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Diamela Eltit:

“Los sistemas hegemónicos generan sujetos desamparados y desolados”

Por Sofía Hasbún & José Ignacio Silva
www.plagio.cl 13 de agosto de 2007


A nadie le resulta extraño el nombre de Diamela Eltit (1949) escritora, ensayista y profesora de la Universidad Tecnológica Metropolitana tiene un recorrido importante en el ámbito de la literatura y arte chileno: desde su participación en el Colectivo de Acciones de Arte en la década de los 80’ (CADA) hasta novelas como Lumpérica (1983), Vaca Sagrada (1991), Mano de Obra (2002) y el ejercicio documental Puño y Letra (2005). Su significativo aporte al escenario cultural latinoamericano la ha llevado de profesora visitante a Columbia, Berkeley, Stanford y ahora a la Universidad de Nueva York.

Hoy regresa con su última novela: Jamás el fuego nunca. Una historia que reflexiona acerca del fracaso de los proyectos revolucionarios y sociales de izquierda del siglo XX, ideales que quedaron en el camino y que nunca lograron ponerse en práctica. Un relato contado a través de una pareja instalada en una cama viviendo la misma desilusión y frustración en un tiempo que ya no les pertenece. En esta entrevista la autora conversa con Plagio de su reciente entrega y de reflexiones sociales varias.


-¿Cómo surge “Jamás el fuego nunca”?
-Normalmente, en mi caso particular, no hay un programa previo, el libro se escribe cuando se escribe. Es un poco incomprensible pero en rigor es así. La página desplegada concretamente es la que te permite un determinado tipo de libro. Pronto me di cuenta que ahí tenía un material que estaba en una línea desafiante y provocativa para mí. Entonces empecé a organizarlo y articularlo cada vez mejor.

-El libro tiene como escenario la cama ¿cómo abordó ese desafío?
-Me surgió esa imagen, que me pareció interesante. Después se fue poblando de lo que tú leíste de la relación del cuerpo con la cama, eso fue muy difícil y agobiante de trabajar porque comienza cada vez más a reducirse el espacio. Además, el desafío de la novela era cómo mantener esta gente en la cama y erradicar de la cama el deseo, ya que en la fantasía cultural está asociada a imágenes eróticas. Por lo tanto, el punto era cómo tejer una conexión, relación, espacio sacando de ahí el deseo. Eso fue lo más arduo; no caer en ese espacio que no correspondía al psiquismo, a la visualidad, a la escenografía ni a nada de los personajes. No forzar la situación a ese lugar, sino dejarla en ese espacio de compartir una cama que es cama pensamiento, cama memoria, cama cuerpo pero no cama deseo.

-Jamás el fuego nunca está escrita siguiendo una línea más tradicional diferente a tus libro anteriores ¿esto tiene relación con la historia que transcurre en un solo espacio?
-No lo sé, la verdad fue un proceso bastante técnico, desarrollé un espacio rígido pero con movimiento en las memorias y conectar pasado, presente hasta futuro. La meta era cómo mover el texto a partir de un espacio fijo y muy rígido. Entonces decidí trabajar un discurso muy errante, se mueve más el discurso que el pasado, el presente o los pasados y el presente que llega. Había que generar un movimiento psíquico.

-Los protagonistas están confinados y viven un cierto aislamiento ¿crees que en la realidad actual no hay espacio para las causas más comprometidas y revolucionarias?
-Yo creo que si, siempre hay espacios para generar movimientos de pensamiento, sociales y formas de explicitar el descontento ante los problemas sociales. El libro es sólo una ficción en un determinado espacio, de sujetos insertados en una historia que es más ambigua. Ese fue el panorama que se presentó para mí en la historia, no se sabe bien quienes son o qué pasó con ellos, incluso si están vivos o muertos. Pero esa realidad fue pensando en el siglo XX, que fue muy complejo y particularmente en el caso chileno tuvo una complejidad mayor y un drama muy fuerte que se iba a producir a finales del siglo con el golpe militar. Un acontecimiento catastrófico en el sentido que la violencia de esa época dejó una condición muy inhumana que fue la categoría de detenido desaparecido, es decir, gran cantidad de personas quedaron en un lugar realmente incierto y por lo tanto, siempre se va hablar de ellos mientras no se resuelva esa situación, quedando en una categoría de muertos vivos muy extrema.

