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XIMENA RIVERA: LA TENSION ENTRE EL SER Y LA PALABRA
Presentación de Ximena Rivera Órdenes. Obra Completa en Ediciones Libros del Cardo, 2016

Por Eugenia Brito



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Conocí a Ximena Rivera hace ya algunos años atrás, en el año 2011. Yo estaba participando en el lanzamiento de Obra Reunida, de Stella Díaz Varín,  cuando  aparece  la joven poeta Gladys González, con un grupo de artistas de  Valparaíso,  para  leer parte de la poesía de Stella en esa presentación y como homenaje a la  gran poesía  de Stella Díaz Varín.

Entre ellas estaba Ximena Rivera.

Dos años más tarde,  me avisan de su inesperada,  prematura muerte.  Lo lamenté y  me quedé con la sensación de que había perdido conocer un ser  impresionante y sensible, una escritura secreta y  sin concesiones.

Comprendí el privilegio  del homenaje a Stella Díaz Varín. Aunque había visto a Ximena  quizá acompañando a la misma Stella, no  había leído sus textos, no había comprendido ni una sola palabra de ella.

Gracias a la querida Gladys tuve acceso a su poesía en el marco de una  lectura de  la obra de Ximena Rivera, y hoy, en 2016, al homenaje y presentación de su Obra Completa en EDs. Libros del Cardo, 2016.

Leo sus poemas con admiración, nostalgia y afecto. Leo  la mente de Ximena y entonces empiezo a entender la distancia entre ella  y sus textos en el poema: "La más pobre demostración de amor". "Yo sospecho que me será negada la alegría / que seré dividida en  muchas voces/ que el corazón no muere/ cuando uno cree que debería /" p.9

La visita  a la amada (ella misma o su doble, su heterónimo), no lo sabemos transcurre en el páramo, “va con hojas secas a buscarla, hojas heladas, llenas de códices".

Códices como la  historia que intenta transformar en “guión, en argumento/ pues ese cuerpo persiste en mí/ como la costra de cemento/ que soporta la tierra que esparcimos/ y que ahora dibujamos  para representar /otras historias” p.10.

En el primer poema publicado por Ximena en esta Obra  Completa,  ella  siente el vacío entre palabra y gesto, historia y cuerpo, lenguaje y  cuerpo, lenguaje y escritura. El repudio contra el guión preescrito, contra los argumentos preestablecidos  en su cuerpo y quizá en su historia. Hay una intolerancia en ella hacia ese cuerpo que persiste en coexistir con ella de manera simultánea y porfiada, escribiendo sobre su carne y su memoria su guión divisorio, formando la costra entre el ser y su autorepresentación.

Guión fantasmal y herido que permeará no sólo el cuerpo de Ximena, sino también su escritura,  como se aprecia en el trayecto de la “tierra “ y su “vacío" en el interior de su cuerpo así como en los afectos que recibe y en las historias que desencadena y en las casas que habita. En su caída al “cemento” que finalmente se formula como una lápida sobre ella y sus proyectos.

En “Lo Bello y lo Triste” (cita de la novela magistral de Yasunari Kawabata)  se lee: “Usted, después, lee tarde/ no sé que sombras/ no sé que cuerpos  de mi memoria / tenemos todavía su nombre / distinguido en las letras/ que no es nuevo sino derivado /como un vaso de hermosas  líneas, / aunque vacío".

Esta estrofa suspendida entre preguntas marcan la pausa  entre la nada y el ser; la desconfianza en toda representación  que sentía la poeta, con cada  “guión”, como  el trabajo de la memoria, o de la letra. De manera paralela a Artaud, el “soplo” como lo designa Derrida en “ La palabra soplada”, [1] es el nombre de un doble que toma su cuerpo y lo ocupa con prestados nombres, con nombres usurpadores  que le quitan ser:

“No, no fui la esperada
la invitada a la fiesta  grande
-la única que tuvo-

Y Ud. Me impugnó más allá de su naufragio
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .De su dominio
De su temor

A puertas cerradas en la noche honda
Desmintió  mi intimidad.

