"El
orate en su espejo" Poesía de Carlos Ramírez Soto
*
"EL ORATE EN SU ESPEJO":
GOTA DE SAL QUE HORADA EL DESIERTO
Jorge
Fernández Espino
Chiclayo, febrero del 2000
"Solamente
la nada hace
Honor al pensamiento"
Honoré de Balzac
"¿Qué
puede el hombre
Contra la locura de todos?"
Luis Cernuda
La
cuestión es que, en este deámbulo existencial, todos vamos dejando
algo en el camino; lo contrario ocurre (con anuencia de la pérdida) cuando
algún bardo decide llevarse el camino dentro; y pasan los tiempos y el
bardo no encuentra lugar entre las estaciones donde dejarlo.
El que sueña
sombras no goza de buena salud, dicen los que interpretan los sueños mientras
voltean la gastada
baraja; la bohemia gitana, zíngara, lee en los altos goces de la magia
recogida en Egipto, mientras reseña naipe tras naipe el anuncio de la huella
en la arena.
Acuclillado en el Ande, el anciano chamán esparce sus
hojas de coca en la piedra, para leer tino y desatino, mientras la gota suspendida,
diagonal, cede; y tanto va ella, repetida, que el anciano desnuda sus manos; parte
presuroso, báculo y oráculo en ristre, gritando que febrero come
la piedra, el espejo quedará sembrado hasta entrada la noche; bajo la luna,
lechuza, con su mar de nitrato de plata y de mil años de espuma.
En
el humo, vaho de la noche para los poetas, los indios americanos transmigraban
sus calmos poemas de cielo límpido, como sus miradas, que encendían
tierno fuego al elevado mensaje de amor a su amada; la triste manta sube y baja
describiendo el cielo en el paisaje ausente. Regido por la luna, presagio de péndulo,
el espejo acoge su íntimo límite, la fugaz presencia del bardo depositando
gestos imprecisos, sellos de papel, arañazos diversos de la humana fusión,
ávidas voces que emiten sombras de cóncavos lenguajes, señalándole
que la bruma, o la niebla, está vaciando, desde el fondo del caído
espacio, su nombre, y él siente que no es aún parte corpórea
del inicio de la imagen, que su mirada extravía buscando en el espejo el
derredor de su claustro, acusado de lirismo, enjambre en el acuario; los papeles
se mecen (aún no imaginados) con sus títulos, crispando la pelambre
del gato que salta aullante para delicia de la madrugada.
Carlos Ramírez
Soto y sus veintiún poemas, entre la varazón de libros y pinacotecas,
allí está, bajo el reloj de Desamparados: Martín Adán
entrando y saliendo de las salas de Siquiatría del Larco Herrera: Antonin
Artaud entre sus nenecas (como él llamaba a sus enfermeras) con sus hipodérmicas
de láudano para detener el dolor de su locura; Frederik Nietzsche, ebrio
en el espejismo de opio; y miles de pequeños enanos medievales enhebrándose,
desde Hieronimus Bosch hasta la oreja cortada de Vincent Van Goh. En el espejo
del cuadro, Dalí pinta a Gala; y el gato vuelve a saltar sobre la hoja
en blanco.
Cada hombre, cada forma de vida es, en esencia, una chispa de
la llama, un fragmento del indivisible, vestido con los ropajes de la ilusión.
Dislocado el hueso, Quijote
insiste en vencer sus molinos de viento, agua que da vuelta al espejo para que
las mieses lleguen a boca de Sancho, su otro yo. Anchurada Castilla, letra aún
no bien bebida, que cruza el oasis. La luz, el perpetuo movimiento, el verdadero
espejo de las sombras, reverbera en el desierto de la sed del camello, beduino,
tuareg, el espejismo deambula su certero camino, la arena, sal de la mar olvidada,
enarbola palmeras, dibuja ojos de agua y el peregrino bebe en ella su último
poema, secada la piel y la voz que atraganta la duna.