-¿Pensó en el libro como una reflexión y crítica acerca de las causas revolucionarias y muchos finales frustrados?
-Yo creo que ciertas causas sociales, dependiendo de donde te sitúes, sus posibilidades son bajas pero no es importante el resultado, lo relevante es que uno emprenda las causas. Efectivamente, en varios momentos históricos hubo lo que podría entenderse, desde afuera como un fracaso. Sin embargo, uno puede analizar esos fracasos y ver por qué falló, y no es que tal causa estuviese equivocada, sino que los factores externos fueron tan poderosos que no permitieron que ese proyecto prosperara, ya que las represiones y los rechazos multifocales lo impidieron y efectivamente el siglo XX trató de modificar lo que Marx llamó el control de los medios de producción, que es una idea muy audaz y radical, que significa cambiar enteramente la dirección social. Pero el fracaso no quiere decir que uno no pueda seguir pensando en qué pasa con la propiedad de los medios de producción, reflexionar acerca de quién los dirige, cómo los administra, cómo los controla y a qué costo los sostiene.

-La imagen del héroe cansado, derrotado está muy presente en la novela. ¿Esta realidad es sólo válida para la realidad que viven los personajes o piensas que también es un rasgo de la sociedad actual?
-En la actualidad la realidad es plana, no es que las personas sean más planas, sino que los sistemas hegemónicos generan sujetos desamparados y desolados algo que se viene dando desde el siglo XX. Hoy las personas, internamente, son más desoladas en el sentido que no tiene una pertenencia muy amplia, es un sujeto muy aislado, que choca en último término consigo mismo y con lo que la sociedad le dicta que es él. Eso hace un sujeto más precario porque no hay mucha comunidad, en el significado más intenso que la palabra tiene: una comunidad que se une y se fortalece con el otro. Pero precisamente eso arma un horizonte de desafíos que es construirse con otro, cuando la orden parece ser no hacer comunidad para no complejizar la sociedad en que se está viviendo.

También hay otros desafíos que me parecen bastante interesantes como el tema del género, que esta en un momento bastante intenso, entendiendo que el género es político estratégico, porque si quieres cambiar la sociedad de verdad hay que estar muy atento a lo que sucede en materia de género, ya que ahí radica uno de los grandes desequilibrios sociales, mientras más equilibrio se produzca se puede pensar en un cuerpo social más justo.

- Estos personajes viven una suerte de amor-odio ¿por qué no se separan?
-Era una relación neurótica. A mi me sorprende como el sistema genera ciertas fantasías de pareja (aunque esta pareja es ficcional y además extrema). Todas las parejas son ambiguas aunque sólo lleven dos días juntos, y el sistema lima esas ambigüedades, las pule y las atenúa. Pero la pareja tiene una cuota no menor de neurosis junto con tener cercanía y eso no habla mal de una pareja, es normal. Cuando se dice que las parejas cuestan mucho nadie dice por qué y a veces, cuestan mucho las cosas mas chicas; comer con alguien puede ser una pesadilla o algo muy agradable. Entonces quise poner ese escenario de lo micro, de los detalles, de lo frecuente y cotidiano, de sostenerse con otro compartiendo una serie de micro detalles. Y la ficción te permite jugar con esas imágenes.

