La sombra que
camina
por Marco Antonio de la
Parra |
|
.....
Siempre tuvo tiempo para una conversación hermosa. Fue buen maestro y
hacía recuerdos como un manantial. Escribió desde la memoria y nadó así
contra la corriente del olvido consensuado de nuestro país. Dejó un
millar de proyectos en el camino que nos comprometen a todos, en
especial a sus compañeros de batalla, los escritores de la generación de
los ochenta, los alumnos de José Donoso, la generación de Skarmeta, en
fin, cuanto ser se hubiese puesto en serio a escribir en tiempos en que
se leía poco. Su historia es la de una herida. Fue protagonista,
exiliado, reflexivo, retornado. Enseñaba en la Católica, en la Diego
Portales, en la Finis Terrae. Mucha dramaturgia, mucha narrativa se le
debe. Su modo era el de los sombríos por muy luminosa que fuera su alma.
Su huella era tenue. Era su estilo, nada de figurón, firme y serio.
Cuando emergió en os medios no fue por el show sino por la demanda de
justicia. Su camino era el de las ideas. Su prosa pertenecía (pertenece)
a lo mejor de nuestras letras. Su alemán lo tenía sumergido en planes
respecto a la difusión de una de las mejores dramaturgias vivas del
mundo actual, la de Heiner Müller o Botho Strauss.
..... Volábamos desde México cuando se le velaba.
Mi madre me lo dijo por teléfono y nos quedamos mudos con mi mujer en la
sala de espera del aeropuerto. Ella le traía el último libro de Manuel
Rivas, el escritor gallego de limpia narrativa que compatimos en estos
últimos meses. Yo, otro libro de Daniel Sada, ese tremendo escritor
mexicano de las nuevas cepas cuya obra magna Porque parece mentira la
verdad nunca se sabe, ha tenido tremenda acogida en su tierra,
calificado como un nuevo Rulfo por autores como Elena Poniatowska o
Carlos Fuentes.
..... Su muerte fue una
conversación interrumpida. Interlocutor de Chile, dueño de una de las
bonhomías más honestas que recuerdo, escribió con una claridad
envidiable. La vez que me encontré con sus cuentos fue hace mucho tiempo
y era de esas escrituras que se echaban de menos en estos lares. Mi
mujer no se puede acostumbrar a la idea. ¿Quién podría hacerlo? La
muerte es un escándalo. Era un hombre joven y aún prometedor. Dejó
novelas inolvidables. Para él su mejor libro, Sombras que
caminan, no había tenido el reconocimiento que él esperaba. No se
quejaba de eso, lo compartía.
..... Lo
vimos en su lecho de enfermo la penúltima vez que sangró a raudales. Es
lo malo de sangrar de veras. La literatura sangra también y hace sangrar
pero en ficción, advierte de dónde viene el puñal, la herida, la
injuria. Nos entrega la sabiduría del peligro y nos calma la furia, la
culpa, la impunidad. Lo hizo, claro que lo hizo. En estos años
sentiremos su ausencia. Habrá que ponerse en su sitio. Ser fiel a su
ejemplo. Quizás eso es lo más importante.
..... Fue un autor ejemplar hasta las últimas
consecuencias. Como persona, autor y lector. Y hay que seguir su camino.
Su hermosa sombra se ha convertido en luz. Carlos, gracias.
en Revista de Libros de El Mercurio
27 de
octubre de 2001