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Juan Cristóbal Romero
Por Ernesto González Barnert
Sobre la poesía de Juan Cristóbal Romero (1974, Santiago) digo que tiene mucho de ingeniosa, de oído, en fin, los recursos poéticos manejados con habilidad y un aplomo que encantan. Pasajes sorprendentes. Algunos bellos poemas. Sin duda, un autor que revela oficio y que sólo puede mejorar. En otras palabras, que sabe pilotar y gozarse, que se atreve con variopintos temas, marulla modos y miedos -familiares, históricos y literarios- con agallas y humor. Caro humor. Ya lo sabe, no hay peor defecto en la obra literaria que ser aburrido. Romero va. Ahora bien, tengo en cuenta que también parlo de una obra iniciática pero considerable en su madurez y amplitud: Marulla (Edic. Tácitas). Y que el autor es un traductor que se me revela brillante del latinazgo horaciano. Lectura tan necesaria y urgente hoy para los que creen que la poesía nace con Rimbaud, Baudelaire, Artaud, Pound, Whitman, T.S Eliot, Neruda o Pezoa Veliz, Siglo de oro en el mejor de los casos, etc. Y también es un valeroso antologador del gran poeta Armando Uribe. Insisto, más allá de que sea una obra muy por sobre lo que se escribe, adolece de algo que se me hace crucial dado el oficio de Romero. Y es, dicho lo anterior, quizás la falta de: Posición. Concepto, por lo demás, que precariamente entiendo y designo con ese nombre. Pero que es, a mi juicio, algo esencial a la hora de ensayar, intentar la obra maestra, la obra total, la verdadera derrota. Estoy claro que ando sobre terreno pantanoso, oscuro. Y puede que con tejado de vidrio. Corrijo: no es que Juan Cristóbal no tenga profundidad, sino que a su posición le falta fuerza, peso, voz propia. Y eso hace que un poeta quizás con menos habilidades y recursos lingüísticos, con menos verso, logré ir más lejos, errando todavía dé en el blanco. (En este momento me sé más duro con Romero que con otros poetas por mí esbozados aquí, pero lo hago con la convicción que puede hallar algún sentido a mis palabras. A la oscuridad y torpeza propia de quien pretende hablar de la poesía críticamente y en breve y además también cocina). En definitiva, tratando de ir al punto, si hay algo que las obras maestras nos enseñan, las obras que perduran pese a todo, es una posición. La posición de cada autor frente a la vida que le toco vivir, a la vida tal cual es, sea ficcionándola o no, equivocándose o no. Cuando uno tiene una posición el ingenio asusta a las conveniencias. Repito- Las grandes obras literarias no nos enseñan técnica ni recursos, ni un modo de escribir, aunque también algo, sino que una posición en el mundo. Nos revelan la nuestra. Que no es otra cosa que una manera de arriesgarnos a nombrar desde nuestro pequeño y débil y humilde rincón. Pero con el “todo lo que somos” volcado en nuestra lengua, en cada verso. Sí, uno se juega el pellejo en lo que escribe –aunque la historia o los hechos digan lo contrario-, porque si no la vida carece de sentido. Uno, simplemente, habla más allá de saber si es listo, inteligente, tonto, bueno o malo. De todas maneras, esto el problema de la gran mayoría que pergeña versos en cada época. Vale. Pero no todos tienen ritmo y capacidad escritural o quizás la critica que los haría despegar o profundizar –según- en la verdadera lengua. Uf. Bueno, creo que nos internamos mucho. Y no sé como un autor logra ese peso, esa posición, por supuesto, es un camino solitario y sin huella. Tal vez radicalizar más tu punto de vista o hacerlo aún más profundo, que te ruborice leérselo a tus amigos. Nada más te puedo decir. O sí: puede que muchas de mis críticas, incluso esta, este errada. Seré el primero, al darme cuenta, en aceptarlo. Pero nunca estoy perdido. No puedo decir lo mismo cuando yo soy el que escribe poesía. Bien. Por último, sé que todavía hay mucho por correr. Y recomiendo al que pase por acá leerte y releerte, sopesar por si mismo, y disfrutar y aprender de tu lectura. Sea por tus versos o adaptaciones, antologías. De veras.
