2 Libros, 2 Poetas Peruanos del 90
Por Miguel Ildefonso
Del verso de Blanca Varela (“Poesía. Silenciosa algarabía del corazón.”) ha cogido el poeta Paolo de Lima el título de este nuevo libro, escrito entre 2002 y 2004, y que está dedicado a Ottawa, ciudad en la que vivió durante años, luego de haber radicado en Texas. El incesante flujo de su discurso poético retrata el neobarroso devenir de las calles, los lagos y los ríos de un escenario más que urbano, y que se presenta fragmentado, quizás debido a su insularidad: “Si tratas de invertir el soliloquio en el espejo/ el roce de la piedra/ en las veredas del río”. Es el flujo de los fragmentos de una historia “Sin poder ni Poder Con poder y Poder/ Contra Poder”, que nos describe en cuadros aparentemente objetivos, a modo de una cámara, en acercamientos y distancias, un mundo multicultural, de palpitantes fronteras y, a su vez, de íntimas interrogantes: “ahora que los huesos del cielo ya no son de los rezos/ ahora que como de un lugar abandonado alejamos nuestras verdades/ para depositarlas en la superstición del gatillo/ no es un monstruo el que bucea en la línea del sueño/ por donde las cosas se deslizan/ en la vibrante madrugada de la arrojada marea.” Esa voz plural que abre nuevas perspectivas y posibilidades, a veces como cuadros dadaístas, es la que rompe con las jerarquías de lo real, de lo real y lo imaginario: el sistema del lenguaje (los fundamentos y las certezas). La poesía, entonces, es ese flujo (“escribir sin molde ni modelos”) que recorre, oblicuo, “los pliegues y los bordes” de la memoria y lo perecedero, “desterritorializando” al sujeto poético. La identidad de la voz poética en Silenciosa algarabía, por tanto, se difumina, mediante la ubicuidad y la polifonía, para configurar acertadamente el sonido de una urbe posmoderna: “El espejo que no conecta tu rostro con su carne viva y sus músculos/ también amontonados los días, al pescar del rio_/ tachando frases para desarrollar la búsqueda/ el niño del ahora es la letra, espuma y arena/ intentándose.// Absurdo este no querer, si no tienes espejo no golpees las columnas”. Y es que en este espejo reconstruido o ciudad, que es la poesía o el corazón, es donde nos hallaremos, en esa plural algarabía. Ya el resto es silencio.
UNA HISTORIA QUE NO SE PUEDE FIJAR...
Una historia que no se puede fijar, nómada
y errante Historia que no se cuenta Ni a sí
misma siquiera Sin pasado No tiene relación
con nada Ni con el tres ni con el mañana
A flujos, sin interrupciones, en el medio
exacto de dos puntos sin principio
Con flujos de edades, edad niña, edad joven
y adulta, anciana, edad de muerte y tiempo
Edad que no se cuenta ni cuenta
sin estancarse el flujo, corriendo, oyendo
Huyendo sin escaparse ni sentarse
y entonces vamos, hacia allí
Una historia que fluye, en su flujo, sin
confesión de parte ni obligada
Sin poder ni Poder Con poder y Poder
Contra Poder / Auténticas líneas
de investigación, líneas de hormigas
negras, marrones y rojas –Líneas de la mano
/// Dice que es su historia /// Algo entre
la línea: la guerra Entre los flujos: la tensión
Que no vale nada, ¿y a ti qué te importa?
No aflojar no interrumpir Siempre viajar
Con los dedos y con los pies
Escribir sin molde ni modelos, ni las de tv
Fragmentariando, segmentando sin segmentos: por
interrumpir la línea, abracadabro, arcano y sucio
Tos, asma y cruz Oír sin párpados, sin pedir
Aborto del punto derramándose en la línea, fluyendo
en los pliegues y los bordes, entre los entres, en el medio
exacto de su nacimiento Azul tu agencia, sin ya siquiera
un montículo o una luz de luna que responda Que responda
hacia fuera, o en las fronteras de tus cavidades
Una historia que no se puede fijar, que nadie desea,
que nadie (no hay nadie) desea fijar.
