Proyecto Patrimonio - 2004 | index | Diamela Eltit | Autores |


La Vaca sagrada de Diamela Eltit

Por Cristóbal Izquierdo Misle.
Noviembre de 2004

"Porque si bien esta imagen que han construido es de tristeza,
también de placer es"

Diamela Eltit, Lumpérica.

1. Aspectos preliminares.

Un elemento característico de la narrativa de Eltit es la innovación por medio de la reconversión de conceptos, tópicos, símbolos y esquemas desde la perspectiva social hasta el estilo literario. Eltit toma los modelos predominantes impuestos y, como dice a mi parecer muy acertadamente Raquel Olea(1) , los des-ordena. Se produce un des-ordenamiento de estructuras sociales, re-significación de conceptos, re-ordenamiento de géneros sexuales. Enfrentar la literatura de Eltit implica, por lo tanto, revestirse del nuevo entorno significativo y estético que ha creado la autora. El lector es quien se inscribe en el lenguaje del discurso literario y no lo contrario.

Desde la perspectiva comercial, una propuesta tan innovadora es atrevida. En tales condiciones, comprendemos que la aceptación del mercado para con la autora no fue, en principio, tan amplia como la calidad de su obra merece. Olea atribuye tal situación, más que a la recepción del lector, a los sectores oficialistas de la cultura. La estudiosa identifica dos polos culturales hegemónicos en la década de los ochenta que no habrían sabido aceptar la nueva propuesta. El primero, formado por la crítica literaria oficialista que se inscribe dentro de los parámetros de las estructuras tradicionales, y que se habría limitado a definir a la literatura de Eltit como críptica. El segundo, proveniente de la izquierda oficialista que, aun sin ser mediática, impone cánones culturales y rechaza lo que está fuera de su posición de resistencia contra la dictadura, por no tocar los tópicos a ellos inherentes.

El nuevo orden literario de ruptura semántica nace de rechazo al orden establecido: poderes institucionales, estructuras sociales y sobre todo el posicionamiento de la mujer. Por medio de la transgresión de modelos se quiere gestar otros nuevos. Des-armar. Romper el esquema del establishment cuyo centro es la ciudad; poder inaprensible contra el que litiga la narradora.

La trama transcurre entre el actuar de Francisca que tras la desaparición de Manuel, litiga por no ser consumida por una ciudad que hará prevalecer una jerarquía tácitamente aceptada. El espacio urbano plasma su carácter coercitivo en Ana y Sergio, seres ya consumidos y des-almados.

 

2. El nuevo T
................. e
..................x
..................t
..................o

Francisca intenta contar su historia de permanente crisis a través de sus encuentros con Manuel, Sergio y Ana. El receptor y el productor de la narración es el cuerpo. La novela es un cuerpo físico que debe ser descifrado por el lector, al igual que el cuerpo de Francisca: debe descifrarse la dimensión física de la dentidad.

El cuerpo es el que remite el caótico espacio por medio de las palabras. Pero el caos es inconmensurable y absoluto, de ahí la incapacidad del signo de captarlo y del cuerpo de aprenderlo:

"No habría forma de detallar lo que fueron esos días, porque esos días no pueden ser contenidos por las palabras. No existe la menor manera de explicar cómo se empiezan a desbandar los signos. Era sutil y violento a la vez. Estaba adentro de mi cabeza y estaba sólo en el espacio exterior."

El escribir es un acto de salvación limitado, pues no hay salvación. La narradora se ve complicada ante la imposibilidad de expresar un estado de mundo que la acongoja en su absolutidad.

"Inicié el angustioso viaje tras mis propias pistas abriendo un jeroglífico por los extramuros de mi mente. Suspendí los temas que podrían haberme aportado mayores beneficios para dejarme caer en una historia cuya forma era, en extremo, peligrosa."

El acto confesional se desacredita a sí mismo: "duermo, sueño, miento mucho". Ante la vigilancia silenciosa de la que Francisca es la única víctima que percibe. La ruptura del canon estético es un acto de des-borde y des-orden ante el agobio.

