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CARTAS DE JUAN RULFO

Por Carla Cordua
Artes y Letras de El Mercurio, Domingo 28 de mayo de 2006


Hace años, viajando con amigos mexicanos por el estado de Oaxaca, recorríamos en automóvil un pequeño y antiguo pueblo. En la fachada de una casita vimos, al paso, un aviso que nos llamó la atención y que nunca he olvidado. Decía: "Peluquería y Orquesta". A nosotros, venidos del mundo de los especialistas, el letrero nos hizo gracia por la singular variedad de los oficios del anunciante. Leyendo ahora las cartas de amor que Juan Rulfo le escribió entre 1944 y 1950 a Clara Aparicio, su novia, luego su esposa, encuentro un pedazo de información que me devuelve el recuerdo de aquel viaje. Rulfo dice: "El señor de aquí al otro lado hoy no está. Si estuviera estaría tocando la mandolina y yo, al oírla, me acordaría de cuando era chiquillo y vivía en mi pueblo. Los peluqueros de mi pueblo se la pasaban todo el tiempo tocando la mandolina. Ahora ya no se usa ni nunca me ha gustado; pero me trae recuerdos muy viejos (me acuerdo, por ejemplo, de cuando se casó mi abuela). Y este señor de aquí al otro lado de mi cuarto la toca bien. Está ya muy viejito y todos los viejitos saben tocar la mandolina".

La más antigua de las 81 cartas que publica Editorial Sudamericana, la escribe Rulfo a los 27 años a su novia, once años menor que él. Faltan las cartas de ella, que el novio encontraba siempre demasiado cortas. Los enamorados se conocieron en Guadalajara, pero quedaron separados porque él, para casarse, partió a buscar trabajo en Ciudad de México. Junto con aceptarlo, ella le ha fijado un plazo de tres años de espera. Las cartas tratan del amor que los une, de la dolorosa separación, del futuro feliz que los volverá a reunir. Están escritas en lenguaje claro, familiar, lleno de sentimiento, de nostalgia, de quejas y de suaves burlas. El futuro maestro de la prosa narrativa exhibe ya su capacidad de imaginar: habla de sí mismo y de sus primeros escritos en tercera persona, "acaba de salir un cuento de éste tu muchacho en la revista América". Se dirige también a ella como si fuese una tercera persona. Ensaya roles, situaciones: la trata de fea y la regaña para decirle que la encuentra preciosa y perfecta. En esta correspondencia florecen los encantadores coloquialismos del castellano de México. La edición trae notas que explican algunas expresiones: "achicopalado" quiere decir "desanimado"; pero otras no reciben explicación.

Mucho antes de entenderse como escritor, Rulfo contrajo una afición incontrolable por la lectura. Gana poco y procura ahorrar para casarse, pero no resiste las tentación de las librerías: "La feria del libro se comió todo mi sueldo de este mes". Promete portarse bien, no emborracharse, evitar las calles en que hay librerías. El huérfano que pasó su infancia en un orfanato de Guadalajara tiende a culparse y a forjar planes que no cumple. Dice de sí mismo: "Siempre le ha dado por hacer verdaderos sus sueños, y por eso yo digo que está loco". A menudo se siente enfermo y decaído; declara que la novia es su único refugio. "La vida es corta y estamos mucho tiempo enterrados". Sin embargo, el amor a Clara le inspira mil nombres para ella: "Pedacito de jitomate", "Aire de las colinas", "Aire de muchos bosques juntos".

 

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Aire de las colinas: Cartas a Clara. Selección de cartas. http://sololiteratura.com

 

 

 

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Artes y Letras de El Mercurio, Domingo 28 de mayo de 2006.