Acuáticos reptiles
estallan a la hora del sol. Carlos Ramírez Soto, al igual que Mersault,
el extranjero de Albert Camus, camina en la desértica estancia de su claustro
de poeta; lo pequeño se vuelve inconmensurable, un apacible disfraz de
dogo cuélgase de sus pisciano signo; veinticuatro bocanadas insalvables
de sus cigarrillos pueden matar su otro yo; las sombras que lo siguen desde el
infinito, vestidas de algas, de lámparas precarias, de naipes, tarot, dados
desusados y esa vieja alfombrada de ego, llanto y lagarto.
A veces el fuego
para el orate, es el auténtico cordel hacia el sueño, la modorra
que ronronea el gato al pie de los fogones; otras, el bullicio que desmesura la
ciudad en su colmena, el humano ardor que el sol calcina entre la estridencia
de los cláxones, donde el orate vocifera buscando espacio en su aullido.
El inconsciente, la consciencia y la supraconsciencia, en una unidad vivencial,
en términos de sicología, un todo con el calor y fuego de la iluminación,
irradiación de un todo. Allí el Satori, la "Raison D etre",
es una momentánea alineación de todos los vehículos con la
mente universal, que los usa.
Lejos de todo ello, en un lugar de la memoria,
algo devuelve (como tañido en la tormenta) trozos de cuento antiguo: "¿Por
qué envejeces y yo permanezco siempre joven? ¡Oh Dorian Gray!".
La luminosidad del agua invita a entrar en su jardín, en la caverna de
cristal en el apacible lago donde la imagen no está a la vista; y , entonces,
el orate, decidido, entra rasgando el viento que lo cubre, y se interna en búsqueda
de la otra orilla; tal vez es su momento de estrecha lucidez con el poema, con
la oscura hoja que lo espera tras el espejo para ser, con alguno de sus largos
sueños, inscrita en la vastedad de su piel, por donde ahora parte risueñamente.
Jorge
Fernández Espino (Perú, 1943) Artista chiclayano que cultiva
la pintura, el mimo y la poesía.
Estrenó el arte de mimo por
primera vez en Chiclayo en 1961. Ha viajado por diversos países de América
del sur (Ecuador, Colombia, Chile, Bolivia) y Europa (Francia, España,
Holanda, Suiza, Bélgica, Italia y Alemania) desarrollando su quehacer artístico.
Es miembro de la Asociación de Escritores Lambayecanos (ADEL) y presidente
de la Asociación Cultural "Amigos de Max Dextre".
Tiene los
siguientes trabajos poéticos -varios con el carácter de inéditos-
"Latitud Celeste","La Cadena Oleanda", "Zona Calcárea",
"En la Estación del Aire", Cenígraphos" y "La
Canoa Cardinal"
Carlos Ramírez
Soto (1943) Poeta peruano nacido en la Isla Lobos de Tierra (Lambayeque)
Ha
recibido la Diploma y Medalla de la Cultura en Poesía, otorgada por el
"Instituto Nacional de Cultura" - filial Lambayeque. Carlos Ramírez
Soto -el "chino", como cariñosamente lo conocen en el ambiente
literario- es uno de los fundadores de la "Asociación de Escritores
Lambayecanos" (ADEL).
Tiene publicados los poemarios "Ínsula
a solas" (1975); "La palabra entre las piernas" (1981); "El
Génesis" (1983); "En Carne Viva" (1984); "Concierto"
(1986); "Pinturas Callejeras y Otros Oleos" (1988); "Estampas monsefuanas"
(1988); "Festín" (1989); "Homenaje a Puerto Eten" (1990),
"Poesía de la mitología: Greco-romana" (1990); "Homenaje
a los marcianos", "Un cuento en navidad" y "Concierto para
cuerdas" (1991); "Cuando el Mar era Niño", "Letargesia"
(1995); "Matices" , "Laberinto" (1995) , "Caballo Peruano
de Paso"; "El orate en su espejo" (2000) y "Universo del ser"
(2003) entre otros. El autor aún mantiene inédito el poemario "Puerto
azul" -concluido en 1965- y que vendría a ser el primero de su obra
poética. Su e-mail de contacto es: carlosadel@hotmail.com