Proyecto Patrimonio - 2007 | index | Ernesto González Barnert | Autores |





De “Trabajos de luz sobre el agua”

Ernesto González Barnert

 

De “Arte tábano”

 

Arte tábano

Y contra todo, sé poderoso. Yérguete
en la soledad,
digo al alba, sin hacer ruido.
Pistón de un arte tábano, alcanfor del aire
que no quieres exhalar.
 
No vaya a ser que no.
Y enano de ti
frote mi joroba. Costas no,
intermitente.
 
No necesito cercenarme una oreja.

Enérgico alza el pie sobre todo lo que quisiste ser
y aplástalo.

Erizándote hasta baldear la sangre,
deslízate mayor.

Buenos días a todos.
Ayuno.

 

 

Para no decir nada están los otros.
El oído que entra en el gusano
y pudre.

El junco que no doblándose silba en la espalda de lo que odias.

Todos lo que viendo no ven.
Todos lo que oyendo no oyen.
Todos los que teniendo un corazón
no entienden.
Arcilla con que alzan una colina pelada
y piso.

Para no decir nada están los otros.
La sabiduría y el dinero
como una sombra.

Aprieta los dientes y sopórtalo.
Al amparo del muro.

 

 

Al final de sus días dirá sosegado pero sin helar:
esto fue lo que pude,
y pensará seguramente en un erizo o en que hoy pasa la basura
y tiene que sacarla.

Tal vez se erija a sí mismo como un ejemplo difícil, soberbio y solitario.
No es está la ocasión ni el arte para ser indulgente,
un chico con el corazón roto.

No me cabe duda que las palabras están hechas para decirse a sí mismas.
Y que cuando uno canta no se hacen comentarios idiotas.
Pero es la última versión y tengo derecho a creer que el mundo se viene abajo si no lo hago.
A romper los huevos por una tortilla.
Saltar el muro y largarme.

Sí, esto es lo que pude. Y como el amo de mis palabras
me hago cargo.
Tómenlo es suyo.

Yo regreso a casa; como un caballo por una extensa planicie.
Sí, llenando el aire con mi música como Ezra Pound.   
Y jodiendo sus pequeños montículos
de hormigas.                                               

Aunque no sea más que una pisada con forma de herradura en la noche.

Una partícula solitaria cabalgando al punto final
en medio de ninguna parte, porque sí.

 

 

De “Variaciones del pie deforme”


Tal vez todo esto es un preámbulo inútil

antes de cruzarme de brazos
y dejar que estos murmullos, algo de algo, los aprestos que dejó
la búsqueda de oro de otra época
se pudran de una vez.

Piedras entre piedras.
Horror vacui.

Mil pedazos sobre la locura, el silencio, la sequía.

Sin duda, la belleza encontró en mi su luna.
Pero lo hizo tarde.

Y dejarse arrastrar por el viento como señal de fuerza
es un error.

Tal vez todo esto es un preámbulo innecesario antes de recoger
un montón de pedazos que ya están ahí.
Picotas melladas. Polvo. Harneros.
Ruinas de un imperio tan ambicioso como romántico.
Donde nunca haremos lo suficiente.

<<Hoy “avanzar” o “salir” se vuelven términos inútiles>>

Erinias o Euménides todos nuestros ecos.

 

 

 

Quién de mí, mutilado, se apoya
en el lápiz.
Personaje menor que se atreve a ignorar la realidad
viviendo otra
de “fragmentos, fragmentos, fragmentos”.

Lagunas –según-; fangales a propósito.
Pero siempre a nuestra señora del silencio.

            Quién de mí, triza
y dilata su verdadera vida a un despropósito en lija y bruto.
Embiste como soporta. Tara como esboza.
Quién de mí pone su corazón
en un balde roto;

da contra la imagen la palabra seca.
Da contra la palabra seca un viento
que terminará por volcar el balde,

el amor y odio oprimidos: mi flor de invernadero.

Flor que si tuviera una trémula hora más
ocuparía toda una biblioteca.

Quién de mí, de nosotros, rompe la punta del lápiz,
apoyándose
y llega al corazón de los aficionados:
A pedazos. A pedazos solitarios
de tenedor de libros.

 

 

De “El tallador de crucifijos”

 

.. .. .. . El tallador de crucifijos

Talla mal al Cristo,
el dolor como si fuera el suyo,
los ojos como si le vieran misericorde
a cada sacado.

Y falla.

