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Damaris Calderón:

YO TENGO LA CABEZA SIEMPRE PUESTA EN CUBA

Por Armando Chávez Rivera


ACH: -¿Qué condiciones familiares, de infancia o estudios influyeron en los comienzos de su vida intelectual? ¿Recuerda un momento específico de "iniciación"?
DC:-Un momento de iniciación: la soledad y la pobreza de un pueblo de provincias, Jagüey Grande, donde uno tenía que metamorfosear la miseria en belleza, el provincianismo en otros aires, donde Comala, Macondo y Yoknapatawpha me resultaban una especie de autorretrato, de radiografía del mundo en que vivía. Mi abuela, Ernestina Cedeño, no me llevó a conocer el hielo, pero sí guardó para mí los granizos de "la nevada" del pueblo. Los guardó en un refrigerador, cuando yo era niña, y me los enseñó a la vuelta del colegio. Creo que fue un momento iniciático. Mi abuelo Manuel me enseñó a leer en las nubes, él escribía décimas y, lo que era mejor, "improvisaba", cortaba los rabos de nube con un cuchillo o una tijera (cosa que nunca aprendí), como no aprendí tantas otras cosas de él, que era un hombre sabio.

Por la línea paterna estaba mi otra abuela, que leía de niña con un pomo lleno de cocuyos durante toda la noche. Creo que esas fueron mis mayores influencias; luego vinieron los libros. Y la necesidad imperiosa de transmutar la barbarie, la tristeza: allí donde mi abuela, medio ciega, cocinaba unos pollos dulces (porque no distinguía el azúcar de la sal), vacilaba caminando y se confundía, yo decía: "náyades, nereidas", como si pudiera conjurar y detener su ceguera y su posterior suicidio.

-¿Cuándo y dónde difundió sus obras por primera vez? ¿Qué temas considera que han sido constantes en su labor creativa?
-Mis primeros poemas y libros se dieron a conocer por primera vez en Cuba, Con el terror del equilibrista fue el primero, por Ediciones Matanzas, en 1987, y luego Duras aguas del trópico, en el 92, por la misma editorial, de la que forma parte mi pueblo, Jagüey Grande (que con el tiempo y los ciclones fue perdiendo los jagüeyes, por cierto). Después vino Se adivina un país, con el que gané el premio Ismaelillo, de la UNEAC, a los 21 años, pero que salió más de una década después, en Cuba. Otro poemario, Guijarros, que autoedité en La Habana, bajo un sello inventado e ilustrativo: "El Túnel". Más tarde, en Santiago de Chile, publiqué la segunda edición de Guijarros, y aparecieron Duro de roer y Sílabas. Ecce Homo, que ganó el premio de poesía del diario El Mercurio, en Santiago de Chile, y se reeditó posteriormente en Cuba, por Letras Cubanas. También hay un libro de textos y dibujos míos, artesanal, Babosas: dejando mi propio rastro, que vio la luz por Ediciones Las Dos Fridas, Santiago de Chile, y luego Parloteo de sombra, que publicó Ediciones Vigía, de Matanzas, y la reedición el año 2005, por ediciones Unión, de Duro de roer. Ahora acaba de salir, en México, por Ediciones El Billar de Lucrecia, de poesía latinoamericana, el poemario Los amores del mal. Muchas cosas han aparecido en antologías diversas en distintos países.

Sobre "las constantes" en mi labor creativa: otros podrán ver otras cosas, desde fuera, que yo no alcanzo. Yo puedo hablar de preocupaciones, de obsesiones, y en ellas están la figura de mi madre, que aparece en todos mis libros y es la madre cósmica y "mi madremadre", está la angustia existencial (lo cual es demasiado vago y generalizador) y está, más precisa, mi angustia de estar viva y la necesidad de darle una expresión a esa angustia con la precariedad de la palabra, la sílaba, el fonema, el balbuceo.

-¿Cuál es el proceso de preparación de una obra, las condiciones necesarias, los obstáculos mayores, los momentos definidos de su "rutina" creativa?
-No tengo condiciones propicias, rituales, a seguir, o "rutinas" creativas. Me ha tocado crear en las condiciones más diversas: desde el silencio albo de la página y la soledad deseable, hasta el ruido de un bar y la servilleta, a mano, para transcribir mis apuntes. Vivo (y escribo y dibujo y grabo) en pleno corazón de la Plaza de Armas, de Santiago de Chile, como antes trabajé en pleno corazón de La Habana Vieja, en Cuba. Desde allí, desde aquí, procuro trabajar como si se tratara de una celda conventual.

