Carlos Decap:
“He deseado vivir y morir en su Concepción” A propósito de “Gabriela Mistral y sus desconocidos vínculos con Concepción”
(Editorial UdeC, 2021)
Por Ximena Cortés Oñate Publicado en Diario Concepción, 30 de enero de 2022
A 65 años de la muerte de Gabriela Mistral, el poeta Carlos Decap considera que ella es uno de nuestros mayores clásicos, la mayor intelectual que ha dado el país. Decap es el autor de un libro que revela los desconocidos vínculos que la mayor poeta americana mantuvo con personajes de Concepción, a través de un rescate epistolar y de algunos de los poemas que publicó en revistas de esta ciudad. En esta conversación, también epistolar, aunque mediada por la tecnología, el poeta se refiere a la vigencia de la Mistral y da algunas pistas para entender sus estrategias de sobrevivencia.
“Yo he deseado muchas veces vivir en la ciudad suya, tan hermosa, tan llena de vida y realmente inolvidable. Nunca lo he logrado. Le cuento todo esto porque tal vez usted ignora cómo yo he deseado vivir y morir en su Concepción”. Gabriela Mistral confiesa así, en 1954, al joven profesor Gastón von dem Bussche, su gran amor por esta ciudad, en cuyas cercanías pasaba algunos de sus veranos, y con muchos de cuyos personajes mantenía estrechos contactos.
El pasado 10 de enero se conmemoraron 65 años desde la muerte de Gabriela Mistral. Mirada desde esta perspectiva, el poeta Carlos Decap señala que, “según mi parecer, y considerando lo nueva que es nuestra literatura si la pensamos en relación a Europa o Asia, por dar solo dos viejas culturas, seguirán pasando los años y Gabriela Mistral será uno de nuestros mayores clásicos, junto con algunos de los grandes poetas del siglo veinte, como Huidobro o Neruda”.
Para Decap ella debe ser, “con seguridad, la mayor intelectual que ha dado el país, creo que sobradamente por encima de estos últimos, que fueron más poetas. Ella, a su mejor poesía, agregó todo tipo de temas a su prosa, lo que la llevó a ser publicada en revistas y diarios de medio mundo, y a tener un diálogo con la mayoría de los intelectuales de su época. Además de ser la más grande escritora epistolar en Chile”.
Cuando conversa, Carlos Decap mira a lo lejos y demora en encontrar la palabra precisa. También parece hacerlo cuando escribe. Mira y remira estas respuestas enviadas por correo electrónico desde San Juan del Puerto, en Valparaíso, pero sus palabras escritas terminan teniendo la misma trasparencia que sus conversaciones.
Decap se fue encontrando de a poco con esa relación epistolar que menciona, y que le llevó a escribir “Gabriela Mistral y sus desconocidos vínculos con Concepción” (Editorial UdeC, 2021), donde además de recuperar parte de las cartas que la escritora intercambiaba con personajes locales, reúne algunos poemas que dedicó a comunas de la Región del Biobío.
Hace poco, el autor regresó nuevamente en la Universidad de Concepción para presentar, en la Feria Internacional del Libro del Biobío, FILB, otro libro publicado en Editorial UdeC: “El viajero sin vuelta: Antología personal de Gonzalo Millán”.
“Se necesita madurez para apreciarla”
—¿Se lee la herencia de Gabriela Mistral en la actual poesía chilena? —No sé bien si ahora se lee o no esa herencia, lo que sí recuerdo y comparto, es algo que le escuché una vez decir a Mauricio Redolés, sobre que a Gabriela Mistral se la descubre casi siempre tarde, porque se necesita cierta madurez para apreciar toda la espesura de su obra y de su inteligencia mayor. Pero como esta entrevista surge por mi participación en la Feria del Libro del Biobío, allí escuché a Alejandro Zambra decir que cada vez se le agrandaba más en México -donde vive- la figura de nuestra mayor poeta americana.
Para confirmar este parecer, Decap invita a conocer la “Obra reunida de Gabriela Mistral”, proyecto en el que participó y que reunió, en ocho tomos, la mayor parte de su poesía, prosa y una muestra menor de su epistolario. “Es un verdadero lujo y que se halla a disposición en la Biblioteca Nacional Digital de Chile”, señala.