Falla cada golpe con que exacerba las llagas
como si no tuviera suficiente ya.

Falla al recordar con odio en sus oídos las risotadas
con que le hicieron subir a la colina.

Falla si los clavos que cruzan sus rodillas no son también los clavos
que atraviesan a todos los arrodillados que no son escuchados
esta noche. No pueden esperar más.
Esos que rezan con miedo, desesperación
a la orilla de una cama o en una sala de clases y apenas juntan las palabras;
esos que un pasillo de hospital o templo
cierran los ojos y te piden con su propia vida a cambio 
y no son escuchados.

Talla mal al Cristo y lo sabe.
 
Como sabe que quien trabaja en la madera de los hombres,
su arte,
no dice basta. Orden.
Impune canta: <<no a la usura>>, <<Yo no busco tocarle las bolas al becerro de oro>>.
Y su familia muerde el pan exiguo.

Talla mal al Cristo     
si hace que las espinas corten;
las uñas no estén sucias de tierra y arena
sangre y tinta;
Porque ya no es un juego.
Porque la iglesia a esta hora es una cueva de ladrones.
Porque soy un hombre que no ha perdonado
y lo que sale de mis manos
no sirve para vivir
en temor de Dios
o en amor al prójimo.

 

 

.. .. .. Píndaro

No son estos los himnos.

La voz.

La avalancha que lo arrodilla a la palabra patria como si lo hiciera igual
que a la palabra madre.

La palabra liza en honor a sus atletas, en amor a un señorío analfabeto
y pueblo payaso.
A la arquitectura de sus grandes centros comerciales,
edificios renovación urbana y casas villa.

No pueden ser estos sus himnos, las postraciones
embutidas del esplendor tardío de una magia perfectamente inútil
que es la poesía chilena.
Que es un hombre obligado a arañar las paredes de un pozo.
Que es mi iglesia personal de los últimos días, con su ego harto de butacas vacías
y dulces palomitas cagándose, dándose la torta.
Ratas con alas.

Sí Píndaro, no son estos los himnos, estás sus imágenes
ordenadas a la música.

Sólo son pensamientos que pasan por mi cabeza.
Puntos sobre las íes que no significan más que puntos sobre las íes
en la oscuridad.

No son estos los himnos. Aquí no se escriben himnos.
Se balbucea apenas un rezo, con mayor o menor acierto entre todos,
en cada muerto o vivo píndaro.
Y que en un momento de lucidez y ternura
es también una rendición honesta.

 

 

Me he vuelto cobarde.
Incapaz de abrir el poema fuera de estas hojas –esta página-
que obedezco;
y son mi resistencia y más que mi resistencia
son desesperación, confinamiento.
Versos como raíces que solo buscan levantar el concreto.
Pellizco contra el cavilar.

Me he vuelto miedoso, no tinta
y leo
como si esperara mi momento, el personaje
más allá de estás lágrimas todavía húmedas en los que rindo
y hago mutis
del tambor nido con que marcharon alguna vez mis soldados, 
el bolsillo donde guardé la primera cortaplumas.

Me he vuelto sombra de mis propias páginas mientras el sol brilla en otra parte.
Y se amontonan mis libros con mis libros 
Y veo el día y la noche, en las fotografías, los ojos
de algunos de mis escritores favoritos
en la pared.

Y no necesito salir.

 

 

.. .. .. Zurita

Chile entero Zurita
Chile entero loco, cada rincón de nuestro Chile entero y huevón,
el gran vertedero de la poesía chilena.
Estiércol para que crezca la flor de la poesía castellana escrita en Chile.
Las borrascosas crestas de mierda plástica y mineral
para que crezca una puta y patética flor de mierda
llamada poesía chilena.
Flor salvaje que apenas se levanta por sobre el chiquero.
Flor maricona que pisan la carroña de siempre
si estorba, si hay algo que afanar.

Chile entero la cloaca, el hedor de la cloaca, la cólera de la cloaca.
Nuestra mala leche entera purita.
Nuestra mala leche entera vaciada
en el tarro nido para las visitas, en el tarro que meses después se cambia porque se nota usado
y pasa a ser nuestro tambor de guerra
o el macetero en navidad camuflado con papel de regalo
para una rama de pino.   

Chile entero la cloaca, el hedor de la cloaca, la cólera de la cloaca. 
en cada cinta tricolor que las tijeras de las autoridades cortan;
cada botella de champagne que nuestros mercaderas estrellan
entre risas, contra la nave Prats;
cada flor pisoteada donde después nuestra pequeña iglesia
oficia.

