Su obra yace en un cofre en el fondo del mar.
Vive en Estados Unidos, considerado como un genio pero en su país,
pocos saben quién es. Muchos lo postulan al Nacional de Literatura
pero a él, poco le importa. Por estos días prepara País
Más Allá, lo último de su enigmática poesía.
“Cómo me gustaría jamás
haber nacido,
libre de lo de ayer, jamás haber nacido,
dejar correr el tiempo, jamás haber nacido (…)
Para no recordarme, para no volver nunca,
Dios mío, yo creyera en ti para no ser...”
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De su poema “Ciénaga”
In-ubicable. Desaparecido en acción. Mito viviente. A juicio
de Armando Uribe, David Rosenmann-Taub es a quien realmente
se le debe dar el Premio
Nacional de Literatura pero en Chile nadie lo conoce.
¿Se esconde?
Radicado en Estados Unidos hace más de dos décadas,
no sabe ni de círculos ni de premios. No le interesan. Tiene
77 años. Y con su vida, la famosa máxima se cumple:
nadie es profeta en su tierra.
A David Rosenmann-Taub parece gustarle el autoexilio. Y aunque
la distancia y el tiempo lo han alejado profundamente de Chile, El
Mensajero, uno de sus últimos libros, figura como una de
las mejores obras poéticas del año pasado. Aunque sus
textos son sólo para iniciados. De hecho, abordarlos es tarea
titánica. No por nada desde pequeño ha llevado la a
veces incómoda chapa de “genio”.
El poeta, nacido en 1927, es hijo de padres polacos. Aprendió
a leer al año y medio, y a los tres escribió sus primeros
poemas. Su padre Manuel Rosenmann era políglota y lo comenzó
a atiborrar de literatura. Su madre Dora Taub, pianista, le enseñó
a tocar el instrumento cuando tenía dos años. A los
nueve, ya tenía a su primer alumno de piano.
Cuando niño, le dictaba sus ideas a su madre. “Siempre he
escrito. Esto del amor por las letras, yo lo explicaría como
un matrimonio. Estoy casado con las letras”, cuenta desde Estados
Unidos. Durante su infancia, en la que asiste al Colegio Europeo y
al Liceo de Aplicación, nacen sus primeras poesías,
escritas en los recreos.
Por esos años escribe El Adolescente (revista literaria
Caballo de Fuego, 1941) y el primer volumen de Cortejo y Epinicio.
Y a partir de allí, todo fue silenciosa creación e ímpetu
de erudición: estudió español en el Instituto
Pedagógico de la Universidad de Chile y realizó una
serie de cursos en los que intentó atrapar la esencia de la
vida: botánica, astronomía, anatomía, inglés,
francés, portugués, estética y arte.
Muchos han rotulado de “mísitico” al trabajo de Rosenmann-Taub.
Por esa razón no es extraño que la poesía de
San Juan de la Cruz y Juana Inés de la Cruz sean medulares
en su obra. “Fundamentales para la historia de la poesía, no
para mí. En Juan de la Cruz observo lo mismo que en Teresa
de Ávila: mente alucinada, de soberana inteligencia, por encima
de la vida en el planeta. Juana Inés de la Cruz hizo, en Primero
sueño, una imitación de las Soledades de Góngora:
lo que en Góngora cumple fines plásticos, en ella cumple
fines conceptuales. Más que una poetisa, más que una
mujer, ella es una fuerza que embellece cualquier cosa”, contó
en una de las pocas entrevistas que ha dado a la prensa, hace ya algunos
años.
Cortejo y Epinicio (1949) ganó el premio del Sindicato
de Escritores. En 1951, la editorial Cruz del Sur publica Los Surcos
Inundados, que obtiene el Premio Municipal de Poesía. Luego
de ese auspicioso inicio en las letras nacionales, la senda de Rosenmann-Taub
se va haciendo cada vez menos conocida para todos. Su padre enfermó
y él se hizo cargo de la familia. Se alejó de los círculos
literarios y comenzó a ganarse la vida enseñando música.