-¿Para qué público trabaja? ¿Cuál sería su público ideal? ¿En qué espacios ha difundido su obra? ¿Cómo han sido sus relaciones con el mercado?
-Trabajo para el público más laborioso, el más implacable, el más sabio: las hormigas, que caminarán sobre mis libros y mis huesos (de ahí se infiere también, creo, la difusión de mi obra y mis relaciones con el mercado).

-¿Le interesa la opinión de la crítica? ¿Hay algunas que escuche con mayor interés? ¿Establecería algún vínculo entre calidad de la obra, atención de la crítica, difusión, éxito de público?
-Primero: me interesa la opinión de las personas que amo y que me aman. Luego, la del hipotético lector desconocido; después, la "crítica especializada". No trabajo para el éxito, ni "para el gusano y el fuego". Ya le dije: para las hormigas.

-¿En qué sentido estima que debe estar orientada su labor estética, cultural y social? ¿Qué intelectuales y obras aprecia, en ese sentido, como referente?
-No soy yo quien deba (o pueda) decir en qué sentido deba estar orientada mi labor. En verdad, espero que no "se oriente", que se la permita fluir, interpretar, existir, desde la mayor libertad posible.

Muchos son los intelectuales que aprecio (vivos y muertos, de las nacionalidades y lenguas más diversas). Por remitirme sólo a la literatura cubana, o mejor, a autores cubanos, aprecio a Eugenio Florit, a los autores de "Orígenes" (especialmente a Virgilio Piñera, José Lezama Lima, Fina García Marruz y Eliseo Diego), a José Kozer, Lorenzo García Vega, Antón Arrufat, Calvert Casey, Reina María Rodríguez, Ángel Escobar y a los poetas de mi generación, muchos de ellos también mis amigos: Sigfredo Ariel, Laura Ruiz, Teresa Melo, Emilio García Montiel, Rodolfo Häsler, Carlos Augusto Alfonso, María Elena Hernández, Antonio José Ponte, Rita Martín, Alessandra Molina, por sólo mencionar a algunos.

-¿Puede vivir usted de su obra? ¿Cómo ha podido sostenerse económicamente?
-De mi obra, económicamente, no he podido vivir. Parafraseando a Enrique Lihn, he vivido de ella, por ella, ya que "porque escribí estoy viv(a)". Para sostenerme económicamente he hecho las cosas más diversas, podría enumerar un listado variopinto, pero citaré sólo algunos trabajos que me han "sostenido": editora de libros, correctora, guionista, directora y conductora de programas radiales y, en los últimos años, la docencia en universidades chilenas. He admirado (admiro) a Lorenzo García Vega por llevar un carrito de supermercado y descubrir (o confirmar) allí, por encima de los premios y las validaciones críticas, que él era un escritor.

-¿Cómo gravita emocionalmente sobre usted el hecho de vivir fuera de Cuba? ¿Podría revelarnos algunos recuerdos y/o nostalgias suyas que nos ayuden a imaginar cómo mira sentimentalmente hacia la Isla?
-Recordar: volver a pasar por el corazón. "Es mi corazón el país más devastado", dice Ungaretti. El mío tiene sus zonas de tala y sus flores desérticas, agazapadas. Los recuerdos son muchos y son como astillas, imposibles de enumerar.

Algunas nostalgias: la familia, los amigos, mis libros (mi biblioteca) de Cuba, la casa de mi infancia, el malecón habanero, el farol de la plaza del pueblo de Jagüey Grande, las manos de mi madre, siempre.

-¿Qué pudo haber quedado suprimido, transformado o erosionado de su sentido de identidad personal como cubano, por la distancia geográfica, el tiempo, las vicisitudes o la voluntad personal?
-Lo primero es la pérdida de la familia, de esa cercanía, de esa cotidianidad, de ciertos hábitos, aunque uno sepa y reconozca que la familia también es algo infernal, pero ese calor de infierno-infiernillo de la familia. De muchos amigos también. La interrupción del diálogo, lo difícil que se hace la comunicación de todo orden, desde el correo postal, la ausencia del Internet o el servicio inestable de los servidores (de los amigos que tienen Internet). Muchas veces me he sentido conectada al computador, preguntando por gentes, sosteniendo conversaciones, como si estuviera conectada a una máquina de respiración artificial.