- Aunque el libro habla del fin de siglo y de las trágicas consecuencias del golpe tiene mucho que ver con el sentimiento de desilusión y la falta de esperanza, por eso resulta una reflexión bastante lúcida y actual tiempo que vivimos...
- Fue saliendo y era necesario, también tiene una referencialidad a todos los proyectos sociales y actuales que no han sido suficientemente eficaces para el cuerpo social. Porque además el siglo XX por una parte construyó al obrero con la revolución industrial, que en cierto modo era el sujeto enemigo y más conflictivo, pero ahora ese sujeto ha sido desalojado e interceptado. Hoy en cambio lo que representa ese espacio de terror e incertidumbre, es el delincuente que es el enemigo. Antes el temor era que los obreros se tomaran los medios de producción, hoy el temor es al delincuente que te va a robar los cachivaches, esto es una gran construcción. Una serie de cosas que te ordenan comprar, cachivaches tecnológicos, que rápidamente quedan obsoletos y discontinuados; los compras en una fortuna y al otro día no valen nada. Entonces hay toda una paranoia que en parte bien importante es producida porque pronto la mitad de tus cosas deberán ir a la basura. Por lo tanto, vivimos en un horizonte muy complejo y confuso, donde todos los objetos que compras están sitiados y te los quieren robar. Una verdadera construcción, en la que entran también los juegos perversos de los delincuentes, generando violencia y desconfianza.

Todo la realidad actual está marcada por lo que se entiende por propiedad privada, propiedades que en último término no son de nadie, porque la gente está endeudada hasta el cuello y en consecuencia, pertenecen a las compañías y multitiendas, entidades que no tienen ningún problema en cobrarte intereses desmedidos por lo que debes. Entonces yo quise tomar ese desajuste social y la violencia que genera el objeto, el objeto es tramposo.



Comentario:
Adiós a las armas

Por José Ignacio Silva A.

 

Diamela Eltit ha sacado un nuevo libro, ¿qué implica esto? Ruido, interferencias, comentarios al paso, correveidiles, dimes y diretes; pues tal como sucede con Raúl Zurita, su ex pareja y compañero de andanzas artísticas, cada vez que Eltit edita un nuevo volumen, es como la voz de “a la carga”, tanto de quienes arremeten con todo contra la autora de “Lumpérica”, y en contrapartida quienes la defienden a brazo partido. Escaramuza repetida en nuestro liliputiense mundo literario criollo.

En esta ocasión es “Jamás el fuego nunca” (Seix Barral, 2007) la última entrega de esta autora, cuya lectura, digámoslo, no puede acometerse de buenas a primeras. La literatura de Diamela Eltit está rodeada por varios factores que la hacen riquísima y esencial, para algunos, y complicada y hasta pretenciosa en extremo, para otros. La razón de esta densidad (pongámoslo así) es la constante e irrenunciable apuesta que Diamela Eltit ha hecho por la integración de arte, literatura, vida y política. Así, es imposible quedar bien con Dios y con el diablo, y tampoco está en la autora la intención de hacerlo. Es más, la contratapa del libro contiene una invitación bastante poco atractiva para el lector de a pie, que vive apurado y no tolera platos demasiado fuertes. Claramente un volumen que no sería recomendable incluir en el peloteado “maletín literario” del Gobierno.

Pero lo que sí sucede con Diamela Eltit es que su presencia (con “textos duros, hermosamente crípticos” como certeramente describió el crítico Javier Edwards Renard) en las letras nacionales es a todas luces útil. Su escritura, si bien dista harto de tener la dulzura y accesibilidad de una educación sentimental, es un recorrido por ese lado de nuestra biografía social que poco nos gusta, pero que está ahí. En este caso es el repaso, mediante la óptica de una mujer mustia, agobiada por el espacio aplastante de una pieza, donde la derrota se respira como un miasma que es como el despertar de una pesadilla, de una realidad utópica, de sueños sociales y pasiones en zozobra constante. Diamela Eltit logra traspasar con éxito estas sensaciones de desastre, y el relato funciona. Como siempre, la autora no trepida en transferirle al lector una plétora de signos, símbolos y mensajes agudos, que son mucho más de lo que encierran las páginas de este volumen, difícil, pero ineludible; críptico, pero oportuno.


Diamela Eltit
“Jamás el fuego nunca”
Ed. Seix Barral, Santiago, 2007, 166 págs.

 

 

 

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Diamela Eltit: "Los sistemas hegemónicos generan sujetos desamparados y desolados".
Por Sofía Hasbún y José Ignacio Silva.