—Si bien se investiga y publica mucho sobre la obra de Gabriela Mistral, el gran público la conoce más que nada por su poesía infantil, la menos intelectual. ¿Qué pasa con la figura de la poeta que ocurre eso? —Como ya ha sido señalado por la crítica feminista, ella fue relegada en el país, por la burocracia intelectual del Estado, a un papel secundario para que no opacara a quienes se veían favorecidos por esa estrategia: la mayoría de los escritores hombres y funcionarios afines. Y, digamos que esa burocracia estatal ha seguido secuestrando largamente los papeles de ella para provecho propio y de propaganda cultural.
Según Decap, Gabriela Mistral supo crear sus propias estrategias de sobrevivencia en este país machista y percibió, en la colaboración y correspondencia, una vía para salir al exterior e ir siendo conocida afuera.
“A modo de ejemplo, hacia 1912 le escribió, desde Los Andes, a Rubén Darío, quien era el director de la revista Elegancias, que se editaba en París, y le mandó un cuento y un poema, que el vate nicaragüense publicó el primero en marzo de 1913 y en abril de ese mismo año. Todo esto cuando aquí todavía no irrumpía con sus `Sonetos de la muerte´, con los que ganó, como se sabe, los Juegos Florales de 1914. También la publicaron en la revista Mundial Magazine, en el mismo París, entre 1911 y 1914. En fin, en México, la publicaban aun antes de irse”, sostiene Decap.
“Quedé en la pisadera como ebria y como ciega”
—Gabriela Mistral publicó, a comienzos del siglo XX, el poema “Pinares” en una revista literaria de Concepción. ¿Cómo lees la relación de la poeta con esta ciudad? —Estando en Los Andes, hizo uno de sus primeros viajes a Concepción, en el verano de 1915, y que luego repetirá un par de veces más desde su estancia en Temuco, en 1921. Yo tengo la impresión que, de algún modo, ella reemplazó el mar coquimbano por el de Penco, donde veraneaba en la región. En Talcahuano, tenía unos parientes, donde solo alojaba porque no le gustaba el puerto, aunque también visitó la isla Quiriquina. En 1915, estableció vínculos con el primer rector de la Universidad de Concepción, Enrique Molina Garmendia, y las revistas Atenea e Ideales donde, por ejemplo, publicó por primera vez sus premiados sonetos y se la homenajea en ese año. Ella siempre buscó el mar para tranquilizar su espíritu y tenía una especie de admiración por ese antiguo Concepción más aristocrático que ella conoció, porque hablaba hasta de una especie de “aristocracia de la naturaleza”…
—De esos desconocidos vínculos con Concepción que reseñas en el libro de la Editorial UdeC, ¿cuáles son los más destacados, a tu juicio? —Por ejemplo, eso de publicar primeramente “Los sonetos de la muerte” en la revista Ideales, que nació en el antiguo Liceo Fiscal penquista, después de su premio en diciembre de 1914. Aunque creo que, lo más importante, es el poema “Pinares”, que ella incorpora luego en su libro debut, “Desolación”, de 1922, y que en una versión que hallamos en su legado, sitúa así: “Pinares de Concepción, 1915”. Y ese dato, hasta donde sé, parece que no se conocía. Pero a mí, lo que más me impresionó, fue una alucinación que le cuenta en una carta al poeta Manuel Magallanes Moure sobre el personaje de sus sonetos, Romelio Ureta, y que yo me la imaginé como escena de una película: le cuenta que iba en un carro de sangre, como llamaban a los coches tirados por caballos, y al ir pasando por la plaza de Concepción, vio a un hombre igual a su Romelio: “Olvidé que estaba muerto. Toda la realidad se me borró y quedé en la pisadera como ebria y como ciega”, le cuenta.
