Álvaro Bisama:
"Leer a Droguett significa entenderlo a luz de presente" "La rabia y el augurio. Un ensayo biográfico sobre Carlos Droguett", Ediciones UDP, 228 páginas
Por Valeria Barahona Publicado en El Diario de Atacama, 24 de diciembre 2023
Una caminata por las calles oscura del centro de Santiago es lo que atraviesa la obra del escritor Carlos Droguett, leído hasta hoy en los colegios con "Patas de perro", una historia sobre la exclusión de un niño, Bobi, que nació con una extraña deformación.
En esta falta de un lugar en el mundo, así. como su búsqueda, es en lo que se concentra el autor que perdió a su mamá a los seis años, a causa de la tuberculosis. Aquella sombra, sin embargo, permanece "por ahí, en un cuarto, en el pasadizo, tal vez en el comedor, tal vez mirándonos, esperando que salgamos de esa breve fiesta que fue el retrato colectivo imaginado por mi padre", dice "La rabia y el augurio. Un ensayo biográfico sobre Carlos Droguett", publicado por Ediciones UDP.
La investigación sobre la vida y obra del también autor de "Sesenta muertos en la escalera" estuvo a cargo del escritor Álvaro Bisama, quien hace un par de años lanzó "Mala lengua. Un retrato de Pablo de Rokha", libro que acompañó al Presidente Gabriel Boric al momento de recibir su tercera dosis de la vacuna contra el covid-19, en 2021. Esta vez, el autor afirma al comienzo de su ensayo sobre Droguett que éste representa "una vanguardia que no teme narrar las coordenadas de la pobreza ni ahondar en las formas del olvido, deteniéndose en la consunción de los cuerpos y explorando los límites del lenguaje al referir las vidas de asesinos, bandoleros, obreros alucinados y jóvenes exterminados".
El autor de "Eloy" falleció en 1996, pero antes, en 1970, recibió el Premio Nacional de Literatura y, pasado un año del reconocimiento, anotó: "Tal vez escribo porque no olvido mi infancia, porque no puedo olvidarla, no termino nunca de salir de ella, lanzado y multiplicado desde ella con un ímpetu entre triste y entusiasmado". Bisama agrega que "hace de la infancia un lugar tejido de pena, del olvido una certeza y de la escritura una forma de recuperar o inventar lo perdido, al modo de un retrato ausente, una respiración que se apaga".
Droguett en 1953, es decir, hace70 años, publicó una de sus novelas más recordadas, "Sesenta muertos en la escalera" y, dos décadas antes, debutó en Revista Hoy con el cuento "El señor Videla", lo que convierte a 2023 en un número lleno de conmemoraciones. El autor de "La rabia y el augurio" explica la importancia de la obra del escritor en la narrativa nacional.
—¿Cuál fue el motivo para refrescar el legado de Droguett con "La rabia y el augurio"? ¿ Hay alguna razón particular para hacerlo en este momento histórico?
—No sé si se trata de refrescar, palabra que me parece que poco tiene que ver con lo que sí me interesaba hacer, que era releer a Droguett y con eso pensar la lengua, la política, el arte y el paisaje del siglo XX a la luz de lo que puede ser o dibujar lo contemporáneo.
Entonces leer a Droguett significa entenderlo a luz de presente, pensando en el modo en que su lectura nos interpela porque justamente se trata de una literatura cuya experiencia radical e inevitable a la hora de reflexionar sobre las tensiones entre palabra y vida, novela y experiencia, vanguardia y política.
—¿Cómo fue la convivencia con el fantasma del autor, cuánto tiempo duró y qué consecuencias trajo?
—Me gusta la idea de convivir con un fantasma o de leerlo más bien. En este caso, para mí Droguett fue un espectro cariñoso porque en su literatura están las formas de la rabia y una poesía de la sangre, pero también los modos del encuentro y de la esperanza. Por lo mismo, fue un proceso
intenso, que tuvo múltiples direcciones, donde muchas veces se necesitó ordenar las lecturas y relecturas como piezas de un rompecabezas donde al fondo podía distinguir la silueta de Droguett. Además, se trató de algo que no comenzó con este libro, antes había escrito bastante sobre él: ensayos académicos, columnas, un perfil que apareció en revista Dossier. El libro fue una manera de unir todas esas líneas, de hilarlas dentro de una trama posible.
—En el libro cuentas que el Santiago de Droguett es "una ciudad donde los antiguos barrios señoriales del centro empiezan a estar cercados por conventillos y la bohemia existe codo a codo junto a la violencia política". ¿Como pasa hoy en Yungay, por ejemplo? Donde hasta el músico y poeta Mauricio Redolés se quejó del ruido.
—No me siento con derecho a
hablar del Barrio Yungay, sería impresentable que lo hiciera porque es algo que le corresponde a sus vecinos, como Redolés o el Presidente Boric. Si me interesa pensar que, literariamente, al Santiago de los años treinta como una ciudad eléctrica y compleja, cruzada por la política, la noche y la violencia, en suma como una capital latinoamericana que cambia de piel, crece y se expande, con eso también se modifica la lengua y la literatura, a quienes la escriben y, mediante eso, la inventan por medio de la ficción o la poesía.
—También afirmas, páginas más adelante, que "esas novelas quedarán guardadas en el cajón por décadas": como escritor, ¿como se sobrevive a esa angustia? ¿Qué crees que mantuvo a Droguett firme en ello para no claudicar?
—Hay varias cosas acá. La primera es que creo que Carlos Droguett siempre tuvo conciencia del valor de su obra, siempre se preguntó qué sentido tenía lo que estaba haciendo y cómo dialogaba con su tiempo. En ese contexto, sus libros existen más allá del momento en que fueron escritos, porque se trata de un proyecto de largo aliento en términos literarios, que dialoga de modo urgente con el presente que le tocó pero que, junto con eso, es capaz de alzarse más allá y pensarse desde una trama más amplia que involucra la identidad y la lengua. Pero también es una escritura que tiene interlocutores, porque conversó con otros y eso le permitió aguantar la oscuridad o el olvido. Gracias a ese diálogo, (el autor) encontró ecos, respuestas, reflejos. Pienso, al comienzo, en (el académico) Juan de Luigi, el cura (Alfonso) Escudero y el escritor galo (y receptor del prestigioso Premio Goncourt) Francis de Miomandre, más tarde en (el ganador del Cervantes) Camilo José Cela, o en autores más jóvenes como Alfonso Alcalde o Patricio Manns, que lo leyeron como un maestro un precursor.
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Álvaro Bisama:
"Leer a Droguett significa entenderlo a luz de presente"
"La rabia y el augurio. Un ensayo biográfico sobre Carlos Droguett"
Ediciones UDP, 228 páginas
Por Valeria Barahona
Publicado en El Diario de Atacama, 24 de diciembre 2023