Chile entero sus versos al tacho de la basura, Chile entero sus bolsas de supermercados
devolviéndolas con semillas de flores ajadas a la basura.
Chile entero el canto de lo que sus bolsas de basura quieren callar       
apilándose unas sobre otras.       
No degradables.

Zurita:

Nuestra palabra arrancados pétalos
hasta decir no me quiere.

Cada flor deshojada
nuestra caricia inútil a la Patria.

 

 

.. .. .. A capella

Todo el empeño, la terquedad
que me dejó solo
con espinas sin baldear, lanzas sin esterilizar,
son mi lección
-sobre esta bandeja de papel ahuesado
que me refleja preso-  
de todo lo que destrocé
para ser un erizo
que tu mano no soportó al acariciar.

El monstruo que herido de herir
deja correr la sangre tibia por la tinta.

El dolor con que hago la trampa
para retener los días que no vuelven.

<<Un erizo>>

Ya es muy tarde para enmendar esta loca carrera. 
Dar vuelta papeles.
Poner mi oreja en tu corazón.

Aquí, solo es aquí.

 

 

De “108 postraciones”

 

A Juan Pablo Pereira

Yo no puedo cantar. Yo no voy a cantar.

Puedo sostener las palabras, resistir el aflojamiento
hasta más no poder.

Guardarlas del oído que no quiere escuchar.
Respirar para que respiren unas pocas en mí.

Pero yo no puedo cantar, destellar
al ver nuestras Ítacas
entre la polilla y el ladrón,
uniformadas en las sombras.

Yo debo custodiar la palabra,
Todo lo que pueda.
No permitir que las traguen desiertos movedizos de mediocridad
y estupidez. 

Aguantar, sacrificar, estar en un grito
sobre las aguas.
Hasta el sol.

 

 

Una mano en la oscuridad puede ir contra sí, alcanzar el lápiz, dar con tu poesía
y lanzarla por la ventana.
Una mano que ha seguido todos estos años cada uno de sus dictados.
Una mano que también puede alcanzar el pene y masturbarse.
Una mano no peor que la otra puede partirte la cara un día no peor que otro, no distinto de otro.
Y dejarte en el miedo. No en la palabra miedo.
Una mano que también puede hacer cariño a un perro de la calle o a un poeta.

 

 

A César Cabello.

Respiras bestia como yo.
Respiras y mueres bestia como yo.
Todo es vanidad.
Imperio de huesos.
           
Unos sobre otros. En este terral
donde nuestras palabras ya no llegan a nadie,
se abrevan en silencio,
aplastadas, grasientas, moteadas
como enemigas.

Y duelen sí. Pero no hay un sentido.
Sólo una jerarquía:

Sombras que dan unas palmeras en una postal tropical.

Un espejismo de un pequeño letrero a punto de caer,
persistentemente encendido:
la poesía es siempre una carnicería abierta las 24 horas.

Las habituales contraseñas de la jauría
que lee estas huellas.

Nuestra vastedad entre idas y venidas por las huesas,
su caza al fin. La revancha
 -no sin chistes crueles-

a nuestra potestad.

 

 

Envejecemos demasiado rápido.
Supongo que es por los libros, nuestros libros, que poco importan
y con que llenas y llenas la pajarera.
Supongo que además de todo esto es por el contacto, los dimes y diretes,
la ratonera académica.

Envejecemos demasiado rápido
y francamente mal.
El ego nos enseña pronto a bajarnos un poco el piso, a no ilusionarnos con una sebastiana, chascona
y sí por ejemplo con una garita en el camino, hacia ellas.
Una pieza al fondo de sus vidas,
centro de tortura y asesinato a la estupidez diaria
en un castellano pendenciero que nuestras víctimas
no entienden.

El ego nos enseña a no olvidar de que un día fui atractivo;
y que hoy grotesco al espejo comienzo por reconocerme, decirme como me llamo, proseguir con un Padre Nuestro.

Sí, envejecemos demasiado rápido.
Con rabia y apatía de sobra.

 

 

Esperé todo de la poesía
pero ese no fue mi error.
Esperé todo
y ahora solo esta el molde tapizado de tinta
que dejaron mis estudios.
Finalmente el gesto de lo que no resultó
y que practico en el espejo.

Aquí no se puede hablar de fracaso.
O que esto es mi último intento por enmendar el camino,
negociar, poner marcha atrás.