- ¿Cómo comenzaste a escribir? ¿Qué hecho detonó en particular la decisión de ser poeta?
- Comencé a escribir poemas de manera metódica a la edad de veintitrés años. Nunca he tenido el propósito de ser un poeta. Es más, no me parece que sea asunto de decisiones propias. Es un rótulo cuyo merecimiento lo otorgan los lectores, y no todos.
- ¿Qué es para ti la Poesía?
- La poesía escrita –así adjetivada, porque poesía también puede hallarse en otras manifestaciones humanas, en la escultura, la música, el fútbol, la cocina– es el arte de las palabras. El lenguaje escrito, condenado en la prosa del relato y en el habla cotidiana a constituirse en un significado unívoco, en el poema, por el contrario, recobra su naturaleza sonora y plástica, así como su amplitud significativa. La palabra, en la libertad que le ofrece el poema, muestra todos sus sentidos, ambivalencias, alusiones, elusiones: marullearías.
- ¿Para quién escribes?
- Para unos pocos buenos censores amigos míos, lectores que evitan juzgar la obra a través de puntos de vista accesorios –como lo insólito, lo exótico, lo raro– y que aprecian el verso por sí mismo y no tanto por su aparente influjo poético.
- ¿Cuándo escribes necesitas algo a tu alrededor, alguna cosa, haces algo en particular, etc?
- Suelo escribir de vuelta del trabajo con el ánimo y en el lugar en que me encuentre. He escrito con jaqueca, sueño y hambre; en los ascensores, en el supermercado; con mis hijos jugando debajo de mi escritorio o durmiendo en brazos.
- ¿Cómo es tu proceso escritural? ¿Cómo trabajas hasta concretar un poema?
- Compongo los versos a partir de esbozos que recojo en una libreta que llevo conmigo. La cinta métrica la define el mismo poema a medida que toma cuerpo. Pasan varios meses antes de fijar una versión preliminar. Acostumbro pedir la opinión a mi señora quien deshecha dos de cada tres poemas con sólo olerlos. Luego distribuyo la última versión entre unos pocos lectores alertas, cuyas recomendaciones incorporo siempre.
- Me gustaría ahora que nos abrieras un pequeño agujero para espiar tus gustos musicales, en artes plásticas, de películas, etc. que influyen también en tu obra poética, si es que influyen?
- Si bien mi primer acercamiento serio a las artes fue a través del piano, cuya práctica frecuenté celosamente hasta la universidad, hace ya tiempo que perdí bastante interés por la música.
De las películas puedo decir algo similar: fui parte de una generación cuyos padres no veían inconveniente en que sus hijos pasaran diez horas seguidas frente al televisor. Hoy con dificultad puedo terminar una película por más que se trate de la biografía de Eliot.
- ¿Cómo conjugas tu poesía y la traducción?
- Cuando no tengo nada sobre qué escribir, traduzco.
De todas, prefiero la traducción liberal, aquella en que el traductor no pierde nunca de vista al autor, con el objeto de no extraviarse, y en donde se atiende más al sentido del texto que a las palabras. Busco traducir el espíritu del poeta, en el intento de mostrar al original tal y como hubiese sido de haberse escrito con el castellano hablado en Chile de 2007.
- ¿Qué aporte tiene hoy leer a Horacio?
- Una característica de los clásicos es su perdurabilidad.
Horacio es un poeta tan contemporáneo como cualquiera de los vivos, sino más.
Su aporte: exponer una poética que da las claves de su propia vigencia: unidad, equilibrio, técnica y buen criterio.
- ¿Qué piensas de la traducción de Oscar Velázquez de ese notable libro de Horacio “Arte poética. Carta a los pisones” te lo pregunto ya que no son muchos los que llegan a ese extremo de interés en Chile actualmente, prefieren escritores de lengua inglesa, ciertamente del siglo pasado y de hoy?
