.. Me
encantaron las casas, las papas fritas, las radios prendidas, pero no
porque yo quisiera ser popular ni marginal, sino porque quedé metido en
una realidad que no controlaba ninguna autoridad. En Cartagena me sentí
en democracia.
... Toda
mi poética está en estas calles con sus casas europeas destartaladas,
con palmeras y en playas chilenas. Me encontré con que todas mis
descripciones se habían concentrado en este lugar. Y después me di
cuenta de que nadie cuida esto que tenemos, que hechan abajo los árboles
y que hay un precio que pagar por la soledad.
LAS
PASIONES
... Sólo
entienden las pasiones los que las han vivido y no a todos les pasa. La
gente tiene miedo y prefiere la tranquilidad. Las pasiones se acaban.
Son dependencias y pérdidas de identidad, pero también son aprendizajes,
cursos intensivos.
... Uno
cree que van a ser siempre, o uno le pide a Dios que se terminen luego,
y cuando terminan las hecha de menos. En todo caso parece que he vivido
puras pasiones no más. No conozco ese otro que dura. A mí no me dura
nada. Me dura la literatura.
LA COMEDIA DEL
ARTE
... Mi
gran acción de arte, el primer boceto de esa novela, es que yo me vine a
vivir aquí. La comedia del arte tiene dolor, tiene humor y fue un
premio, porque es como si yo me hubiera puesto a barrer y a tapizar las
butacas en el escenario de una obra que iban a dar muchos años después.
Y hay amor por este escenario porque me acogió y yo le debo.
...
Entonces, como yo llegué a Cartagena primero y después mis personajes,
pude desplegar con más tranquilidad el amor que siento por los demás y
no me salió a pose decir que me gustan las viejas, las gallinas flor de
haba, los zapatitos y los moños, porque ¡por dios que he vivido entre
moños yo! No tenía cómo equivocarme y me fue bien. Y conseguí una fama
aquí, detrás de la cordillera, que se irá diluyendo con el tiempo como
la neblina. No importa. Fui famoso en familia.
SIN
HORARIO
... Me
resulta imposible imaginar a un verdadero escritor sentado todos los
días, de dos a cinco, frente a la computadora y levantándose después
para ir a tomar té con pasteles. Ahí nacen esas novelas asquerosas y
repugnantes hechas en la paciencia que después no hay paciencia para
leerlas. Para mí, escribir es muy difícil y puedo hacerlo solamente
cuando no me queda otra. Lo que pasa es que tengo muchas horas en las
que no hago nada, horas en las que estoy escribiendo sin la
mano.
CASI
NADA
... Soy
muy valiente pero tengo mucho miedo también. Porque me asusta la vida.
Encuentro seria la vida, la encuentro grave, importante, porque somos lo
que somos no más, y como somos casi nada y es lo único que somos, si
perdemos el casi nada nos quedamos sin nada. Entonces hay que mantener
esta casi nada todo el tiempo con conciencia del casi nada, y así se
hace muy difícil completar el día.
EL
MAREO
...
Pienso que los artistas son en el fondo muy poca cosa, gente muy
impresionable y muy hueca, porque son muy propensos a ser volteados por
fuerzas frente a las que no tienen defensas. Yo creo en el arte, pero
creo que el arte es ese mareo no más y que algunos lo tienen. Yo nací
mareado.
EL
TÚNEL DEL ARTE
... Hasta
los 50 años, que es el comienzo de la vejez, uno se ha capeado la vida
en el túnel del arte. Hasta ese momento has estado metiendo tus amores,
tus enredos y tus pasiones, todo ahí. Pero a los 50 años la cosa se pone
color de hormiga, porque el tema del deterioro es un denominador común
para artistas y no artistas.
...
Entonces no es crisis lo que viene: es una hecatombe. Empiezas a pensar:
bueno y ese señor que va por la calle y que tiene mi edad, ¡por Dios!,
debe estar tan preocupado como yo de la gripe y de la próstata. Y no hay
próstatas de artista ni cómo volver atrás. Entonces la vida te pregunta:
bueno, ¿y cuál es tu señora?, ¿cuál es tu casa?, ¿qué les has dado a los
demás?, ¿qué ha sido de tus hijos?
LOS
TIEMPOS
... La
escritura de una novela es un terremoto, un periodo de cataclísmo,
porque escribir una novela es en realidad vivir dos veces. Sólo cuando
lo vivido y lo escrito tienen la misma intensidad se produce la
verdadera literatura, y eso desata una lucha entre el tiempo real y la
urgencia del dictado que está atropellandose por salir. Ese tiempo es el
del meollo, del cusco de la palta: ahí está la obra. Después se pasa en
limpio y se corrige. Esa es la fase del enlucido de la casa y la de
aprender modales, pero es la otra parte, la del temporal, la
verdaderamente importante y ahí uno está solo.
