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Poesía chilena reciente: el poeta y la Globalización
o el horror al Tercer Milenio
[1]

por Javier Campos

 


“Lo único que me queda es refugiarme en otros tiempos, distintos al de ahora.
Muchos lo hacen. Volver al tiempo donde vivíamos en una ciudad apacible,
sin veneno en el aire, y donde los cielos limpios dejaban ver la cordillera.
Mis recuerdos de los años 50 y 60 aparecen como el paraíso perdido
y su evocación es lo único que me queda para soportar
el horrible tiempo presente.”

Darío Oses, “Felices años viejos”,
en www. elmostrador.cl [2]

(1 de enero de 2002)


I

Sobre la cita de Darío Oses, el tópico aquel de sentirse ajeno en el mundo donde a uno le toca vivir no es nuevo. Tampoco es nuevo cuando recientes cambios alteran velozmente el modo de vivir del artista. Porque lo que ocurrió a partir de mediados de los ochenta -una revolución digital y un único y objetivo sistema económico global-, según muchos analistas, es que nunca las sociedades del planeta habían experimentado, desde la llegada de Cristóbal Colon al Nuevo Mundo, tamaño impacto humano. Y este cambio no ha dejado indiferente al productor de objetos artísticos, al menos para algunos.

Aun cuando es difícil encontrar en estos momento artículos o trabajos académicos sobre el tema, por ejemplo, “Poesía y Globalización”, y donde teóricamente hay poco sobre aquel asunto, sin embargo han sido los propios (algunos) artistas quienes de alguna manera velada, o no tanto, en crónicas o poemas, o en novelas (caso de Darío Oses principalmente), están reaccionado a este impacto global. Generalmente no se lo acepta. O imaginativamente aparece como una presencia aterrante (ya el epígrafe del escritor Darío Oses es una muestra de lo que digo). Esta nueva modernidad o modo de vivir global vendría a demoler y extirpar la fraternidad humana, especialmente aquella que fue tan particular y comunitaria donde se valorizaba el hábitat regional o nacional, y que existió en un pasado no tan remoto; es decir hace apenas tres décadas (los 50, los 60 y parte de los 70, principalmente).

Esta reacción del artista o intelectual se puede encontrar en muchos ejemplos del arte y la literatura universal de occidente, especialmente cuando ha ocurrido un gran cambio tecnológico que comienza a modificar substancialmente el paisaje rural o urbano y ciertas costumbres, hábitos, e incluso la moral de los ciudadanos. Algunos lo rechazan y otros le dan la bienvenida. Respecto a la reacción de la modernidad tecnológica de principios del siglo XX es interesante destacar lo siguiente. La percepción de la “máquina”, por ejemplo, o los “objetos de consumo”, desde las primeras vanguardias artísticas, es una percepción compleja y matizada porque no es únicamente un fervor por el objeto en sí. Ni tampoco es una crítica despiadada de ella porque contribuya a la alienación humana. Concepto marxista este último que tendrá durante el siglo XX interpretaciones casi fundamentalistas por parte de una izquierda igualmente fundamentalista. La que se opuso a los medios masivos capitalistas señalándolos como los principales instrumentos de alineación humana, a diferencia de la “des-alienación” de la sociedad y cultura socialista donde supuestamente iría a aterrizar finalmente el “Hombre nuevo”.

El modernismo de Rubén Darío, hacia fines del siglo 19, en cambio, influido por la emergente tecnología norteamericana que se expandía por el Caribe, fue lo opuesto, según la interpretación de Ángel Rama quien vio la poesía de Rubén Darío como un rechazo a la modernidad norteamericana. Pero como ya se sabe, Darío durante esa época buscó (y reconstruyó) nostálgica y preciosamente un pasado lejano para incorporarlo a su poesía. Aquel pasado, en la interpretación de Francois Perus [3], fue el Segundo Imperio Napoleónico. Sin aquel rechazo a la modernidad, que Darío veía venirsele encima, y aquella deliciosa, fragante, luminosa, exótica y sensual nostalgia, no habría existido jamás la revolución poética y lingüística del poeta nicaragüense. [4]

Respecto a Vicente Huidobro, lo aclaró muy bien Jaime Concha al decir que este poeta trasladaba “el futurismo de las cosas inventadas por el ser humano al movimiento del cielo, a la condición de la población de los objetos celestiales”. Para Jaime Concha el futurismo no era esencialmente la apoteosis del maquinismo sino por lo que despertaban en la gente el vértigo y el dinamismo de las máquinas modernas. [5]

