zurita (y otros poetas, artistas e intelectuales) siguen sosteniendo
que poesía es una sola y rehúsan aceptar que en los
nuevos tiempos globales la definición de “poesía” parece
ser realmente otra. Pero resulta que afectados por los cambios tecnológicos
de los 80, la cotidianidad humana –principalmente las generaciones
jóvenes- se impacta, se enamora y se sensibiliza de otra manera..
Y esto último cuesta que el escritor tradicional, nostálgico
de otras poéticas lejanas, quiera aceptarlo. Es que aquel poeta
“vaticinador” murió para siempre.
Esencialmente el poeta Raúl Zurita ha sostenido que en el arte
del pasado, los poetas, (los vaticinadores), la poesía, siempre
tuvo una profunda relación-comunicación con el ser humano.
Sin embargo, en esta "modernidad altamente visual, electrónica
y digital", nadie quiere ni escuchar ni leer poesía nunca
más porque otra epidemia ha entrado en las ciudades: los Malls
y el exceso consumista. Con aquella “performance” de Arte Publico
en aquel zoológico se dijo que lo único que le queda
al poeta es regresar al origen primitivo de todo porque quizás
allí el canto del poeta no será, entonces, nunca en
vano.
III
Quiero terminar con la siguiente comparación que no me parece
inapropiada. Es decir, que exista tamaña diferencia entre aquel
famoso movimiento en España llamado “La Movida”, que aparece
inmediatamente después de la muerte de Franco (1975), y la
reacción de los artistas chilenos pos-Pinochet. “La Movida”
quiso expresar una total libertad de expresión y sacudirse
para siempre del periodo de censura durante el franquismo. Su lema
fue: “Todo es posible, abajo lo reprimido”. Las diversas expresiones
post-Franco como la moda, la música, el teatro, el cine principalmente,
no rechazaron la modernidad ni la influencia extranjera (es decir
la cultura masiva y el pop-art norteamericano o la cultura popular
del tercer Mundo). Por el contrario, la reprocesaron integrándose
completamente a todo lo que fuera moderno. No hay mejor ejemplo en
cine que el de Pedro Almodóvar. En cambio, en otra realidad,
la generación de artistas y poetas, principalmente pos-Pinochet
del Cono Sur, y algunos novelistas nacidos en los años 50,
insertos ahora todos en el nuevo neoliberalismo y en la globalización
imparable, no se parecen en nada a “La movida” española.
Sin embargo, la modernidad actual para ciertos artistas (poetas, novelistas,
pintores, pensadores) latinoamericanos parece ser un lastre y un obstáculo
inhumano. Realmente les aterroriza. Y como respuesta a ese nuevo paisaje
urbano social y cultural, lo mejor que pueden hacer los poetas es
un rechazo explícito (caso de los poetas mencionados Sergio
Parra y Víctor Hugo Díaz), o altamente metafórico
(como la poesía de Jaime Huenún), o un repliegue nostálgico
y dogmático hacia el pasado (caso de la última poesía
o artículos y ensayos de Raúl Zurita).
NOTAS
[1] Este trabajo fue
leído en julio de 2002 en el Congreso Internacional de Literatura
Iberoamericana, Universidad de Iowa, EE.UU., y también en Hungría
en marzo de 2002. En cierta medida este trabajo es una continuación
de otro trabajo --“Poesía chilena/latinoamericana del tercer
milenio o ¿cómo escribí(re)mos la globalización?”--
presentado en la Universidad de Salamanca, en el XXXIII Congreso Internacional
del Instituto de Literatura Iberoamericana, junio 2000, y que re-publicó
en 2003 en Chile la revista Aérea de la editorial chilena RIL
(Red Internacional del Libro). Este trabajo fue publicado en julio
de 2003 en Revista MAPOCHO, Chile, número 53. Se reprocuce
aquí en http://www.letras.s5.com/index.html
con la autorización del autor.
[2] Consúltese
el excelente trabajo de Laura Janina Hosiasson, “Machos tristes de
Darío Oses: en las trampas del estereotipo”, en Albricia: la
novela chilena del fin de siglo (Santiago de Chile: Editorial Cuatro
Propio, 2000), Verónica Cortínez, edit., pp. 177-188.
En tal trabajo se dice algo muy exacto de que las dos últimas
novelas de Oses Machos tristes (1992 y Rockeros celestes (1992), “...hay
el repudio por el consumismo desenfrenado de las sociedades capitalistas”
(p.178). Pero ello también aparece en las crónicas escritas
en diversos medios chilenos por Darío Oses: “consumismo, imagen
apocalíptica de la sociedad contemporánea, también
las formulas en sus crónicas.” (p.180). Laura Janina igualmente
apunta que Oses, al repudiar el momento que le toca vivir (la globalización
del planeta), su único refugio es la mirada nostálgica
de un pasado donde se soñó una utopía pero fracasó
(el socialismo fue esa utopía, claro) (p.180).
[3] Véase, Angel
Rama, Rubén Darío y el modernismo. (Venezuela: Ediciones
de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1970). Francoise
Perus, Literatura y sociedad en América Latina : el modernismo.
