Un
libro leve y perfecto para leer como si fuera música
Por
Ximena Ceardi
El Mercurio de Valparaíso, Domingo 3 de julio de 2005
Libro
de plumas de Carlos Labbé.
Colección Diccionario, Ediciones
B. Santiago, 2004. 174 páginas.
Carlos Labbé
vivió junto a su familia una década en Rancagua, rodeado de jaulas
y pájaros. El título de su libro, la sutil sustancia de la cual
está hecho y la gentileza de la "pluma" pueden tomarse como un
homenaje a esos días, como el recuerdo de algo similar al estado de gracia;
de esa soportable levedad del ser que aquí aletea entre la historia, el
discurrir incesante del monólogo interno y un par de concisos y perfectos
diálogos.
"Libro de plumas", dice la contratapa
de esta edición, "es una novela que se lee oyendo el canto de los
pájaros". En pocas palabras tenemos la historia de dos familias chilenas
-los Irizar y los Doublet- "alguna vez unidas por la amistad y los negocios,
y distanciadas luego por un episodio infame".
La novela es también
el relato de un día en la vida de Máximo Doublet, joven investigador
que se refugia en la Biblioteca Nacional para darse a un triple juego: coquetear
con escolares precoces; recordar el amor sentido por las dos hermanas Irizar:
Josefina y Ana; y ubicar entre viejos y polvorientos libros los instantes trágicos
de la vida de estudiosos y sacerdotes anclados en antiguas épocas. Animal
pensante, Máximo se deja también llevar por la investigación
genealógica de un suicida y el recuerdo apremiante de su padre, el amante
de los pájaros, desaparecido recientemente sin dejar más rastros
que el trayecto de una bandada de loicas blancas.
Escasamente coherentes
entre sí, Labbé tiene el poder de hacer magia y transformarnos esta
maraña en un puzzle armónico, repleto de signos leves, de recuerdos
pequeños y sutiles que se entrelazan con episodios brutales de la historia,
manteniendo siempre ese tono menor, interno, contenido, leve y a la vez angustiante,
atrayente, fluido como el aletear de los pájaros. Forma y contenido, escritura
y trama, alcanzan así una perfección inusual en un escritor joven
y en una primera novela. Si dijéramos que el libro es brillante, pecaríamos
de exceso; el monólogo interno suele agotar aun en los buenos libros. La
presencia de diálogos precisos y supuestos extractos tomados de antiguos
manuscritos nos ayudan a la tarea del descanso. Es en esta combinatoria donde
Labbé demuestra maestría, como también en esa escritura que
no se siente, sino que se deja leer como el agua.
Es extraño, pero
resulta casi imposible encontrar defectos en este libro. Puede gustar o no. Puede
cansar y agobiar a los que esperan aventura, romance, claves secretas o auto ayuda.
Sin embargo, a los que sólo quieran gozar de buena literatura, Labbé
podrá sorprenderlos, así como en algunas mañanas sorprende
el canto de los jilgueros. Y es que este Libro de plumas tiene más
relación con la música que con la narrativa.