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Diego Ramírez:
"Prácticamente no hablo, sólo escribo".


Por Andrés Mancini*
Fotografías: Michaela Danelova
Extractos de la entrevista concedida por el escritor Diego Ramírez a la revista Animalfabeto 2, sección El mejor escritor de Chile, a mediados del año 2005.

Nos encontramos con Diego Ramírez en un bar restaurante de calle Monjitas en donde los tragos no superan la barrera de los mil pesos y por lo tanto son bastante tóxicos. Al principio Diego es tímido, silencioso, escucha con atención las preguntas y piensa algunos segundos antes de responder. No está para juegos y menos para que lo tergiversen. Estudió periodismo y conoce la voracidad poco ética de algunos medios de comunicación, sobretodo luego de que algunos periódicos los estigmatizaran por haber estado preso 93 días acusado de pertenecer a una comunidad que intercambiaba material de pornografía infantil por internet, sin que existieran pruebas concretas en su contra, ni que luego de ese tiempo preso se probara su participación en el delito. Irreversiblemente la conversación nos conduce a su biografía, habla lento y en voz baja como cuando recita sus textos, el relato es su memoria contada por su propia voz.

- Existen otros poetas de tu misma edad que han publicado sus propios libros por algunas editoriales o autoediciones. Sin embargo, tú que tienes la misma trayectoria que ellos has limitado tu participación a libros colectivos o antologías ¿Estás esperando un tiempo? No se te ve con el afán de publicar.
- Estuve en una reunión con la gente de Ediciones del Temple, que es la que más me ha pedido cosas. No los conocía y en la primera reunión me preguntaron cómo lo hacía para ser mencionado en algunos lugares sin haber editado ningún libro propio, si repartía textos por correo o cosas así. Por mucho tiempo no fue una necesidad el publicar, además era por una cosa técnica pues tenía mi libro desordenado. Me gané una beca de creación del Consejo del Libro el 2003 por un libro que se llamaba "Tristes bastardos" en donde estaban mis poemas más importantes y que perdí cuando se llevaron mi computador cuando caí preso. Todavía no me lo devuelven, así que el libro quedó ahí, secuestrado.

- ¿Crees que entre tus pares existe demasiada prisa por publicar sus textos?
-Sí, mucha. No soy muy amigo de los poetas, no tengo muchos amigos que escriben, está Gladis González ("Gran Avenida", La Calabaza del Diablo, 2005) que es mi amiga pero con ella no hablamos de poesía. Sé que hay que publicar, hay gente que me dice que van a pasar los 15 minutos de fama y que me quedaré sin libro, pero para mi no es relevante. He pensado que tiene mucho que ver con el miedo a publicar, en ese sentido soy perfeccionista. Tengo miedo de ver al libro y ver que no era lo que quería, para mi tiene que ser muy importante el primer libro y me ha costado decidirlo porque estoy con muchas poesías que corresponden a distintos temas".

 

CORAZONCITO DE NIÑO PEQUEÑITO

En el libro "Corazoncito niño" está presente un hablante infantil, la intención de querer mostrar que en la infancia el mundo se ve con otros ojos pero que es difuso el umbral entre la inocencia de esa etapa y la perversidad del mundo adulto. Por otra parte, tus textos escritos en la cárcel reflejan a una persona que de golpe se da cuenta que ya no es un niño.
-Hay mucho de eso. Una es la lectura que hago desde la situación casi tétrica y esa voz me funciona porque siempre que escribo asumo un rol de víctima. El niño me permite ser víctima, pero no tanto. Así como sé pero no sé, como que me hago el tonto. Ese tono me agrada y tiene que ver conmigo. Tengo 23 años y mucha gente cree que soy menor, me veo como más chico y aún establezco relaciones muy de niño, me muevo en espacios con gente muy chica. Por eso funciona este niño que habla en los textos, pero es como un niño bien perverso. En el fondo es alguien que se está haciendo el niño. A veces trato de bloquearlo pero aparece igual, siempre está presente. Me criticaban en los talleres el uso excesivo de los adjetivos, sentí que algo tenía que hacer con esos adjetivos y los utilicé como un recurso extremo y sobrecargué de adjetivos los textos. También utilizo bastante los diminutivos, eso mismo aporta esa voz de niñito asustado.

- Creaste un hablante muy representativo en tu poesía, tiene personalidad y carácter y eso genera huellas.
-Pensé que en la cárcel iba a cambiar mucho porque el espacio era distinto, ahí ya no estaba bailando, estaba preso. Sin embargo, igual aparecía el niño, un niño más sufrido. He leído cosas que escribí en la cárcel y tienen esa voz, recurro al mismo gesto.

- ¿Es superior a ti ese dialogo, ese personaje?
- Sí, por ejemplo siempre hablo de un usted, apelo a un usted mayor y es siempre así. A veces no me doy cuenta.