Sin embargo la percepción que tuvo el poeta futurista soviético Vladimir Mayakowski, en las primeras décadas del siglo XX, respecto de la máquina , y también el muralista mexicano Diego Rivera en los años 30, fue muy positiva. Se asombraron y vieron la nueva tecnología y la industrialización , sus máquinas, como una valiosa invención humana que sí traería el cambio y el desarrollo humano futuro. Pero por las mismas fechas en las que Diego Rivera exaltaba la máquina en Estados Unidos (en los murales pintados en Detroit principalmente en los años 30), el novelista inglés George Orwell iba germinando su famosa novela, 1984, publicada en 1949. En ella destacó que en el futuro la tecnología sometería al ser humano casi a una esclavitud y, ciertamente, a la alienación completa. Sin embargo con el desarrollo del Internet en los 90 ha sido todo lo contrario: nunca como antes ha existido mayor libertad de expresión virtual (si se quiere verla así) a través de un medio electrónico global sin censura ni control de nadie. [6] Por ejemplo “los impresionistas sólo veían en la industria moderna humo y bruma, atmósfera gris y fuego de hornos, o una estructura informe a la cual no correspondía ninguna función real. O como el pintor francés Fernand Léger (1881-1955), influenciado por la moderna tecnología industrial, redujo toda máquina, aún el ser humano, a naturalezas muertas, geométricas, abstractas, ornamentales, sin pasión o fuerza: la maquina fue retratada como un monstruo devorador”. (Wolfe, 1989)

Recientemente en la revista chilena de poesía Trilce, número 3/4 de 1999, se publicaron las respuestas a un cuestionario sobre poesía chilena actual que les se dio a 19 poetas y críticos. Las preguntas 6 y 7 eran: ¿se puede hablar de los efectos de la modernidad en cierta poesía de Chile desde mediados de los 80 y ¿qué significa la relación entre lírica chilena de fin de siglo y (pos)modernidad en América Latina? Casi todas las respuestas mostraron una confusión –especialmente las respuestas de los poetas- ya que para la mayoría de los entrevistados toda la nueva realidad (la globalización) que vivimos en América Latina (y en el mundo) en estos momentos no es más que un dominante “consumismo”. La conclusión que uno obtiene de ese cuestionario es que entre muchos artistas y escritores hay la tendencia a “cerrar” los ojos al mundo global que nos circunda confundiéndolo como un sistema mercantil únicamente lleno de “Malls” y productos innecesarios que “alienan” al ser humano. De allí que muchos busquen el refugio en el “pasado” o se atrincheren nostálgicamente en las “obras eternas” de otras décadas o siglos pretéritos. Esta nueva actitud “nostálgica” es una condición que usan muchos artistas actuales, jóvenes y no tan jóvenes, para reaccionar a la modernidad de la globalización del Tercer Milenio percibida como un hecho social negativo. Sin embargo y muy interesante es destacar como los jóvenes narradores no parecen pensar igual que los poetas en estos tiempos. [7] (me refiero a la narrativa de los McOndistas)

Se puede sostener, en términos universales, que siempre el ser humano ha sido impactado cuando un nuevo sistema se impone al viejo sistema o cuando el nuevo sistema comienza a irradiarse por el antiguo y este último comienza a cambiar, modificarse o deshacerse lentamente. Las diversas civilizaciones sobre el planeta pueden dar ejemplos de esos cambios. Las reacciones han sido casi siempre semejantes: van desde el rechazo frontal contra la civilización, cultura, invasora, hasta una imposición por la fuerza cuando los imperios, otros pueblos, más poderosos finalmente imponen su modo de vida, su lengua, su cultura o su tecnología. O todo a la vez. Como ya se sabe, y se ha estudiado este asunto por ejemplo por Walter Mignolo, el término globalización no es de ninguna manera reciente ni nuevo. [8] Lo que sí es nuevo es que en los 80, como nunca antes experimentó el mundo, comenzó una nueva revolución tecnológica o revolución digital y computacional que ha permitido acercar virtualmente a los seres humanos con una velocidad y libertad que no había experimentado antes el ser humano en el planeta.

 

II

En lo que sigue me referiré brevemente a tres ejemplos tomados principalmente de la poesía chilena reciente sobre lo arriba planteado. Es decir, la reacción artística -especialmente en poesía escrita- a nuestro Tercer Milenio.