(La Habana : Casa de las Américas, 1976. )
[4] Sobre esa nueva actitud
neo-dariana en la poesía de fin de siglo XX, y comienzos del
tercer milenio, me he referido en “Poesía chilena/latinoamericana
del tercer milenio o ¿cómo escri (re)mos la globalización?”,
op.cit. Como ejemplo de la “modernidad norteamericana” que temía,
Dario en su famoso poema de 1905 (del libro Cantos de vida y esperanza),
“A Roosevelt”, escribe: “¡Es con la voz de la biblia, o verso
de Walt Whitman,/que habría que llegar hasta ti, Cazador!/¡Primitivo
y moderno, sencillo y complicado,/con algo de Washington y cuatro
de Nemrod!/Eres los Estados Unidos,/eres el futuro invasor/de la América
ingenua que tiene sangre indígena.... “Crees que la vida es
incendio,/que el progreso es erupción;/que donde pones la bala/el
porvenir pones/. No.”
[5] Véase, Jaime
Concha Rubén Darío. España: Ediciones Júcar,
1975.
[6] Dice Bertram D. Wolfe
en La fabulosa vida de Diego Rivera (México: Ediaciones Diana,
1989), p.249, “Desde hacía mucho tiempo Diego Rivera profesaba
la convicción de que la pintura debía absorber la máquina
si quería hallar estilo de esta época [Wolfe se refiere
al año 1932 cuando Rivera viaja a Estados Unidos, J.C] ...dominar
este maravilloso nuevo material y hacerlo vivir de nuevo en los muros.
No se trataba de efectuar una ignorante contemplación desde
el exterior como los impresionistas...no, Diego pintaría el
espíritu humano materializado en la máquina, porque
esta es una de las más brillantes realizaciones de la inteligencia
del hombre con la máquina el ser humano domina las fuerzas
inhumanas de la naturaleza, no necesita seguir siendo victima del
hambre, del trabajo aniquilador, desigualdad, tiranía”. En
el mismo libro, Bertram dice, pp. 255-256: “Elie Faure [crítico
francés de arte de esa época, J.C] le escribía
a Rivera la siguiente carta el 20 de enero de 1933: Lo que me dices
de América es preferible a lo que ocurre aquí en Francia.
La máquina se ha convertido en el enemigo: todos los escritores,
pintores y dramaturgos, la hacen objeto de sus anatemas tachándola
de burguesa...los imbéciles aclama en el Theatre Francais una
obra que se declara contra la máquina... no te imaginas el
placer que me causó al ver que utilizaste la máquina
como motivo de emoción plástica...”
[7] Me refiero a la narrativa
más joven como las siguientes colecciones de cuentos, por ejemplo:
Cuentos con Walkman (Chile: Planeta, 1994), Editores Alberto Fuguet
y Sergio Gómez. McOndo (Barcelona: Grijalbo, 1996), Editores
Alberto Fuguet y Sergio Gómez. Líneas aéreas
(Madrid: Lengua de Trapo, 1999), Edición y prólogo de
Eduardo Becerra. Hemos discutido esta narrativa en nuestro trabajo
“Literatura y globalización: la narrativa chilena en los tiempos
del neoliberalismo maravilloso” en Karl Kohut y José Morales
Saravia. (ed.). Literatura chilena hoy,. Frankfurt/Madrid: Vervuert/Iberoamericana,
2002, pp.231-250.
[8] Walter Mignolo, “Globalization,
Civilization, Proceses and the Relocation of Languages and Cultures”,
en The Cultures of Globalization (Durham: Duke University Press, 1999),
Editors Fredric Jameson and Masao Miyoshi. Pp. 32-53.
[9] Todos los poemas
o versos de los tres autores - Sergio Parra, Víctor Hugo Díaz
y Jaime Huenún- ,citados en este trabajo, corresponden a sus
obras mencionadas.
[10] Los Huilliche o
"gente del sur", fueron llamados también veliches.
Hablan Mapudungun, un idioma que también corresponde a Mapuche,
Picunche y Cuncos. Se localizaron al sur de los mapuche, entre el
río Toltén y el canal de Chacao; y según estimaciones,
el número de habitantes podría calcularse en 180.000
indígenas en 1535. De los Huilliche actuales, existen pequeñas
agrupaciones que no pasan los 30.000 individuos, distribuidos en reducciones
indígenas asimiladas al conjunto "mapudungun". Aunque
la mayoría se ha mestizado con los chilenos, y vive en las
ciudades de la región de Los Lagos.
[11] Entre los poetas
chilenos que han mencionado leer a Georg Trakl son Gonzalo Millán,
Clemente Riedemann, Jorge Teiller, Humberto Díaz Casanueva,
Miguel Vicuña.
[12] Sobre la cuestión
de la poesía etno-cultural en la poesía del sur de Chile,
véase a Iván Carrasco, “La lectura de los textos de
codificación plural” en Linha de pesquisa, Año 4, número
1 (octubre 2000), pp.51-54.
[13] “Jaime Huenún:
Busco una coherencia entre mi origen y mi obsesión escritural”.
Diario El Mercurio, 22 de febrero de 2002.
[14] Una reciente “acción
de arte” ocurrió en Argentina, marzo de 2002, cuando miles
de argentinos/as posaron desnudos en el centro de Buenos Aires para
varias fotos. Aquella foto, y la relación con la aguda crisis
de aquel país, resultaba obvia para todos los argentinos. Aquel
mismo fotógrafo norteamericano - Spencer Tunick- volvió
repetir la acción de arte en Santiago de Chile (en el Parque
Forestal) el 30 de junio de 2002. Pero en el caso de Chile, según
varios comentarios y artículos de prensa, nadie relacionó
la desnudez de 3000 personas y la economía chilena (como en
el caso de Argentina) sino más bien se relacionó aquella
acción de arte con “la necesidad del chileno de expresar su
propia individualidad que parece reprimida”. Otros comentarios establecieron
la relación (metafórica) de esos desnudos con el pasado
dictatorial donde se violaron los derechos humanos de miles de personas.