La escritura, aquí un ente limitado, sólo dice lo que puede decir. El resto lo expresa el silencio. Existe una realidad que se intenta eludir

"…mientras Manuel luchaba por devolverme una realidad que se volvía insoportable cada vez que abría los ojos"

3. Mundo narrativo: urbe y tensión.

La ciudad en Vaca sagrada es un espacio envolvente, absoluto y agresivo. Los personajes se ven atrapados en espacio estrecho e ineludible. La trama transcurre en una densidad que proviene del recuerdo doloroso e inaprensible provocado por una fuerza soterrada que, sin prejuicio de su silencio, es simiente del discurso.

La posición de la urbe como ente absoluto produce una atmósfera de persecución y de predestinación. Los personajes están atrapados por un hado innominado: peligros que acechan y que no están del todo claros. Una tensión trágica traspasa el aire y los personajes parecen estar condenados a un estado de caos que aumenta la crisis interna y la inseguridad.

Los personajes se desenvuelven en un medio básicamente hostil y los percibimos en una constante persecución. Como la fuerza es en apariencia invisible, se es partícipe de una paranoia colectiva. Los individuos están siempre alerta y en estado de tensión. "La muerte se agarraba de los lugares menos esperables. La muerte no estaba visible por ninguna parte".

La separación de Francisca y Manuel y el encarcelamiento de éste en el Sur, es la declaración de agresividad urbana que desde entonces va en aumento:

"Más tarde, mientras caminábamos por la ciudad -debo decir que la ciudad ya estaba increíblemente tensa-, Manuel me anunció que volvería al Sur."

El Sur, espacio idílico del imaginario nacional, es trastocado, re-significado; no hay ningún lugar que se salve. La urbe, en una onda expansiva, abarca todos los rincones del cosmos narrativo. La urbanidad es absoluta y envuelve todo: espacios y personajes.

Tras la separación de Manuel, la ciudad se constituirá en un antagonista que ha manifestado su agresividad a Francisca abiertamente:

"Atravesando esa noche me separé de él en una esquina que a mi memoria le resulta totalmente enemiga."

Junto con la sensación de abandono que desde ahora será permanente, aparece un nuevo hombre en la vida de Francisca, Sergio. Las condiciones de su aparición son particularmente angustiosas. "La sensación de muerte se acababa de instalar en la ciudad."

La presencia de la urbe se distingue su actuar en cuatro espacios: calle, bar, trabajo y salón de baile. Cada uno tiene su particular implicancia.


a) La calle es transición, el movimiento hacia las nuevas posibilidades, la conexión de los espacios y el lugar de la exposición. Aquí es donde la ciudad se hace más omnipotente. Sólo se está en la calle por necesidad imperiosa de movimiento. La expectativa agresiva aquí adquiere potencial. Es acá donde la narradora se siente más perseguida. En síntesis, la calle es la configuración de lo inhóspito y peligroso. "Es la violencia instalada en la ciudad" (2).

"Alguien me seguía. Supe claramente que un hombre me seguía mientras caminaba por la avenida. Ya había oscurecido y me encontré avanzando en las calles sólo acompañada por la música que de dejaba oír desde el interior de las casas. En ese tránsito lo descubrí. El ruido de sus pasos me alarmó y, cuando me di vuelta, percibí su figura a una cierta distancia. Imágenes de muerte y de ceguera se desencadenaron en medio de un terror difícil de expresar."

b) El bar es el expendio de alcohol donde los personajes van a afirmar su marginalidad. Notemos la imagen de decadencia:

"Una tarde desperté en el suelo de un baño de un bar manchada por mis propios vómitos."

Pero la marginalidad no se sustenta en la en la tipificación de la vida nocturna sino más bien en la oposición a los centros de poder.

c) La urbe controla a los cuerpos por medio de los medios de producción. El trabajo es donde se está obligado a participar para sobrevivir y mantener viva la corporalidad. Es un yugo que Francisca quiere eludir pues implica la absorción del sistema y, esencialmente, es el medio de control de la institucionalidad. El personaje depende del trabajo y no lo contrario. Se manifiesta una precariedad al no existir la opción. Se sobrevive en tanto se es parte de la urbe si se trabaja. Francisca declara: "resistí porque fui urbana".

