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Historia, experiencia y exilio:
el proyecto literario del escritor chileno Carlos Droguett

History, experience and exile:
the literary project of the Chilean writer Carlos Droguett


Por Cristian Vidal Barría
Universidad de Chile
cristian.vidal.b@gmail.com

Publicado en REVISTA HISTORIA AUTÓNOMA, (Universidad Autónoma de Madrid) N°19, septiembre 2021


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Resumen:

Los avatares históricos y políticos que debió sortear el escritor chileno Carlos Droguett fueron determinantes para la creación de su obra literaria y de una poética particular signada por una escritura violenta y un tono iracundo. Sin embargo, afirmar tajantemente que su obra literaria mantiene referencia directa con los hechos históricos que representa en sus novelas, como se ha hecho desde cierta crítica literaria, no resulta del todo cierto. En este artículo se analiza el modo en que las diversas experiencias históricas que enfrenta el escritor, como es la llamada Masacre del Seguro Obrero ocurrida en 1938, el Golpe de Estado de 1973 o el exilio en Suiza impactan en el escritor y en la manera que enfrentará, y confrontará, al discurso histórico en su proyecto literario.

Palabras clave: Carlos Droguett, escritor chileno, siglo XX, experiencia, historia, trauma.


Abstract:

The historical and political vicissitudes that the Chilean writer Carlos Droguett had to overcome were decisive for the creation of his literary work and a particular poetics marked by violent writing and an angry tone. However, stating emphatically that his literary work maintains direct reference to the historical events depicted in his novels, as has been done by a certain literary criticism, it is not entirely true. This article analyzes how the various historical experiences faced by the writer, such as the so-called Workers’ Insurance Massacre that occurred in 1938, the Coup d’état in 1973 or the exile in Switzerland, had an impact on him and the way that he confronts the historical discourse in his literary project.

Keywords: Carlos Droguett, Chilean writer, 20th century, experience, history, trauma.

 

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1. Experiencia

En Chile, tienen que por supuesto perseguir al artista; si han perseguido al político, si han perseguido a los gremios,
si han perseguido a los sindicatos, tienen que perseguir al que puede decir algo por los que no tienen voz para
contar sus penas, sus pesares, sus penurias, sus esperanzas y sus desesperanzas.

Carlos Droguett


Teobaldo Noriega, en diversos textos publicados en la década del ochenta del siglo XX, afirmaba que la larga trayectoria del escritor chileno Carlos Droguett estuvo marcada por cierto “número de experiencias” vitales que posteriormente se transformaron en literatura. Lo mismo advertía Soledad Bianchi cuando señalaba que Droguett no “concebía su obra separada de su propia vida” y que su producción literaria “contiene, con frecuencia, rasgos autobiográficos”[1]. Estas percepciones, en cierta medida, vienen dadas por las propias declaraciones del escritor chileno, quien afirmaba que consideraba vitales algunas “vagas experiencias” para su proyecto narrativo. En otras palabras —dirá Droguett— “todo lo que he vivido me ha servido para empujarme al lugar donde estoy”[2].

La declaración de Droguett nos sitúa en un espacio de interpretación en el que la experiencia juega un rol fundamental. Cuando el escritor habla de que sus experiencias vitales inciden directamente en su proyecto escritural, la mirada se vuelve a uno de los hitos que fundan su narrativa: la masacre del seguro obrero ocurrida en el año 1938, de la que fue espectador. Sin embargo, la noción de experiencia mantiene ciertas complejidades, sobre todo en Droguett, ya que no siempre se presenta bajo una referencialidad entre acontecimiento vivido y creación literaria. Por el contrario, considero que la noción de experiencia, en el proyecto literario de Droguett, es más perceptible, y entendible, a través de la subjetividad de los personajes que se desenvuelven en sus novelas, antes que por la narración referencial de determinados acontecimientos de los que fue parte y que, más bien, suponen hitos que coaccionan una perspectiva trágica de la realidad en el escritor. Esto quiere decir que la historia que el autor presencia y conoce es llevada a la ficción con una evidente intencionalidad literaria, que no supone tan solo un escenario de fondo. Más bien el autor en sus ficciones despliega diferentes estrategias literarias que buscan, constantemente, asir esa historia o esa experiencia histórica que no puede ser representada, en otras palabras, el shock y el trauma histórico devenido en experiencias vitales.

Por lo tanto, como ha advertido Bianchi, que la experiencia vital del “autor” sea un componente esencial en la obra de Droguett “es cierto, pero al mismo tiempo no lo es”[3]. Si bien la crónica Los asesinados del Seguro Obrero, que aparece tan solo un año después de haber ocurrido dicho acontecimiento, es un texto que bebe directamente de la realidad histórica, no es posible afirmar que ocurra lo mismo con todo el proyecto novelesco del escritor. El autor a lo largo de su carrera literaria deberá enfrentar otros hechos históricos de índole traumática cómo será el golpe de estado ocurrido en Chile en 1973 y el posterior exilio en la ciudad de Berna, Suiza, en el cual se mantendrá hasta el día de su muerte en el año 1996. Para comprender esta idea resulta necesario poder establecer una cronología que sitúe la producción literaria de Droguett tomando en consideración la escritura de sus textos y algunos datos autobiográficos.


2. ¿Por qué se enfría la sopa?