El poeta Willy Gomez Migliaro acaba de publicar Moridor. En la línea que ha marcado su poética, heredera de la poesía anglosajona, y su vertiente peruana en la generación del 60 (Hinostroza, Ojeda, principalmente, y antes Pablo Guevara), nos entrega ahora no solo una excelente lectura de los grandes temas que abordaron estos maestros de visiones vastas de la realidad (podríamos incluir inequívocamente a Saint-John Perse) y su devenir, sino también nos invita a ser participes de sus cuestionamientos sobre lo metapoético, la interculturalidad y el amor: “el que está dispuesto a soportar otro nombre otro lugar otra estirpe otro significado o tal vez una gran palabra es el moridor de la estética pacifista o turbulenta ambas a la caída del día extienden sus mares y esto empieza a tomar un modelo a seguir de reconstrucciones a través de asignar nuevas batallas”. Efectivamente, el poeta nos conducirá en una suerte de viaje épico hacia esas reconstrucciones de imaginarias ciudades (apocalípticas, medievales) que se funden en una historia que es a la vez colectiva y personal. La supervivencia de un espíritu que alguna vez fue heroico, es lo que hoy canta el poeta cuya mirada (en “neobarrocas descripciones”) no cesa de indagar arqueológicamente un mundo que ha matado su utopía: “El clima nutre/ y ha destruido la promesa de seguir aprendiendo.” Si la construcción y la destrucción de la historia está en juego en sus versos, el poeta no puede dejar de lado la cuestión de la fe: “Miles de arrodillados en la oscuridad incubaban la expresión moderna actual”, dice en Casi prometeos, cuando ya antes había dicho: “Llevamos dos años con este rezo,/ pero quienes te consideran justo,/ esperan del otro lado de la sala/ que devuelvas nuestro pozo de angustia y fe./ Un inesperado estallido de religiosidad y política/ deforma el sentido de la consideración si estoy en lo cierto.” Con un tono no pocas veces dramático, las visiones nos revelan profecías y a la vez, como en Hölderlin y Eliot, incertidumbres: “Ellos ocultaban sus vidas en mi vida, queriendo construir con amor/ una religión y su mar de cielos vivos./ ¡Dónde están los Dioses! -gritaban, y no hacían sino rasgar las piedras”. Quizás donde el poeta encuentra su dominio, su certeza, a partir de la duda y lo inconcluso de su hechura, es solamente en el lenguaje, su única fe: “La gravedad del insomnio me lleva/ a una excitación de la muerte, a otra habladuría en el jardín/ como escritura irresuelta.// La bienvenida nos volvió a juntar y obtuviste tu fortuna./ Yo me quedé dándole sentido a lo que te di/ desde ese primer desplazamiento donde importaba sobrevivir/ no a esa forma del extranjero forzando cada palabra de su poder ilusorio/ y haciendo de la convivencia bella matancera,/ sino a la manera de los que buscan otro país.” Y es que el poeta habla a través de las grietas de la historia, traslada sus visiones desde el caos hacia una nueva belleza: su lenguaje habla desde un más allá, un porvenir, que conduce al antiguo lenguaje del presente hacia esa claridad donde el poeta ya no está (lejos del “poder ilusorio”, dice Gómez Migliaro). Moridor puede ser, en ese sentido, no necesariamente el fin, sino el último rito purificador de la lengua y del espíritu que nos queda. Un arcaico rito que es a la vez un nacimiento; ¿qué es sino lo que hace la poesía y los poetas a lo largo de los siglos?
VERSIÓN DEL AMOR
<<Mira más bien a la bestia desmañada>>,consejero de lobo
en el manantial de la escena local. Él fue lanzado al prado
al crear las predicciones y montar las oficinas del signo.
David era un temblor de jardines y el oso hormiguero recorrió
miles de millas en busca del Señor una tarde en Budapest.
Hermoso texto el de las peras y la lluvia.
Tal convicción de lenguaje resultaba escalofriante
para jóvenes de clase media que se enamoraban por primera vez.
Simbolizaban las constelaciones de la tradición española,
estación reunida o contrapunto entre el mar y la música. Secretos
de un país indefinido finalmente.
¿Qué amaron los prófugos?
Se cristaliza la leyenda del joven guerrillero
y la del médico escribiendo adefesios hasta el día de su juicio final.
La mala comprensión la advirtió el consejero de lobo; la mala hora,
el oso hormiguero. No me culpes si las cosas cambian, querido. Búscate
los alimentos afuera si sabes
que el pedestal para nadie bufaba melancolía y mala promesa o
si santas y nuevos dejaron la orilla. No cuesta comprender
nuestro asedio.
Salvo dos y una provincia
también el desprecio entre tanto arte de navegar
como un océano de angustia metafísica.
Hiedra, alguna vez llamé hiedra ese jardín constituido
y oscureciendo para nada en un montaje malva de candados y temblores.
De enorme grosería filosófica.
Salvo dos y una provincia, según parece, pueden prefigurar
ahora y para siempre la pedrería fabulosa.
No hay soporte o alivio de la obra sino gracia
porque se han fundido el uno con el otro al seguir la lectura
y el pacto con los crisantemos.
Y los ríos de vermouth definieron la política de Job,
mal intencionada para nosotros, por fin rendidos
permanentemente en su conjunto.
La extensa comprensión del 60 desató utopías
y se levantó una lengua, espuma de mar,
boca coloquial y reducida.
Pudo haber sido un estacionamiento, de lejos atrición
o camino hacia abajo, pudo la desolación ser el bosque
de algo suyo o algo mío, qué más daba oscuridad sino
la ventaja entre la búsqueda del padre mayor
y un film del 50 sin estampida para marchar a otras ciudades.
De la comunicación sale un laberinto. Dos y una provincia
o dos muertos de amor o cuatro un enlace cerrado de la tradición
para separar claveles de abetos.
Escriturales, graciosos y modernos, escriben; entonados, acrílicos
hilarantes y oscuros, sentencian. Yo pienso
en una gran realización cuando siento sus embalses.
Aunque no queda claro, todavía, la santidad del guerrillero
desde nuestro pronunciamiento sobreviviendo
a una crítica de silencios y especulaciones.
Más tarde, lejos de las constelaciones de un autor,
mientras los estudios literarios arrimaban otras estructuras verticales,
el eclipse contra-
natura iluminó nuestros campos.
|