Las reflexiones y sufrimentos del poeta en su juventud.
Rubén Darío: víctima superior
Por Carla Cordua
Artes y Letras de El Mercurio, Domingo 29 de Abril de 2007
Rubén Darío aborda en su autobiografía los sufrimientos de su adolescencia, y en su poesía, los de toda su vida. Cultiva sus diferencias con los demás, separado de todo el mundo. ¿Cuál será la raíz de sus sufrimientos, de su soledad? No faltan quienes prefieren la explicación supersticiosa; habría heredado una mezcla de sangres: negra, india y española. ¿Aclara algo este punto de vista animal? No creo. Rubén Darío creció feliz entre parientes que lo acogieron con solicitud y cariño cuando le faltaron sus padres. Pero el niño precoz no supo a tiempo que quienes lo criaban no eran sus padres. Cuando se lo dijeron continuó fingiendo por años que era verdad lo que él antes había creído sobre su nacimiento. Es decir, él adoptó a quienes lo habían
tratado como hijo. Nunca comentó con nadie su propia suerte de allegado. Pero se supo diferente y esto lo convirtió en el solitario que será en adelante.
Comienza a leer y a escribir muy temprano. En su "Autobiografía" dirá de sí: "Fui algo niño prodigio. A los tres años sabía leer, según me han contado". También empieza pronto a escribir y descubre que la versificación se le da con naturalidad. Pregunta: "¿A qué edad escribí mis primeros versos? No lo recuerdo precisamente, pero ello fue harto temprano". "Yo nunca aprendí a hacer versos; ello fue en mí orgánico, natural, nacido. Acontecía que se usaba entonces - y creo que aún persiste -la costumbre de imprimir y repartir, en los entierros 'epitafios' en que los deudos lamentan los fallecimientos, en versos en general. Los que sabían mi rítmico don, llegaban a encargarme pusiese su duelo en mis estrofas". Un periódico le publica a los doce años algunos versos de este tipo
luctuoso que él declarará ser "de primerizo, rimados en ocasión de la muerte del padre de un amigo".
En sus reflexiones de joven adulto elabora la noción general del poeta como una figura victimizada por la sociedad. El tiene, sin embargo, una clara conciencia de sus dotes extraordinarias, las que le fueron reconocidas por otros desde su preadolescencia. La nostalgia de su religiosidad infantil simple lo mantiene fiel al catolicismo, a pesar de su falta de fe. Busca un camino entre este sentimiento de pérdida y su incontenible sensualidad. Viajó toda su vida por todo el continente y por Europa. Tal como Rilke, su inquietud no encontró el
lugar donde tranquilizarse. No pertenecen a grupo, tierra o nación alguna: son poetas, y entienden esto como una obligación superior con la belleza que les impulsa a rechazar otras incorporaciones. Cuando llega a nuestro país no tiene sino 20 años y su genio. Lo otro son la pobreza, las dificultades y la soledad. De Santiago se traslada al puerto de Valparaíso y de allí, de vuelta a Santiago. Bebiendo, enamorándose, escribiendo sin detenerse poesía y prosa, se hace conocido en todo el continente: pero a él lo episódico lo deja sintiéndose culpable y desilusionado. Seguro de su fuerza para lamentar la pérdida de un reino que debió ser suyo - dice su "Nocturno" - sufre pensando que hubo un momento en que pudo haber evitado nacer. ¿Cómo imaginar esta posibilidad? No sabemos hacerlo, pero el oscuro deseo de no haber sido ya fue expresado varias veces por otras víctimas superiores, a partir, probablemente, de su común dificultad de ser.