Un volumen reúne tres novelas seleccionadas
por Diamela Eltit. Una entrada múltiple a la obra compleja
y sin concesiones de la escritora y perfomer chilena que visitaba
prostíbulos y cárceles en los ‘80.
Lleva publicadas ocho novelas –cuatro de las cuales fueron
escritas bajo la dictadura– y ahora son tres las que, seleccionadas
por ella misma para esta edición conjunta, se publican con
el título de Tres novelas. Cada una de ellas había
sido publicada anteriormente en Chile: Los vigilantes, Mano de
obra y El cuarto mundo (también publicada en Argentina).
A finales de la década del ‘70, Diamela Eltit fue cofundadora
del grupo CADA (Colectivo de Acciones de Arte) donde la experimentación
más radical entre la imagen y las letras se combinaba con acciones
políticas concretas (por ejemplo, entregar bolsas de leche
en zonas marginadas de Santiago). Escritora y performer, en los años
‘80 siguió desafiando el orden represor de su país con
lo que llamó su “arte de la intención”, transitando
prostíbulos, cárceles y hospitales.
Los vigilantes (Premio José Nuez 1995) es la historia
de una madre y su hijo (mezcla de genio y retrasado mental) y sus
luchas por sobrevivir a la presión asfixiante del padre-marido.
Si la figura del padre representa el orden europeo y occidental, la
figura materna encarna lo autóctono latinoamericano, siempre
desplazada, agredida, enclaustrada, intimidada y vigilada por su marido,
su suegra y sus vecinos. Si el hijo no puede hablar, la madre es la
que escribe, convirtiendo a la escritura en su único gesto
de supervivencia: “Cruzamos indemnes las fronteras del juego para
internarnos en el camino de una sobrevivencia escrita, desesperada
y estética”. Una vez que la madre deje de escribir, la palabra
será retomada por la voz delirante del hijo: “Derrumbaremos
a los ojos acechantes que pretenden que la tierra de esta única
esquina sepulte mi letra. Mi letra. Ahora yo escribo”.
En El cuarto mundo se cuenta la relación de dos hermanos
mellizos, varón y mujer, desde el primer día de gestación
en el útero materno hasta la gestación de una “niña
sudaca” por parte de esta “pareja ideal” en el seno de una familia
maldita. Aquí, el gesto de sobrevivencia frente al entorno
que se derrumba está puesto en la construcción de un
libro: “Quiero hacer una obra sudaca terrible y molesta”. La novela
narra, por un lado, la gestación de una novela que, irremediablemente,
“irá a la venta”, y por otro, la construcción y deconstrucción
de los lazos familiares (y por extensión, del lazo social en
general, representado en la figura androcéntrica de la “fraternidad”),
mostrando que la disolución del grupo estaba presente desde
el acto fundante, cuando el padre viola y deja embarazada a su mujer,
dando lugar a la familia.
Mano de obra es quizás la más “fácil”
de leer, aun cuando sea también un texto sumamente fragmentario
y múltiple. Esta vez, el escenario de la novela es el máximo
representante del capitalismo globalizado: el supermercado. La primera
parte presenta un contrapunto entre los títulos de cada capítulo,
que recuerdan titulares de periódicos combativos de comienzos
del siglo XX –Verba roja (Santiago, 1918); Autonomía y solidaridad
(Santiago, 1924), Acción directa (Santiago, 1920), etc.–, y
la humillante realidad de un empleado que llega a pasar hasta 24 horas
en el súper, sin cobrar horas extra, resignado a ser “una correcta
y necesaria pieza de servicio”. El contrapunto entre las luchas proletarias
de ayer y el pasmoso conformismo que rige los cuerpos convertidos
en “zonas residuales”, convierte a la novela en una performance irónica,
paródica y dramática.
Diamela Eltit, en estas Tres novelas, construye un camino de
supervivencia que va desde la resistencia en la letra escrita y la
gestación de una novela, hasta la desaparición misma
del gesto superviviente, para otra vez dar vuelta la página
y seguir escribiendo otra obra sudaca terrible y molesta.