Me preguntan respecto de la trascendencia de los Sueños
en el mundo mapuche. Les digo: Parte importante de nuestra cotidianeidad
transcurría en la cocina a fogón. Allí recibimos,
sin darnos cuenta, la transmisión de lo mejor de nuestra
cultura en todos sus aspectos: la Nvtram / el arte de la Conversación
y los Gvlam / los Consejos de nuestros mayores. La Conversación
ritual en la que -para despertar todos los sentidos, nos decían
nuestras abuelas y nuestros abuelos- se compartía la Palabra
discursiva y cantada, junto con la comida, la bebida y, a veces, con
el dulce sonido del trompe o del lolkiñ. Ternura que encendía
en nosotros la llama de la imaginación.
Cada uno de los que estábamos en torno al fogón -niños
y adultos- adoptaba la posición que mejor nos acomodara (a
veces se está algo cansado, con alguna dolencia o simple /
premonitoria solicitud del cuerpo para una determinada postura, nos
decían), de tal modo que se cumplieran las condiciones necesarias
para el difícil y permanente aprendizaje de Escuchar. Después
de compartir el misterio de la penumbra nos trasladábamos a
nuestra casa Azul, para dormir. Por las mañanas nuestros mayores
se preguntaban unos a otros si habían Soñado: Pewmatuymi?,
decían.
La cultura mapuche, les digo, sigue siendo una cultura en la que
el lenguaje de los Sueños ocupa un espacio fundamental. Desde
allí surgen -con insospechada frecuencia- nuevas Palabras,
nos dicen. Los verdaderos Sueños son anunciadores de lo que
vendrá. En los Sueños se constata que cuando andamos
dejamos huellas, pero al mismo tiempo proyectamos otras. Por eso podemos
develar su curso en el devenir del tiempo, porque son huellas más
prístinas y pueden ser "leídas" más
fácilmente que aquellas del pasado lejano o inmediato y menos
o más cubiertas por el polvo de la tierra y del recuerdo.
Escuchando a nuestros mayores, los niños y las niñas,
comenzábamos a aprender el arte de alumbrar nuestros Sueños
para -en el transcurso de los años- acercarnos poco a poco
a la sabiduría de su entendimiento. Porque siendo cada ser
humano una pequeña réplica del Universo todo lo que
está en él nos habita: las energías duales, el
Sol de la alegría y la Luna de la nostalgia (sus hoyos negros),
las nebulosas, un derrotero de estrellas. Nuestra gente nos dijo y
nos está diciendo: A mayor Silencio, y consiguiente Contemplación,
más profunda será la comprensión del Lenguaje
del cosmos en el que sólo los Sueños poseen un rielar
propio, pues en ellos vive el fluir insondable del principio y del
final.
Así, cada cultura es un trayecto en la visión del Sueño
del Universo, nos dijeron. El mundo es como un jardín, oí
después. Cada cultura es una delicada flor que hay que cuidar
(energizar) para que no se marchite, para que no desaparezca. A veces
pueden parecernos semejantes, pero cada una tiene su aroma, su textura,
su tonalidad particular. Y aunque las flores azules sean nuestras
predilectas ¿qué sería de un jardín sólo
con flores azules? Es la diversidad la que otorga el alegre colorido
a un jardín. Tal como la expresión de esa diversidad,
el diálogo de sus pensamientos, es lo que nos permite y nos
seguirá permitiendo la más enriquecedora comprensión
del mensaje de los Sueños.
Nacen y mueren las estrellas, mas no su energía en la que
late el círculo del tiempo. Somos presente porque somos pasado
y sólo por ello somos futuro, nos lo siguen reiterando los
Ancianos y las Ancianas desde todas las culturas del mundo: No es
posible el olvido. Olvidarse es pensar -vanamente- que la Tierra y
el ser humano, mientras existan, dejarán alguna vez de Soñar.
Se abrazan en Wenuleufu -el Río del Cielo- las estrellas, en
el cobijo de su galaxia; se abrazan las galaxias en el Sueño
del Universo infinito.
(Son las nueve de la mañana. La pantalla de la computadora
muestra el azul de su inicio, espero mientras miro de reojo a mi madre
que mira cómo arde la madera en la estufa de combustión
lenta: Pewmatuymi ñuke? ¿Soñaste mamá?,
le digo.)