- ¿Pero ese usted mayor eres tú mismo?
-Soy yo porque el niño también es un niño adulto. Por ejemplo en el texto que estoy armando de la cárcel hay dos presos, que serían yo. Una es la poetiza del deseo, que es como una diva presa del deseo a nivel máximo y que no está arrepentida de nada de lo que supuestamente hizo, es el juego de estar presa y llena de hombres por todos lados como una fantasía erótica; está el niño que escribe, en la cárcel me decían "el niño que escribe", y este es el niño más real y normal. Jugar con esas cosas me permite hacer el usted mayor, es como un juego de grandes. Alguien me decía después de una lectura que el usted era como un dictador, hacían una lectura avanzada del tema, algo político llevado al extremo. Pero es un usted con cariño, con odio, con te quiero. Es una cosa bien rara, muy extraña".


93 DÍAS EN EL MÓDULO B

El año 2004 marca una etapa de quiebre para la vida de Diego Ramírez. En julio de ese año investigaciones allana su casa y se lo lleva detenido por orden del Tercer juzgado del crimen de Santiago. El supuesto delito: exhibición u distribución de pornografía y asociación ilícita. A estas alturas es un hecho que según admite, ya no le quita el sueño y se ha esforzado por sacar el máximo provecho literario a los 93 días que estuvo preso.

- ¿La estadía en la cárcel modeló tu forma de ver el mundo?
- Mucho, fue pasar de un baile a la cárcel, fue muy duro. Pero me preparé bastante, en un momento me dije: ¡Ya, estoy en esto! Para que mi familia no me viera mal y por mi. Me hice fuerte y mi mecanismo de defensa fue máximo. No me permití en ningún momento pensar y lamentarme que estaba preso. Estuve así los 93 días y recurrí a todo, tuve amigos, me disfracé de un preso más, me pelaron, la ropa que mandé a pedir fue ropa como para disfrazarme de hip-hopero, tuve que aprender a hablar en coa, tenía que aperrar en lo que era la realidad de lavar la loza en la tasa del baño y la vida cotidiana en la cárcel. La escritura me ayudó mucho, todas esas horas de encierro y de no hacer nada escribía y leía, eso me permitió siempre estar en otro lado, conectado con otra realidad. La gente fue solidaria, conocían mi caso y que no era grave como lo pintaban. Estaba preso con pedofilos de primera categoría, a los cuales la gente de la cárcel no miraba… me tomaron cariño los presos, y como poca gente sabe escribir en la cárcel, les escribía cartas y pasé a ser el niño que escribía y que escuchaba los problemas de sus vidas. Tuve la suerte de estar preso con los presos políticos, eran otro tipo de personas, muy correctas. Era gente con la cual teníamos discusiones políticas, me transformé en su secretario cuando nos juntábamos en el módulo B.


LA NUEVA POESÍA CHILENA

- ¿Qué te ocurre cuando se habla de la "poesía joven"?
- Siento que igual se han ganado un espacio y me parece bien, pero tomo distancia y no me gusta entrar al grupo porque hay cosas que no entiendo. Hay muchos textos y libros publicados, pero son pocos los textos interesantes, hay pocas propuestas y proyectos. Creo que es poca la gente que ha sido capaz de tener un proyecto de escritura en donde se note que hay un verdadero libro, que uno sienta que ese es su camino correcto y que lo está haciendo bien. Los escritores que me gustan tienen una propuesta que es consecuente con su escritura. Los poetas jóvenes no separan el hecho de lo que es la escritura con la publicación de un libro, para ellos el escribir sin la publicación es algo que no existe y eso los hace publicar rápido. Uno lee libros que son pegoteos, en los cuales puede haber un buen poema, pero hay otros tantos malos que tapan los textos buenos. No hay trabajo, tienen una emergencia de publicar muy rápido. Todo lo hacen a partir de la publicación de un libro y al final se transforma en un cuadro de egos raros y da susto.

- ¿Quiénes han construido propuestas?
- En ese punto está Héctor Hernández, tiene un discurso claro en sus libros. También me gusta bastante Gustavo Barrera, con una propuesta interesante y compleja; está Paula Ilabaca. Es gente bien encaminada, los leo diferentes, tienen una escritura potente y un discurso concreto".

- ¿Qué pasa con el ego, con las discusiones sin sentido que se generan en torno a este nuevo escenario?
- Hay gente que no me gusta y que no voy a leer porque no me interesa, es mala. Pero también hay que ser respetuoso y como para mi es más importante el escribir me mantengo fuera de esos lugares, dejo eso para otros. Mis mejores amigos no escriben y no me interesa entrar a ese mecanismo de grupos poéticos, me aburre, me parece que ahí no hay vida, no hay biografía. Pasan las tardes en La Piojera y es muy fome, aburre, no pasa nada ahí. Para mi la escritura es mi medio de comunicación, prácticamente no hablo, sólo escribo. Necesito hacer muchas cosas para escribir, me gusta frivolizar ese tema. Puedo tener discusiones de literatura muy densas, pero me gusta más lo otro: si me llega plata de un premio no la gasto en libros, sino en ropa. Me parece entretenido frivolizar y que me miren raro. A veces voy a una lectura y la gente se pregunta ¿qué está haciendo este acá? No tengo cara de poeta.

 


*Periodista y editor de Al Margen Editores
Más información en :

www.animalfabeto.blogspot.com

www.fotolog.net/animalfabeto

 
 

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Diego Ramírez: "Prácticamente no hablo, sólo escribo"
Entrevista por Andrés Mancini.
Fuente: Animalfabeto 2, a mediados del año 2005.