Mis fantasías se van al cementerio,
en el quinto otoño del siglo veintiuno
fuerza inadvertida, como armadura
me permite zanjar la tierra.
Voces y aromas, arrullo de difuntos.
Manos, ojos y lengua, festín para gusanos.
Vísceras y restos de piel se acomodan en la tumba,
Cinco sentidos se ahogan bajo suelo
mi rastro se graba en una lápida.
¿El corazón?
A ese músculo maldito, vicioso de contracciones, no lo
sepulto,
sé que ante la sospecha de su presencia,
hará el tan mentado milagro de la vida después
de la muerte
¡ Lo despedazo, lo muerdo!
arrojo sobre cada tumba sus trozos,
Ahora parto.
Ya puedo.
He dejado enterrada mi jaula de recuerdos.
soy un esqueleto con vagina,
la que sólo conservo para honrar mi genero.