Navidad
y Matanza de Carlos Labbé
Periférica,
Cáceres, 2007
La
novela: instrucciones de uso
Por
Antonio Jiménez Morato
http://vivirdelcuento.blogspot.com/
He
leído ya muchos acercamientos a la novela de Labbé, y, como me sucede
casi siempre, tengo la impresión de que muchos de ellos no han leído
el libro. Sus textos parecen apuntes impresionistas, apenas comentarios de un
par de detalles del texto, del tono general de la historia. Creo que hay que volver
al libro, leer el libro, para poder entenderlo. Para poder, al menos, asumirlo.
En la página 157 del mismo aparece la descripción que nos regala
el propio autor:
Es un juego. No una
novela.
No hay historia. Sólo reglas.
O,
lo que viene a ser lo mismo, el lector no debe transitar por las páginas
que lo componen buscando una historia, una estructura novelesca, sino que debe
entrar en un tablero en el que tan sólo existen unas reglas: avanzar saltando
las casillas que nos permitirán entender una historia u otra.
El
lector va cayendo en una serie de casillas del tablero, observen que los capítulos
no siguen el orden habitual, sino que son una sucesión de números
sin orden aparente: el de las casillas en las que ha ido cayendo el narrador -¿el
lector?- para leer -¿vivir?- una historia u otra. No es casual que en la
dedicatoria del libro se aluda a los que intentaron llegar a la última
casilla.
¿Y qué se va encontrando ese jugador a medida que
avanza por el tablero? Pues varias historias: la de un grupo de estudiantes de
ciencias aficionados a la narrativa que aceptan formar parte de un experimento
con hadón y que escriben una novela a catorce manos, la de un periodista
que investiga la desaparición de dos hermanos durante una exclusiva celebración
en la costa chilena que termina con un éxtasis de odio producido por la
misma droga: el hadón, o la historia de un adolescente y su chófer
que se divierten robando toallas en las playas que visitan a bordo
de su Cadillac. Los personajes, los jugadores, que deambulan por el tablero junto
al lector van cambiando de nombres, de personalidades, pero siempre tenemos la
sensación de que se trata de las mismas personas, de un juego de máscaras,
¿de rol?, en el que cada uno traza su historia ateniéndose tan sólo
a las reglas acordadas antes del inicio.
Por supuesto, como jugadores que
son, construyen un mundo ficticio en el que desarrollar el juego, y lo hacen a
través de numerosas referencias. Desde la novela de Chesterton, El hombre
que fue jueves, puesto que cada uno de los estudiantes que están escribiendo
una novela que se envían por correo electrónico acepta usar como
máscara uno de los días de la semana, hasta la obsesión paidófila
de Lewis Carrol y su Alicia –así se llama la pequeña de los hermanos.
Pero también aparecen Edgar Lee Masters y su Antología de Spoon
River, y no desdeña la cultura popular que le permite elaborar escenas
orgiásticas o enclaustramientos experimentales del tipo de los que vemos
en muchos filmes de ciencia ficción o anticipación –al fin y al
cabo toda historia de anticipación habla del presente y toda ficción
histórica habla del futuro.
Pero, y ahí es donde radica la
verdadera novedad de la novela de Labbé –porque los experimentos constructivos
y la concepción de la novela como juego tiene ya algunos años, más
que yo como mínimo-, lo más interesante de este libro es el modo
en que espera llegar al lector. Todo aquel que se centre en la reconstrucción
del puzzle se está desviando del verdadero objetivo de la novela, que es
poner en duda el mundo en el que nos movemos –plantear serias dudas sobre la diferencia
que exista entre ficción y realidad- mediante la experimentación
de esos vasos comunicantes. No tanto enunciarlos, aludir a ellos como lo haría
un periodista, o tratar de analizar sus mecanismos y causas, como haría
un científico, sino construirlos ante el lector para que este transite
por ellos. Si Navidad y Matanza es un juego, un tablero por el que discurrir,
la labor está más que conseguida, puesto que vamos viviendo poco
a poco esa experiencia del juego –no creo que las similitudes con los juegos de
rol sean casuales- y nos sumergimos en el mundo que se nos propone, en el delirio
sin sentido de la celebración del alto copete que sirve como excusa de
una de las historias, en el sórdido mundo de los Vivar, en las ambiguas
relaciones entre los personajes, en la aparición de seres extraños
y fantásticos como unas sirenas, en el desdoblamiento de los personajes.
Todos esos recursos, sabiamente administrados, levantados como edificios ante
el lector, nos permiten contemplar, vivir, esta historia de un modo único.
Uno no lee este libro, lo vive, lo transita, y ahí reside lo radicalmente
novedoso de la propuesta de Labbé, un autor para el futuro con un presente
resplandeciente.