Mi primer ejemplo es señalar la percepción imaginaria de dos poetas respecto a la transformación de los espacios urbanos durante el aceleramiento del modelo neoliberal chileno e inserción en la globalización durante los 90. Al parecer hay dos fases. La primera, un espacio que se hace marginal a la vista del poeta -principalmente a fines de los 70 y comienzos de los 80)-. La otra fase, es el mismo espacio -hacia los fines de los 90- que se transforma (físicamente) en espacios requeridos por la vida que exige la misma globalización. Los poetas que me dicen aquello son Sergio Parra (1963) y Victor Hugo Díaz (1965), nacidos a mediados de los 60 y que comienzan a publicar su primer libro en la mitad exacta de los 80. Es decir, poetas que no sólo vivieron su adolescencia durante la dictadura sino que crecieron también en los inicios del nuevo modelo ya mencionado y la super- aceleración moderna del país según los mismo modelos, pautas de conducta masiva, o reorganización de los espacios urbanos en espacios atractivos tanto para la recreación como para el consumo que ha impuesto la globalización planetaria tanto en el occidente como en el Asia y el Medio Oriente. Es muy curioso que ambos poetas o hablantes líricos –o el marginado de aquel modelo para decirlo directamente- adopten siempre la mirada del voyerista en sus dos últimos libros (Mandar al diablo al infierno [1999] de Parra, y Lugares de uso [2000] de Díaz). [9] Ambos se pasearon por las áreas marginales de la ciudad convertidas en ruinas en algún momento de la historia de los 80. Y luego las vieron renacer en paisajes artificiales -a mediados de los 90 y comienzos del Tercer Milenio- en avenidas, en edificios posmodernos, o en gigantescos Malls. Los dos poetas parecen ahora extra- terrestres nostálgicos en los nuevos espacios. El conflicto de estos hablantes (y quizás de muchos artistas ahora) es no querer desprenderse de aquel otro espacio o modo de vivir que realmente desapareció físicamente de sus ojos. Lo invisible se ha transformado ahora en pura nostalgia porque ya no existe más ante sus ojos, sino que vive subterráneamente en su imaginación condicionada del poeta/artista que no desea incorporarse emocionalmente a ninguna modernidad globalizante. El siguiente poema de Sergio Parra lo escribió en 1993. Sin duda es el espacio marginado de la urbe por donde transita este poeta de los 80:

Hay gente que nace con la buena vida
mientras otros fríen huevos
y llevan semanas con su propia ropa interior sucia
por las noches los chicos en las esquinas
intentan ser duros empuñando una botella de licor
y tratan de no pensar
que ésta es una ciudad de perdedores


En el nuevo milenio, la ciudad se ha convertido definitivamente (igual a las del Primer Mundo) en un lugar artificial y demasiado patético para un poeta:

Mis amigos y yo
que ya no somos tan jóvenes
caminamos por el mall de Las Condes
miramos los grandes centros comerciales de la moda
qué bien te quedaría esa camisa Guillermo
qué azul esa chaqueta de lana Jesús
mis zapatos a la basura -dijo Víctor Hugo
esas son librería de best-sellers Marcelo
comida barata por todo el lugar
muchachas altas contorneándose
bajo los fluorescentes del pasillo
las grandes rebajas
y sin embargo tiene gracia todo esto
aunque quisiéramos estar en otro sitio
sabemos que no
todos los bares están cerrados
y fingimos no importarles a nadie
las cosas son así de simples
como esta bufanda de seda
colocada al cuello del maquiní

Pero quizás sea Víctor Hugo Díaz en su último poemario de 2000, Lugares de uso, quien se retrata de cuerpo entero como un nostálgico voyerista , o paseante sonámbulo, por los antiguos espacios urbanos que alguna vez fueron los lugares amenos para el poeta y hoy son reemplazados por la galopante modernidad globalizada. Es decir, en la perspectiva nostálgica del poeta, el espacio que antes fuera acogedor lugar de inspiración y comunidad o utopía hoy no lo cubre ni la hierva ni el musgo, sino parques modernos, fabulosos condominios habitacionales, grandes centros comerciales, donde se pasea constantemente un mundo más joven, y una neo-belleza brillante y coloreada.