El amor  no es la contracara del desamor, para la poeta, sino una   invitación, una pregunta que las más de las veces  no encuentra respuesta:

El Vacío

No sé modular la palabra amor,
Ese gesto grande y final

Grande, grande es mi súplica
Mi ruego es comprender por qué
El amor demora siglos en llegar a ser amor.

La casa como umbral y fundamento, a ratos equívoco  y el cuerpo, que “huele a tierra” y que  cae en el cemento, son dos lugares, a ratos el mismo lugar que estructura la gran pregunta por el ser y por el lugar,  que es Ximena Rivera y su poesía,  la casa como incertidumbre y disgregación de los que moran, como la madre y la abuela. Cito: “Hay una casa al amanecer/ que cae hacia arriba/dejando una luz azul en las ventanas/”…. “La casa parece estar vacía y finalmente el único ser que la acoge y le brinda hospitalidad es Valeria, a pesar de que la casa  que ella le brinda es una “jaula”.

Valeria  quizá su doble, su amor y su odio, somete  a la poeta a un sacrificio, símbolo de su acceso a su casa y su mundo. Sacrificio que implicará posteriormente   la entrega de su ser en un festín (p.43)

“En mi cuarto  recuerdo el sacrificio
Y sé que Valeria está
Refrescando mi corazón para el festín

... - cada vez que sea necesario-
...- porque para ella
...- lo asombroso ya pasó
...- y sabemos muy bien que los dioses
...- dan su bendición
llorando.”

La soledad y el vacío parecen ser los sucesores de  estos amores de  la poeta.: “Y ahora/ qué me espera?/ las sombras / y / un decorado laberinto /Oh, ceremonias / pellejo hostil”. P.49.

Esta gran casa, vacía y llena de fantasmas, es la casa en la que predominantemente habita   la poeta  Ximena Rivera. Una casa traicionera y abandonadora. En que no están la madre  ni la abuela. En que Valeria, su doble, la somete a duros sacrificios para inaugurar su relación y  su amor. En que la casa es un nombre para dejar pasar el viento, los pájaros y la lluvia.

Sin duda, hay un intervalo, Pepe Carvallo. Quien la acoge y la quiere. Pero Pepe Carvallo muere. Es un defecto.

Pepe es fugaz, Ximena lo sabe. Luego vienen las deudas. Y la poeta dice con orgullo y legitimidad: ”Yo trataré de pagar a mis acreedores., trataré de pagar la cuenta completa, pero tengo claro hoy que no pagaré o mejor dicho, jamás volveré a pagar con poesía” p.68.

El horror como dimensión de Dios, de lo viviente es algo que siente Ximena Rivera en su poesía, a la manera de Borges, en  “Tres versiones de Judas” (Artificios, 1944).  Esa dimensión del horror está en todo el libro, como la sombra, el doble, en palabras artaudianas presente en su  lengua, en sus gestos y en su aproximación  a lo cotidiano. Toda una cosmogonía que  revela la maldición de Eva, los hijos que se matan (Caín y Abel ), las figuras de la serpiente bíblica,  la casa que  en lugar de acogerla, la espera como un ente sacrificial y  el agua  que  venía, con un légamo   que la lleva al horror, del pequeño gato muerto en sus ropas, de la muerta que habita en el río y que ingresa en su casa, como gran doble de la poeta: ”Una muerta en el río  ha llegado a mi vida/ como llegaría el otoño a la primavera / una extranjera que muere en el río / por su propia mano: una persona puesta al margen/ por su propia mano” (p.73).

El enigma de la poesía  de Ximena Rivera es que ella rompe  el principio de identidad de sus materiales; el agua es discontinua, como la imagen de su rostro visto en el espejo; en cuyos ángulos, no ve la realidad. Su poesía está llena de desdoblamientos, en que la realidad se vislumbra desde múltiples ángulos y perspectivas paradojales, pluralizando el paisaje de lo vivido, señalando también la angustia y tensión en que vivió la artista: su talento, su sexualidad, su enfermedad, su soledad y su  asilo.

