Ah qué vida ésta
YA SE ACABÓ LA FILOSOFÍA MODERNA
Caminar con las piernas y los pulmones,
agotar los oxígenos y espacios
Caminar abrazados a los pollos,
pEdir pERdÓn en NoMbRe dE la EsPeciE
Ah qué vida ésta
YA SE TERMINÓ LA FILOSOFÍA
ya se terminó(1)
(Montserrat Álvarez)
Con la caída del muro de Berlín (1989), en el plano
internacional se modifican las relaciones de poder y se impone un
nuevo orden de cosas. El colapso de la versión autoritaria
del socialismo representado por la disolución de la Unión
Soviética y el fin de la guerra fría fue interpretado
como la derrota de las utopías socialistas. Así mismo,
la publicación y todo el aparato publicitario desplegado alrededor
de libros como el Fin de la historia, y también, El
último hombre, de Francis Fukuyama -considerado uno de
los principales intelectuales del neoliberalismo-, introdujeron afirmaciones
atrevidas como las que los títulos mismos sugieren. De la mano
de estos cambios, parecía evidente que el proyecto económico
y político, así como los valores culturales de la sociedad
capitalista norteamericana habían triunfado y se constituían
en el ideal a seguir(2).
Atrapados en la dinámica del pensamiento único liberal
y en la perennización de un presente en el cual el hombre vería
saciadas todas sus aspiraciones, están los diez últimos
años del siglo XX en el Perú. Las connotaciones ideológicas
del supuesto de que nada radicalmente diferente era posible en el
futuro, sacudió a las jóvenes poetas que empezaron a
estructurar y escribir sus primeros libros a fines de la década
de los ochenta. Un escepticismo progresivo acerca de los partidos
políticos, así como el desgaste de los discursos ideológicos
monopolizados por ellos, se sumó a la intolerancia de los grupos
levantados en armas que para ese entonces habían sembrado las
semillas de la crisis extrema a través del terror y, con esa
misma arma, minado la débil cohesión de la sociedad
civil.
Es bajo este oscuro panorama que aparecen los poemarios de Montserrat
Álvarez (1968), ZONA DARK (1991) y de Grecia
Cáceres (1968), de las causas y los principios: venenos
/ embelesos (1992). En sus libros, ambas autoras elaboran un discurso
que señala los efectos nocivos que produce la crisis de los
ochenta y noventa en todos sus aspectos; ése es el caso del
poema arriba citado
"NO EXISTEN" (56), de Montserrat Álvarez. Los primeros
dos versos plantean el tema que se discute en el texto: "NO EXISTEN
LOS FILÓSOFOS ESCÉPTICOS -magister dixit- LOS ESCÉPTICOS
ESTÁN EN LAS TABERNAS Y EN LOS BARES / Así decía
PQRST, joven catedrático"; en estos versos parece ponerse
de manifiesto una disyunción entre la categoría de filósofo
y la de escéptico, donde estos últimos se
encuentran en los bares confundidos con la gente ordinaria, con aquellos
que no creen en ningún dios o fuerza sobrehumana que sostenga
el orden terrenal. Esta ausencia de fe produce, a su vez, dos resultantes:
en un primer momento se nos presenta a este "joven catedrático"
que cuestiona la razón y la posición del pensamiento
occidental que propone la existencia de una verdad única. Así,
cuando dice "Ah qué vida ésta / YA SE ACABÓ
LA FILOSOFÍA MODERNA", la poeta parece sugerir un desencanto
por la vida misma: "[…] qué vida ésta". Vida
agotadora y desgastada que cancela la fe o creencia en algo o alguien,
y que tiene un correlato en el presunto final de la filosofía
moderna. De allí se deriva también el "caminar
con las piernas y los pulmones" que convierte su hacer en algo
enteramente mecánico, y que sustrae al yo de preguntarse sobre
lo que lo rodea y sólo le deja la posibilidad de funcionar
hasta "agotar los oxígenos y espacios". Porque el
desencanto cansa las mentes y los cuerpos; y, probablemente, como
producto de ese agotamiento es que el yo poético sugiere
un "caminar abrazados a los pollos" que le permite sobrevivir
al exceso de la situación social, aunque sin ánimos
ni esperanzas.