- Cada traducción es una lectura personal del original, en la que se resaltan algunos de sus atributos en menoscabo de otros. En mi opinión, el Arte Poética de Horacio no pretende ser un tratado filosófico y es esencialmente un poema. La traducción del profesor Velásquez lo hace parecer todo lo contrario. No por ello deja de ser una versión de gran interés y de consulta obligada.
- ¿Qué escritores grecolatinos te han interesado? ¿Por qué?
- Sería odioso mencionar a cada uno con sus bondades. Eso sí, últimamente me he reencontrado con Propercio. Ese autor que en mi ignorancia juzgaba dulzón, se me ha vuelto el primer modernista, parodiador e irónico, gracias a un agudo estudio crítico que expuso Andrés Claro a propósito de Pound y su Homenaje.
- ¿De tu obra si tuvieses que elegir un poema o fragmento...cuál?
- De haber algo que merezca ser destacado, será tarea del lector.
El valor de lo que escribo es absolutamente independiente a mi opinión.
- ¿Es necesario que el escritor sea un hombre comprometido?
La ética del poeta consiste en comprometerse con el lenguaje.
El resto es materia de la sociología, los estudios comparados y esas cosas.
- ¿Qué poetas, escritores, artistas o experiencias han marcado tu cocina literaria y también la propia vida?
1.- La biblioteca de mi abuelo.
2.-
Las lecciones de gramática de mi profesora de castellano.
3.-
La “Vida retirada” de Fray Luis que memoricé de niño.
4.-
El cuaderno de poemas manuscritos de mi abuela.
- ¿Qué me puedes decir del panorama poético actual? ¿Qué autores destacas? ¿Qué me dices de tu promoción?
- Somos una tropa de turistas queriendo tomarnos la foto abrazados a la estatua del poeta laureado, un huacherío que cree ver a su padre en el primer tipo que le habla con cariño.
De qué promoción hablamos; es lo más parecido a un orfanato en el que comparten un mismo curso muchachos aventajados de veinte con repitentes de cuarenta, y en los que abundan las pandillas de pokemones y neohippies, varios matones y unas pocas chicas bonitas. Hablar sobre las actuales generaciones sería como intentar pastorear una manada de gatos.
- ¿Qué opinión te merecen los talleres literarios?
- Para los que recién supimos a los veintidós años que Baudelaire existía, a los veinticuatro que Pezoa Véliz no era el de los heterónimos, y a los veintinueve leímos por primera vez a Kavafis en la edición de Leonardo Sanhueza, los talleres literarios resultan una buena oportunidad de intercambiar libros, conocer autores y entrenarse. Según el talento del profesor, afinar la mano, aprender a recibir una crítica y a darla.
- ¿Qué es para ti el Foro de Escritores?
- Un club abierto de artistas, libre y democrático, y excesivamente tolerante para mi gusto.
Más que la gente que compone el Foro, a quienes estimo muchísimo, me inquieta el tipo de poética que promueve. La gran mayoría de la poesía del lenguaje, experimental, sonora, etc, que ha llegado a mis manos a través de sus seguidores atentos –gracias a los cuales puedo jactarme de haber leído una selección representativa de estas escuelas– me ha dejado, a parte del hallazgo de uno que otro mecanismo de composición que registro con gratitud, la misma sensación de las novelas que por años me han forzado leer y a las que he accedido más por corresponder a la amistad de quien me las recomienda que por verdadero interés: un sentimiento absoluto de haber perdido el tiempo.
- ¿Qué libros nunca has podido terminar de leer?
- He terminado muy pocos. Por lo general los inicio y los acabo en cualquier sitio.
Salto de las cartas de Portales al manual de métrica de Henríquez Ureña, pasando por una antología de literatura fantástica, hasta volver otra vez a Portales cuando ya he olvidado en qué página lo dejé.
- ¿Cuál es para ti el gran libro olvidado de la poesía chilena?
- El “Arauco Domado”, primo libris chilensis.
- ¿Cuál fue el último poemario que leíste?
- Releí con mucho gusto algunos poemas de “Mensagem” de Pessoa.
- ¿Qué libro estás leyendo ahora?
- Más de lo mismo: un picoteo de Horacio, Chesterton y Gracián.