La casa se llena de agua y no sólo de ella, también de la muerta, un doble entrevisto de manera vidente, como figura surgida de una pesadilla, la muerta, la suicida, se cuela por su  casa y su cuerpo, pero no es tampoco una suicida, es una mujer  castigada, liberada a un sacrificio social, dañada por la falta de atención médica y  social, una gran artista, una poeta  marginalizada en los recovecos de Valparaíso y sus crueles cerros. 

“Y ya se sabe que mis tíos no son ingenuos. Son cazadores. Y cuando cazan, dejan en el bosqur una carnada para que así se manifieste la presa en lo más apacible, lo más elemental.
Mis tíos no son ingenuos, y saben que de esa manera se manifiesta un misterio que comprenden. Por eso, sostienen  una serie de secretos que guardarán como un tesoro. Claro está  que en sus cacerías mis tíos nunca encontrarán plenitud en el instante preciso de la muerte” p.91. “Una noche sucede en el paisaje”. EDs. Hormigas 2006.

La casa  por otra parte,  a pesar de que le exige un sacrificio, de que a ratos la casa la expulsa, la preserva a veces de “ la hora del lobo”, de la sensación de vacío y absurdo, de lo que Ximena llama “el olvido", "ese desplazamiento", su salida del contrato social,  que es para ella “un abismo oscuro,  y algo más primigenio, más antiguo que Dios, algo mucho más lejano a El que el mero sufrimiento  por una acción determinada en el antiguo paraíso”. Eds. Hormiga 2006.

En el texto “Puente de Madera” (EDs. Balmaceda Arte Joven, 2010).  Se concentra la estética de la poesía de Ximena Rivera; está el Demiurgo: quien la piensa y la oculta, de manera limpia y trasparente; donde delata su “escucha de voces “, por lo que debería, sentir vergüenza, sin saber por qué, ya que con ellas está “en su real figura", es decir, ella con sus voces, es su ser íntegro, y esas voces son el material psíquico vivo en Ximena, como en todos nosotros, las voces son el discurso de  nuestra historia, el de la sociedad y el destino del país..

En “Casa de Reposo" , inédito (2013), escribe  que  ahora vive en ella, la nombra. “barraca militar en el vacío", y por último : “en esta casa, te guste o no, se anuda Chile y nuestro destino- con su dios feo, ese dios de tantos chilenos- que me grita en ese instante: Entra, te quedarás”
Allí la poeta  dice que se desgaja como el pan.

A modo de colofón

Ximena Rivera fue sin duda una de las grandes poetas chilenas de estas últimas décadas. Si  fue conocida en Valparaíso, yo diría que Valparaíso es un universo chileno, rodeado de mar. No hay mayor diferencia entre ser conocida sólo en Santiago o en Concepción  que en Valparaíso. Las palabras, los escritos de Ximena son porteños,  son grises,  buscan una casa, con olor a mar o a río, sueñan con el agua. Cosa que  no nos pasa en Santiago; uno sueña con  la mayor democratización del país, con  el trabajo, con el dinero. Nunca con el río ni con el agua. Y  se esfuerza  con no  caer en la locura. Después de todo, qué es ésta, sino la incomprensión del  vacío a pesar de que nos rodee,  hasta la médula.

Ximena escribió sobre todo de ese vacío, de su existencia en el núcleo del ser y del lenguaje. Lo padeció, lo escribió, lo vivió y lo nombró como la casa del amor. O la casa de Chile. Pues Ximena dio con el nombre de Chile, la madera, el doble, la sombra, el fantasma, la amenaza y la disolución como lo hiciera  José Donoso en El Obsceno Pájaro de la Noche, un guijarro, una llama. Después el vacío, la nada.

 

Eugenia Brito
Diciembre, 2016

 

 

[1] Derrida, Jacques. “La Palabra Soplada”. La Escritura y la Diferencia. Madrid. Anthropos. 1989.

 

 

 


 

 

 

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