Proyecto Patrimonio - 2005 | index | Cristián Huneeus | Matías Celedón |
Autores |

 

 

 

Penúltimas palabras
Cristián Huneeus: Autobiografía por encargo
Epicentro Aguilar, Santiago, 2005, 151 páginas

Por Matías Celedón P.
Revista Universitaria, N°88, Septiembre - Noviembre 2005.

«Y hasta hoy, más escribo
cuando más siento que me pierdo»
AUTOBIOGRAFÍA POR ENCARGO

En un país dado a la mala memoria, resulta difícil seguir las pistas de un autor que no dejó una obra aclamada por sus contemporáneos. Lo que es una anécdota, pues la historia de la literatura a veces se escribe con siglos de retraso y está llena de casos como éste: escritores de vocación y oficio, con enormes aptitudes, pero tibios a la hora de satisfacer en su obra las expectativas de los lectores o la crítica. Suele ocurrir que son olvidados.

La complejidad de los textos literarios de Cristián Huneeus y su súbita desaparición hacen que al escarbar en el pasado reciente de la literatura chilena se hable más de su persona que de sus méritos de autor.

Respetado como un intelectual –querido y recordado, incluso– Cristián Huneeus nunca llegó a consagrarse como el escritor que anhelaba ser. De sus textos se sabía en conversaciones y librerías de segunda mano, pocos habían llegado a leerlo realmente y todavía eran menos los que salían airosos de sus intrincados laberintos narrativos.

Han pasado veinte años desde su muerte. Resulta curioso volver a hablar de él. El sello Epicentro Aguilar quiso dejar a un lado la cultura pop y volver a editar el texto que este autor chileno escribía en 1985, cuando un fulminante tumor cerebral lo pilló, a sus 48 años, incursionando en un género poco probable para su corta edad: la autobiografía. Como si hubiera conocido la fecha de su muerte de antemano y en un último gesto poético la hubiera hecho coincidir deliberadamente con el punto final del texto que es la historia de su vida. Pero lo cierto es que él no la sabía.

En la Revista Cauce de diciembre de 1985, al celebrar con pesar la primera aparición de la Autobiografía…, su amigo Enrique Lihn aclaraba: «La muerte prematura de Cristián Huneeus (1937-1985) no es, por desgracia, un suceso literario. Sí lo es la aparición inminente de su autobiografía por encargo en Pehuén editores». Un día de 1984 apareció Carlos Ruiz-Tagle y le dijo a Huneeus que por qué no escribía su autobiografía. Y así la hizo, por encargo. Desde 1977 vivía en Cabildo, provincia de Petorca. Había dejado atrás el portentoso Departamento de Estudios Humanísticos (DEH) de la Universidad de Chile, del que fue su director, para dedicarse completamente a su campo, a contemplarlo y administrarlo; los paltos le recordaban su historia y el apego innegable a su pasado aristócrata y al gris destino que parece asociado inevitablemente a la vida de algunos escritores.

Cultivaba el estilo como herencia de familia, pero se sabía «parte de las balas perdidas de la alta burguesía». Escribía crónicas y críticas literarias para revistas y periódicos (como Mensaje, Hoy, La Tercera de la Hora y La Razón, el vocero de la provincia de Petorca), o viajaba a algún lugar a dar charlas sobre D. H. Lawrence y otros autores de la tradición inglesa. En 1982, su novela Una escalera contra la pared fue seleccionada para el Premio Herralde de Novela; pasó desapercibida. Mientras tanto, recibía visitas de Nicanor Parra, Lihn y Jorge Edwards. También de jóvenes poetas como Diego Maquieira y Rodrigo Lira. Instalado en su campo, Huneeus formaba parte de lo que Mauricio Wacquez llamó (en un artículo del diario La Época, publicado en 1997) la «generación de los novísimos»: un grupo de jóvenes –incluido el propio Wacquez– algo menores que los próceres del «boom» pero en alguna forma emparentados con la generación del 50.

Su obra no era ponderada con el entusiasmo que acompañó a su primer libro: Cuentos de cámara, que publicó en 1960, a los 23 años. A los 48, ya tenía dos libros de relatos y cuatro novelas editadas. La más comentada, El rincón de los niños, tuvo «mucho éxito en los círculos vanguardistas, pero fue más bien rechazada por los mortales comunes (‘hermética’, ‘pretensiosa’, ‘ilegible’, ‘obscena’, ese tipo de cosas, tú sabes)», según el propio Huneeus le contaba en una carta a su amigo Tony Gould, incluida en Un amigo en Chile (el complemento, escrito por el inglés, que Epicentro Aguilar lanzó simultáneamente con Autobiografía…).

Tres meses antes de su deceso, confiado en que la cicatriz de su cabeza no había sido en vano y que el tumor ya no estaba, Cristián Huneeus caminaba por Cambridge junto a su tercera mujer y Tony Gould, esperando volver a Chile y ver impresa su Autobiografía por encargo. La particular ocasión que significaba escribir una autobiografía a los 48 años le daba la posibilidad de experimentar de nuevo; esta vez, transgredir el género en cuestión y escribir un recuento de su existencia sin caer en la solemnidad y el apego con que se suele revisar la historia personal después de una larga vida. Así, Huneeus pudo insertar su testimonio biográfico en la lógica a la que sometía sus experimentales ficciones: desarrollar un artefacto literario que lograra aprehender –aunque fuera por instantes– la inquieta y escurridiza esencia de la «identidad», sin que la captura implicara negarle esas características.

En sus obras anteriores, el ambicioso proyecto sucumbía a un hermetismo imbarajable, pero en Autobiografía... estuvo cerca de lograr su objetivo. Para resolver su obsesión de no poder alcanzar jamás una representación última del devenir de la identidad, adoptó una estrategia más simple y efectiva: no hablar de su vida, sino de sus intentos fallidos al tratar de escribirla. De esta forma, instalando un presente que se construía con la acción de múltiples y contradictorios pasados, hizo del narrador la única certeza bajo el tejido de historias que abrigaron su vida. Resulta inevitable pensar de qué manera Cristián Huneeus se vio sobrepasado por las circunstancias, y cómo éstas, más allá de su talento, pueden haber determinado su suerte en vida como escritor. Su historia está marcada por los numerosos subterfugios que ideó para abstraerse de las contradicciones existenciales que implicaba sostener, por una parte, su vocación literaria y académica, y por otra, la pertenencia al pasado y al presente de la oligarquía terrateniente y sus ideas.

El contexto político de aquella época –los años 60 y 70– exigía resolver esta encrucijada con convicción y militancia. Ante esto, Huneeus terminó encarnando la neutralidad y el desarraigo, refugiándose entre cuatro paredes: el campo (que lo acompañó desde su infancia, en el fundo Santo Tomás, y hasta la muerte, en Cabildo); la literatura («el dilema del arte contemporáneo es el dilema del punto de vista»); la academia (director del DEH en su momento de esplendor; Parra le diría en uno de sus artefactos: «esto es, muchacho, un palacio en medio de una población callampa»); e Inglaterra (donde vivió seis años preparando su posgrado en el Corpus Christi College de Cambridge y conoció a Tony Gould). Hasta hoy, parecía del destino que Huneeus nunca pudiera salir de esas cuatro paredes.


 

 


Proyecto Patrimonio— Año 2005
 
A Página Principal
| A Archivo Cristián Huneeus | A Archivo Matías Celedón | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Penúltimas palabras.
Cristián Huneeus: Autobiografía por encargo.
Por Matías Celedón P.
Fuente: Revista Universitaria, N°88, Septiembre - Noviembre 2005.