Incluso en el paisaje poético de Díaz aparecen los nuevos emigrantes ilegales (peruanos principalmente) que se desplazan de países fronterizos donde el modelo neoliberal allí marginó a los sectores más vulnerables (los indígenas). Ellos también enrarecen el nuevo paisaje post-moderno del poeta Díaz. Cito algunos de sus versos :

Los extraños que conocemos
son cada vez más jóvenes
-------------------------------------
de los ojos para afuera todo es juventud
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Construyeron un complejo deportivo
sobre nuestro territorio apache
Nadie ha venido esta temporada
(los corrieron a todos)
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Los cuerpos rompen desfile a la salida del shoping
Resplandecen bajo la mirada luminosa de mujer
desde el anuncio de cerveza
----------------------------------
En la ventanilla nuevos edificios entran y salen del recuadro
florecen con la rapidez que da el maquillaje
tratamientos de belleza sobre barrios tranquilos
que se repueblan
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La ciudad se conoce por la dureza con que arremete los pies
todo entra por los ojos, nada por la cabeza
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El inmigrante ilegal deja su refugio en la iglesia
vino a pedir trabajo
aquí nada se parece a mi país
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La esquina más hermosa del barrio fue demolida
(fragmentos de infancia que no le pertenecen)
Hoy inauguraron el nuevo conjunto habitacional
fachadas recién pintadas, colores brillantes
que contrastan con el gris de sus moradores.


Nuestro segundo ejemplo es el último libro del poeta indígena (de la etnia huilliche) [10] Jaime Huenún titulado Puerto Trakl y publicado en 2002 por la editorial chilena Lom. El título es un homenaje y reprocesamiento a su vez del imaginario poético del poeta austriaco Georg Trakl (1887-1914). [11] Poeta éste que expresó una visión bastante oscura de la vida y la muerte, la decadencia, la derrota del ser humano en poemas muchas veces densos, oscuros cuyas influencias dominantes en él fueron Rimbaud, Paul Verlaine y Dostoevsky.

En reciente entrevista Luis Huenún dijo algo muy interesante pues rompe con la idea de que el poeta de origen indígena únicamente debiera escribir sobre su etnia. Dice Huenún: “Con este último libro yo quise terminar con la poesía llamada etno-cultural pues pareciera plantear que el escritor de origen indígena sólo puede cantar a la naturaleza, a sus antepasados, a sus dioses y mitos si los tuviere. [12] Y si lo hace en su idioma original tanto mejor. Creo que un poeta indígena, formado intelectualmente en la escuela urbana chilena, como es mi caso, no necesita probar y defender su condición étnica escribiendo mala poesía étnica” [13] Es cierto, su último libro no hay mención alguna a un mundo indígena como lo hizo en libros previos (Ceremonias, por ejemplo) pero sí en su imaginario donde está el espacio del sur que recrea e inventa a partir de la influencia del poeta austriaco. Puerto de brumas y desolado como su gente, meros fantasmas solitarios donde nada esperan de aquel lugar. Los sueños de una vida amable y feliz, esperanzada, son imposibles en aquel puerto como imposible cualquier viaje a otro espacio (¿migrar?) donde tampoco hay esperanzas. Regresar siempre es volver a un lugar en ruinas: ese Puerto Trakl que es el sur chileno. Lo interesante aquí es que a diferencia de los poetas Parra y Díaz, mencionados arriba, la presencia de un mundo global que elimina de sus beneficios a los que habitan los márgenes del país así como a las etnias indígenas del Tercer Mundo, aparece expresado en el libro de Huenún en una poesía mucho más sugerente en imágenes que en una poesía denunciatoria y explícita como la de Parra y Díaz. Cito este breve poema de Huenún:

Fumando en el muelle desierto
recuerdo a mis hijos,
apenas alumbrados por el sol de este anillo.
Mi paternidad se ha ido a pique;
el mercado está desierto frente a mi..
Un corazón apartida late en esta fuga
hacia la isla prometida.
El amor ha abierto una oscura puerta
por donde paso
inclinándome.

Mi último ejemplo se refiere a una de las más recientes manifestaciones de Arte Público: una lectura de poesía que se realizó dentro del zoológico de Santiago de Chile el 15 de diciembre de 2001. La propuesta fue, ciertamente, manifestar el terror que sienten algunos poetas y artistas ante la nueva modernidad/modo de vivir que impone la globalización y que por lo general algunos intelectuales definen como “sociedad consumista”. Se aferran estos artistas (y prefieren) un pasado no tan lejano (esas décadas mencionadas más arriba) donde todo al parecer fue más auténtico y existía la posibilidad de crear una sociedad justa y ciertamente utópica. Tampoco se pensaba mucho en ese entonces en consumir ni el mercado era lo más determinante en la sociedad del futuro.

