Estimado Sr. Director Luis Martínez S.:
En la página del Proyecto Patrimonio dedicada a David Rosenmann
Taub se expresan propósitos falsos e injuriosos hacia nuestra
familia (ver entrevistas de Lautaro
Ortiz, Malú Sierra y Franco Fasola). Nos dirigimos a Ud.,
para exigirle una rectificación pública por este motivo.
En lo que concierne la entrevista de Franco Fasola (La Nación, 22 de
agosto de 2004), nos hemos dirigido ya, por el mismo motivo, al director
de La Nación, Juan Walker Edwards, que acogió nuestra
carta y la publicó casi in extenso.
Este es el contenido original de esa carta.
«Señor director:
A la lectura de la entrevista a David Rosenmann-Taub, publicada por
La Nación el 22 de agosto de 2004, nos vemos en la obligación
de rectificar ciertos propósitos falsos e incluso injuriosos
hacia nuestra familia.
Se señala: "En 1951 la senda de Rosenmann-Taub se va haciendo
cada vez menos conocida para todos. Su padre enfermó y él
se hizo cargo de la familia..."
Esa información es falsa. Nuestro padre y abuelo Manuel Rosenmann
gozó de perfecta salud y trabajó sin cesar hasta poco
tiempo antes de su fallecimiento en 1971 sosteniendo a la familia
inclusive a su hijo David que residía en la casa paterna.
Pasemos a otro párrafo, mucho más grave: "En 1973,
y mientras caía Allende", -expresan- "la empleada
doméstica de su casa robó muchas de sus posesiones.
Allí se van sus horas de insomnio. Más de cinco mil
páginas manuscritas, sin copia, desaparecieron."
Primera precisión: El año del supuesto robo al cual
hace alusión el artículo, no fue en 1973. La declaración
de robo fue hecha a principios de 1975.
Segunda precisión: la empleada doméstica de la cual
se habla sin pudor ni retención se llamaba Clementina Zepeda
Carvajal y fue la segunda madre de Daniel y Jacobo Navia Rosenmann.
No tienen derecho a hacerse eco y exponer públicamente acusaciones
calumniosas, sin la menor prueba para afirmar que ella habría
"robado cinco mil páginas" (¿por qué
no diez mil, veinte mil o más?). Clementina trabajó
durante casi veinticinco años sirviendo en primer término
y en especial a David Rosenmann. Durante por lo menos diez años
no se le pagaron imposiciones ni se la declaró a ningún
seguro social, tampoco se estableció horario de trabajo ni
día de reposo. Durante años, Clementina vivía
en una pieza destinada a la acumulación de cajas donde apenas
había lugar para poner una cama. Otra precisión al margen:
Clementina no sabía leer ni escribir. ¿Con qué
objeto robaría escritos que no podía ni siquiera leer?
Bajo esa acusación se la puso en 1975 en la cárcel y
fue liberada al cabo de corto tiempo por falta de méritos.
Una cosa es la literatura y otra las acusaciones públicas sin
ningún asidero implicando personas que -es muy probable- ya
no estén entre nosotros para defenderse.»
El director de La Nación añadió a esta carta
un extenso comentario. La carta y el comentario pueden verse en La
Nación del 19 de diciembre de 2004 (sección Cartas:
«Libertades y deberes de la prensa») en el sitio http://www.lanacion.cl/prontus_noticias/site/edic/2004_12_19_1/home/home.html
(entrar en enlace "cartas", página arriba)
En ningún caso se trata aquí de emitir juicios sobre
la obra literaria de David Rosenmann que no necesita ser subrayada
con fabulaciones en desmedro de la integridad moral de otras personas.
Cuando la vida íntima de tales personas se utiliza en la prensa
o en otro medio con fines promocionales, se está cometiendo
un delito de ingerencia. La situación se agrava si se procede
a una falsificación de hechos. Es en respuesta a esta situación
que nos vemos en la obligación de enviarle esta carta.
La imagen promocional del poeta despojado de sus escritos era sin
duda más efectiva «mientras caía Allende»,
en 1973, que bajo la dictadura de Pinochet en 1975. En todo caso,
esto merece una verificación. ¿Fue probado que le robaron
a David Rosenmann sus escritos? ¿Cuándo sucedieron los
hechos? ¿Interrogaron los periodistas a la persona acusada?
(Clementina Zepeda residía en aquel entonces en Santiago en
casa de nuestra madre y hermana Eva Rosenmann Taub.)
Manifiestamente estas declaraciones se basan sólo en suposiciones.
Durante el peor período de la dictadura, el poeta no vaciló
en llamar a la policía de la misma para inculpar a una persona
que ya no podía servirlo con las energías de su juventud.
Es fácil pretender a posteriori que se ha sido "víctima"
de la dictadura cuando en realidad no se ha sufrido persecución
alguna, lo que constituye un insulto para quienes fueron realmente
perseguidos. Esto puede dar una idea restringida de lo que ha significado
para nuestra familia la historia de ese supuesto robo.
Por este motivo, le solicitamos suprimir en las entrevistas mencionadas
los textos que aluden a nuestra familia, en especial a nuestro padre
y abuelo Manuel Rosenmann y a la empleada y nodriza Clementina Zepeda
Carvajal y le sugerimos proponer en el texto un enlace a nuestra carta
a La Nación del 19 de diciembre de 2004 y a la presente carta
al Proyecto Patrimonio.
Lo saludan muy atentamente,
Jacobo Navia Rosenmann (Villetaneuse, Francia), Mauricio Rosenmann
Taub
(Essen, Alemania), Daniel Navia Rosenmann (Drancy, Francia)