- ¿Cómo ves hoy por hoy la industria editorial? ¿Como autor qué soluciones le daría a este problema?
- Nadie puede recriminar a las editoriales grandes que no publiquen poesía. Son un negocio y la poesía no lo es. Las chicas, por su parte, sobreviven de la beneficencia del Gobierno o de la limosna de algún mecenas o del mismo autor. Así fue siempre; no veo solución.
- ¿Qué piensas de los Premios literarios?
- Creo responder a esta cuestión dos preguntas abajo.
- ¿Quién te gustaría que recibiera el Premio Nacional de Literatura?
- Bertoni, no por sus poemas, que no terminan de convencerme; por su diario, un diamante en el basural.
- ¿Qué te parece este Chile ad portas del Bicentenario? ¿Su política cultural para con la Poesía?
- A diferencia de la Ministra, soy el que menos sabe de política cultural en Chile.
Tal vez me arriesgaría a decir que la poesía no necesita de política cultural.
Un autor de poemas que valore su trabajo debiera terminar escribiendo al margen de las opiniones de funcionarios públicos, profesores y periodistas a los que la política cultural imperante ha ungido en calidad de censores. A esta clase de profesionales les es fácil distinguir un alumno deficiente de uno ejemplar en base al formato de calificaciones que el sistema económico ha recomendado aplicar en su rol de examinador –utilizado por lo demás para el otorgamiento de premios, becas y fondos. En cambio, jamás les será dado reconocer una obra de poemas que perdure más allá del marco de sus anteojos.
- ¿Qué palabras le dirías a alguien que está comenzando en esto de la poesía o escritura, alguien que ha decidido ser poeta?
1.- Leer en otras lenguas, de preferencia muertas.
2.- Dominar las reglas básicas de la métrica.
3.- Dominar un instrumento musical, no de viento.
4.- Aprender a distinguir a primera vista un verso saludable de uno malo.
5.- Evitar la originalidad y conformarse con componer un buen poema.
6.- No hacer un maestro de un amigo.
7.- Después de los treinta, acostarse temprano.
- ¿Cuáles son los 10 libros que recomiendas leer?
- Diez libros claves de escritores chilenos menores de cuarenta, con mis respectivos comentarios. El orden no indica preferencias –evitaré en esta lista incluir mis libros, los que efectivamente considero relevantes. Estimo que esta es la correcta impresión que uno debe tener sobre los suyos, más allá de que así lo sean, sin la cual se me hace imposible pensar en continuar escribiendo poemas–.
1.-
“Groggy” (alias “Intemperancias”) de Héctor Figueroa: pese a lo prosaico e impúdicamente confesional, otra perla en el estercolero.
2.- “Aniversario y otros poemas” de Matías Rivas: excelente oído. Un poco más de ternura en sus poemas no les haría mal.
3.- “La insidia del sol sobre las cosas” de Germán Carrasco. Después de Calas, la debacle. Este hecho se me confirma con la lectura de unos textos publicados en este mismo suplemento electrónico hace unos meses.
4.- “Islas flotantes” de Verónica Jiménez. Lo mejor en su género. –Prescinde del poema anecdótico. Sigue oscura.
5.- “Thera” de Kurt Folch. –Tente fe. Lee más a los griegos, menos a los gringos.
6.- “Especies Intencionales”, de Andrés Andwanter: poeta de gran técnica y de una versatilidad que deslució en la monotonía de su último libro. –Abandona los ejercicios de estilo y aspira a poemas de primer orden.
7.- “Tabula rasa” de Cristóbal Joannon. –Publica breve y rara vez, y serás llamado el Persio a la chilena.
8.- “El cementerio de los disidentes” de Claudio Gaete. Todo bueno menos el título. Un acierto de El Temple.
9.- “Verso” de Miguel Naranjo. Si bien exiguo, suficiente para hacerse una idea cabal de la dimensión y vitalidad de su poesía.
10.- “Despedidas antárticas” de Julio Carrasco: Un autor en alza –No ensayes, eso sí, más sonetos. Especialízate. Quien quiere estar en todo no está en nada.