Aquí no se puede hablar de final.
Esto es el comienzo, es decir, volver a la estaca clavada a la tierra.
No volver a creer que con un carrerón sería libre.

Esperé todo de la poesía
porque no hay otro modo de encararle.
De esperar ser querido.
De esperar ser leído.
Estar en las manos de alguien con la misma ingenuidad,
con la misma urgencia.

Esperé todo de la poesía
pero ese no fue mi error.
Fue que también mi determinación significara haberles fallado.
No cumplir las promesas que yo mismo me impuse.
Creer que saldría impune del arte mayor entre las artes.

Esperé todo de la poesía y no deberá extrañarme
terminar mis días en cama
-con una imagen que no dista demasiado-
del que prefirió morir
antes de verse restablecido en su locura.

 

 

.. .. .. Watanabe

“Quiero escribir
y me encebollo”

César Vallejo

Se ve torpe
con el lápiz, libretita abierta,
nada que decir.

Se ve terco pero no avanza.

Y como muchos piensa en la muerte
de José Watanabe.
Y entiende: sólo sus poemas oscurecen el blanco
hoy.

Quizás su muerte sí le tapo la boca a alguien.
Y no lo esperabas.

Fue de cáncer a la garganta.
Cuida el hielo.

 

 

Te ves otra vez sólo
martillando el teclado en esta habitación
vacía.

Una imagen desde todos sus rincones: barroca.
Y vana también.

Sobretodo para alguien que conoció el sueño de la muerte
y no pueda decir más.

Sí,
perro vivir, perro morir:
Dar.
No más.

Ya sabes, si da en el clavo o no, poco importa.

Martilla.
Martilla.
Martilla.

Mientras los perros del infierno ladran
y este aliento lo hiere de muerte todo.

 

 

De “Pinos solitarios”

 

.. .. .. Rutina

Cierra la ventana.
Después la cortina.
También la puerta de su pieza
poniéndole pestillo
por dentro.
           
Enciende su lámpara
aunque todavía no a oscurecido.

Y escribe.
Se deja oír.
Insiste

como una llave de agua que gotea,
cierra mal;
si alguien pasa por el pasillo.
                                      
Aunque a nadie le importe el despilfarro.
El agua que fluye o impacta.
Su veto.

Escribe. Se deja oír. Cae
y cae
como quien:

.. .. .. Horada
.. .. .. a nadie el canto,
.. .. .. a todos el silencio
.. .. .. de su agujero.

 

 

.. .. .. A hueso limpio

No sólo eres el buitre
que recuerda desperdicios
a hueso limpio.

Piedra semen que escurre por la mano.

Páginas y páginas sin tendal.

Sino también el más necesario y violento heredero
capaz de partir un pan y guardárselo para sí.

Tapón de cera para los oídos.

Espinos para más espinos.

Y nada. A hueso limpio.

Todo para que la muerte
no encuentre alguno de tus poemas.
Este carozo arrancado a empellones
con la lengua.

 

 

.. .. .. [...De lo que siempre estoy hablando...]            

Te hablo del desierto
que avanza por el espejo, sus tormentas de arena
y sed,   
sacándole punta al lápiz; moviendo mi lengua
cada vez más seca en medio de las moscas,
víctima y verdugo.

Te hablo de drenar oscuridad con más oscuridad.
Retroceder erizado por la página.

Aguantar el desierto, el corazón de la bestia.
Una territorialidad no mayor que la de una pieza.

Y un puercoespín hinchado,
el rostro, el rostro que metamorfoseé.

Todo esto sobre el moho
y la abulia. Todo esto
quizás
para ganar unos pocos días de defensa.
La resistencia
a una ciudad que te encuentra improductivo
y te puede hacer mierda
en un momento de sueño
o desconcentración.

 

 

Sólo he vivido para estas líneas
con líneas,
lazarillas sobre la página en blanco.        

A fuerza de arder todas las imágenes, empellones de luz
de una estrella apagándose para el extrarradio.

A fuerza de obedecer y ser derrotado en medio del claro de un extrarradio
de más luz.

Y respirar en tu voz, sobrevivir en tu voz
que no espera recordarnos,
depositar una brisa en nuestros labios antes de volver al propio foso
a que también arrastré todo si mi vida real significa algo.

