Por Carmen
Foxley
Literateworld - agosto de 2002
El trabajo
de Víctor Hugo Díaz se delinea como una obra coherente. Ha ido
constituyéndose con la atención puesta en los
conflictos subyacentes de nuestra sociedad y nuestro tiempo. Es una
poesía de circunstancia, frangmentaria y coloquial, hecha del
ensamblaje de personajes y situaciones emblemáticas, enfocadas desde
afuera como en las artes visuales y el cine, con una mirada penetrante
y con la serenidad y distanciamiento adecuados para conseguir una gran
sutileza, sin que ello impida explorar profundamente en las
dimensiones sociales elididas de la historia oficial.
La Comarca de
los Senos Caídos (1987) es su primer libro. Concreta lo que queda
después de una catástrofe. Un universo fantasmagórico y regresivo que
se articula entre materias y cuerpos desmembrados, sujetos reducidos a
sus órganos, que deambulan desamparados, sin destino y sin lugar, pero
tratando de retener alguna vitalidad. Es un rasgo distintivo de este
libro la elección del registro de la ciencia ficción, tensionada entre
una actitud distante y una interpelación exaltada, que intenta
inútilmente mover los ánimos de unos interlocutores ciegos y apáticos,
acorralados en la ciudad, y atrapados tras el vidrio de una ventana,
en situación homóloga a la del personaje de los textos.
Doble Vida
(1989), confunde los escenarios de la pantalla cinematográfica, la
oficina del comisario y los espacios del presente, en los que aún
ronda la muerte, la violencia y la opresión. Son escenarios que
vuelven irreal la crudeza del poder y del crimen. Es imborrable, por
ejemplo, la imagen de la muerte que " baja en tacos los peldaños " con
las huellas frescas de su crimen impresas en el cuerpo. Imagen
femenina que al final del libro baja esos mismos peldaños arrogante y
audaz, victoriosa e irreal.
Doble Vida
es un libro hermoso y estremecedor, de atmósfera surrealizante, en el
que asoman miradas silenciadas, vueltas sobre sí mismas, disociadas y
perplejas, que no pueden comprender las condiciones de la situación.
Al exterior de esa mirada deambulan víctimas y victimarios, oprimidos
y opresores, y un acontecer en el que se confunden y sustituyen
acciones y consecuencias, causas y efectos incomprensibles, desde un
mínimo nivel de racionalidad. Doble Vida es el título del libro,
imagen de la doble dimensionalidad de un espacio que fractura, expulsa
y priva de toda transparencia y lucidez, de toda posibilidad de ver,
como se dice en una cita tomada de la serie televisiva "Los Invasores
".
A lo largo de sus
páginas, un transeúnte registra lo que ve a su paso, lo que siente o
escucha resonar alrededor. Es el cronista de personajes y situaciones
fragmentarias, que en el contexto de la escritura funcionan como el
detonador de una interpretación sobre el estado de cosas del mundo. En
su presencia se inscriben los latidos que hacen perceptible la
atmósfera de la ciudad.
Lugares de
Uso (2000), su tercera publicación, alude a los lugares
compartidos, a lugares comunes a todos. Es un texto sugestivo que
explora los rasgos de la situación histórica cultural en el ámbito de
la ciudad.
A lo largo de sus
páginas, un transeunte registra lo que ve a su paso, lo que siente o
escuchare sonar alrededor. Es el cronista de personajes y situaciones
fragmentarias, que en el contexto de la escritura funcionan como el
detonador de una interpretación sobre el estado de las cosas del
mundo. En su presencia se inscriben los latidos que hacen perceptible
la atmósfera de la ciudad.
Allí se vive un
intervalo, un tiempo de espera. Se respira un espacio en el que asoman
presencias fantasmales, sombras furtivas desplazadas, exluidas y
miserables. Es el espacio de una ciudad desolada y en suspenso, el
trance de una inmovilidad inestable, inclinada hacia la perplejidad o
a un cambio desquiciador que margina. Todavía se pegan a los cuerpos
los restos de la noche, y los habitantes parecen atrapados en
situaciones paradojales. "Nos quedamos encerrados aquí afuera" se
dice, y también, "Somos puntuales cuando se trata de llegar tarde/
para aferrar las cosas que no suceden más allá ".
Lo que es hermoso
en el texto son esas imágenes en las que se atrapa el hueco dejado por
la suspensión de la acción y el vacío de significación, el hueco del
desconcierto y la falta de participación de los habitantes de la
ciudad, que llevan una existencia fugaz e innominada, como en la
instantánea de aquel perro que "muerde el vacío/ dejado por su cuerpo
al huir hacia las ramas ". Y me parecen imprescindibles todas esas
ironías en las que se despliega el contrasentido de una irracionalidad
inquietante y absurda, dispersa como un lugar común por la ciudad. Sin
olvidar la imagen del viento aquel, que reaparece al comienzo y al
final del libro, y termina por hacer perceptible la no coincidencia "
del nombre y el rostro ", y el desconocimiento de cómo llegar al
final.