Publican “El arca”, animalesca antología de cuento hispanoamericano
Narradores esperan el diluvio
en un zoológico de bolsillo
Por Alfonso Cortínez T.
Las Ultimas Noticias, Lunes 4 de febrero de 2008
Escritos por
encargo, los cuentos
de este libro hablan
de toda clase de
bestias y bichos
raros.
Mientras aún resuenan
algunos ecos de la
bombástica Bogotá
39. Antología de cuento latinoamericano,
aquella selección de
autores menores de 39 años que
pretendía resolver la pregunta “¿Hacia dónde va la literatura
latinoamericana actual?”, en
Chile acaba de surgir una especie
de “Santiago 31”: El arca.
Bestiario y ficciones de treintaiún
narradores hispanoamericanos,
publicada bajo el recién nacido
sello Sangría Editora (ver recuadro).
El volumen, compilado por la
mexicana Cecilia Eudave y el
peruano Salvador Luis, tiene la
peculiaridad de ser un conjunto
de relatos escritos a pedido por
cada uno de los treintaiún autores,
a los que se les impuso la
condición de crear un texto en
que figurara un animal real o
imaginario, para confeccionar
así un equivalente libresco del
arca de Noé.
A cada autor se le asignó la letra
inicial de su bestia a elección.
El argentino Norberto Luis Romero
fue asociado a la A y aportó
con su cuento “Araña”. El
ecuatoriano Leonardo Valencia
tuvo que apañárselas con la Ch y
contribuyó con “Chanchos”. Y
así, sucesivamente: delfines, escarabajos,
maras, ñañarapus,
osos, quirópteros, rinocerontes,
serpientes, cocodrilos, etcétera.
Para la mayoría la elección
era pan comido: Álvaro Bisama,
por ejemplo, no tuvo problemas
con la letra G y escribió lo único
que al parecer se puede escribir
con esa letra: “Gatos”. A Alejandro
Zambra, en cambio, no
le era fácil escoger un animal
con Z (¿zopilote?, ¿zarigüella?),
pero finalmente salió airoso con
su relato “Zancudos”. Además
de esos dos escritores, la tripulación
chilena de El arca se completa
con los nombres de Claudia
Apablaza con “Pulgón” y de
Carlos Labbé con “Aguas abisales”.
A otros la suerte definitivamente
los hizo bailar con la fea:
el boliviano Edmundo Paz Soldán,
abatido por la difícil letra
W, cortó por lo sano y escribió
acerca del neobicho “W”. El
guatemalteco Maurice Echeverría,
corriéndose por la tangente,
se matriculó como “polizón”
del buque-zoológico y entregó
un relato sobre ningún animal: “La ruina que vino a Sara”.
Con esa particularidad metodológica,
la de desafiar a los antologados
al lúdico pero riesgoso
ejercicio de la escritura por
encargo, el libro esquiva las pretensiones
canonizadoras de las
antologías habituales de escala
continental, como la mencionada
Bogotá 39, de cuya sombra –para decirlo futbolísticamente–
consigue desmarcarse hasta
en la factura editorial: mientras
aquélla es elefantiásica, El arca
cabe en un bolsillo. Aunque los
autores son mayoritariamente
latinoamericanos y menores de
39 años, la inclusión de algunos
españoles y de un par de cincuentones
parece apuntar también
en esa dirección.
Guiones y Novelas
Carlos Labbé, uno de los
tres gestores del naciente
sello Sangría Editora, explica
que éste surgió literalmente
por hastío, en medio
de las incomprensiones de
sus trabajos en el caprichoso
campo editorial. “Estábamos
cansados de que
cuando proponíamos publicar
una fascinante novela
del año veinte nos miraran
con el entrecejo los mismos
que nos pagaban tarde, mal
y nunca para después decir
que nuestro trabajo estaba
lleno de erratas”, recuerda.
–¿Qué libros publicarán?
–Nuestros próximos libros
serán La sombra del
humo en el espejo, una novela
de viajes de Augusto
D’Halmar, que dará inicio a
nuestra colección Reserva
de Narrativa Chilena, y luego
un guión de Roberto
Brodsky, que por su parte
inaugurará nuestra colección
Escritura del Presente,
donde postulamos que los
guiones bien escritos e interesantes
pueden ser leídos
literariamente, como textos
perdurables.
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