El aceptar el estatus laboral impuesto implica la muerte del alma, volverse completamente cuerpo:

"Una vez más me había equivocado levantando un bastardo sueño laboral. Entendí la soledad que me esperaba y la obligación de aceptar un rígido salario que me acompañaría hasta mi fin. Un final mezquino por la mezquina paga que merecía el asalariado oficio de mi mano. Un cuerpo asalariado escondido tras la fuga de mi mano. Había vendido todo lo que tenía para encontrarme con las trabajadoras, pero las trabajadoras estaban terriblemente infiltradas, dependiendo de un salario nostálgico, la paga restringida de sus cuerpos que debían danzar hasta morir, regalando los bordes, las facciones, el odio primitivo de los rasgos. Una palabra anárquica era mi paga, un gemido nocturno, una demanda inútil."

d) El salón de baile es el lugar de contacto comunitario que está cambiado -travestido- de su verdadera finalidad; se trata del centro de reunión de la insurrección. Un grupo de mujeres, indistintas en su excesivo maquillaje y marcadas por tatuajes que se perciben como marca de serie -marcas ganaderas-, organiza una resistencia para lograr mejoras su situación habitacional

e) El domicilio es espacio de intimidad donde los cuerpos desarrollan su interacción básicamente sexual. La ciudad es menos agresiva acá pues no logra entrar. Las mujeres que planean una demanda habitacional declaran el conflicto claustrofóbico: el domicilio pierde terreno en favor de la ciudad: "¿Cómo viviremos si nuestros cuerpos chocan contra las paredes?, ¿cómo será posible seguir viviendo así?". La precariedad de los personajes aumenta.

Sabemos que la obra literaria es lo que dice, pero también lo que calla. En la urbe narrativa existe una fuerza antagónica contra la cual los personajes no son capaces de litigar. El cosmos apunta hacia el orden de la estructura. La situación queda manifiesta particularmente en torno al tópico del trabajo ya mencionado.

El cosmos se ha regido siempre por la cultura patriarcal. Ser mujer y revelarse resulta peligroso. El litigar contra el cosmos deviene en la autodestrucción


4. El cuerpo: deseo, sangre y creación textual.

Los personajes, que son básicamente cuerpos, son accionados por la fuerza del deseo. Cada cuerpo se descubre en el deseo de explorar al otro. La posibilidad de interactuar con otros es una alternativa para sobrevivir al accionar coercitivo de la ciudad:

"Allí me obligué a sentirme en cada instante seducida, porque era preciso aferrarme a algo que borrara de mí la perversión desatada en esos tiempos."

A través del cuerpo se puede lograr un des-orden del estatuto del caos. La potencialidad del placer materializa al deseo como un ente trasgresor pues no sucumbe a la ciudad. El acto mismo de desear le da al sujeto fuerza suficiente para hacer frente al peligro y resistir las embestidas de ese poder. La mujer se traslada así en la novela de un extremo a otro. Ya no es objeto del deseo, sino un objeto deseante.

El cambio en la posición de la mujer transgrede el canon moral burgués pues "habla de su cuerpo caliente y lleva adelante la iniciativa en el acto de apropiación del cuerpo ajeno" (3).

Por medio de la corporalidad, cada ser se descubre a sí mismo toda vez que descubre a los demás sujetos como seres que son esencialmente cuerpo. La sobredimensión corporal nace de la esencialidad del ser, cuyo atributo y medio de interacción es la materia.

El cuerpo es espacio de experimentación que des-arma identidades. En un ámbito donde todo es particularmente tangible, renuente a lo metafísico. El cuerpo que se desplaza en el territorio urbano adquiere una connotación particular. Francisca cuenta desde la perspectiva de su cuerpo, siempre sangrante mientras no se somete a la ciudad.

Siempre dentro del propósito de abolir el ideario cultural impuesto, el cuerpo de la mujer adquiere nueva autonomía. La resignificación del cuerpo femenino pasa en Vaca sagrada por el sangramiento y el deseo.