En 1973, y mientras caía Allende, la empleada doméstica
de su casa robó muchas de sus posesiones. Allí se van
sus horas de insomnio. Más de cinco mil páginas manuscritas,
sin copia, desaparecieron.
EL VATE
Según la Real Academia Española “vate” significa “adivino,
vaticinador”. Ese fue uno de los elementos que motivó a Kenneth
Douglas, profesor de literatura de la Universidad de Yale a considerar
a Rosenmann-Taub para darle la beca Oriental Studies Foundation. Así
podía escribir y dictar conferencias en Nueva York. Era 1976
y allí comienza su etapa de outsider. Pero para Rosenmann-Taub,
el significado de vate es aún más amplio que el del
diccionario: “cuando la poesía contiene un elemento de conocimiento
que va más allá del conocimiento inmediato, donde a
través de la voz del poeta está hablando la totalidad
del ser humano, se dice vate”.
Así, radicándose en Estados Unidos, David comienza
a desaparecer. Aunque cultiva amistad con poetas como Alberto Rubio
y Armando Uribe, de quienes opina son “poetas muy dotados, limpios
y consistentes amigos”. De ese grupo, se ven pocos. “En Chile, como
en todas partes, había individuos que pretendían ocupar
todos los sitios, y actuaban como agresivas vedetes. Afortunadamente,
existía un grupo, no muy numeroso, de intelectuales con generosidad
y curiosidad.
Hernán Díaz Arrieta (Alone), Mariano Latorre, Ricardo
A. Latcham, Julio Arriagada, Enrique Molina, Samir Nazal: humanamente,
joyas”, decía hace algunos años.
Hoy, desde su destierro voluntario en Estados Unidos, David Rosenmann-Taub,
quien es considerado por Uribe “El poeta vivo más importante
y profundo de toda la lengua castellana”, habla, en exclusiva para
Leer sobre lo que le queda de vida y obra.
-¿Qué opina cuando le dicen que su obra poética
está llena de “secretismo”?
-¿Secretismo? Supongo que usted se refiere a “hermetismo”.
Le pareceré pretencioso: ¿le diría usted a Einstein:
‘¿Hay algo de “secretismo” en su teoría de la relatividad?’.
Para quienes no la entienden, por supuesto. Entender, incluso en qué
consiste una ensalada, exige atención, y ésta demanda
educación. El lector desatento encontrará hermético
cualquier texto, o, peor, creerá haberlo entendido.
-En su poesía, ¿qué es más importante,
el sonido o el fondo?
-Alteraré un poco la pregunta: ¿qué es más
importante, la forma o el fondo? El fondo implica sustancia. Esta
misma pregunta usted se la podría hacer a un músico:
“¿qué es más importante: lo que suena o el fondo?”
“Bueno”, le diría, “lo que pasa es que el fondo suena”. Aparentemente,
forma y fondo son dos cosas. En realidad, se trata de una. Lo que
no tiene fondo es sin valor y sin función. Todo es para el
sentido. La poesía, cuando lo es, expresa el saber en la forma
más esencial. Poesía, para mí, es saber con exactitud.
Saber, es decir, crecer. De lo contrario, para qué la poesía.
-¿Cómo ha influido su cercanía con la música
en sus poemas?
-A mí la música y la literatura no me influyen.
Es mi experiencia diaria, mi contacto, fácil o difícil,
con la existencia lo que me motiva a escribir. Leer algo que me entusiasma,
me lleva a leer más, no a escribir. El vocablo “influencia”
-como se lo usa en las historias de la literatura, de la música,
de la pintura- es una manera diplomática de llamar al “robo”.
Si algo ya está escrito, si estoy de acuerdo con lo que he
leído, haré la recomendación del texto que leí,
pero no lo vuelvo a escribir.