Como se sabe, los surrealistas hicieron a principios del siglo XX cosas parecidas para escandalizar y atentar contra el arte establecido y la sociedad burguesa de entonces. Sus acciones de arte cambiaron profundamente la manera misma de producir arte en la época más contemporánea. Pero aquella "performance" en el zoológico de Santiago -apoyada con bastante seriedad (y humor surrealista me parece) por Raúl Zurita- no era algo nuevo en Chile. Durante la dictadura militar, Zurita realizó acciones contestatarias de arte público como fue el masturbarse o quemarse parte del rostro vertiéndose ácido. Igual cosa hicieron en aquellos años 80 Diamela Eltit (besar a un mendigo o trapear las veredas públicas ) o Marcela Serrano, Lotty Rosenfeld, en el “Colectivo de Acciones de Arte” (CADA) al que también perteneció el poeta Zurita. En esos mismos años también hubo otro colectivo de acciones de arte público irreverente y subversivo: “Las yeguas del Apocalipsis”. Dos homosexuales, Francisco Casas y Pedro Lemebel, espantaban a la ciudad de Santiago con sus acciones de arte como cuando en pleno Parque Forestal se encontraron con el poeta Nicanor Parra y no hallaron otra cosa mejor que enseñarles sus culos. [14]

Según la propuesta de Zurita y los restantes poetas, la poesía –la creación artística supuestamente más profunda del ser humano- en estos momentos ha estado cantando “en vano”. La postura y sorpresa que produce Zurita con aquella insólita lectura no es ajena a una posición que él ha manifestando en una serie de artículos periodísticos desde fines de los 90. Véase por ejemplo su libro de ensayos –Sobre el amor, el sufrimiento y el nuevo milenio (2000)- donde insiste constantemente tanto en la nostalgia del arte del pasado como en el lamento de la sociedad actual globalizada. Y esa postura tiene mucho que ver con la crisis del poeta en esta nueva modernidad donde parece ser, ahora, que el vate no es más aquel faro que entre las tinieblas sociales iluminaba el espíritu humano. A lo mejor Zurita (y otros poetas, artistas e intelectuales) siguen sosteniendo que poesía es una sola y rehúsan aceptar que en los nuevos tiempos globales la definición de “poesía” parece ser realmente otra. Pero resulta que afectados por los cambios tecnológicos de los 80, la cotidianidad humana –principalmente las generaciones jóvenes- se impacta, se enamora y se sensibiliza de otra manera.. Y esto último cuesta que el escritor tradicional, nostálgico de otras poéticas lejanas, quiera aceptarlo. Es que aquel poeta “vaticinador” murió para siempre.

Esencialmente el poeta Raúl Zurita ha sostenido que en el arte del pasado, los poetas, (los vaticinadores), la poesía, siempre tuvo una profunda relación-comunicación con el ser humano. Sin embargo, en esta "modernidad altamente visual, electrónica y digital", nadie quiere ni escuchar ni leer poesía nunca más porque otra epidemia ha entrado en las ciudades: los Malls y el exceso consumista. Con aquella “performance” de Arte Publico en aquel zoológico se dijo que lo único que le queda al poeta es regresar al origen primitivo de todo porque quizás allí el canto del poeta no será, entonces, nunca en vano.

 

III


Quiero terminar con la siguiente comparación que no me parece inapropiada. Es decir, que exista tamaña diferencia entre aquel famoso movimiento en España llamado “La Movida”, que aparece inmediatamente después de la muerte de Franco (1975), y la reacción de los artistas chilenos pos-Pinochet. “La Movida” quiso expresar una total libertad de expresión y sacudirse para siempre del periodo de censura durante el franquismo. Su lema fue: “Todo es posible, abajo lo reprimido”. Las diversas expresiones post-Franco como la moda, la música, el teatro, el cine principalmente, no rechazaron la modernidad ni la influencia extranjera (es decir la cultura masiva y el pop-art norteamericano o la cultura popular del tercer Mundo). Por el contrario, la reprocesaron integrándose completamente a todo lo que fuera moderno. No hay mejor ejemplo en cine que el de Pedro Almodóvar. En cambio, en otra realidad, la generación de artistas y poetas, principalmente pos-Pinochet del Cono Sur, y algunos novelistas nacidos en los años 50, insertos ahora todos en el nuevo neoliberalismo y en la globalización imparable, no se parecen en nada a “La movida” española.