Pero no creo que todo sea pérdida, el exilio es también (puede ser) un camino hacia la universalidad, se caen los fundamentalismos, los localismos, las visiones unilaterales, se "sale al mundo" y uno se abre (o puede abrirse) a una interrelación de diálogo con las distintas culturas con las que convive. También, desde la lejanía, se aprende a mirar las cosas con otros ojos, otra mirada. Creo que son procesos complementarios: de algún modo, se pierden cosas que, sólo por su pérdida, se llegan a poseer, de algún (otro) modo. Ahora, no soy de las que idealiza o llora sobre el arroz con frijoles.

-Cuando piensa y habla sobre Cuba, ¿cuáles son sus temas recurrentes, sus motivaciones, sus inquietudes fundamentales?
-Mis inquietudes fundamentales sobre Cuba van desde mi preocupación y mi interés por el país y su destino, como nación, hasta las vidas individuales de la gente que vive allí, sus sueños, sus frustraciones, sus sobrevivencias, su capacidad, también, de hacer arte, de transmutar las cosas desde la precariedad. Y creo que el término del destino del país es grandilocuente y vacuo, si se lo despoja de la relación con los seres anónimos y específicos de uno y otro lado, de "dentro" y de "fuera" que trabajan en él. Una vez, en la Isla, un amigo me dijo que él esperaba (aspiraba) a salir de Cuba para quitársela como una camisa de fuerza. No sé si es posible hacer algo así, si es deseable siquiera. Es decir, si es una camisa de fuerza que te impide respirar, es indispensable sacarla. Pero, ¿es un país, con lo que lo conforma (vivencias afectivas, sentimentales, recuerdos), una camisa o una piel, la propia piel? ¿Puede uno sacarse la propia piel, con sus marcas, señales, cicatrices? ¿Debe? ¿Cambiar de piel, desollarse, morderse a dentelladas el propio cuerpo, entendido como camisa, es la solución tautológica? En mi caso, no está en mis posibilidades ni en mi voluntad (ahí donde el querer y el poder se conjugan) desentenderme de Cuba.

-Para su obra y vida intelectual, ¿cuáles han sido los provechos, contratiempos o sacrificios de haber salido de Cuba? ¿Cómo ha influido en su obra el hecho de que usted viva en otra comunidad cultural, intelectual y/o lingüística? ¿Esta situación ha estado en conflicto con la labor creativa o ha contribuido a enriquecerla?
-Cuba es la matriz, el útero: salir de ella, siempre es un desgarro, al menos en mi caso. También esa salida es un desgarro necesario. Todo viaje es una iniciación y uno no debería volver de él con las manos vacías. Las pérdidas, lo que se dejó atrás (uno mismo, que se dejó atrás y siguió caminando), no tendrían sentido si no se extrae algo de ello. Creo que la experiencia del exilio es como el gran puñetazo que abre en dos al ser, al hombre, como una nuez. Y esa "apertura" es desgarradora, es una muerte y otro nacimiento. De ahí hay que "recomponerse", pararse otra vez, surge una nueva criatura, cuyas posibilidades y estados son infinitos: se es larva, se es insecto, se es caballo de tiro, se es caballo alado (se sueña que se es, se puede ser caballo alado), y hay que ponerse de pie, aprender a ponerse de pie todas las mañanas. ¿Qué esto no puede pasar dentro de la Isla? Sí, creo que también: "exilio" e "insilio" no son términos antagónicos. Hay mucha gente "insiliada" que también sale de su caparazón todas las mañanas y se retuerce en sus patas de insecto.