... Esos
periodos de intensidad no pueden durar, porque quiere decir que esa
persona se salió de la realidad no un mes, sino cuatro, y no hay cómo
traerla de vuelta. Maupassant no se recuperó nunca; Schumann, que hizo
una música muy difícil de clasificar, no pudo volver. Lo mismo Pound o
también Mozart, que terminó absolutamente paranoico escribiendo un
réquiem para nadie. El decía que un enmascarado le golpeaba la puerta.
No se ha podido comprobar. ¿Qué estaba haciendo Mozart? El réquiem para
su propia muerte.Yo me defiendo todavía porque me quiero dar lapsos de
normalidad. Tengo la ilusión de poder viajar o dedicarme a mi jardín, de
descansar. Pero cuando ese descanso resulta menos intenso que lo otro,
uno puede decir me meto en esto y no vuelvo más.
CAMINO A LA POESÍA
...
Con La comedia del arte yo me metí ya no con el tema universal,
que es lo que define el intento del realismo, sino con el arquetipo que
colinda con la poesía. Esto me obliga a seguir adelante. No puedo volver
al realismo. Tengo que ir a una cosa nueva, contra los años, y es por
eso que estoy tan asustado: porque voy camino a la poesía.
A
MANO
... Si
pudiera escribir con el puro dedo, lo haría, porque necesito lo más de
mi cuerpo que pueda usar. A la computadora yo no la puedo agarrar a dos
manos y a mí me gusta la hoja. El tiempo y la sonoridad de la máquina de
escribir rompen mi organismo de escritor. Antes usaba un lápiz de mina y
después le hice una concesión a la lapicera fuente, que es actualmente
el único intermediario que yo tolero. El tiempo de la máquina de
escribir es el de la corrección, y ése sí se puede combinar mejor con el
diario vivir.
LA
CULTURA
... No
hay ningún pintor o escritor que yo conozca que haya inventado la
ampolleta ni el gas licuado. Entonces, cuando hay alguien que realmente
aporta algo, como Edison, Marconi, o cuando un novelista como Flaubert
instala su obra en el concierto de la tierra, eso es porque la tierra lo
necesitaba con hambre. No estamos para especulaciones ni conversaciones
de café. La cultura para mí está en la cáscara de la tierra, pero es muy
poco el avance cultural verdadero. Hay necesidad de que los escritores
nacionales tengan categoría y se hagan valer ante los lectores que los
requieren. Las editoriales tendrían que tener un cedazo más fuerte,
porque está de moda escribir, y si todos son escritores, ¿dónde están
los lectores?
EL
PERRO Y EL LORO
... ¿Cómo
voy a ir a Europa? Tengo un perro y un loro: ¿qué hago con ellos? Y les
debo harto, porque no son literatura. El perro me quiere como no me va a
querer otro. No tenía derecho a tener perro yo. Pero tuve perro y me
enredé. Es un problema grande. Estoy enredado con el loro. El loro me
quiere y me conoce. Dice mi nombre. Entonces yo no podría ser feliz en
París si sé que el loro va a estar diciéndole Adolfo a alguien aquí en
Chile. Porque el loro me ha acompañado diez años y no lo puedo hacer
leso.
MERODEAR
... A mí
me interesa ir del intento a la solución aunque sea fallida. Merodear y
merodear en torno a lo que yo quisiera hacer, porque nunca voy a llegar
a la perfección de una ola que dura un instante; a una flor, jamás. La
naturaleza me humilla de la mañana a la noche en todo: en su desorden,
en su belleza, en su fealdad.
LA
MUERTE
... El
ser humano siempre piensa que está donde no debe. Uno de repente se da
cuenta de que el lugar que eligió o le tocó es más feo, menos intenso y
menos entretenido que otros. Porque cuando a madame Bovary la convidaron
a ese baile de nobles en París, se dió cuenta de que la cosa era mucho
más divertida en otra parte. Los que se construyen casa, se cambian de
casa y viajan tanto están arrancándose de la muerte. Llega un momento en
que uno dice, como en el cuento de los tres chanchitos, "ya, aquí voy a
poner mi quiosco para que me lo sople el lobo". Lo único que puede
paliar esa traición tan grande que es la muerte es hacer algo que te
esté ocupando tan fuertemente como esa certeza. De lo que se trata es de
cómo jugarle a la muerte con una carta mínimamente
equivalente.
en REVISTA PAULA ; Abril de 1998
Pintura:
Couve visto por si mismo, en un autorretrato perteneciente a la
colección de Isabel Donoso.