“Fragmentos Completos”, libro aún inédito de Adán Méndez, quizás por cuánto tiempo, estaría en condiciones de correr a la par con varios arriba enumerados.
- ¿Qué opinas de las nuevas formas de difusión literaria por Internet como revistas literarias, blogs, páginas sobre literatura?
- No pasan de ser una especie de diarios murales de colegio, livianos, triviales y –en línea con muchos espacios de difusión de lo que hoy llamamos cultura- excesivamente democráticos y complacientes, al punto de volverse vulgares.
- ¿Qué cosa últimamente te quita el sueño?
- El calor y la etiqueta del pijama que no he quitado por flojera.
- ¿Qué te escandaliza?
1.- El culto a lo inmediato y lo visual; el “espectaculum” del que tanto reclamaba Horacio.
2.-
La abundancia de tipos disfrazados de poeta, leyendo con afectación poemas malos a un público que le importa un pito la poesía.
- Me gustaría que a ti mismo te hicieses una pregunta – que nadie más te ha hecho- y te la respondieras.
Una que nadie ha tenido la gentileza de hacerla
- ¿Por qué seguimos recordando autores que debemos olvidar?
- Y por último ¿A qué le tienes miedo?
- Al infierno del Dante.
* * *
Selección de “Rodas”, en preparación.
Una muchacha descalza
Sin verla pasar la intuyo,
acaso por su andar como
descuidado y sin asomo
de estridencias. Un murmullo
–suave contrapunto– a cuyo
paso parece la casa
no inquietarse. Se retrasa,
luego apura. La presiento
como un puro pensamiento
que sin verlo pasar, pasa.
Secretos sin misterio
Qué emoción justificará estas líneas.
Rebuscas más allá de la corteza
una hebra de hilo
de la que aferrarte y tirar
en espera de algún curioso hallazgo
–escenas de verano, la familia
reunida bajo un blanco quitasol–
al que en rigor será preciso
designar con la locución exacta:
sílabas que se afecten mutuamente
de manera análoga a los colores
según patrones de contraste
y de mutua compensación.
Y por más que las emociones
pretendan imponerse
el cuerpo ejerce su imperio total.
Aún más para quien ha flanqueado
como tú, de trincheras
toda vocación por lo eterno.
Así sujeto de tu propia lengua
persistes en un constante estribillo
a medias audible, al que sobrepones
murmullos tarareos contrapuntos
hasta imitar un orfeón de escolares
afinando sus instrumentos
a minutos de la función,
como si del hilo, tras repetidos
intentos de nada, arrancaras
un nudo informe y sólido
de no digamos recuerdos, lugares
comunes más bien, frasecitas
apelotonadas y desprovistas
de completo interés, como no sea
por la chispa barroca de tu ciencia
cada vez más opaca,
con la que domesticas
mezquinamente el pensamiento
para servir a las palabras e inventarte.
Dedicatoria de Pigafetta a Felipe
de Villiers, Maestre de Rodas
Por mis conversaciones con los sabios
y los libros que alguna vez leí
supe que navegando hacia el poniente
se verían prodigios asombrosos,
y quise comprobar con estos ojos
la verdad de las cosas que contaban
para a mi vez narrarlas a otros hombres
para su entretención y beneficio,
y lograr asimismo hacerme un título
que no borrara la posteridad.
Y la ocasión se presentó en seguida.
Estando yo en España me informaron
que una flota zarpaba a las Molucas.
De vuelta a Italia, el Papa me rogó
le obsequiara una copia de mi diario.
Fue escrito en verso, todo en este libro
y a ti, señor, lo ofrezco, suplicándote
lo hojees una vez que los cuidados
de la isla de Rodas te den tiempo
que es el único pago que pretendo.
Epicuri de grege porcum
Qué haces por estos días en Pedana,
Urbio, severo juez de mis sentencias.
Diré que escribes para superar
las diatribas del sátiro Surytas,
o acaso saludable te deslizas
por los tranquilos bosques, ocupado
en lo que es digno y bueno para un sabio.
Tuviste la hermosura
y los dioses te dieron el arte de gozarla.
