¿Qué hace la gata, la paloma y la potranca, cuando aparece
el hombre, o cuando debe irse?
Qué hace, sino disfrutar su esencia fémina.
¿Cómo plasmar en una hoja la grandeza humana o la inmensidad
de los seres?, ¿cómo atrapar las palabras si es algo
indefinible? Sólo puedo pensar en fragmentos, si es que algo
pudiera explicarse, si es que una mujer intentara definir una condición
tan mágica. Directo a mi mente se trasladan imágenes,
momentos y el presente y veo todo un aprendizaje matriarcal y siento
todas las féminas consanguíneas en cada progreso, y
en cada golpe aquellas hadas impresionantes que ninguna mañana
se negaron a levantarse, que no sintieron vergüenza al llorar,
ni se rindieron ante la frustración y a punta de fe vieron
irse las nubes, aquellas que vencieron el miedo y no se dejaron caer
con las críticas, aquellas que como hormigas fueron llenando
el hogar de flores, se desnudaron por vestir a sus hijos y a cada
detalle le fueron dando colores.
Seres minuciosos y enormes, complicados y sutiles, proveedoras de
armonía, sensibilidad y tibieza, aquellas heroínas de
la rutina, que tienden a pensar con el alma y por tanto permiten que
la vida ablande los extremos, aquellas únicas e inigualables que a!
cerrar los ojos , pueden ver lo que se esconde y oír lo que
grita el silencio.
Aquellas legendarias: leonas , lobas, potrancas, palomas o tigresas.
Aquellas que no apuran un placer ni demoran lo subjetivo, se deslizan
con una fuerza innata y una lucha inherente y prodigiosa, en su poder
de que todo se vuelve fecundo, vital y posible en sus manos llenas
de renacer, orden y lenguaje de estrellas, aquellas que a la hora
de amar hicieron de ello un arte y una verdadera entrega.