Sin embargo, la modernidad actual para ciertos artistas (poetas, novelistas, pintores, pensadores) latinoamericanos parece ser un lastre y un obstáculo inhumano. Realmente les aterroriza. Y como respuesta a ese nuevo paisaje urbano social y cultural, lo mejor que pueden hacer los poetas es un rechazo explícito (caso de los poetas mencionados Sergio Parra y Víctor Hugo Díaz), o altamente metafórico (como la poesía de Jaime Huenún), o un repliegue nostálgico y dogmático hacia el pasado (caso de la última poesía o artículos y ensayos de Raúl Zurita).

 

 

NOTAS

[1] Este trabajo fue leído en julio de 2002 en el Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana, Universidad de Iowa, EE.UU., y también en Hungría en marzo de 2002. En cierta medida este trabajo es una continuación de otro trabajo --“Poesía chilena/latinoamericana del tercer milenio o ¿cómo escribí(re)mos la globalización?”-- presentado en la Universidad de Salamanca, en el XXXIII Congreso Internacional del Instituto de Literatura Iberoamericana, junio 2000, y que re-publicó en 2003 en Chile la revista Aérea de la editorial chilena RIL (Red Internacional del Libro). Este trabajo fue publicado en julio de 2003 en Revista MAPOCHO, Chile, número 53. Se reprocuce aquí en http://www.letras.s5.com/index.html con la autorización del autor.

[2] Consúltese el excelente trabajo de Laura Janina Hosiasson, “Machos tristes de Darío Oses: en las trampas del estereotipo”, en Albricia: la novela chilena del fin de siglo (Santiago de Chile: Editorial Cuatro Propio, 2000), Verónica Cortínez, edit., pp. 177-188. En tal trabajo se dice algo muy exacto de que las dos últimas novelas de Oses Machos tristes (1992 y Rockeros celestes (1992), “...hay el repudio por el consumismo desenfrenado de las sociedades capitalistas” (p.178). Pero ello también aparece en las crónicas escritas en diversos medios chilenos por Darío Oses: “consumismo, imagen apocalíptica de la sociedad contemporánea, también las formulas en sus crónicas.” (p.180). Laura Janina igualmente apunta que Oses, al repudiar el momento que le toca vivir (la globalización del planeta), su único refugio es la mirada nostálgica de un pasado donde se soñó una utopía pero fracasó (el socialismo fue esa utopía, claro) (p.180).

[3] Véase, Angel Rama, Rubén Darío y el modernismo. (Venezuela: Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1970). Francoise Perus, Literatura y sociedad en América Latina : el modernismo. (La Habana : Casa de las Américas, 1976. )

[4] Sobre esa nueva actitud neo-dariana en la poesía de fin de siglo XX, y comienzos del tercer milenio, me he referido en “Poesía chilena/latinoamericana del tercer milenio o ¿cómo escri (re)mos la globalización?”, op.cit. Como ejemplo de la “modernidad norteamericana” que temía, Dario en su famoso poema de 1905 (del libro Cantos de vida y esperanza), “A Roosevelt”, escribe: “¡Es con la voz de la biblia, o verso de Walt Whitman,/que habría que llegar hasta ti, Cazador!/¡Primitivo y moderno, sencillo y complicado,/con algo de Washington y cuatro de Nemrod!/Eres los Estados Unidos,/eres el futuro invasor/de la América ingenua que tiene sangre indígena.... “Crees que la vida es incendio,/que el progreso es erupción;/que donde pones la bala/el porvenir pones/. No.”

[5] Véase, Jaime Concha Rubén Darío. España: Ediciones Júcar, 1975.