En un segundo momento, a través de la interjección
"!YA!...", se produce un cambio de objeto, y el emisor comienza
a percibirse a sí mismo como parte de una cierta clase de colectividad
con la que presenta el final del poema: " ¡YA! / Hemos
terminado / Nos vamos / El último -ese último último-
el último apaga / LA LUZ". Mediante el salto de la voz
desde la tercera persona singular -el "joven catedrático"-
hacia la primera del plural; la autora intenta amplificar las repercusiones
del reclamo, de por sí enfático, que se anuncia desde
la primera parte del poema. Nos encontramos ya no frente a un yo
individual, si no a una colectividad, que es finalmente productora
y depositaria de los discursos que enuncian esos presuntos filósofos,
y fuera de la cual solo se puede encontrar una profunda oscuridad,
la que queda después de que la última y, presumiblemente,
la más pequeña de sus partes constitutivas abandona
la escena. Es también importante anotar que el final de este
poema no solamente está jugando con el uso convencional de
la frase: "el último apaga la luz", sino que también
está empleando la ironía para burlarse de la presunta
relación entre filosofía y luz, o luz y razón,
y plantea la posible existencia de una otra "escena", en
la que pese a la ausencia de luz -por consiguiente, ausencia de razón
y de filosofía- hay un mundo que sigue girando, aunque quizá
en otro espacio, el que queda fuera del poema, el espacio hacia el
cual se encamina ese nosotros.
Por otro lado, es posible entender el poema como testimonio de la
angustia y el desencanto generales. De hecho, apenas unos pocos años
antes de la salida del poemario, en el plano internacional se había
producido la disolución de la Unión Soviética,
el fin de la guerra fría y la caída del muro de Berlín,
entre otros. Sucesos que sumieron la época en un vacío
ideológico que, además, tiene repercusiones en la política
interna. Me refiero al enfrentamiento inicial del presidente de la
República, Alan García Pérez, con los acreedores
de la deuda externa, así como a la nacionalización de
la banca privada y el Paro Armado del Partido Comunista del Perú
- Sendero Luminoso(3) (PCP-SL),
convocado en noviembre de 1989 -acontecimientos que imprimieron sus
huellas en el imaginario de esa generación-.
A esta época es que alude el poema de Álvarez titulado
"LOS RELOJES SE HAN ROTO" (139), donde se incluye una mención
al Paro Armado, referido en el párrafo anterior, y se cuestiona
el futuro de los civiles. El poema logra instalar claramente un tiempo
determinado, el presente -"en estos días"-, en el
que el futuro está, de alguna manera, vigente como promesa.
Así, cuando dice: "En estos días de paro armado
y carestía, / días de microbuses atropellados y comensales
engullidos / cuando hay tanta cerveza por beber, / en estos días,
digo, en estos días" asistimos a la enumeración
de una sucesión de eventos que se están dando en la
sociedad, eventos que por su naturaleza sugieren una inversión
del orden normal del mundo, marcado ahora por "paro[s] armado[s]",
"microbuses atropellados" y "comensales engullidos"
y que pueden, inclusive, llegar a parecer normales en el nuevo cuadro
social. Sin duda, en este poema, las imágenes relacionadas
con el desbocamiento y la pasión se hacen excesivas, y llegan
a dominar el espacio social que se plantea como uno en el que la sociedad
civil ha roto su pacto de orden con el Estado, a eso puede deberse
el énfasis que recae sobre "la sangre y la cerveza"
que "derramadas / se suben a la frente con más sed",
figura que sugiere que ya la racionalidad y la tolerancia de las personas
ha quedado obscurecida. En cambio, los versos "En estos días
en los que la muerte / es un adorno más para la vida"
sirven para transportar el futuro inmediato al presente; además
de enfatizar que la muerte no es un suceso que se encuentra en el
futuro, sino que está en el presente, es "un adorno más
para la vida / las horas del futuro se han venido al presente".