Según advierte Roland Barthes (1987) la figura del autor, en tanto cuerpo o identidad de quien escribe, es una figura moderna. Para el teórico francés, buscar la “explicación” de una obra “en el que la ha producido” resulta, en alguna medida, un equívoco. Como si la alegoría más o menos transparente de la ficción —señala Barthes— “fuera, en definitiva, siempre, la voz de una sola y misma persona” que a través de un relato ficcional nos proporciona sus “confidencias”[4]. Este planteamiento parece contradictorio con las afirmaciones críticas que señalamos previamente, pero en realidad no lo son tanto. Si bien Barthes sostiene que la figura del autor desaparece en cuanto emerge la escritura, en ningún caso está renegando que exista un sujeto que escribe y que ese sujeto deje traslucir sus propias convicciones o su forma de comprender la realidad. Es más, si seguimos algunos planteamientos filosóficos que reflexionan sobre cómo emerge la escritura literaria, antes de existir como libro impreso, veremos cómo la experiencia adquiere un espacio primordial en dicho proceso.

Nuestro planteamiento es que las experiencias vitales del escritor forjan en él una visión particular, trágica, de la historia y la realidad y signan su proyecto escritural a través de una poética global que no necesariamente cabe siempre en el estrato lingüístico. Dicho de otro modo, la visión trágica de la historia, en Droguett, se revela a partir de los distintos mundos ficcionales que construye en sus novelas, en los que deja al descubierto, por ejemplo, los trabajos del hambre y la miseria de quienes llegaron a América durante los periodos de la conquista y la colonia. O bien a través de una estetización de la sangre derramada en aquél fatídico episodio en el que casi sesenta jóvenes nacistas fueron asesinados por las tropas militares del gobierno de Chile en el año 1938. A grandes rasgos, el impacto que produce en Droguett el haber sido testigo de la matanza de aquellos jóvenes permite que el autor genere redes de sentido con una investigación que entonces llevaba a cabo para completar sus estudios de derecho y cuyo nombre era Ideas sociales en Chile durante la Colonia. Según advierte Roberto Contreras en el prólogo del libro Sobre la Ausencia (2009), que recupera una entrevista inédita realizada a Droguett el 5 de julio de 1975, el autor habría quedado “impactado con la biografía de Crescente Errázuriz sobre Pedro de Valdivia. Descubriría, en sus palabras, aquel ‘infierno colonial’ de abusos, saqueos, atropellos, el crimen histórico que bañó de sangre América”[5]. Tales redes de sentido generaron en Droguett una actitud crítica frente a la historia leída y vivida, lo que encontró su punto álgido, más adelante, cuando en 1973 ocurrió el Golpe de Estado en Chile. Esta serie de acontecimientos habrían forjado la escritura del autor, quien no solo abordará y enfrentará a la historia a partir de las temáticas de sus novelas, sino que también a través del ritmo, lenguaje y cadencia que presentan sus textos en su afán por representar, o más bien figurar, la violencia y el trauma histórico.

Por lo tanto, no se trata tanto de que el autor exponga, de manera pasiva, un discurso prefigurado de su concepción de la historia o de determinados hechos históricos, sino que en el texto convergen una propuesta estética con un mundo ficcional y unos personajes que configuran dicha visión de la realidad de manera autónoma. Unos personajes que, según declara el autor “aparecen como seres golpeados por el destino, o por los hombres que manejan este destino, por la naturaleza o por los hombres que se aprovechan de la naturaleza”[6]. De ese modo la escritura de Droguett se encuentra signada por un proceso en el que la experiencia vital se une a una intencionalidad literaria y con ello lo que hace en sus novelas es “tejer” una experiencia nueva para el lector. Como si a cada libro del escritor le acechará, como propone Maurice Blanchot en el Libro por Venir, otro libro no escrito ni textualizado que lo tonifica y deja al descubierto la irrepresentabilidad de ciertos hechos históricos de índole trágica y violenta. Las ideas presentadas, que de algún modo relacionan experiencias vitales y obra, pueden rastrearse de manera temprana en la vida del escritor chileno, cuya madre falleció cuando él apenas tenías seis años. En Materiales de construcción (1968) Droguett esboza un “informe de sí mismo” y recuerda distintos hitos de su niñez y adolescencia. Sin embargo, es claro al afirmar que con tales apuntes no pretende, en dicho caso, “explicar” nada de la obra literaria que hasta entonces ha escrito. Más bien admite que solo siente que de algún “modo misterioso” esos hechos lo impulsaron “a juntar palabras para reconstruir una infancia o inventarla”[7].

“¿Por qué se enfría la sopa?” (1932) es el primer cuento que escribe Droguett, cuyo título, según declara, “lo obsesionaba”. Este texto resulta fundamental para analizar, inicialmente, la poética y el lugar desde donde Droguett escribe, pues, a menudo, se piensa que los cuestionamientos del autor, o su visión trágica de la realidad, provienen exclusivamente del trauma que le provocó el asesinato del seguro obrero en 1938. Es verdad que aquella matanza supone un impacto en su vida y el texto que escribe mantiene, sin lugar a dudas, “un doble carácter inaugural” —como lo advierte Luis Iñigo-Madrigal—. Pero también es posible rastrear en este cuento antecedentes de sus inquietudes literarias y del ritmo escritural que mantendrá y adoptará en sus posteriores novelas.

