"En
qué Quedamos" de Claudio Bertoni
POESÍA
PARA CALLAR
Por
Marcela Fuentealba
La Tercera Cultura, sábado
10 de febrero de 2007
Claudio
Bertoní lleva casi 40 años escribiendo escenas de la vida corriente
desde la perplejidad del deseo. En su nuevo libro En qué Quedamos, vuelve
a mezclar humor negro y compasión.
En qué
Quedamos es un título muy adecuado para esta breve antología
de poemas, escritos entre 1973 y 2006, que Claudio Bertoni le dio a Vicente
Undurraga, editor del nuevo sello Bordura y también de los Cuadernos,
diarios que el poeta escribió sin parar en el mismo período y que
publicará a mediados de año la editorial UDP. Sus libros de poesía
El Cansador Intrabajable, Ni Yo, Una Carta, Harakiri,
y otros cinco títulos, más algunos inéditos, fueron antologados
el año pasado por Andrés Braíthwaite en Dicho sea de Paso,
también de la UDP.
En
qué Quedamos es el nombre de un poema que terminó fuera de la
selección, y que marca, además del tono del lenguaje, el lugar -o
no lugar- al que siempre lleva Bertoni: la afirmación rápida y rotunda
de un hecho habitual y breve, como ir en micro "mirando a una mina";
una imagen que se devuelve como un chispazo del cuerpo hacia la memoria, a la
escritura, la experiencia viva, cambiante, hasta desaparecer. Fascinado y atormentado.
¿En qué quedamos? Ni en la mina, ni en la micro, ni en Bertoni,
ni en las palabras, quizá en su ritmo, que tampoco es un lugar. La verdad
del momento es un intermedio o un chiste. Cualquier cosa. Simplemente lo que es.
Pocas palabras, la mayor de las veces relativas y concretas al mismo tiempo, como
es la experiencia.
Hay que pensar que al poeta le cambió la vida
la lectura del monje Thomas Merton: "Algo responsable o no/ de la vida miserable
o no/ que ahora imagino que llevo", según un texto del libro. Bertoni
tiene una mística de calle, de simplificar los placeres y mirar a la cara
lo abismante. Escribe también que el poema es como un huevo: basta quebrarlo
y se derrama. Pero su lenguaje no tiene elaboración, no se bate para crecer
o aumentar, sino más bien para mostrar sus caídas y trizaduras.
Por ejemplo, el poema Piedad: "Cuando te subí las mangas/ Para que
lavaras la ropa/ Vi tus venas detrás del codo/ Y tuve la inteligencia perfecta/
De tu fragilidad y la mía".
Pese a la aparente sencillez del
texto, parece retórico y sentimental comparado con otros del libro, como
La Dehesa: "las casitas/ de los conchas/ de su madre". O su grotesca
Oda: "Me pica/ el hoyo". Al otro lado de la página, Frutos del
País: "Se da mucho/ la tetona/ sin culo". Alguien podría
sentirse ofendido con palabras tan gruesas, pero se las puede leer como un registro
de lenguaje que deshace la retórica: preguntar con curiosidad y lógica
casi infantil, Como dice en el taoísmo, tradición que Bertoni conoce
bien, los niños son capaces de decir directamente "eso", según
el concepto de thatagatha (palabra sánscrita de donde viene la inglesa
that, eso).
Bertoni tiende también al autodesprecio y a la ferocidad,
pero en su afán de no disfrazar nada termina por callarse. En el silencio
se libera de la ridiculez y la tautología de las palabras, del fracaso
que roe una tarea sin fin. Como en el último poema del libro, Callado el
Loro: "Hay/ cosas/ de las que/ es preferible/ no hablar/y/ de/ una/ de ellas/
estoy dejando/ de hablar aquí".
Ficha:
En qué Quedamos
Claudio Bertoni
Ediciones Bordura
60
págs. 2007