Este traslado del tiempo futuro a uno presente cancela la posibilidad
de creer del todo en lo venidero o de encontrar una solución
al caos social, la afirmación
supone pues que no hay escapatoria, que el fin del mundo es el que
se vive ahora. Finalmente, otra imagen poderosa es la de los relojes,
cuya ausencia es, desde el título, determinante para el poema,
y es que estos, convencionalmente asociados a la medición y
dosificación sistemática del tiempo, se convierten en
una barrera que -como el muro- ha caído y ha resultado en la
instauración de un cierto tipo de caos que además de
ser social se convierte en otro elemento de la naturaleza en el que
ya el presente y el futuro, o la vida y la muerte, no son construcciones
claras ni distintas, y empiezan a confundir sus límites.
Lo mismo sucede en los poemas escritos por Grecia Cáceres.
En su caso, sus textos son un collage de sensaciones con un
imaginario que mezcla la naturaleza, a través de las imágenes
tópicas del mar, del lago, de los ríos, con piezas fragmentadas
pertenecientes a una realidad más bien difusa. Por ejemplo,
en "el incienso y el desvelo" (19-20), Cáceres
representa un espacio semejante al que Álvarez construye en
"LOS RELOJES SE HAN ROTO". Este poema describe un espacio
tenso que está en constante vigilia y que se divide en tres
partes. En la primera, el 'yo poético' describe una situación
de incertidumbre: "Recorren fibras extrañas de extraños
nombres / las avenidas / y ya no recuerdo cómo salir / o despertar
de un sueño pesado de consistencia pálida / para amanecer
en otro quebradizo y torpe". Realidad que se ha convertido en
una pesadilla. En la segunda parte, en cambio, se sugiere una confesión
por parte del yo poético que siente pánico por
lo que observa en el exterior, pero intenta liberarse de él,
"me desato me descuelgo / en busca de una nota clara del cristal
que no se hiere". Podemos suponer que aquella "nota clara"
a la que se refiere el poema está vinculada con una salida
o escape, cargada además de un profundo optimismo que se refuerza
con la intangibilidad de ese cristal que "no se hiere".
Por otro lado, a pesar de que el poema denuncia el desorden social
en el mundo exterior, no cuestiona los elementos causantes de ese
caos, sino más bien dirige su crítica a la manera en
que estos afectan al individuo. La voz imperante no cuestiona tampoco
la calidad humana ni la posición política del sujeto
que aparece al final del poema, es decir, no emite juicios sobre él,
sino que sugiere que tiene ya un cierto valor en la medida en que
se trata de "un estilo de materia / una forma de vida" que
puede ser marcada o incluso destruida por el caos exterior: "cada
ruido destroza / un estilo de materia / una forma de vida / en suma
un nombre de cálidas sustancias poseído".
Podemos ver entonces, que lo que diferencia a los poemas de Álvarez
de los de Cáceres es que la primera recurre a las imágenes
para recrear una experiencia extraída de la realidad social,
mientras que la otra, con su discurso, reproduce a veces el caos imperante
en esa realidad. Por ejemplo, en su poema "en una especie
de bosque" (18), Cáceres compone un lugar cerrado,
oscuro y asfixiante que a mi parecer puede ser comparable con la realidad
que describe Álvarez en su poema "Los relojes se han roto".
En el inicio del texto, la acción del poema discurre en tres
espacios diferentes que producen dos sensaciones básicas: confusión
y ansiedad. Emociones de las que el yo poético se mantiene
distante a través del artificio de refugiarse en otro espacio
que es el "mar marítimo", en el "bosque
sin ruidos / en una especie de esqueleto carbónico de algas
y especias / en casa en cama en noche en secreto / nunca
/ me enredo… / / me recreo en un mar marítimo pero sin
ruidos" [las cursivas son mías]. Así, el poema
vuelve sobre el acto de escritura mismo, donde el bosque, la casa
y la cama simbolizan el exterior que para este caso es una representación
del contexto social, frente al cual el yo poético levanta
la realidad textual, como una existencia paralela, íntima y
segura; nueva realidad representada por ese mar que personifica el
interior del yo, y que sirve para construir su discurso poético:
"nunca / me enredo en las angostas páginas de días
sin oxígeno / sin oxígeno / manos manos sin ojos sin
sueños / me recreo en un mar marítimo pero sin ruidos".
