Proyecto Patrimonio - 2006 | index | Diego
Ramírez Gajardo | Malú
Urriola | Autores |
Apellido
materno y
El baile de los Niños de Diego Ramírez Gajardo
Por Malú Urriola
Conocí la poesía de Ramírez Gajardo hace un
tiempo ya considerable. Si es que el tiempo fuese en realidad lineal.
O si es que la realidad que creemos que es real, lo fuese realmente.
Y el neoliberalismo fuese nuestro único y depredador dios.
Y las horas se contaran con reloj control marca
Orwell, y la globalización fuese una mixto-cultura de clases
altas y medias que contienen en sí misma a todas las culturas
que alcanzan a entrar en la globalización.
Los pobres, los olvidados del mundo -por supuesto- los millones de
siempre del planeta, quedan fuera hasta que un derechista propiciador
del mercado voraz, apele en tiempos de elecciones presidenciales,
a luchar por sus derechos humanos básicos de sobrevivencia.
Sobrevivir es para la mayoría considerable del planeta, el
único verbo que conocen.
Ramírez Gajardo resitúa estos tics, nichos, objetos
y sujetos culturales que circulan colgando del neoliberalismo chilensis,
solitario y final: Discotecas con pantallas gigantes donde Maddona
contorsiona su moderno look ante cientos de nietos de revoluciones
perdidas. Animé y manga japoneses, barbies, vampiros, ketchup,
góticos, dark, punkys, música electrónica, revistas
pornos, mercado sexual, neonazis, en fin. Cuerpos noctámbulos,
que portan el reciclaje de la historia mientras transitan la noche
Santiaguina y, donde las más variadas fantasías olímpicas
como versa Ramírez Gajardo, se cruzan y entrecruzan como en
este hermoso y raro libro nacido de la poiesis, que va rememorando
y engarzando al mismo tiempo, como un collar de perlas, la escritura
velada y castigada de la poesía chilensis. Me refiero a esa
escritura poética fuera del canon macho de la literatura nacional.
Rememoro, hoy aquí, a propósito del lanzamiento del
libro de Diego y de las elecciones que se avecinan. A la Mistral recibiendo
el Nóbel en 1945. El primer premio Nóbel chileno. Dato
no menor, cuando aún no tendría derecho a voto en su
propio país, sino hasta 1949 (por ser mujer). Y a las poetas
se las tildaba como poetizas. Escribo en tiempo pasado, pero como
mencioné con anterioridad, el tiempo no es lineal. Y aún
hoy, siglo XXI, se tilda de esa manera cargada de sentidos, minimizadores
el trabajo de las mujeres que escriben poesía poderosa en este
país, y cuyos versos labrados en la dureza de la cultura macha
chilena, trabajados en los desoladores años de la dictadura
militar, han venido produciendo -y me incluyo- voces poéticas
que aprecian y repiensan las propuestas estéticas y políticas
de sus apuestas poéticas.
La poesía de Diego Ramírez Gajardo lleva las marcas
matriarcales de esa parte de la historia de la poesía chilena
que nadie menciona. O que poetas misóginos, borrachos de amor
como colegialas por los vates, de quienes atesoran hasta la servilleta
con que si limpió la boca…y que, critiquiquillos de turno,
siervos de los medios escritos de la derecha, se empeñan a
hacer desaparecer. Porque no fue Neruda, aunque gran poeta -y los
haga acabar- el primer Nóbel chileno. Fue la Mistral. Y eso
no es un dato menor para la historia de la poesía chilena.
Con éstos hitos poéticos, con estos nudos, es que El
baile de los niños trae de vuelta los vientos de la gallarda
poesía de Berenguer, a quién conocí -en los más
crudos años de la dictadura militar- recitando Bobby Sands
desfallece en el muro, a pocos metros de este lugar, en Plaza
Italia. También puedo olfatear a la poeta Eugenia Brito y su
libro Vía Pública…a Stella Díaz Varín
y su estética implacable cuando versa: "Toda bandera es
un río de sangre"…Del mismo modo se pueden entrever diálogos
con las escrituras poéticas de S. Parra, la manoseada
o Maqueira, La tirana, o Máscara Negra de Arrate,
y en su contraparte narrativa a Eltit, Lemebel, Sutherland, Sarduy,
Reinaldo Arenas. Porque lo que Ramírez Gajardo entrama y teje
como una araña en las sombras, es la historia del poder y el
castigo sobre el cuerpo de Chile. La historia del deseo y de la ruina
que competen a toda poesía que se piensa a si misma. Pero también
incide en un gesto que no es gratuito, ni lleva las riendas del azar.
Su libro incluye en la portada además del apellido paterno,
el materno. Como una marca de reparación y recuperación
de la madre siempre a la sombra, en un país tan marcado por
huachos de padre, tema que trabaja el libro Madres y huachos de Sonia
Montesinos.
Ramírez Gajardo presenta un escenario, un territorio agredido
por "la libertad" neoliberal. Una tensión en sus
versos que cruza y anuda traumas de revoluciones frustradas, problemáticas
de género, contragénero, y del poder que se ejerce sobre
los cuerpos. Como expondría Foucault: "el cuerpo está
también directamente inmerso en un campo político; las
relaciones de poder operan sobre él una presa inmediata; lo
cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos
trabajos, lo obligan a unas ceremonias, exigen de él unos signos".
"Este poder, por otra parte, no se aplica pura y simplemente
como una obligación o una prohibición, a quienes "no
lo tienen"; los invade, pasa por ellos; se apoya sobre ellos,
del mismo modo que ellos mismos, en su lucha contra él, se
apoyan a su vez en las presas que ejerce sobre ellos"
Estos signos con que el poder opera sobre los cuerpos, son los que
rearticula Ramírez Gajardo. Los residuos de esta nueva pirámide
mall dictadura globalizada.
Ramírez Gajardo muda de hablante como una serpiente se desprende
su piel, cruza signos y significantes para construir un sujeto, un
cuerpo andrógino cultural, desde esta "otra muerte social"
a que nos refiere y que como versa "después de tantos
años de punk, ingresan a la fantasía del Japo"
El "silencio general" en detrimento del Canto General en
su poema (yo soy) que además titula entre paréntesis
y que me remite también al texto Yo soy eso de Nisargadatta
Maharaj o, el yo es otro de Rimbaud. El yo entre paréntesis.
Suspendido. Ambiguo juego en el escenario yo-yo de la poesía
chilena, es cruzado y acosado con los iconos emblemáticos del
neoliberalismo. Con los de la contracultura como el punk o el sujeto
"revolucionario"
Cito: Me dice barbie/ Me lo dice revolucionario sin banderitas presentes/
De verme tan maquillada la híbrida disco de mi cuerpo/ Exhibiéndole
toda la tragedia de mi territorio en plena Alameda.
Y aquí hemos sido convocados, en plena Alameda, tan significada
por la historia de Chile, y que Ramírez Gajardo que vuelve
a re-significar como un rictus de baile y de muerte.
Malú Urriola,
9 de diciembre de 2005