El texto fue redactado cuando el escritor apenas tenía trece años. Su profesor le pidió una composición de lo que habían sido sus vacaciones. Frente a ello Droguett elabora este texto y toma como interlocutor a su amigo Marcelo a quién constantemente alude en el desarrollo del escrito. La pregunta inicial, “¿por qué se enfría la sopa”, da espacio al autor para cuestionar no tan solo el acto de que su comida se enfríe en la medida que pasa el tiempo, sino una serie de situaciones que para entonces lo inquietan y que lo llevan a “hacer un racconto de los patios del Liceo San Agustín y su casa de calle Copiapó”[8]. Con un ritmo asfixiante, el texto se compone de interrogantes y de digresiones que exigen un lector atento. Una corriente de la conciencia que, entre otros temas, cuestiona aspectos del lenguaje y tendencias escriturales con las cuales es contemporáneo el autor:

Tengo que escribir, pues, finalmente, una composición anónima, acuosa, desabrida, una historia simple y mentirosa, cómo pasó sus vacaciones, describa su casa, describa su calle, describa el colegio, el salón de estudio, la sala de clases, los dos patios y el gimnasio en horas de reposo y también las ventanas que dan a la casa de la familia Damke, allá en el segundo piso de la calle Agustinas. Podría hablar del segundo piso escuetamente, de la ventana que da a la escalera de Margarita Damke, por ejemplo, la trigueña que todas las mañanas a las diez pega sus pestañas detrás de las cortinas verdes oteando a los muchachos que vienen de los patios, de los pasadizos, de los urinarios, oliendo mundanamente a cigarrillos.[9]

El escritor, que para entonces ya había leído “todo Galdós” y estaba conociendo a autores rusos y norteamericanos, se mostraba aburrido de quienes en Chile “eran inventores de una literatura tan evidente y caduca”. Su crítica apunta a la corriente naturalista y a la exaltación de aspectos folclóricos en dichas narraciones. Sin tapujo señalará que nada quedará del escritor chileno Eduardo Barrios en el futuro. Junto a esta visión temprana sobre la literatura nacional, Droguett deja escurrir, también, una reflexión temprana sobre el lenguaje, cuando señala que “nadie se atreve a salir del lenguaje, de las palabras, de las frases, de las oraciones gramaticales vacías”. Este texto dibuja borrosamente algunos lineamientos sobre la poética que más tarde determinará el proyecto droguettiano. En términos estilísticos, el uso de la corriente de la conciencia, la interpelación constante, las digresiones en el texto, son elementos que veremos en las novelas de Droguett. Pero también este texto temprano anuncia una actitud escéptica frente a la realidad que se convertirá en lineamiento central de su poética:


Y ahí estaba la sopa, Manuel, servida inmóvil en cada plato y el humo copioso destrenzándose hacia las lejanas molduras de yeso en el techo impecable y blanco, alzándose el humo entre los molinos holandeses que dibujan el papel y me hacen soñar tristezas cuando mi padre a esa hora está en el telégrafo y mi tía en la máquina de coser y allá adentro, junto a la higuera hundida en la humedad, picotea una gallina y me hace acordarme de algunos romances y de los primeros capítulos del Quijote[10].


Después de este ejercicio literario Droguett se dedicará a colaborar en revistas, al tiempo que cursaba la carrera de Leyes en la Universidad de Chile. Su cuento “El señor Videla” es considerado como el primer texto literario publicado del autor, que aparece en el periódico La hora en el año 1933, cuando el autor ya tenía 21 años. En dicho texto Droguett elabora un mundo onírico signado por los recuerdos y las evocaciones de niñez del personaje central, el señor Videla. Con un estilo indirecto libre, que estará presente en toda su obra, el cuento de Droguett anticipa el ritmo que tendrá su escritura y la serie de novelas que publicará y que —según advierte Bisama— “a ratos resultan insoportables, que se expanden como un monólogo que no deja respirar hasta que el lector entra en ellas como si fuese una bruma o una casa del terror o una exhibición de una violencia catártica[11]. Este cuento será incluido, sin el consentimiento de Droguett, en la Antología del verdadero cuento en Chile (1938) a cargo del escritor Miguel Serrano, en la que compartirá espacio con otros autores como Eduardo Anguita, Braulio Arenas, Teófilo Cid y Juan Emar, por nombrar algunos. Ese año, además, Droguett deja inconclusa su tesis, ya avanzada, de sus estudios de leyes. Por otro lado, el año 1938, como hemos venido reiterando, ocurriría el acontecimiento histórico en torno al cual Droguett elaboraría la mentada crónica que sería, en cierto modo, la declaración de su proyecto literario y también serviría como base para su primera novela publicada: Sesenta muertos en la escalera (1953).


3. La masacre del seguro obrero y un proyecto literario

Los asesinados del seguro obrero (1939) es la crónica, escrita por Droguett, que relata el asesinato de decenas de jóvenes nacistas ocurrida en el año 1938 durante el gobierno del entonces presidente Arturo Alessandri en Chile. Según la historia literaria, el texto fue publicado por primera vez en el periódico La hora y Trabajo en septiembre de 1939. Posteriormente existirán versiones modificadas publicadas en 1940, 1972, 2010 y actualmente se prepara, en la Universidad de Poitiers (Francia), una edición crítica a cargo de Fernando Moreno, cuya publicación está prevista para el año 2021[12]. Este texto inaugural sienta las bases de todo el proyecto literario de Droguett y principalmente deja traslucir una actitud crítica frente al “relato histórico de Chile”.

Conforme a la hipótesis que venimos sosteniendo, este texto modela, inicialmente, la relación que Droguett mantendrá con la historia a través de sus ficciones, principalmente las novelas de corte histórico, y los personajes que en ellas se desenvuelven. Esta relación es la de construir un mundo referencial anclado en un acontecimiento histórico, pero proponiendo problemáticas de carácter universal que inquietan y configuran a los personajes. Algunas de esas temáticas son —como lo advierte Ignacio Álvarez— la “violencia como rasgo estructural de nuestra historia”, “la negación del olvido” —como lo estudia Soledad Bianchi— o la representación del trauma y la experiencia, como proponemos en este artículo: problemáticas que circundarán y atravesarán toda la poética del autor.

