POEMAS
DE ESCOMBROS Y CENIZAS / POEMS FROM DEBRIS AND ASHES
Consuelo
Hernández
ALGO
HA PASADO EN ESTA CASA
Algo ha pasado en esta casa
por las puertas,
por las ventanas
por todas las rendijas
entra el ulular de las sirenas
el
dolor de víctimas de guerra
la rabia de los manifestantes,
el insomnio
del soldado fatigado
con cuatro días de desierto en sus espaldas
y
todos sus sueños suspendidos...
Algo ha pasado en esta casa
ya
no tengo paz en la pantalla
miro los árboles llorando llamas
y crujiendo
al sentirse destrozados
Algo ha pasado
y no sé cómo puedo
arrodillarme
he perdido la llave de mi cuarto
no hallo el descanso justo
en mi jornada
la cama se ha poblado de silencio
cerrar los ojos es martirio
que sofoca
todo es un túnel oscuro y sin salida.
Algo ha pasado
en esta casa...
EQUIPO
PARA LA GUERRA
Este canto de pájaros entre la nieve
lo
atraviesan balas y misiles
camino al medio oriente.
Surcan el cielo
helicópteros
que vigilan nuestros pasos
y en la tienda nos esperan
el
mercader de la guerra
con máscaras de gas,
equipos de emergencia
cintas
adhesivas para puertas y ventanas
y vacunas contra las imaginarias "armas
de destrucción masiva"...
Ya adentro en la casa
todo se
me olvida
porque la vida sigue.
RAZÓN TIENE LA GUERRA
La
brisa era ese manto invisible
cuya música sonaba en todos los oídos
sin
distinción de ciegos o de sordos
pero no aprendimos su lección
ni
la de la nieve, la de lluvia o la del sol
y por eso hoy (con)morimos con la
guerra.
DIALÉCTICA
DE UNA INFANCIA
Después de escuchar "Pied Piper Fantasy"
de Corigliano.
I
¡Oh refugio de
la paz perdida!
llegaban las ratas saltarinas de la noche
ni flauta, ni
flama suficiente
ruinaban, roían, rodaban en despeinadas tinieblas...
Los
gritos diluidos
en el rojo de tu rostro
anticipo de orgasmos y de iras
la soledad, visitante clandestina,
la vida contradicha
el miedo atrapado
en un pozo...
y el dolor alado
del instinto primordial encarcelado.
Las
ratas corrían con la noche tenue
trenzando el fuego
agonizaba el
viento
y se desplomaba el día entre huidizas sombras.
Sentías
las sombras sola
hilvanando en tus labios la palabra
la voz que la garganta
aún no suelta
y contabas las olas con los futuros barcos,
los viajes
espaciales, los aviones caídos.
Contabas sola, como siempre,
las
alas de mariposas quemadas en las llamas
los cantos de los grillos
el rebuznar
del burro
y el bramido de la vaca.
Y sin saberlo,
contaste los pasos
del último caminante
por los caminos de paz.
II
En tu vieja cama duerme todavía
el silbar de los vecinos
el silencio que llegaba a tu alma,
el mundo que desaparecía,
ese
volcán enorme que explotaba en mil ríos
mil colores, mil lavas,
las mil temperaturas
que rodaban por la noche inmensa...
La noche
era tu día
y las ratas se dejaban seducir por la flauta
y de nuevo
el silencio,
y la muerte pisoteando tus sueños.
LA SOBREVIVIENTE DE MASADA
¡Era
yo la sobreviviente de Masada!
Viví para contar la tarde de invasión
cuando
el viento traicionero
nos devolvió el fuego que lanzamos.
Por
temor a caer prisioneros
todos los míos se lanzaron al vacío:
una muerte colectiva por honor.
Yo permanecí tendida
muerta
me fingí con el rostro desnudo bajo el sol
esperando que saquearan
los bienes de mi pueblo...
Al verme viva
salí entre mis muertos,
bajé
de la montaña
y corrí a dar aviso
de lo que había
pasado en mi adoraba Masada.
Ahora que regreso y me cuentan
lo que
sé mejor que muchos libros,
disfruto del viento que sube como siempre
en remolinos,
alborotando el polvo que cubrió nuestros pies
y sirvió
de cobijo a nuestros huesos.
Yo soy la mujer que difundió la noticia
y dio el último adiós a sus mayores.
Hoy al descender
poco a poco de la cima
por este camino peligroso
en el que es más
difícil la bajada,
siento aún el cansancio
de ese perpetuo
frenar en mis rodillas ...
Aún tengo mi cuerpo adolorido
y el pecho
se me aprieta
al pasar por donde dejé muertos a los míos
a
salvo de la horda que quería esclavizarnos.
CONSTANTINOPLA
Desde este
cuarto del hotel Erboy
diviso la Mezquita Azul, veo la Hagia Sophia
el
palacio de Solimán el Magnífico
y aspiro el aire que sube por
la tarde
con olor a humo
y como cortina se tiende
sobre tantas civilizaciones
desaparecidas.
Busco rescatar en cada huella
la magnífica historia
enmohecida
intento arrebatarle a esta atmósfera
un ápice
de su escondida grandeza.
Me reconozco en Estambul
pero en Constantinopla
estoy
recorriendo la catedral de Santa Sofía
donde saltan dos delfines
viajando en direcciones opuestas
(primera analogía de mi destino)
separados
por el tridente de Neptuno.
Aquí estoy... aquí estuve...
y
me cuesta trabajo recordar
en la cárcel de quién mi cuerpo cobraba
movimiento
a qué sangre dio aliento mi alma
a qué idea serví,
a quién me uní
en ese lejano circo de emperadores fieles
y
conspiradores.
No sé si conservé mis dos ojos
o si a la
hora de mi muerte
sólo cayeron mis párpados
sobre las cuencas
truncas y vacías.
No sé si mi lengua moduló palabra
hasta
el final de sus días
en el cuerpo que la llevó en vida
o sólo
era un muñón entumecido
con cierta débil memoria de adobados
sabores.
¡Magnífica era de crueldad!
Todo lo acepté
por
la creencia en un orden
más allá del tiempo y los humanos
fuera
de la lógica y los cálculos.