Menashe Katz es un pintor que, desde su exposición
Claroscuro (Galería del Cerro, 2002) viene llamando la atención
de la crítica. Su singular manera de pintar, sus "paisajes"
en blanco y negro o (claroscuros) que nos devuelven como radiografías
lo que somos (y lo que podríamos ser) han merecido la atención
de creadores y críticos tan destacados como Mario Fonseca y
Waldemar Sommer, entre otros. La exposición Excoriare,
de Menashe Katz, que da cuenta de su trabajo más reciente,
estuvo expuesta del 4 al 31 de agosto del presente año en la
Galería El Farol, de Valparaíso. La recepción
de su obra suscitó un conversatorio entre críticos y
estudiantes que convocó a los estudiantes y profesores de la
Universidad de Valparaíso a un panel donde estuvieron presentes
Margarita Schultz, profesora de Estética de la Facultad de
Artes de la Universidad de Chile, Jorge Polanco, profesor de filosofía
de la Universidad de Valparaíso, Damaris Calderón, poeta,
ensayista y profesora de la Universidad Finis Terrae y el propio autor.
El presente fue leído en dicho encuentro.
A PROPOSITO DE EXCORIARE , DE MENASHE KATZ
Quiero empezar contando una anécdota, una anécdota
que forma parte de una leyenda que vuelve, para ser contada, en tono
de cuento infantil o de balada muy vieja, por Margarita Yourcenar:
"Còmo se salvó Wan- Fo", pintor de la dinastía
Han, a través de un cuadro que había pintado.
Otra leyenda (la misma), nos habla de un pintor chino que pintaba
con tal vivacidad que un día, los caballos pintados por él,
escaparon del lienzo, galopando por los campos de arroz, y un espectador
sintió en la nuca una gota húmeda: los cuerpos empapados
de rocío de los caballos, que regresaban de los campos de arroz,
a la inmovilidad, a la fijeza del cuadro. Recuerdo esto porque me
ayuda a replantearme los límites del cuadro y de la pintura:
si esta termina o, por el contrario, propone una expansión
más allá del soporte visual concreto. Porque me interesa
ese momento del antes y el después de la forma que logra ser
retenida en el soporte.
Menashe Katz parte de la técnica de la mesotinta y sobre la
superficie de un negro inicial emplea distintas técnicas de
frotación y raspado, con elementos mínimos, para "sacar
luz". Ahora, este "sacar luz" no se consigue sin violencia:
sobre una materia que, inicialmente, no se controla, se raspa, se
araña, se lija y "sobre lo que queda", el residuo,
se pinta o se retoca. Una pintura entonces que, por supresión,
añade estratos de significados y que, bajo una aparente tranquilidad,
produce una especie de amenaza, de desasosiego.
La tela frotada, arañada, araña a su vez, como para
indicar que, así como en el lienzo concreto, lo que está
debajo y fuera de él, es también una superficie agredida:
manchas, montículos que podrían ser leídos como
rostros, como cuerpos, pétreos o en descomposición.
Hay paisajes "más explícitos", donde se puede
divisar alguna ruta o camino (no sabemos a dónde conducen)
sobre la superficie dañada. Y es como si la luz, que nunca
alcanza a ser "el blanco", "lo blanco", pues se
extrae por gradaciones de grises, no pudiera sacarse sin el rasguño.
En otros cuadros, donde sobre el lienzo se han aplicado telas, trapos,
que dejen su impresión y "absorban al negro", sin
la deliberación de la forma, aparecen o se develan elementos
que pueden revelarse como antropomórficos al ojo del espectador.:
abigarramiento de figuras: ¿humanas, inhumanas? Escombros,
chatarras, larvas. La monstruosidad se acentúa por la falta
de contornos y precisión de las figuras que remiten al expresionismo.
En los cuadros de pequeño formato, donde se ha aplicado sobre
el lienzo telas impresas que "comen" el color negro y dejan
su impronta, el antropoformismo sugerido se acentúa, y uno
podría aventurarse en una galería de personajes, que
nunca se definen ni se revelan del todo: rostros vendados que podrían
encarnar lo mismo a una momia que a un legionario romano; un viejo
o un rey, una mujer o un bufón. En todo caso, si hay una tendencia
a que las figuras se precisen o se insinúen más en este
trabajo, continúa la ausencia de rasgos y la tela, las vendas,
amordazan a estos "personajes".
Excoriare: Desollar, quitar la piel, dejando la carne al descubierto.
Estas son atmósferas que no pretenden, por innecesario, de(mostrar)
la desolladura. Muestran, sugieren, develan, señalan acaso,
en guiños oscuros, algo terrible e impreciso. Bajo una aparente
impersonalidad, una "tranquilidad" engañosa, tienen
una señal premonitoria, y la ausencia de patetismo, acentúa
aun màs lo terrible, que sobrecoge.
Pese a la diferencia de procedimientos, hay elementos de estos cuadros
que me recuerdan al Bosco, que me recuerdan a Munch, que me recuerdan
a Fidelio Ponce, que me recuerdan a Menashe , que así también
se crea sus precursores.
Esta pintura me recuerda lo que va a acontecer.
Estos no son paisajes- advierto. Estas son zonas de peligro.
Damaris Calderón.....................
27 de agosto, 2004....................