Sin embargo, Los asesinados del Seguro Obrero antes que ser la crónica de un hecho histórico es, en el sentido estricto del término, según sostenemos, la poetización y reflexión del acontecimiento que quiere “re-construir, re-vivir, re-coger [...] no con la punta de sus dedos, sino con sus dos manos” la sangre derramada en aquella fatídica jornada[13]. Al sostener esta consideración nos plegamos a lo que Luis Iñigo Madrigal ya había advertido en un acucioso trabajo sobre este texto. El investigador afirma lo siguiente:


El carácter de crónica del texto es cierto en cuanto se refiere a hechos de actualidad, coetáneos al narrador y al lector, su carácter literario, ‘novelesco’, surge por fuerza de la especial situación narrativa que en él se establece y desarrolla tanto en lo que tiene relación con la figura del narrador, como en la apelación directa a un lector ficticio (en rigor; a un grupo de lectores) que comparten con el narrador el conocimiento del mundo o aún le superan en él[14].


Es por ello que al comienzo de este apartado pusimos en cuestionamiento que la experiencia del escritor, al ser espectador de este hecho, revele una articulación referencial del texto con el hecho histórico. En ese ámbito consideramos que la experiencia es un componente que adquiere ribetes universales para dotar de sentido humanitario al hecho histórico y para ello Droguett se vale de ciertas estrategias literarias que a juicio de Ignacio Álvarez serían “la despolitización del acontecimiento, su presentación bajo formas arcaizantes y su interpretación universalizante”[15]. Estas estrategias no solo caben para la crónica Los asesinados del seguro obrero, sino que estarán presentes, en diferentes medidas, en casi toda la obra que en adelante escribirá Droguett.

Sin embargo, la noción de experiencia bajo la que sostenemos esta investigación debe ser apuntalada, ya que reboza de múltiples significados y consideraciones a lo largo de la historia. Si bien hemos propuesto que Droguett basa su proyecto literario en una experiencia que no es esencialmente pragmática, lo que queremos decir es que a través de ellas busca un nuevo sentido a la historia e intenta representarlo a través de sus ficciones. Esto viene a explicar el hecho de que su participación en determinado acontecimiento histórico, como espectador, y que sus “experiencias de infancia” impacten en su proyecto literario a partir de una experiencia entendida como una vivencia liberada de la reflexión. Vale decir, el conocimiento empírico y de experimentación que posee Droguett sería solo un estadio previo en su poética, la cual le otorga una concepción de la realidad con la que configura su universo ficcional. Por lo tanto, la noción de experiencia con la que emparentamos a Droguett para desarrollar estas reflexiones estaría ligada, más bien, a lo que Martin Jay entiende como una “intersección” entre “el lenguaje público y la subjetividad privada”[16]. En otras palabras, la experiencia en el proyecto literario de Droguett se expresa a partir de una dimensión compartida entre espacio cultural, histórico, y “lo inefable de la interioridad individual” y a través de dicha intersección puede volverse accesible para otros “a través de un relato ex post facto, una suerte de elaboración secundaria [...] que la transforme en una narrativa llena de sentido”[17].

Lo que señalamos en el párrafo previo lo deja en evidencia Droguett en este texto inaugural cuando, en el prólogo “Explicación de esta sangre” incluido en el texto de 1940, declara lo siguiente: “Temo —y no quisiera desmentirlo— que estas páginas que ahora escribo vayan a resultar una explicación de mí mismo. No importará. Lo que publico, después de todo, lo escribí porque lo sentí bien mío, íntimo de mi existencia, hace un año, cuando fue hecho”[18]. Con esta explicación Droguett reafirma aquella intersección de la experiencia entre una dimensión pública y una dimensión privada, pues declara abiertamente la intimidad desde donde habrá de enunciar cierto parte de su relato del que “no ha querido cambiar nada”. Bajo la consideración anterior, la desolada infancia que Droguett narra en múltiples relatos autobiográficos se condensa con diferentes factores externos e internos que el autor irá adquiriendo tanto en su investigación histórica para optar a la carrera de leyes y el trauma, o shock si se quiere, que le provoca el haber sido espectador de aquél funesto episodio en el que decenas de jóvenes nacistas fueron asesinados en el año 1938.

Cómo narrar el trauma pareciera ser una de las inquietudes latentes que el escritor proyecta en su narrativa. No obstante, no es un objetivo que declare abiertamente, ya que las complejidades que atañen la representación de la violencia y el trauma son de gran complejidad, en la medida que en este caso se relacionan directamente con un tipo de violencia histórica que no es incidental. En una investigación previa (2020)[19], hemos visto que la representación literaria de una matanza, y su estudio, suscitan una serie de obstáculos y dificultades, debido a que se trata de actos de violencia extrema que problematizan las categorías usuales de conceptualización y representación de la realidad. La condición “extrema” de este tipo de violencia, para Carlos Pabon (2013), “denota un ‘más allá de la violencia’”, que sería constitutivo de este fenómeno y al mismo tiempo cuestionaría su racionalidad (33). Por ese motivo, la posibilidad de su representación queda en un marco de escepticismo bajo categorías como lo innombrable, lo irrepresentable, lo tremendo o la catástrofe, que se pueden aplicar a este tipo de matanzas o a otros hechos históricos con cualidades similares[20]. Para Luis Iñigo Madrigal, Droguett exacerba estos motivos a través del proceso de la amplificatio vertical relacionada con un locus communis. Ello quiere decir la integración de “pensamientos generales”, ya sean reflexiones “sobre el dolor, la sangre, la injusticia, la tristeza, la miseria, la muerte, las catástrofes”[21].