Franqueza elquina
—¿Hay algún detalle específico que te llamara la atención en cuanto a la escritura epistolar de la poeta? —Claro, ella tiene una obra epistolar bastísima, que supera con largueza su poesía. Y hacía un distingo claro entre cartas de su trabajo como consulesa y las que escribía a escritores, hombres o mujeres. Lo que en unas y otras no transaba, sí, era su franqueza elquina. A mí me encanta mucho la labor que ha hecho en Estados Unidos la profesora e investigadora Elizabeth Horan, quien reunió primero las cartas que Gabriela Mistral le escribió a la argentina Victoria Ocampo –fundadora de la revista y editorial Sur, que fue la que le publicó a nuestra poeta su libro Tala, en 1938– y después hizo un trío libresco con la feminista española Victoria Kent. Gabriela Mistral muestra ahí su capacidad para abordar diversos temas, sacándole lustre a las palabras, aunque también a veces las escribía con “lenguarrabia”, como lo dice en alguna carta a la argentina. En su semblanza de Rebeca Matte, la bisnieta de Andrés Bello, resume su pensamiento sobre esto y se retrata a sí misma: “Buena conversadora debió serlo; sus cartas contenían una fuerte seducción y la epistolaridad anda melliza con el conversar, tienen el mismo tono y echan las mismas luces”.
—En el libro hablas de “la conflictiva relación que tuvo Gabriela Mistral con la pedagogía y los pedagogos”. ¿Cómo es eso y a qué crees que se debe? —Hay que pensar que la labor de ella en este campo en Chile solo duró hasta que se fue a México, con 33 años, y el país que dejó atrás era muchísimo más subdesarrollado y retrógrado que ahora. Los planes de estudio de la época daban cuenta de esa sociedad, porque hay que recordar que aquellos eran diferenciados para hombres y mujeres, y a estas se les incorporaba las que enseñaban labores hogareñas, como costura y bordados, por ejemplo. Es decir, se privilegiaba casi exclusivamente su preparación para ser madres y cuidado de la casa. Y, para quien muy temprano se rebeló contra eso y trató de cambiarlo, como ella, es claro que chocaría muy luego con lo establecido por quienes eran reacios a sus ideas por entonces adelantadas. Además, no olvidó jamás el incidente que tuvo en Vicuña con su profesora, a los 11 años, que la calificó de “niña idiota” y por quien dejó la escuela formal a esa edad. Tampoco olvidó su rechazo en la Escuela Normal de La Serena, por sus “ideas socialistas y un poco paganas que andaban por ahí en los papeles de diario”, como ella misma cuenta. Y la “idiota” del Nobel sostuvo más de una vez que la pedagogía de alguna manera deformaba a los niños y jóvenes con estudios inútiles en lugar de formar para la vida práctica.
Millán, Zurita y Hernández
Carlos Decap mantiene, desde temprano en su vida, una fuerte relación con la literatura y la poesía. Siendo estudiante de Español en la Universidad de Concepción, fue cofundador de la revista “Posdata”, en esta ciudad (1980-1986), y formó parte de “Espíritu del Valle” (1986), revista que dirigió Gonzalo Millán. Como poeta, pertenece a la Generación del 80, y desde ahí tiene también una mirada hacia la escena poética nacional.
—A tu juicio, ¿quién o quiénes son las voces más importantes de la poesía chilena del siglo XXI? —En mis inicios literarios, siempre me impresionaron dos poetas jóvenes, uno que ya era conocido antes de 1973 y otro que se dio a conocer después: hablo de Gonzalo Millán y de Raúl Zurita. Aunque el primero murió en 2006, creo que aún queda por conocer parte de su obra, como la de cultivador de diario de vida o de escritor, donde aguardan escondidos algunos de los poemas que mezclaba con todo tipo de anotaciones. Y Raúl, aunque sigue entregándonos nuevos libros, me parece que su contribución a la poesía chilena ya fue realizada en su etapa inicial. Después, no puedo dejar de señalar también a Elvira Hernández, quien libro a libro ha ido construyendo una contundente obra y no me extrañaría que fuera la siguiente poeta en obtener el Premio Nacional. Ya habrá tiempo de actualizar este listado cortísimo cuando avance este nuevo siglo, que pareciera que, solo ahora de verdad, se iniciará pospandemia y mostrará sus distingos con el recién pisado.
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Carlos Decap:
“He deseado vivir y morir en su Concepción”
A propósito de “Gabriela Mistral y sus desconocidos vínculos con Concepción”
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Por Ximena Cortés Oñate
Publicado en Diario Concepción, 30 de enero de 2022