La sangre derramada por el hombre siempre se ha tolerado más que en la mujer. El hombre, en su calidad tipológica del ser violento, es afecto al sangramiento sin caer en lo grotesco. La mujer, ser que es por naturaleza sangrante, ha sido vedada de ser susceptible a la hemorragia. En muchas culturas el periodo menstrual ha sido visto como algo negativo. La concepción occidental esconde eufemísticamente los ciclos femeninos con conceptos como enfermedad o indisposición. La menstruación deviene en un acto desagradable, sucio. La mujer siempre sangra, pero no se debe saber que sangra. Eltit sustenta otra concepción del cuerpo. Trastoca la situación oponiendo la realidad a la de su protagonista, que es un ser sangrante: "Dijo que no quería nada conmigo, si yo estaba con sangre".

Francisca es un ser sangrante y rompe con la tipología. La sangre deriva en un proceso de creación textual -"Sangro, miento mucho"- que va unida íntimamente con el deseo y placer. Cuando la protagonista deja de sangrar -deja de ser-, se incorpora a la sociedad y a la institucionalidad. Abandona su ser sangrante para volverse un sujeto social.

La sangre no es aquí un ente doloroso o por el cual se escape la vida, si no un elemento de placer que es evasión de la urbe; la creación textual -la mentira- son procesos accionados por el placer y la sangre, y que escapan de la urbanidad como ente agresivo de poder:

"Era ahí entre la sangre, cuando tocábamos el punto más preciso de la turbulencia genital, confundidos entre amenazadores flujos que nos mecían alterando nuestros sentidos.

Jamás hablábamos de la sangre. Simplemente la esperábamos para generar la confusión de nuestros cuerpos. Fundidos en la sangre, las palabras de volvían genocidas".

El tema es recurrente:

"Afiebrada, sudorosa, deseante, alucinaba finos cortes que atravesaban la carne. La sangre que expulsaba era la única respuesta. La sangre manchando mis piernas. En esas noches dejaba que la sangre corriera por mis piernas, corriera por mis piernas entre días rigurosos. Ah, esas noches con la sangre deslizándose por mis tobillos, el empeine, el pie, el piso, las sábanas mojadas en mis sueños.

Ante la ausencia de dolor, la imagen de mi sangre reparaba a una multitud en vuelo que parecía tocada por una prisa inimaginable. Debía presentar la sangre para evitar mi propio ajusticiamiento. Tenía que inventarlo todo en esas noches ágrafas, descubrir la muerte transitando por mi cuerpo en una travesía continua. Terminaba empapada en mi propia sangre para no olvidar lo que era la sangre. Y no me estaba muriendo, pero sangraba. Manuel estaba detenido en el Sur y mi sangre conseguía suspender su muerte".

La sangre es el ente de suspensión de la realidad, de la creación textual y del deseo. La palabra de la mujer, como la sangre, "se ve obligada a operar desde la sombra, toda vez que ella no es considerada verdad auténtica"(4) .

La narración fragmentaria y el rechazo del signo directo denotan el grave estado de crisis de Francisca. En riesgo por la perspectiva de consumo de su personalidad por la institucionalidad, la protagonista des-arma toda estructura semántica, pera constituirse por medio de un lenguaje que es más indicio que signo. Hay un algo indecible debido al caos: interno, externo, permanente. La ruptura se convierte en la manifestación más legítima cuando los medios existentes son insuficientes.

 

 

NOTAS

(1) El cuerpo-mujer: Un corte de lectura en la narrativa de Diamela Eltit", Nº42 (Agos.1993); 165-172

(2) Luz Ángela Martínez, "La dimensión espacial en "Vaca sagrada" de Diamela Eltit: la urbe narrativa" en Revista Chilena de Literatura, Nº49 (Nov.1996), p. 75.

(3) Dino Plaza, "Vaca sagrada: la propuesta de Diamela Eltit" en Revista Chilena de Literatura, n° 58 (Nov. 2001), p. 65.

(4) Plaza, op. cit., p. 70.

 

 


Proyecto Patrimonio— Año 2004 
A Página Principal
| A Archivo Diamela Eltit | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
Diamela Eltit: La Vaca sagrada de Diamela Eltit,
por Cristóbal Izquierdo Misle.
Noviembre de 2004.