Lugares de uso, el último
libro del poeta Víctor Hugo Díaz (La comarca de los senos
caídos, 1987; Doble vida, 1989) invita a la lectura con el
guiño de una cita al valor de los espacios urbanos, a una economía del
habitat. Los lugares
de uso se construyen en respuesta a la cambiabilidad con que el
sistema y su lógica de la productividad, opera la reducción de las
pertenencias urbanas. Ubicado en la generación post 87, Víctor Hugo
Díaz junto a Sergio Parra, Guillermo Valenzuela y otros, constituyeron
su marca generacional durante la decadencia de la dictadura y las
implicancias literarias que esta provocó. Los poetas del 90 no
pretenden ya ajustar cuentas con la historia, "consecuentemente
interactúan en sus zonas más inmediatas, esto es, en su pedazo de
cuerpo y su pedazo de ciudad'' (J. Lizama)
El sujeto poético de
"Lugares de uso" se construye extrañado de su propio espacio, sometido
a lugares previamente consignados a una economía social de la
productividad, que lo deja fuera. Pero el poeta insiste en su
pertenencia urbana, en su entrañamiento. El hablante emprende su
trabajo poético haciendo emerger una voz de registro de la topografía
urbana residual, aferrado a la ciudad desaparecida, en
re(des)composición, la que después de, "es igual para todos," una
calle lateral....pero siempre cuesta abajo / afluentes de la misma
inundación". La escritura busca renombrar la ciudad maquillada en el
escondite de una identidad que niega, ingresar a las zonas de "negra
vellosidad" y nombrar las verdades ocultadas bajo la apariencia
mentirosa de "rubia teñida", escribirla, inventariar sus lugares,
sujetos, objetos restantes. Post y posterior a cualquier forma de
residencia urbana el post-poeta ( post-Neruda, post-Parra, post-Lihn,
post-Ciudad poética post) de "Lugares de uso" se constituye a partir
de una escritura que se construye a partir de operaciones de un
sobreviviente. Recopilar; juntar restos, enumerar, registrar,
re-constituir: el sujeto poético saturado y suturado, emerge lleno de
hoyos (ahoyado) en su necesidad de fijar sus espacios y pertenencias
en una ciudad que muta, que lo abandona, que se le ha vuelto
desconocidá y a la vez lo desconoce; asi lo reiteran poemas como: La
invención de los amigos, El informante, La esquina vacante,
constituyéndolo en un ignorado de si mismo, de los
otros.
Siempre en otra que los demás, el poeta busca voces que
acompasen sus percepciones "que hable el que la lleva".
La
Privacidad de las calles es quizás el poema que más agudamente
realiza la operación de condensar en la percepción de los espacios
urbanos la memoria de un sujeto anoréxico, "que prueba todos los
sabores y no recuerda ninguno".
Si. "Lugares de uso" se
inscribe en la tradición poética que habla la persistente presencia de
la ciudad en la poesía y en la configuración de las subjetividades
urbanas, el texto poético de Victor Hugo Díaz construye la ciudad como
un insoportable lugar en que el sujeto no se encuentra ni con ella, ni
consigo mismo. La ciudad ha dejado de ser el soporte del sujeto urbano
pero éste igualmente está entrañado en ella. El texto se construye en
esa doble dimensión de extrañabilidad y entrañabilidad en que el poeta
vive su relación con la palabra poética, en una ciudad que siempre
cede, retrocede, se corre del asedio que el poeta hace a lo que antes
estuvo ahí y ya no está. Persistentes son la imágenes de cambios, de
mutaciones, de instalación de lo ajeno donde antes hubo una referencia
conocida y amable. Inventario de una topografía urbana de lo que ya no
es, el poeta mismo se vuelve un signo más de lo que se viró, de
aquello que se volvió otra cosa; del ir volviéndose pura ajenidad en
lo que antes fue propio.
En la constatación del arrasamiento
la voz asume el registro del juicio y la sentencia de un mundo en
mutación, su mirada abre, corta, zanja el cuerpo de la ciudad para,
desde una mirada al interior, diagnosticar con precisión de cirujano
el estado de cosas. La voz del poeta se autoproclama tardía, a pesar
de que escribe antes de que pase otra cosa, todo ya pasó, no hay más
que hacer. El recurso a la paradoja y la construcción oximorónica,
tanto como el uso de la contradicción sirven al poeta para ejercer ese
doblez de la mirada que hurga por dentro y por fuera, "todo es otra
cosa ya no hay nada ni nadie en quien confiar". Los cuerpos urbanos
escenifican solo en sus capacidades maquínicas, algo entra y algo sale
por ellos , dejando al poeta fuera de lugar. Es este no lugar el que
VHD productiviza para construir un sujeto poético que sólo puede
registrar lugares de paso, encuentros furtivos, ciudad de roles
asignados improvisadamente.
La poesía de VHD construye una
narrativa de una urbe que en su descentramiento arrasó también con el
poeta. Post-poeta de lo post, el sujeto que habla no tiene lugar ni
deseo ya en una ciudad donde "como insistir en algo cuando los otros
no están en nada". El habla de los últimos poemas apela, como ultimo
recurso, a la nimiedad mínima de lo frágil, a lo poco que ya "estaba
ahi antes del desorden". Lo que siempre fue caos y que en el ruido de
lo que no termina puede contener la promesa de lo que no promete nada,
"un solo golpe que no termina de caer" .