Es muy probable que éste
sea el mejor libro de Diego Muñoz Valenzuela. Las obsesiones
que rondan su imaginería -y tal como en el resto de sus libros-
son en buena parte una permanente actualización de las consecuencias
que produjo en una generación completa una dictadura que se
encargó
de -al menos- hacerles la vida imposible. Esa generación no
superaba los veinte años cuando los militares asumieron el
poder, vivieron una juventud a salto de mata, con fiestas de toque
a toque, y fueron regularmente los protagonistas callejeros de algo
que se conoce como resistencia. "Déjalo ser" es una
colección de diez cuentos, algunos de los cuales funcionan
como una crónica de esos días, evitando con bastante
éxito el tono nostálgico que abunda en la obra de otros
autores. Se trata de relatos protagonizados por personajes anónimos
que de pronto se ven transformados en pequeños héroes
(Foto de portada), o que se ven envueltos en aventuras que la militancia
y el compromiso de esos años no contemplaba (Yesterday). El
aire, en estos relatos ambientados en el pasado, siempre aparece enrarecido
y teñido de sospechas.
La otra materia de la que están hechos estos cuentos es más
contemporánea, y está concentrada en el retrato de una
sociedad que se parece mucho a la nuestra: un cesante que acepta el
ridículo disfrazándose de pollo para conseguir algunas
monedas (Mirando los pollitos), o un exitoso y viril funcionario que
un día descubre y confiesa con cierta ambigüedad que se
ha enamorado de la persona equivocada (Déjalo ser).
Muñoz Valenzuela exprime aquí un talento que en algunos
de sus libros apareció con más tibieza, como en "Angeles
y verdugos", un volumen de micro cuentos que nos propinó
hace un par de años. Pero esta colección de relatos
es muy distinta. Se trata de una buena oportunidad para darse cuenta
que la literatura también se construye a partir de pequeñas
dosis de asombro, y en este libro esas dosis son el efecto de la especial
perspicacia que tiene Muñoz Valenzuela para describir, por
ejemplo, breves gestos con palabras exactas o cierto encanto en los
ojos de un personaje dibujado en la página con el talento de
un grabador.
En general se trata de cuentos entretenidos. Lo son más aquellos
en que el autor se atreve a ensayar un tono distinto al común
de los relatos. Lo hace en el cuento Ojos un poco perdidos,
donde cuenta la historia de una pareja de amigos -Mónica y
Leonardo- que conversan de cualquier cosa sentados en un bar. Desde
el principio ambos intuyen que terminarán inevitablemente bajo
las sábanas. Por lo mínimo de la anécdota y por
la aventura que significa describir a dos personajes que dialogan
medio borrachos, este cuento debe estar entre los mejores del volumen.
A veces uno lamenta que ciertos personajes sean descritos casi como
una caricatura (Ramsay, por ejemplo, el elegante y exitoso empleado
del cuento Déjalo ser, dueño de todas las virtudes),
o que el texto acuse cierto descuido fónico ("sonrisa
en cierta ocasión propicia", o "me soltó y
salté a un lado"), o que el título del libro no
sea el mejor (suena a libro de autoayuda). Pero son males menores
en un libro que gana por todos lados (aunque para ser exactos faltaría
agregar algo más: también es lamentable la foto que
la editorial eligió para la portada).
Diego Muñoz Valenzuela le saca punta a su habilidad como narrador,
gusta, entretiene, y deja en el seso una cuantas páginas memorables.
Diego Muñoz Valenzuela
Déjalo ser
FCE, 165 págs.
* * * *** * * *
Déjalo
ser
Diego Muñoz Valenzuela. Fondo
de Cultura Económica, 2003, 163 páginas.
“Diego Muñoz Valenzuela logra en este libro reconstruir ambientes
como un director de cine”, se asegura en la contratapa de “Déjalo
ser”, sin que medie explicación alguna sobre lo que el anónimo
reseñista quiere decir: ¿un escritor es bueno porque
escribe como director de cine?, ¿el autor es un director de
cine que -por falta de plata, suponemos- no hace cine sino literatura?,
¿el editor pensó que pintaba bien eso de “director de
cine”? En fin, de estos cuentos de Muñoz -conocido, sobre todo,
por la novela “Flores para un cyborg”- no hay mucho que decir: nostalgias
y devaneos intelectuales varios y una prosa apenas razonable. Nada
nuevo, por cierto.
(Las Ultimas Noticias, sábado
3 de abril de 2004)