-¿Por qué ha publicado tan poco en relación
con lo que ha escrito?
- Aunque he publicado una parte muy reducida de lo que he escrito,
son más de diez libros. No es fácil publicar en Chile.
Pregúntele esto a cualquier escritor chileno. Muy conocido
el ejemplo de Gabriela Mistral, cuyo primer libro fue publicado en
Estados Unidos; el segundo y el tercero en Buenos Aires y México.
Para publicar Crepusculario, Neruda recibió, ayuda económica
de Alone, lo que revela que la editorial le cobró.
Después de que Arturo Soria, el editor de Cruz del Sur, regresó
a España, no encontré editor. Y yo no estaba en condiciones
de pagar para que ciertas editoriales me publicaran. Desde los diecisiete
años de edad he comido de mi bolsillo. Mi padre, un trabajador
inagotable de maravillosa responsabilidad, no logró éxito
en lo económico; yo tuve que colaborar con él, con felicidad,
para sostener a los míos. No necesito contarle a usted anécdotas
de las puertas cerradas que he encontrado en Santiago para publicar.
-¿Se sintió cómodo alguna vez en Chile?
-Chile es igual a Francia, a España, a Estados Unidos:
sacamos la fachada y la gente tiene el mismo comportamiento: de vez
en cuando -yo diría de vez en cuandísimo-, entusiasmo
y buena voluntad, y, a menudo, indiferencia. Me he sentido cómodo
en mi país de la misma manera que en Nueva York o en París.
¿Se puede estar cómodo en alguna parte? Me siento bien
cuando estoy con gente que quiero y me quiere: eso no tiene nada que
ver con el lugar.
-¿Qué cosas lo siguen uniendo a Chile?
-Es lo mismo que si, en cierto modo, me preguntaran -aunque estoy
exagerando-: ¿qué cosas lo siguen uniendo a su madre
y a su padre? Incluso si Chile desapareciera, yo sigo unido a Chile.
Es el lugar donde nací. La cuadra donde viví es otra
-hay nuevos edificios-, pero, en mí, se alzan las casas de
los cuatrocientos, los impares, de Echaurren. Para bien y para mal,
soy chileno.
-¿Qué opina de las nuevas generaciones poéticas
chilenas?
-La poesía es un fenómeno de la Tierra. La poesía
chilena es poesía cuando, además de chilena, es poesía.
-¿Qué está preparando actualmente?
- País Más Allá es un libro que he
estado escribiendo toda mi vida. No es el único libro que he
trabajado de esta manera. Todos mis libros los arrastro prácticamente
desde que tomé conciencia de mi vocación.
Una de las primeras cosas que reflexioné fue la razón
de crecer. ¿Por qué mi cuerpo debe desgastarse para
que mi mente se abra? Progresivo cierre del ciclo vital, para progresiva
apertura del ciclo mental. Hay que pagar con la muerte el precio de
crecer.
¿Y cuál es la razón de recordar? Cada día
cargamos el cadáver del día anterior. Cada día
experimentamos este país: la propia interioridad ya está
lejos. Nuestro hoy será mañana un paisaje inalcanzable.
Cada instante se aleja infinitamente de uno mismo, y sólo podemos
mantenerlo por una relativa memoria. Lo que llamamos presente es el
más inmediato pasado: cuando uno lo constata como presente,
ya es pasado. E, inevitablemente, va a llegar un día en que,
para cada uno de nosotros, el haber participado de la existencia será
haber habitado un país que está más allá
de nosotros.
No sólo he querido expresar esto a través del libro.
Me propuse expresar cuál es la razón de que sea así
para mí. Este libro lo he llevado como mi carne y mis huesos.
-¿Quién debiera ganar el Premio Nacional de Literatura
este año?
-Considero que Armando Uribe Arce lo merece por su obra y porque,
a través de ella, nos muestra verdadera conciencia ética.
Y en el ser “humano”, la conciencia ética es muy escasa.