Me interesa además resaltar la oposición entre las dos
realidades que he mencionado, y para ello puede servir el verso que
dice: "manos manos sin ojos sin sueños", que puede
interpretarse como desencantamiento frente a un contexto social que
se convierte en realidad asfixiante y desesperanzadora incapaz de
producir un espacio en el que el yo pueda mirarse a si mismo o "recrearse".
Si suponemos que los sucesos referidos al inicio de este artículo
produjeron un cierto desencanto, que podría llamarse generacional,
y si aceptamos que tanto Álvarez como Cáceres, en tanto
depositarias del pensamiento de una época, lo representan en
su poesía, tenemos que observar que los medios que utilizan
son distintos. Así, mientras Álvarez nos presenta imágenes
directas, extraídas a veces de la misma realidad, Cáceres
se vale más bien de otras más sutiles que parecen extraídas
del sueño. Creo importante, además, no perder de vista
que con ambas poetas asistimos a una forma de producir textos que
pretende vincular al lector con el mundo, a partir del reconocimiento
de que aquello que da sentido a la identidad del individuo es la existencia
de una realidad dentro de la que vive inmerso y al interior de la
cual se construye su experiencia. Así, si bien podemos hablar,
entonces, de una cierta semejanza, también es necesario observar
que ambas se valen de recursos diferentes. Álvarez, por ejemplo,
en tanto tiene presente la imagen de un lector, llega a hacer evidente
uun cierto afán por concientizarlo. Interés que se materializa
en la exposición de ciertos casos y en el despliegue de un
camino que lleva de la realidad al individuo. Camino inverso al que
recorre la poética de Cáceres, que en muchos de sus
textos nos confronta con un yo poético que parece buscar
una forma de ordenarse a través de ordenar su realidad, es
decir, tratando de entenderla y de criticarla, para ser capaz de entenderse
a sí mismo. Por esa razón sus poemas son más
intimistas, y se puede permitir imágenes más sutiles
y sugerentes que le sirven para explorar sus emociones, sus esperanzas
y sus deseos, en suma, su relación con la sociedad, en un movimiento
que va del individuo que es ella hacia el mundo.
Notas
* Fragmento del libro, Las de la otra
margen, que me encuentro trabajando para el Instituto de Investigaciones
de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad
de San Martín de Porres (Lima, Perú).
(1) NO EXISTEN
NO EXISTEN FILÓSOFOS ESCÉPTICOS -magister
...................... dixit-
LOS ESCÉPTICOS ESTÁN EN LAS TABERNAS Y EN
......................LOS BARES
Así decía PQRST, joven catedrático,
una tarde de abril de 1999
Ah qué vida ésta
OYE KANT EN QUÉ TE BASAS PARA DECIR QUE
................EXISTE ALGO QUE NO SE
PUEDE CONOCER
¿KÓMO KONOCES, CAN'T, LO INCOGNOSCIBLE?
Ké noúmero ni noúmero
SÓCRATES ERA UN REO
ESOPO ERA UN ESCLAVO
DIÓGENES UN MENDIGO
Ah qué vida ésta
Llorar abrazados al cuello de los caballos
lágrimas sifilíticas
retorcer el pescuezo de los pollos,
EL PESCUEZO DE LOS JÓVENES POLLOS,
cocinados desde niños en la muerte
Ah qué vida ésta
YA SE ACABÓ LA FILOSOFÍA MODERNA
Caminar con las piernas y pulmones,
agotar los oxígenos y espacios
Caminar abrazados a los pollos,
PEdir pERdÓn en NoMbRe dE la EsPeciE
Ah qué vida ésta
YA SE TERMINÓ LA FILOSOFÍA
ya se terminó
la filosofía
¡YA! / Hemos terminado
Nos vamos
El último -ese último último- el último
apaga
LA LUZ.
(2) Ver Betto Frei, "Efectos del
pensamiento único," ALAI (http://alainet.org): 318.
(3) Utilizo el término "Partido
Comunista del Perú" porque así es como ellos se
presentaron ante la sociedad peruana. Más tarde, tomarían
el "luminoso sendero" de José Carlos Mariátegui
para autodenominarse "Sendero Luminoso".