La matanza del seguro obrero sin duda cabe en este tipo de hechos históricos, del que emergen conceptos como violencia, trauma, memoria y, para el caso de Droguett, experiencia. De la convergencia de estos conceptos surge la crónica Los asesinados del seguro obrero, un libro que —como advierte Luis Íñigo Madrigal— tiene un “doble carácter inaugural” debido a que anuncia su Leit motiv y establece su poética[22]. Los avatares políticos, en cuanto historia particular, que circundan el hecho histórico del que se vale Droguett para construir su texto son revisados en trabajos previos (Madrigal, Álvarez, Lamas), pero resulta provechoso apuntar algunos aspectos finales en relación a la experiencia, el trauma y el proyecto de Droguett. Considero que, sin necesariamente ser el objetivo principal del autor, este texto inaugural en la poética de Droguett instala, de manera temprana, la problemática respecto a la inscripción de la violencia y el trauma a través de un texto literario. Sin embargo, esta problemática en cuanto se instala, ya sea de manera abierta o latente, abre complejidades en un espacio previo. Es decir, nos preguntamos por las formas de inscribir la violencia y el trauma en un texto, pero también nos situamos en la dimensión inicial que es la del shock y la experiencia (traumática) de quien es relator de, en este caso, el testimonio que supone el texto de Droguett.

En ese orden de cosas, el shock viene siendo —Benjamin de por medio— el impacto prelingüistico al que se enfrenta un sujeto. Dicho impacto, que no siempre tiene que ser negativo, accionaria el surgimiento de dos conceptos: trauma y experiencia o experiencia traumática. Esta experiencia, sin embargo, es única, irrepetible e intransferible. Pero la imposibilidad prístina de poder narrar dicha experiencia permite que existan varias y variadas maneras de acercarse al acontecimiento que ha provocado el trauma. En ese espacio de imposibilidades navega el proyecto de Droguett y para ello pone a disposición de su universo ficcional una serie de estrategias literarias que permitan “recoger toda la sangre chilena” que ha sido derramada en ese acontecimiento, otorgando sentido universal a un hecho histórico particular. Para ello urde un mundo ficcional en donde los personajes son artífices de experiencias que se proyectan al lector y en donde la historia es escamoteada muchas veces restándole la propia condición de historia particular. De ese modo, el shock particular se extiende a un shock social y extiende su magnitud para instalarse —como bien lo afirma Álvarez— en la memoria colectiva que, al parecer, según consignan ciertos historiadores, podría haber impactado en los eventos políticos de entonces, como sería la elección presidencial de Pedro Aguirre Cerda en el mismo año 1938 pocos meses después de haber ocurrido la matanza.

En definitiva, se podría decir que el testimonio que articula Droguett es letra viva y sus diferentes estrategias escriturales, como sea la universalización o despolitización de la matanza, fragua un sentido que tiene que ver con la dimensión humana de quienes murieron asesinados en el edificio del seguro obrero, antes que un sesgo político que reniega la condición de estos jóvenes nacistas criollos[23]. Para Ignacio Álvarez “la efectividad del testimonio está limitada por dos ausencias o imposibilidades radicales: imposibilidad de retomar en plenitud la experiencia que se quiere transmitir y ausencia del otro, a propósito de lo cual se narra”[24]. En ese sentido la experiencia “aunque se la desee completa y sin pérdida [...] solo puede transmitirse de forma diferida, aplazada, limitada, incompleta”.


4. Exilio y censura

La primera novela que publica Droguett es Sesenta muertos en la escalera en el año 1953. Dicha obra es merecedora del premio Nascimiento. Sin embargo, las décadas del cuarenta y del cincuenta del siglo XX fueron, según consigna la crítica, especialmente fructíferas en la escritura de Droguett, cuyos textos se publicarían más adelante[25]. La novela 100 gotas de sangre y 200 de sudor (1961), Patas de Perro (1965), Supay el cristiano (1967), El compadre (1967) y El hombre que había olvidado (1968) son novelas que permiten apreciar una poética iracunda y novedosa que definen al autor. El año 1970 será particularmente importante, ya que Droguett obtiene el Premio Nacional de Literatura, en cuya instancia competía con los escritores Alberto Romero, Fernando Alegría, Volodia Teitelboim y la escritora María Luisa Bombal, y en diciembre del mismo año obtiene el Premio Alfaguara por la novela Todas esas muertes (1970). El Premio Nacional de Literatura había reconocido un año antes al poeta Nicanor Parra, “declarado enemigo público de Droguett a consecuencia de la bullada taza de té del antipoeta con Pat, la mujer de Nixon, en abril de ese mismo año”[26], mientras que en el galardón español se posicionó como el primer latinoamericano en recibirlo. Tales premios le permiten al autor realizar un viaje a Europa en el año 1971. El año 1973 Droguett publica la novela El hombre que trasladaba las ciudades en la editorial Noguer, de España. Debido a las circunstancias que prosiguen en este año, dicha obra solo será reeditada en Chile en el año 2017 en la editorial La Pollera.

Si la matanza del seguro obrero ocurrida en 1938 fue el episodio histórico germinal que determinó el proyecto literario de Carlos Droguett, el impacto del Golpe de Estado ocurrido en 1973, año en que el escritor era vicepresidente del Instituto Chileno-Cubano de Cultura y Salvador Allende su presidente honorario, viene a ser el episodio que reafirma la posición y actitud crítica que el escritor mantiene con el relato histórico de Chile. Entre 1938 y 1973 el autor chileno consolida su proyecto literario y cultiva una voz personal, transgresora, que se instaló en el campo literario nacional y alcanzó espacios internacionales.