En mi caso personal, la salida y mi permanencia en otro país no han estado exentas de fricciones; sin embargo, esas fricciones y esos dolores han contribuido no sólo a mi obra, sino también a mi propia vida. Creo que me demandaron crecer como persona y como intelectual. En 1995 llegué a Santiago de Chile, un lugar bastante "extraño" para un intelectual cubano, no está dentro de los "destinos literarios "de nuestra comunidad (si puede hablarse de alguna). Y mi encuentro con Sudamérica ha sido decisivo. Aquí aprendí de las culturas indígenas y precolombinas, aquí me encontré con poetas que no llegaban a la Isla y que son fundamentales para la poesía americana (para la poesía). Aquí conocí con profundidad y hondura el trabajo de Violeta Parra, cuya poesía abarca la recopilación folclórica, las propias composiciones musicales, sus poemas en décimas, las arpilleras y dibujos más increíbles; descubrí la obra de Delia del Carril, esos estupendos caballos que comenzó a grabar en metal cuando Neruda la abandonó. Me topé con la montaña, las cordilleras y la desmesura del paisaje, que me enseñó grandeza y humildad, a un tiempo, y me encontré con el sonido, con el habla sudamericana, "la más dulce del mundo".

-¿Cómo considera que la emigración y el exilio están presentes en su obra y en la de su generación?
-Mi generación, la llamada "de los 80", fue testigo y partícipe del fenómeno migratorio más grande después del 59: la salida por el puerto del Mariel, en Cuba, de miles de cubanos, los sucesos tremendamente violentos que conmocionaron a todo el país, "las masas enardecidas", el azuzamiento del odio, los actos de repudio, los nombres que quedaron proscritos. Después vino la caída del bloque socialista europeo y de la Unión Soviética. O sea, quienes crecimos como lo que algunos críticos han llamado "la primera generación dentro de la revolución", vimos derrumbarse todos aquellos ideales, todos aquellos valores que se creían inconmovibles, inmutables, pétreos, como el Muro de Berlín, que se vino abajo. Tras la visión arcádico-social, se comenzó a redescubrir el país, a desmitificarlo, a recuperar las voces que habían intentado suprimirse del patrimonio cultural, a releerse los símbolos patrios, los héroes, los iconos nacionales. Fueron entonces las acciones de Arte Calle, de Arturo Cuenca, la pintura de José Bedia, Tomás Enso, Lázaro Saavedra. En la poesía también estaba la desmitificación del arcadismo social y creo que esa marca está presente en muchos de los poetas que aparecieron por vez primera en la antología Retrato de grupo. En mi obra (en mi vida, como en las de tantos cubanos), el exilio abrió un hueco, un boquete.

-¿Le llama la atención alguna migración o exilio, individual o colectivo, de otros ámbitos geográficos o momentos de la historia? ¿Medita sobre su situación personal o colectiva, como cubano, a través de las semejanzas y diferencias con esas otras experiencias?
-Todas las migraciones me merecen atención: me pregunto por qué se van los patos de una región a otra, por qué vienen a morir las tortugas a las aguas heladas del Océano Pacífico, por qué las hormigas hacen acopio de comida y energías y transportan pacientes una res muerta, a pedazos, de un lado a otro. Me sobrecoge ese tenaz impulso de supervivencia que mueve a los animales (sean civiles o no). Para entender a los hombres (y a mí misma) observo mucho el mundo de los insectos. Y claro que comparo, medito, sobre las migraciones sociales y políticas también: el éxodo judío, el cubano, los mexicanos en los Estados Unidos, los peruanos que vienen de Tacna y burlan la frontera chilena para llegar a Santiago de Chile buscando aquí "la tierra de las oportunidades", como si fuera este el norte del Sur.

-¿El exilio le ha hecho sentir, de alguna manera específica, una mayor pertenencia, vínculo o identidad con determinado grupo o comunidad, como puede ser, por ejemplo, la latina en Estados Unidos o Europa?
-El exilio, estar afuera, me ha hecho sentirme identificada con todas las comunidades en igual situación y con las minorías, sean estas la comunidad latina de los Estados Unidos, los "espaldas mojadas" de México, los cubanos que llegan (o procuran llegar) a las costas de Miami, los bolivianos y peruanos que intentan alcanzar Chile, o los marroquíes que intentan instalarse en Europa. El exilio me ha hecho abrirme al otro, a lo otro, y ser más receptiva y tolerante con la diferencia.

