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Apuntes sobre Trilce y poesía nueva

Por Andrés Urzúa de la Sotta



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En el fondo de todo intento de poesía nueva radica generalmente un hastío, ya sea con el devenir de la literatura o con la forma misma de la realidad. Más aún, pensar la realidad como un ente escindido de la palabra, como un espacio -si se quiere- autónomo y disociado de ella, no sería, valga la redundancia, real. Muy por el contrario, la realidad contiene –entre sus curvas y bemoles- a todos los discursos, incluida la palabra. En este sentido, en el fondo de todo intento de poesía nueva radica no sólo un hastío con y por el lenguaje, sino con y por la constitución misma de la realidad. En otras palabras, la realidad es, también, lenguaje, el cual, esperamos, pueda ser susceptible de sufrir modificaciones.

Al intentar, el poeta, cambiar la realidad –ya sea por nostalgia, tedio, furia, resistencia, esperanza o lo que fuere- descubre que en su pequeño dominio personal, que entre sus posibilidades más inmediatasestá, además de liberar a un par de moscas del rebote con los vidrios, la capacidad de modificar su propia lengua poética. Es decir, el poeta, resignado ante la imposibilidad de intervenir un presente que cambia más deprisa que el corazón humano, puede indagar en sus materiales cotidianos y buscar, como lo hiciera Vallejo, una expresión que dé cuenta de la sensibilidad nueva, que sea capaz de tocar los terminales nerviosos de la realidad y, por consiguiente, del presente:

“El telégrafo sin hilos, por ejemplo, está destinado, más que a hacernos decir “telégrafo sin hilos”, a despertar nuevos temples nerviosos, profundas perspicacias sentimentales, amplificando videncias y comprensiones y densificando el amor: la inquietud entonces crece y se exaspera, y el soplo de la vida se aviva”[1]

Ahora bien, ¿por qué todo este prefacio? ¿Por qué este delirio entre palabra y realidad, entre realidad y palabra? Pues bien, para acercarse a la obra de Vallejo, y más precisamente a Trilce y a las visiones de poesía que en ella se suscitan, es imprescindible pensar en el lenguaje como un reflejo de la realidad. Para Vallejo cualquier atentado y/o intromisión en la epidermis del lenguaje es una indagación en el presente. Entrar en las palabras y en sus formas es una manera de acceder a la realidad, de insertarse en ella y de agredirla, criticarla, celebrarla y/o siquiera referirla. La realidad y las palabras, entonces, son parte de Lomismo. Cuando se agrede la forma del lenguaje, cuando se altera y se invierte, se manifiesta la voluntad de invertir una realidad insatisfactoria, la cual, en el marco de las ciencias, del apogeo de la técnica y de la guerra, ha desembocadoen la brutalidad y en el vacío existencial:

XIII

PIENSO EN TU SEXO.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.

      Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y armonioso que el vientre de la Sombra,
aunque la Muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia,
pienso, sí, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.

      Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.

¡Odumodneurtse!

Un estruendo a estas alturas no es sólo mudo, sino que es un ¡Odumodneurtse! La inversión de las letras, los neologismos, las frases intercaladas, la abrupta inserción de mayúsculas y todas las "construcciones gramaticales superpuestas que tienden hacia una expresión atípica, agramatical, como hacia la desaparición del lenguaje" (Deleuze), declaran tácitamente la voluntad de subsanar o siquiera denunciar, a través de la alteración de la forma lingüística, la forma del presente.

Tras las impertinencias lingüísticas de Trilce se esconde no sólo la voluntad de dar con una sensibilidad nueva, como señala el mismo Vallejo en el manifiesto Poesía Nueva, sino algo mucho más hondo: un reclamo en contra de la realidad y del lenguaje, el cual –cómplice anquilosado- no ha sido capaz de dar cuenta del trasfondo de la realidad. Pues lo que está en entredicho no es qué palabra sale o entra del poema, ni qué temáticas aborda o no el poeta; lo que está en crisis, en el fondo, es la forma misma de la realidad y del lenguaje que la nombra, el cual, para Vallejo, debe ser desmantelado:

II

TIEMPO TIEMPO
Mediodía estancado entre relentes.
Bomba aburrida del cuartel achica
tiempotiempotiempotiempo.

                   Era Era.

Gallos cancionan escarbando en vano.
Boca del claro día que conjuga
eraeraeraera.

                   Mañana Mañana.

El reposo caliente aún de ser.
Piensa el presente guárdame para
mañanamañanamañanamañana

                     Nombre Nombre.

¿Qué se llama cuanto heriza nos?
Se llama Lomismo que padece
nombrenombrenombrenombrE.

En Trilce el lenguaje debe ser reiniciado, liberándose de la inercia y la vacuidad del presente. Vallejo es consciente que la palabra se ha vuelto incapaz de comunicar y el hombre incapaz de pensar.Para él es necesario emprender, casi en consonancia con Altazor, un viaje emancipador, capaz de des-automatizar la relación existente entre el hombre, el lenguaje y la realidad. Para ello piensa que la mejor manera de hacerlo es desencajar la fórmula habitual de la palabra, tensándola, haciendo que los hombres vuelvan a mirarla y, en consecuencia, a pensar. Por decirlo de un modo coloquial, Vallejo pretende despeinar la forma del lenguaje para despabilar a la tribu, una tribu acostumbrada al adormecimiento:

LXXV

Estáis muertos.

      Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos, muertos.

      Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que, péndula del zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que a vosotros no os duele. Os digo, pues, que la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.

      Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán impunemente se está uno muerto. Sólo cuando las aguas se quebrantan en los bordes enfrentados y se doblan y doblan, entonces os transfiguráis y creyendo morir, percibís la sexta cuerda que ya no es vuestra.

      Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quienquiera diría que, no siendo ahora, en otro tiempo fuisteis. Pero, en verdad, vosotros sois los cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino el no haber sido sino muertos siempre. El ser hoja seca sin haber sido verde jamás. Orfandad de orfandades.

      Y sin embargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida.

      Estáis muertos.

Pero este viaje liberador de la palabra muchas veces es también el reflejo de la prisión personal, de la incomunicación del presente y del más profundo vacío existencial. En el poema XXVII, por ejemplo, Vallejo señala: “Esta casa me da entero bien, entero /lugar para este no saber dónde estar”. Dichos versos, de un nihilismo casi propio del heterónimo de Fernando Pessoa, Alberto Caeiro, o del mismísimo Enrique Lihn, revelan que en el momento preciso en que Vallejo libera a la palabra de su subordinación al presente, da cuenta, también, de la prisión individual, transformando el lenguaje de Trilce, con toda su energía e insurgencia, en otro recinto más para el claustro.

 

 

[1]Breve Antología: Poesía Latinoamericana de Vanguardia (1920-1930). 2° ed. Buenos Aires: Sudamericana, 2006. p. 44. 





 

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