El Golpe de Estado ocurrido en septiembre de 1973 dibujó, además, un oscuro panorama literario y cultural en Chile y el impacto en el autor fue determinante para su escritura. Droguett debió pasar fatídicos momentos, ya que su hijo fue detenido en dos ocasiones. Roberto Contreras lo relata en lo siguiente términos:


Su hijo mayor Carlos, que estudiaba y trabajaba en la Universidad Católica, fue expulsado sin previo aviso, advirtiéndole que sería detenido. Peor suerte correría su hijo menor, Marcelo, quien sería detenido en dos ocasiones. La primera el 13 de septiembre a las ocho y media de la noche mientras escuchaban Radio Habana. Los cargos eran la supuesta participación del joven médico en la organización de hospitales clandestinos. Un tremendo despliegue policial que movilizaría a muchos funcionarios, civiles y uniformados, terminaría con su traslado a Isla Teja en Valdivia[27].


Por su parte, pocas semanas después de ocurrido el Golpe de Estado en Chile, Droguett se presentó “voluntariamente en las dependencias del Comité Pro Paz, organismo de ayuda humanitaria recién creado por el arzobispado de Santiago”. En dicho organismo realizó un trabajo anónimo de redactor y “vivió en carne propia lo sufrido por quienes participaron activamente de esa organización”. “Una tarea ardua, dolorosa, mezclada con la propia experiencia de tener a un hijo detenido, pero que le daría tema para desarrollar trabajos que alternaban su oficio de novelista” [28]. Droguett, junto a su esposa, sale al exilio en septiembre del año 1975, sus hijos habían viajado un año antes, con dirección a Italia y radicarse, finalmente, en la ciudad de Berna, Suiza. Su salida del país, sin embargo, no estuvo exenta de complejidades y tiene un escabroso desenlace que es relatado en el libro Sobre la ausencia (2007). En este libro se deja al descubierto la entrevista inédita que realizó Ignacio Ossa, un profesor de Literatura integrante del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario) y encargado de velar por la integridad de Droguett, en el mes de julio de 1975, y un cuento censurado del autor que fue publicado, finalmente, en la revista dirigida por el escritor español Camilo José Cela Papeles de Son Armadans en el año 1976[29]. Como anticipé, el desenlace es funesto, ya que Ignacio Ossa poco tiempo después de tal entrevista es detenido por agentes de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) y torturado brutalmente en el centro de detención Villa Grimaldi. Finalmente, el 10 de diciembre de 1975, un abogado del Comité Pro-Paz, “se enteró por casualidad en una oficina del Registro Civil que su defendido, Jaime Ignacio Ossa Galdames, había sido sepultado en una fosa común del Cementerio General”[30].

“Chile sólo podía ser narrado como una pesadilla, como una colección de masacres, como una ceremonia de la república profanada” escribe Álvaro Bisama en un ensayo dedicado a la obra de Droguett, y en efecto fue así[31]. Antes de salir del exilio Droguett había comenzado a escribir una novela en la que erigía un tribunal histórico; es decir, hacía justicia popular dando muerte a todos los personajes históricos, desde el descubrimiento del continente hasta la década del setenta del siglo xx. Los personajes eran, principalmente, a quienes Droguett consideraba que habían sido responsables de la sangre derramada en el país y el continente, llámense conquistadores, presidentes, políticos u oficiales militares. La escritura de esa novela se ve condicionada por el exilio y su redacción continúa fuera de Chile, pero con una diferencia, la escritura de Droguett, si antes era transgresora e impugnaba al lector, ahora se vuelve iracunda, rabiosa y violenta.

La novela, cuyo nombre definitivo será Matar a los viejos, es concluida por Droguett en la década del 80, y digo década, porque existen diferentes versiones durante ese tiempo. ¿Publicarla en Chile? Imposible. Por entonces, la editora de Droguett es una conocida en el mundo editorial: Carmen Balcells. La editora le informa a Droguett, en carta de 1982, que Seix Barral ha desistido de editar El compadre en su sello editorial y de reeditar las novelas Eloy y Patas de perro, debido a “impresentables erratas”, por lo que le pide nuevas versiones para buscar una nueva casa editorial. Por otro lado, la novela Matar a los viejos, cuyo título en uno de los manuscritos iniciales era Desgracias Personales y que estaba en manos de Balcells desde 1975, es desestimada por la editora mientras no la “aligerara” y debido, también, a que la novela llevaba un epígrafe que se consideraba inoportuno: “A Salvador Allende, asesinado el 11 de septiembre de 1973 por Augusto Pinochet Ugarte, José Toribio Merino Castro, Gustavo Leigh Guzman y César Mendoza Durán”. Droguett, el mismo año 1982, se pone en contacto con Gustavo Domínguez, otro personaje del mundo editorial, director de ediciones Cátedra, y entre ambos llegan al acuerdo de prescindir de Balcells. Sin embargo, las negociaciones son infructíferas, a pesar de que se le había enviado el contrato a Droguett y este había enviado el manuscrito para las pruebas de corrección, debido a los problemas comerciales que esto pueda conllevar en las inversiones que Editorial Cátedra proyecta en Chile y “la muy posible dificultad de entrar con esta obra en los otros países del cono sur a causa de las dictaduras imperantes”. Por otro lado, los altos directivos de la editorial “consideraron inapropiado publicar una novela de índole antidictatorial”. No obstante, Domínguez, un año más tarde, insistirá con la publicación de la novela y deja el manuscrito en editorial Júcar de Madrid, quienes no tienen inconveniente en publicar la novela con la condición de no incluir la polémica dedicatoria. Sin lugar a dudas, la respuesta de Droguett es negativa y la novela no se publicará hasta el año 2001, de manera póstuma, en la editorial LOM de Chile[32].

