MI DEMONIO AL
ACECHO
Si todos caminamos con un loco,
Yo tengo uno, en mí,
más de la cuenta;
Locura en esta noche se acrecienta
Y vuélvese
lagarto lo que toco.
A veces, por la senda, me trastoco;
Y siento que,
mis dientes son de menta;
desplázame hacia ti en cámara lenta
Oh
calle que me apagas siempre el foco.
Entonces, por mi lar, se filtra un
río
Y me sacudo, en hondo escalofrío,
Cuando una mano fuerte
me atenaza,
Hasta hacerme volver a mis adentros,
Pues tengo tanto miedo
a esos encuentro
Con mi otro yo, o al diablo en plan de caza.
AUREOLA
DEL AUSENTE
El brazo con que hube socorrido
La pierna de mi hermano,
tan doliente,
Saltó desde mi hombro de repente
Y fuese a esconder
despavorido.
Es mío el artefacto, no he mentido
Ni vengo a averiguar
por un durmiente.
Les digo que saltó, como de un puente,
Y se alejó
de mí, sin hacer ruido.
Ahora yo lo advierto en mis arterias
Venir
corriendo con heridas serias;
y grita, cuando pasa por mi lado
Convulso
de saber que, allá en la puerta,
Hay un loco diciendo de la alerta
Por
la rabia del perro y su bocado.
HUIR
PARA VOLVER
A veces he querido liberarme,
Salir, así, de
mí; he irme lejos,
Mas suelen darme caza los espejos
De vidas anteriores
y entregarme
Al rudo conductor, para encerrarme
Tan dentro de mí
mismo, que los viejos
Reclusos me regalan sus trebejos
A cambio de que acepte
ya el desarme.
Mas, genes escondidos me provocan
De nuevo a escapar,
mientras dislocan
Mis huesos al azar y el celador.
Y así, tan
quebrantado, me sostengo
Para salir de mí, de donde vengo,
Huyendo
por el mismo corredor.
EL
LOCO QUE ME SIGUE
La figura de un hombre vistiendo mi ropaje,
De
mediana estatura, se pone a deambular
Con las piernas maltrechas, en desteñido
traje
Y brazos como aspas que suelen acosar
Por las calles extrañas,
en nuevos laberintos
A seres que intercambian el gesto, la mirada;
tal vez
los que atraviesan las vías son extintos
Y estoy cruzando sombras del
mundo de la nada.
Mas siento que el sujeto, al caminar me sigue;
Se para
y, cuando corro, de nuevo me persigue
Por tantos vericuetos, que el sufrimiento
abate.
Y veo, en mí, al extraño disgregarse en el suelo,
En
sorpresivo giro, rasgando oscuro velo,
Cuando, de mis adentros, aparece el
orate.
EL
SER DIVIDIDO
Acércome al espejo, silencioso,
Pues creo
descubrir a otro orate,
Saliendo del rincón a quien rescate
Desde
la eternidad honda del pozo.
Y miro que, en el vidrio, el fiel coloso
Se
encamina hacia mí, en el combate,
Pidiéndome, hasta ahí,
que bien desate
La cuerda que lo une con el coso.
Intuyo, sobre el vidrio
reluciente,
Los gestos de ese ser que está en el frente
Juntando
la otra palma con mi mano.
Y río, de placer, porque he encontrado
El
gozo del que está del otro lado,
En la dulce presencia de mi hermano.
SERES
QUE ME HABITAN
Locura vive en mí, pues me camina
De día,
en un lugar insospechado;
Conóceme el vecino, de éste lado;
O
el can que, por ladrarme, bien se empina.
A veces soy el gato que trajina
Los
techos, por un trozo de pescado;
La noche, con su luna, ha comenzado
A perfilar
lo agudo de su espina.
Entonces grito: ¡miau!, sintiendo miedo
Y
el perro se me lanza, cual torpedo,
De enfurecido hocico, a dentelladas…
Y
luego, salto yo, tendiendo un puente
Entre el dogo, que corre por mi mente;
Y
el gato, alborotando madrugadas.