[6] Dice Bertram D. Wolfe en La fabulosa vida de Diego Rivera (México: Ediaciones Diana, 1989), p.249, “Desde hacía mucho tiempo Diego Rivera profesaba la convicción de que la pintura debía absorber la máquina si quería hallar estilo de esta época [Wolfe se refiere al año 1932 cuando Rivera viaja a Estados Unidos, J.C] ...dominar este maravilloso nuevo material y hacerlo vivir de nuevo en los muros. No se trataba de efectuar una ignorante contemplación desde el exterior como los impresionistas...no, Diego pintaría el espíritu humano materializado en la máquina, porque esta es una de las más brillantes realizaciones de la inteligencia del hombre con la máquina el ser humano domina las fuerzas inhumanas de la naturaleza, no necesita seguir siendo victima del hambre, del trabajo aniquilador, desigualdad, tiranía”. En el mismo libro, Bertram dice, pp. 255-256: “Elie Faure [crítico francés de arte de esa época, J.C] le escribía a Rivera la siguiente carta el 20 de enero de 1933: Lo que me dices de América es preferible a lo que ocurre aquí en Francia. La máquina se ha convertido en el enemigo: todos los escritores, pintores y dramaturgos, la hacen objeto de sus anatemas tachándola de burguesa...los imbéciles aclama en el Theatre Francais una obra que se declara contra la máquina... no te imaginas el placer que me causó al ver que utilizaste la máquina como motivo de emoción plástica...”

[7] Me refiero a la narrativa más joven como las siguientes colecciones de cuentos, por ejemplo: Cuentos con Walkman (Chile: Planeta, 1994), Editores Alberto Fuguet y Sergio Gómez. McOndo (Barcelona: Grijalbo, 1996), Editores Alberto Fuguet y Sergio Gómez. Líneas aéreas (Madrid: Lengua de Trapo, 1999), Edición y prólogo de Eduardo Becerra. Hemos discutido esta narrativa en nuestro trabajo “Literatura y globalización: la narrativa chilena en los tiempos del neoliberalismo maravilloso” en Karl Kohut y José Morales Saravia. (ed.). Literatura chilena hoy,. Frankfurt/Madrid: Vervuert/Iberoamericana, 2002, pp.231-250.

[8] Walter Mignolo, “Globalization, Civilization, Proceses and the Relocation of Languages and Cultures”, en The Cultures of Globalization (Durham: Duke University Press, 1999), Editors Fredric Jameson and Masao Miyoshi. Pp. 32-53.

[9] Todos los poemas o versos de los tres autores - Sergio Parra, Víctor Hugo Díaz y Jaime Huenún- ,citados en este trabajo, corresponden a sus obras mencionadas.

[10] Los Huilliche o "gente del sur", fueron llamados también veliches. Hablan Mapudungun, un idioma que también corresponde a Mapuche, Picunche y Cuncos. Se localizaron al sur de los mapuche, entre el río Toltén y el canal de Chacao; y según estimaciones, el número de habitantes podría calcularse en 180.000 indígenas en 1535. De los Huilliche actuales, existen pequeñas agrupaciones que no pasan los 30.000 individuos, distribuidos en reducciones indígenas asimiladas al conjunto "mapudungun". Aunque la mayoría se ha mestizado con los chilenos, y vive en las ciudades de la región de Los Lagos.

[11] Entre los poetas chilenos que han mencionado leer a Georg Trakl son Gonzalo Millán, Clemente Riedemann, Jorge Teiller, Humberto Díaz Casanueva, Miguel Vicuña.

[12] Sobre la cuestión de la poesía etno-cultural en la poesía del sur de Chile, véase a Iván Carrasco, “La lectura de los textos de codificación plural” en Linha de pesquisa, Año 4, número 1 (octubre 2000), pp.51-54.

[13] Jaime Huenún: Busco una coherencia entre mi origen y mi obsesión escritural”. Diario El Mercurio, 22 de febrero de 2002.

[14] Una reciente “acción de arte” ocurrió en Argentina, marzo de 2002, cuando miles de argentinos/as posaron desnudos en el centro de Buenos Aires para varias fotos. Aquella foto, y la relación con la aguda crisis de aquel país, resultaba obvia para todos los argentinos. Aquel mismo fotógrafo norteamericano - Spencer Tunick- volvió repetir la acción de arte en Santiago de Chile (en el Parque Forestal) el 30 de junio de 2002. Pero en el caso de Chile, según varios comentarios y artículos de prensa, nadie relacionó la desnudez de 3000 personas y la economía chilena (como en el caso de Argentina) sino más bien se relacionó aquella acción de arte con “la necesidad del chileno de expresar su propia individualidad que parece reprimida”. Otros comentarios establecieron la relación (metafórica) de esos desnudos con el pasado dictatorial donde se violaron los derechos humanos de miles de personas.



 

 

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Javier Campos: Poesía chilena reciente: el poeta y la Globalización o
el horror al Tercer Milenio.
En revista Mapocho, junio de 2003.