La bullada novela representa el eslabón final de la obra droguettiana en la que plasma el desencanto y la violencia histórica que cada cierto tiempo adquiere un rostro. En ella construye una catarsis de violencia, un corte radical de sentido, en la que los jóvenes son llamados a refundar un país y una historia que solo puede ser vista por Droguett como una gran tragedia. Tal novela reúne, de algún modo, toda la obra anterior del escritor desde la crónica de 1940 en la que declaraba, en el prólogo, su intención de recoger toda la sangre que hasta entonces había sido derramada, un proyecto que siguió fielmente en cada uno de sus textos.


5. Notas finales

El trauma y las experiencias vitales, históricas, políticas y editoriales, que debió pasar el autor, finalmente, fueron hitos que determinaron su escritura y dejaron traslucir, por medio de sus obras, una visión trágica de la historia y una búsqueda eterna, a veces errática, sobre cómo dicha experiencia, o dicha tragedia, puede adquirir sentido en el texto literario. Una búsqueda incesante que encuentra sentido en la tesis de Cristopher Menke cuando señala que la tragedia “nos es coetánea” y que nuestro “presente es trágico”[33]. Y Droguett, que es un escritor moderno, reconoce que, tanto en la ficción como en la realidad, cuyos límites en su obra en ocasiones parecen difuminados, la experiencia de la tragedia está presente y “tendrá actualidad histórica para nosotros si consigue actualidad estética mediante la forma trágica”. Una forma trágica de la cual Droguett se apropia para configurar su universo ficcional que reboza de violencia histórica y experiencias traumáticas. Pese a todo, Droguett es consciente de que tales experiencias no caben en la hoja escrita y, aunque no manifieste de modo tácito un interés riguroso por la problemática de la representación de la violencia, sí lo refiere en algunos momentos que supusieron un impacto para él, entre ellos, como se ha reiterado, el golpe de estado, momento en que el autor se dedicó a recoger testimonios de las víctimas y con ello la sangre derramada. Así lo declara en la nota explicativa del texto inédito Cacería de Mujeres:

Los escritores tomamos nuestros temas de la realidad. En lo que escribimos moldeamos esa realidad para que ésta se haga audible, para que sea recibida de cierta manera. Pero hay veces en que esa realidad es tan impactante, tan terrible que ya no cabe moldearla sino sólo entregarla tal como se ha recogido. Desde el 11 de septiembre en mi país se persigue, se mata, se tortura a todos aquellos que pretendieron soñar con un socialismo que pusiera término al hambre, a la injusticia y a la miseria. Ante estas muertes y estas torturas ya no es posible idear temas, hacer literatura, sólo queda recoger los testimonios de las víctimas o de quienes estuvieron cerca de ellas. Víctimas predilectas de los militares chilenos han sido las mujeres. De ellas recojo sólo algunos casos.[34]

El escritor no retornará nunca a su país, muere en el exilio en el año 1966, a los 84 años, producto de un accidente en “una escalera no señalizada en un museo dedicado a Sherlock Holmes cerca de las cataratas de Reichenbach” —según consigna Álvaro Bisama—. Su esposa había fallecido siete años antes que él. El impacto y el trauma que provocaron los diversos hechos históricos que he referido a lo largo de este artículo nunca amainaron la necesidad vital de escribir que profesaba Droguett. Y, a pesar del escepticismo en cuanto a la representación de estas experiencias y estos traumas, Droguett al parecer asumió la imposibilidad de tal empresa, pero se dio a otra que consistía en la creación de nuevas experiencias a través de la literatura y conforme a ello no dejo nunca de escribir y así lo declara en aquella entrevista clandestina de 1976.

En ese sentido le digo, que para mí, fuera de los crímenes, de las violaciones de las mujeres, de los fusilamientos de los niños menores de catorce años, de las torturas a que han sido sometidos obreros, estudiantes, profesionales, médicos, abogados, periodistas, escritores, músicos, pintores y tanta gente anónima y tanta gente que no ha tenido siquiera la posibilidad de decirlo, conforman esta época. Y estos personajes, a mí modo de ver, como escritor son, fuera del infierno que estamos viviendo, una novela o dos novelas o diez novelas o veinte obras de teatro o trescientos poemas que hay que escribir, no creo que yo los escriba, pero que las generaciones de hombres escritores, suscribo entre los hombres escritores a las mujeres artistas, también por supuesto, quienes tendrán que recoger esta herencia que nos están dejando los asesinos de mi país, actualmente en el Poder (cursiva nuestra).[35]

Actualmente la mayor parte de sus manuscritos se encuentran en el Centre de Recherches Latino-Américaines de la Universidad de Poitiers. Específicamente en lo que se llama “Archivo Carlos Droguett”. En las dos décadas que van del siglo XXI su obra ha sido redescubierta y se han publicado de manera póstuma algunos libros inéditos como La señorita Lara (2001) en editorial LOM o Según pasan los años. Allende, compañero Allende (2019) en editorial Etnika. También han sido reeditados otros como El hombre que trasladaba las ciudades (2017), El compadre (2018) y El enano Cocorí (2019), todos ellos en editorial La Pollera. También ha sido reeditada, actualmente, la novela Sesenta muertos en la escalera (2020), su primera obra publicada en editorial Nascimiento (la misma en la que se publicó la primera edición) con un prólogo a cargo de Fernando Moreno, quien además prepara una edición crítica del texto que inaugura la poética del fallecido escritor chileno Los asesinados del Seguro Obrero cuya publicación está prevista para el año 2021.



