Afirmando que "el poeta / sólo es secretario general /
de sí mismo" comienza Ernesto Guajardo su primer
libro, Nosotros, los sobrevivientes (Mosquito, 1994). Poeta
de interesante trayectoria a pesar de no cumplir veintiocho años
todavía, Guajardo discurre en sus versos en torno al oficio
poético y el compromiso social; al amor y sobre todo a la memoria
trágica de los días de la dictadura.
Poesía descarnada, casi felizmente desprovista de adjetivaciones
y alardes retóricos llega directamente al lector, captando
del exterior, de la realidad ajena más que del espacio íntimo,
el material que densifica y hace significativamente poético.
Influencias de Ernesto Cardenal y de Leonel Rugama son perceptibles,
asimiladas en un lenguaje con rasgos propios. "Desde entonces"
es un poema de la memoria que alude a la tristeza y la soledad producidas
por la ruptura del mundo de la infancia por el golpe militar, que
alcanza considerable hondura.
En el poema que titula el libro, el poeta cuestiona su calidad de
sobreviviente a menos que se pregunte "las causas de nuestra
buena fortuna, / o de nuestras correspondientes cobardías"
para concluir que los sobrevivientes con como archipiélagos
errantes "seres en busca de un navío, / en busca de un
continente."
Versos cortos: "resistir / es no morir / aunque se muera",
cercanos al epigrama, muestran destreza y penetración. Hay
otros con fuerte carga de sátira, como los que dedica a la
transición: "si ustedes quisieran / podríamos dejar
esto hasta aquí; / no es necesario que estemos tan serios,
/ tan desconocidos / -extremos de la tierra parecemos- / no veo la
razón, / si aún estamos todos manos arriba / por qué
no sonreímos, / o alguien cuenta un chiste, / por lo menos.
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VÍBORA
DE DOS LENGUAS
por Marcelo Novoa
El Mercurio de Valparaíso, 16 de diciembre de 1994
Nosotros, los sobrevivientes de Ernesto Guajardo (Mosquito
Editores, 1994) transita derroteros más revolucionarios y por
lo mismo, saturados de voces tutelares. Poesía testimonial,
contingente, pero sin proselitismos ideológicos. Nos vienen
a la memoria poetas mártires como Roque Dalton o Javier Heraud.
Estos son otros tiempos, pensamos, incluso el poeta es más
joven de lo esperable para tales compromisos. Allí reside su
virtud -cierta distancia desencantada del partido- aunque no se resuelva
a abandonar del todo a la incierta subcultura de la "izquierda
chilena". Aunque se siente viviendo una sobrevida con los versos
contados.
"De verdad,/ no entiendo/ cuando escribimos/ 'las campanas que
vuelan por el viento'/ si sabemos/ que no vuelan las campanas/ a lo
más/ oscilan/ moviéndose/ como el péndulo de
un reloj/ antiguo/ en una casa obscura/ con abundante polvo en los
sillones/ y un extraño sonido entre las puertas/ o como el
cuerpo del ahorcado/ que a través de la ventana/ me observa".
("Incluso en este poema", pág. 12). Relecturas del
pasado y experiencias futuras ampliarán la profundidad de sus
interrogantes. Estamos seguros que a este libro inaugural le seguirán
los (anti)naturales contradicciones de fin de milenio. Pulsiones que
conducen a la poesía.