-¿Cómo se mantiene al tanto de la labor intelectual de cubanos radicados fuera de Cuba y qué escritores y obras le interesan especialmente? ¿A partir de qué aspectos podríamos considerar dicho grupo como una comunidad?
-Estoy al tanto por las diversas revistas, impresas o electrónicas, que dan a conocer el trabajo de los creadores cubanos, a través de los correos spam que llegan por el ciber-espacio para avisar de la última publicación de algún compatriota, a través de las señales, los recados que nos enviamos muchas veces, unos a otros, desde las diversas partes del globo. A través de editoriales que publican la obra de estos cubanos, como Betania, Verbum, la Torre de Papel, por mencionar algunas.
Me interesa mucho la literatura que se está escribiendo en la diáspora, con la mixtura que se produce al incorporar(se) a otras culturas. Dos autores que para mí son indispensables y por los que siento un profundo cariño y respeto son José Kozer, que tiene una poesía extraordinaria y una luminosidad humana pocas veces encontrable, y Lorenzo García Vega. A ellos vuelvo una y otra vez.

-¿Cómo se informa sobre la vida cultural en la Isla, su situación, publicaciones y movimientos? ¿Cómo es su comunicación con la comunidad intelectual asentada en Cuba y las instituciones culturales?
-Me informo también por el Internet, por aviso de amigos, por el envío de libros y revistas de manera personal, por las antologías que trae mucha gente cuando viaja a la Isla. Por todos esos mecanismos y puentes que el amor y la perseverancia trazan por encima de la incomunicación.

-¿Qué escritores cubanos, del pasado y del presente, suele leer? ¿Qué tradición literaria le interesa?
-Todos los autores que leo son, para mí, del presente, sea Arquíloco de Paros, Ovidio, Julián del Casal, José Martí o Juan Clemente Zenea. Leo omnívaramente y lo que más me interesa son los cruces. Así que releo a Lezama Lima, Piñera, Kozer y García Vega; leo a Severo Sarduy, Reinaldo Arenas y a los escritores cubanos contemporáneos de "dentro " y de "fuera", junto a los poetas japoneses del siglo IV antes de Cristo, a Basho, Elizabeth Bishop, George Trakl, Emily Dickinson, Clarice Lispector, Virginia Woolf, a los poetas chilenos, a los peruanos, a los mexicanos, a los brasileños a los que tengo acceso, a la poesía en haikús del Potosí.

-Diversos intelectuales opinan que la cultura cubana es una sola, generada por quienes están dentro o fuera de la Isla. ¿Cuál es su opinión al respecto? Si usted considera que es una sola, ¿en qué aspectos opina que se establece esa unidad y sus diferencias?
- No estoy segura de la unidad de la cultura cubana en este momento, a menos que la multiplicidad logre articularse en el Uno, lo Uno, o que lo Uno se exprese a través de la multiplicidad. Si se parte de que la cultura cubana se conformó con la recepción de lo español y su criollización, lo negro y lo chino, y de ahí el caldo de cultivo resultante, hay que conceder que la hibridez y el mestizaje son lo que la caracteriza, es decir, el sincretismo de lo diverso. Ahora, esto no es una exclusividad de la cultura cubana, ni siquiera de la americana. Baste recordar que la antigua cultura latina (romana) es una cultura sincrética, mestiza. El término mismo, la concepción de las "literaturas nacionales", me parece cuestionable. Sí creo que los esfuerzos de lo que se está produciendo tanto en la Isla como en el exterior, deben articularse, tratar de integrarse desde todas sus astillas o fragmentos.

-¿Cree que los intelectuales cubanos establecidos fuera de la Isla pueden hacer o deben plantearse alguna contribución para el desarrollo actual y futuro del país? ¿Cree que los que están dentro de la Isla pueden o deben hacer algo específicamente en ese sentido?
- Creo que todos los intelectuales, desde "dentro" y "fuera" de Cuba, debe(mos) replantearnos las nociones de país, nación, cultura, integración. Desde las múltiples orillas (que no son dos, como se intentó dividir taxonómicamente en algún momento, sino muchas) es indispensable y posible contribuir al desarrollo actual y futuro del país.

-¿Tiene el propósito de establecerse permanentemente en Cuba en algún momento? ¿En qué circunstancias?
- Como en esos cuadros de Nereyda García donde los barcos vienen y van, y hay grafittis, recados que dicen "te escribiré, te recordaré, volveré", yo tengo la cabeza siempre puesta en Cuba.


 

 

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Damaris Calderón: "Yo tengo la cabeza siempre puesta en Cuba".
Por Armando Chávez Rivera.