 

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Notas

[1] Bianchi, Soledad, “La negación del olvido: Hacia una poética de Carlos Droguett”, en Coloquio Internacional sobre la obra de Carlos Droguett, Poitiers, Centre de Recherches Latino-Américaines, 1983, pp. 25-32.
[2] Droguett, Carlos, Materiales de construcción, Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2008.
[3] Bianchi, Soledad, “La negación del olvido... op. cit., p. 25.
[4] Barthes, Roland, El susurro del lenguaje: más allá de la palabra y la escritura, Barcelona, Paidós, 1987.
[5] Droguett, Carlos, Sobre la Ausencia. Una conversación clandestina, un relato censurado, Santiago, Lanzallamas Libros, 2009.
[6] Ibidem, p. 29.
[7] Droguett, Carlos, Materiales de construcción... op. cit., p. 17.
[8] Bisama, Álvaro, “Carlos Droguett. Todo esto ha pasado y volverá a pasar”, en Dossier, 44 (2020), pp. 4-18.
[9] Proyecto Patrimonio, “¿Por qué se enfría la sopa?”. «http://letras.mysite.com/cdro140417.html» [Consultado el 7 de junio 2020]. Publicado originalmente en Cuadernos Hispanoamericanos, 308. Madrid, 1976.
[10] Ibidem, s/p.
[11] Ibidem, p. 7.
[12] Para una revisión de las diferentes versiones o variantes de este texto revisar el texto de Iñigo Madrigal “Los asesinados del seguro obrero 1939-1972”, publicado en el libro Propios y Próximos. Estudios de literatura chilena (2013) del mismo autor y el artículo de Álvarez, Ignacio, “Los asesinados del seguro obrero y las formas de la historia,” en Revista de Humanidades, en 2017.
[13] Bianchi, Soledad, “La negación del olvido... op. cit., p. 27.
[14] Iñigo Madrigal, Luis, Propios y próximos: estudios de literatura chilena, Santiago, LOM Ediciones, 2013, p. 76.
[15] Álvarez, Ignacio, “Los asesinados del seguro... op. cit., p. 12.
[16] Jay, Martin, La Crisis de la experiencia en la era postsubjetiva, Santiago, Universidad Diego Portales, 2003, p. 22.
[17] Ibidem, 22
[18] Droguett, Carlos, Sesenta muertos en la escalera, Santiago, Nascimento, 2019, p. 7.
[19] Vidal Barría, Cristian, Matanzas Fundacionales. Las masacres de obrero en la novela histórica hispanoamericana, tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2019.
[20] El uso de estas categorías es utilizado por Fernando Reati (lo innombrable), Jacques Semelin (lo irrepresentable o inexpresable), Sergio Rojas (lo tremendo) y Henry Rousso (la catástrofe) en sus variadas investigaciones. Los contextos a los que refieren estas categorías son episodios históricos de diversa índole, pero tienen en común el uso de la «violencia extrema», como es el caso, por ejemplo, de dictaduras o genocidios.
[21] Iñigo Madrigal, Propios y próximos... op. cit., p. 78.
[22] Ibidem, p. 75.
[23] Ver Álvarez, Ignacio, “Los asesinados del seguro... op. cit.
[24] Ibidem, p. 25.
[25] Según se consigna en los diferentes estudios sobre la obra de Droguett (Noriega, Coello, Suazo, Contreras), el autor obtuvo, de la investigación que realizaba para defender su título de leyes a finales de los años treinta y comienzos del cuarenta del siglo XX, “el material literario con que daría forma a sus llamadas novelas históricas: Supay el cristiano, 100 gotas de sangre y 200 de sudor, El hombre que trasladaba las ciudades” publicadas, más adelante, en la década del sesenta.
[26] Droguett, Carlos, Sobre la Ausencia... op. cit., p. 9.
[27] Ibidem, p. 10.
[28] Ibidem, p. 12.
[29] El cuento “Sobre la Ausencia” fue publicado en la revista de Camilo José Cela Papeles de Son Armadans, editada en Palma de Mallorca, España, en dos secciones: ccxlvii/ccxlviii, de octubre y noviembre de 1976, respectivamente. También aparecería una segunda edición por Casa de las Américas, año XVI, n.° 100, enero- febrero de 1977, pp. 92-111. En palabras de Contreras es un “texto enrabiado y ofensivo sobre la Junta Militar, dedicado a la memoria de su amigo Ignacio Ossa”.
[30] El relato riguroso y documentado de este episodio es el que realiza Roberto Contreras en el prólogo, “Todos los crímenes son políticos”, del libro Sobre la Ausencia (2009).
[31] Como bien advierte Roberto Contreras, uno de los textos inéditos de Droguett lleva por título Cacería de mujeres, cuyo manuscrito es conservado en el archivo Carlos Droguett en Poitiers, Francia: “Comprende veinticinco páginas en las que se da cuenta de algunos de los casos más cruentos del período, donde habrían sido víctimas exclusivamente mujeres”.
[32] Las referencias de estos incidentes editoriales se encuentran documentadas en la correspondencia del escritor cuyos textos están alojados en el archivo Carlos Doguett en el Centre de Recherches Latino-Américaines en la Universidad de Poitiers, en Francia.
[33] Menke, Cristopher, La actualidad de la tragedia ensayo sobre juicio y representación, Madrid, Antonio Machado Libros, 2008, p. 11.
[34] Nota explicativa en el texto inédito Cacería de Mujeres, cuyo manuscrito se encuentra alojado en el Archivo Carlos Droguett de la Universidad de Poitiers, Francia.
[35] Droguett, Carlos, Sobre la Ausencia... op. cit., p. 30.


 

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Fotografia original de Armindo Cardoso.
Coloreada por Cristian Díaz Basualto



 

 

 



 

 

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Historia, experiencia y exilio: el proyecto literario del escritor chileno Carlos Droguett.
Por Cristian Vidal Barría.
Publicado en REVISTA HISTORIA AUTÓNOMA, (Universidad Autónoma de Madrid) N°19, septiembre 2021