 

 

Bástenos escribir, los caprichos
de una obra menor,
este joderse al servicio de lo inútil.
Demasiada luz ha golpeado
en el agua liosa y la noche arrecia.
Bástenos escribir, echar de ver:
Nadie aprendió de nuestros errores.
Vivir es otra lengua.

 

 

Golpeamos demasiado fuerte
la mesa
y ahora pagamos las consecuencias
tratando de deglutir el pan nuestro
de cada día,
tras la batucada, los mimos,
media docena de tipos agitando banderas en zancos
y el discurso de siempre
por el toni de turno.

Golpeamos demasiado fuerte
la mesa de pata coja
en que todos ya acomodados,
querían solo tragar.

Tragar y tragar más que el otro.
Libar, libar hasta olvidarse de esta alegría
triste y falsa.

Y no palabras como ayunos.
Poesía como humanidad en Dios.
Versos como alfilerazos a la lengua del amo
que no ha muerto: muta propaga
progresa veloz.

La tiranía hoy es peor: tácita.

 

 

.. .. .. Carver

Alguien debería comenzar el día leyendo
los últimos poemas de Carver.

Y titular cada poema que escriba
de ahora en adelante “Felicidad”
Aunque estuviera condenado a morir por enfermedad
o injusticia.

Alguien debería comenzar el día leyendo
los últimos poemas de Carver.

Y llamar a todo lo que resta: Propina.

 

 

Hermana, esconde el vino,
que los poetas son locos por el vino.
Y no responden.
Que entren sí, a nuestra casa, pero no trates
de escanciar su sed
que es como sí por su propia mano
llegado un número de sus poemas
dejaran de escribir.
Los poetas no se satisfacen con nada,
sólo se cansan de otros poetas.
Sí, mantén la ración bien dividida y para todos,
que descanse a la vista tu provisión simulada.
Los poetas, hermanita, creen chévere
vivir desordenadas las pasiones, morir locos de amor
en un mundo que no les da razón.
No esperes atosigarlos generosamente de licor
que solo lograrás que vomiten juzgándose inmortales
y leídos
y mañana sólo estarás tú para limpiar la cagadita
sin saber si valió la pena o no, empujándolos con un lápiz
para que despierten y se larguen ya.

 

 

Esta noche las olas golpean mi acantilado,
golpean una y otra vez,
diciéndome ven o lárgate, ven o lárgate
 
Sé que no puedo estar aquí mucho tiempo más.
El que juega con fuego: arderá.
Y arderá en caída al mar ensordecedor de su propia sed.
Juguete de sus propios vaticinios y negaciones.

Otros libros han estado aquí. Otros poetas aquí no son escuchados jamás.
Otros han retrocedido y merecen tu respeto.

Aléjate dice el corazón
y lo escuchas
Aléjate sin huir tampoco al mundo de los tibios y pusilánimes.

Algún día llegará por el boca a boca
tu corona de laurel.
Ahora vuelve y cántale a Dios, en tus prójimos.
Cántale a Francisca para que otros enmudezcan al alba.
Cántale a los que no sintiendo nada
creen que su corazón ha muerto.

 

 

Nuestra arte poética
ha sido despedazada por los perros
abandonados de la poesía.

Y ahora son estas bolsas desparramadas, estos desperdicios
que lucen horribles, en nuestras calles traseras
y sin luz.
– todo potencialmente peligroso
y desordenado -.
El hedor.

Quizás esto sea la descripción más detallada que pueda hacer
de promesas, carreras, sueños abortados.

Atochamiento de los ejércitos del hambre
sobre nuestra lengua privada.

Quizás éste sea el mejor resumen que pueda ofrecer
en un pabellón
de la universidad desconocida.

Y dejar de escribir.

 

 

Su poesía: el peñasco
en que con lápiz carpintero constata la subida o bajada
de la marea.

Sus abuelos con ese lápiz pusieron un río entre las piedras;
él no,
marca donde llegó la marea alta o baja
en su pedazo de piedra.

Espera irse al bosque a morir.

Cantó sus muertes.

Ese peñasco: su vida.
Esa roca rayada en medio de sus olas, voces ahogadas
agitándose,
viniendo una y otra vez, insistiendo
en el ruido de fondo...
su casa.
Su casa: a su merced.

.. .. .. .. .. .. Tibia lengua al oído.
.. ... .. .. . .. Amor.
.. .... .. .. .. Pedazo de amor escurriendo por la piedra.
.... .. .. .. .. Dedos como lazos.
.. .. ... .. .. . Sangre
.. .. .. .. .. .. o no sangre.
.. .. .. .. .. .. Baba.

