Carne y metáfora
"El Desierto"
de Carlos Franz
Mondadori. Barcelona,
2005. 420 páginas.
Por J. Ernesto Ayala-Dip
Babelia, 3 de Septiembre 2005
Ganador del Premio de Novela
La Nación-Sudamericana, este libro de Carlos Franz se inscribe
dentro del trágico pasado del golpe de Estado pinochetista.
La historia de una juez permite al escritor chileno adentrarse en
las profundidades del razonamiento exterminador.
En todo proceso de aniquilación
humana, en todo proceso, digamos, premeditadamente calculado para
funcionar sin piedad y con una inimaginable dosis de razonamiento
exterminador, en todo proceso semejante el cuerpo, su vejación
y el éxtasis que provoca su
dolor, es carne y es metáfora. Desde el nazismo hasta las dictaduras
de Chile y Argentina, el dolor físico y la degradación
moral del adversario ideológico hasta su desaparición
final fue una práctica que no puede sino conducir a una pregunta
capital. ¿Cuánto dolor somos capaces de infligir en
nombre de una ideología o de una civilización, es decir,
en nombre de dos hechos de cultura? Me parece que El desierto,
la novela con la que el escritor chileno Carlos Franz obtuvo
el Premio de Novela La Nación-Sudamericana, indaga sobre esta
cuestión, no sin antes ofrecernos una historia de evidentes
connotaciones políticas, una página negra más
con la que nuestra borgiana historia de la infamia se enriquece.
El desierto es una especie de crónica
que se escribe en dos niveles. Un nivel en tercera persona donde se
nos narra el regreso del exilio de la jueza Laura Larco a Pampa Hundida,
un imaginario pueblo del norte extremo de Chile. Y un segundo nivel
introspectivo donde Laura le relata a su hija Claudia las causas de
una culpa que la hija exige que se le aclaren. Carlos Franz urde una
trama cruzada, siendo en una donde se nos relata el origen de la pena
y los remordimientos de Laura, además de algunas descripciones
del horror del golpe de Estado pinochetista en Pampa Hundida; en la
otra se nos habla de la carta que Laura escribe a su hija de veinte
años. Es precisamente en ésta donde Franz deposita toda
la información crucial de esta tan cruda como brillante novela:
la culpa de Laura, la violación (del cuerpo de Laura en tanto
mujer, pero también en tanto representante de otro cuerpo,
el jurídico) que sufre en manos del militar que ocupó
el pueblo y decidió la vida y la muerte de sus habitantes.
Toda situación como la que vivió
Chile (también podría decirse lo mismo de Argentina)
genera una sospecha: ¿qué se sabía y qué
(y por qué, indudablemente) se hacía para parecer que
no se sabía nada? Éste es uno de los niveles de interpretación
de El desierto. Pero yo insisto en que su nivel más
problemático, más rico en conclusiones humanas desdichadas,
es el que nos relata Franz en la carta que Laura escribe a su hija.
Esa tan innombrable como obligada "intimidad" que se establece
entre Laura y su verdugo. Éste es un tema espinoso, tan abismal
como insondable, pero no por ello menos verosímil (o real,
si el lector quiere). Esta excelente novela de Carlos Franz se abre
con una frase de Nietzche en El nacimiento de la tragedia:
"Desde ahora, en cada alegría exuberante se oirá
un trasfondo de terror". Unas décadas después,
otro alemán, Walter Benjamin, decía que todo acto de
cultura lo es también de barbarie.