Aunque no pueda –como sus abuelos- poner un río entre las piedras
y herido de sal y pobre señorío
se ve obligado a dejar sangre tras de sí, retirarse
con las manos vacías.
Errar, tal que otros, su lengua...
no sin amor, no sin amor,
aunque termine todo siendo arena oscura en un mar
aún más oscuro.
La piel despellejada de un viaje a la muerte.

 

 

Al ver esa foto de familia,
se da cuenta que fue el que envejeció peor
según la medida de sus sueños, las esperanzas de su gente,
los hábitos y méritos que, sin duda, presagiaban
otro destino.

Un destino: pequeño burgués.

Un hombre bien atados sus cordones, regular corto,
nada de corbatas horribles con monitos.

Ahora bien, decir que la poesía lo arrastró o se dejo llevar
ya poco importa.
Sólo le preocupa el que una enfermera le meta el pene en un pato
para mear. Poder: mear.
Y favor no las noticias. Cosa que sus vecinos de pieza
ignoran lisa y llanamente.

Todavía sostiene la foto. No sabe si dejarla en la mesa
o en medio de las páginas del libro.

Todavía le parece oír respirar a sus mayores.

Y sostiene que lo que hizo con su soledad, por resistir
en su soledad
y que le significó apartarse, ser expulsado,
e impuso un modo frío de tratar el fuego, podar las raíces,
acercarse demasiado a la pobreza, volverlo obediente
mientras le permita seguir escribiendo.

Como cualquier oficio que se hace a consciencia y con amor.

Como cualquier oficio que sabe que nuestro amor a la mujer
es lo único que puede hacernos temblar
y salir del estrecho camino.

 Es su orgullo, su pelea, su caída 
en este mundo para ganar en otro que quizás no exista.

Familia:

Todos merecemos piedad, que nos lloren. Y todavía más cuando nos salimos
de los límites normales y no logramos volver atrás
¿Por qué no?

Y se mea.

 

 

A mi bote cada día le entra más agua.
No basta con el tarro.
Tal que remo y saco el agua, remo y espero que pronto pique.
Así en la mañana o hasta que el sol se esconda.
Así tú leer hondo abierto oscuro el río.

Sí, a mi bote
cada día
le entra más agua, le golpea más duro
la exigua caza.
Pero no extenderemos nuestras redes, perderemos
lo aprendido de los clásicos, soltaremos
los remos.

Nuestra Odisea: volver a casa.

Y remo y saco el agua y saco el agua y remo,
Atento al tirón, a la hora de decir basta, acepto
lo que pude o no pude.

Ahora sé lo que quiso decir Teognis:
nunca se mezclan el fuego y el agua.
Y Esquilo: Ni aún permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar,
puede el hombre escapar a la sentencia de su destino.

La fuerza de la necesidad es irresistible.

Y mi mosca apenas sobre las apenas calmas aguas
espera el pez.

 

 

Ernesto González Barnert (30 de Agosto de 1978, Temuco) Ha publicado el poemario “La coartada de los dragones por el camino pequeño” (Ediciones Pewma, 2000) e “Higiene” (Edic. Temple, 2007). Y textos suyos han sido recogidos por diversas Antologías y Revistas, además de otros soportes. Ha obtenido el Premio de Honor Pablo Neruda Universidad de Valparaíso (2007) y Mención Honrosa en el Concurso Nacional de Poesía Joven Armando Rubio (2003), Primer Concurso de Poesía del Sur “Premio Eduardo Anguita” (2005) y en el Premio “Juegos Literarios Gabriela Mistral” (2005). A su vez ha recibido las Becas de Creación Literaria de la Sociedad de Escritores de Chile (Stgo, 2001); del Centro Cultural de España (Stgo, Chile, 2002);. de la Fundación Mustakis/ Biblioteca Nacional (2003); Beca Fundación Neruda (2007). Es parte del Taller de Poesía Santa Rosa 57 que reúne semanalmente a destacados poetas de su generación y otras. Reside en Santiago.

Sobre “Trabajos de luz sobre el agua” puedo decir que es un libro quíntuple. Inédito. Con más de 200 poemas. Escrito principalmente entre el 2005, 2006 y 2007.

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2007 
A Página Principal
| A Archivo Ernesto González Barnert | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
De “Trabajos de luz sobre el agua”.
Poesía de Ernesto González Barnert.