Qué más desearía una nodriza
de su querido alumno,
libre y capaz de decir lo que siente,
abundante en gracia, fama y salud,
con los bolsillos llenos
para una aseada vida.
En mitad de esperanzas y trabajos,
temor y rabia, piensa:
cada día que amanece es el último.
Grata sobrevendrá la hora no esperada.
Y si buscas reírte un rato
ven a ver a este calvo y reluciente,
de bien cuidada piel,
un puerco de la piara de Epicuro.
Howard manda incendiar ocho
brulotes en Calais
No existe ciencia que anticipe el modo
en que los vientos cambian de sentido.
Nuestro destino y nuestra voluntad
transitan por carriles tan opuestos
que todo intento queda al fin en nada.
Sólo los pensamientos se poseen.
Pero donde fracasan nuestros planes,
donde no hay esperanza de la altura,
aunque todos los signos se conjuren
debemos continuar con insistencia,
porque hasta en la caída de un zorzal
actúa la Divina Providencia
Tapiz de Alejandría
Quienes dicen ser sabios se hacen necios.
Valiéndose de inventos embrollados
cada cual crea un dios a su medida.
Te aseguro, lo sé por experiencia,
contados son los que han sacado frutos
de las cosas de Egipto para el culto
del verdadero Dios. Por el contrario,
los adeptos de Ader, el idumeo,
son tantos como arena en el desierto.
No pudiendo lograr lo que querían
simularon querer lo que pudieron.
Aquellos por mezclarse con los griegos
sembraron herejías. Pero tú,
Orígenes, atiende mis consejos.
Te ruego que recojas de los sabios
matemáticos, médicos y astrónomos
todas las enseñanzas que ejercitan
memoria, inteligencia y voluntad
para la educación del cristianismo.
Hay quienes se persuaden por la fe.
Otros nos acercamos con razones
por medio de preguntas y respuestas.
A Dios comprenderemos por sus obras
y por la gracia de sus criaturas.
En ellas está el sello de su arte.
Por la gracia divina y por el verbo
conoceremos al desconocido
que ha encontrado en sí mismo la medida
y la forma de cuanto ha sido hecho.
Las noches y los días se suceden
unos a otros en perfecto ritmo.
Su coro gira en paz y en equilibrio,
los cielos se organizan a su arbitrio.
Y si bien los profetas ya me asquean,
he visto mi cabeza sobre un plato.
Por lo mismo, recibe estos preceptos
que yo, Clemente, escribo de mi mano
para que nunca más tu pie tropiece.
No enseñe el hombre su sabiduría
con palabras sino con buenos actos,
que el justo no atestigüe de sí mismo,
y el casto no se jacte de ser casto
que es otro quien le da la continencia.
Guiados por la inercia de la edad
Las cosas son recuerdos de sí mismas.
Y sus nombres se extienden hacia nuevas
acepciones, de cuyas existencias
no somos advertidos sino al tiempo
que el nombre ya está muerto para el alma.
Una ventana no es una ventana:
un hoyo en la pared a media altura
reducido a su exacta utilidad.
El techo: un mar de naipes que amenazan,
al primer sobresalto, derrumbarse.
Casas siamesas, plantas de interior,
jardines con sus árboles talados
de blanco –signo de higiene y ornato–
en un torcido gesto, casi bello
o a lo menos sedante para el tipo
que no resiste tanta realidad.
Esto sería lo más conveniente:
que los días se lean a sí mismos
en el lenguaje de la adolescencia.
Fuimos sacados de contexto. Juego
de frases, donde no hay palabras falsas
ni correctas, sino mal entendidas.
Qué me pediste y no te di, que sales
con que te debo un tercio de la vida.
La palabra empeñada se reclama
con un sentido nuevo, tan distinto
de lo que alguna vez se pretendió.
Hicimos lo que hicimos sin medir
las consecuencias, todo lo veremos
en el camino, me dijiste, presa
de no sé qué fantástico optimismo.
Y confié, más guiado por la inercia
de la edad, el ejemplo y esos prácticos
usos, que por la propia voluntad.
Los nombres de las cosas son menciones
de cualquier cosa, menos de sí mismas.
Sólo podemos encontrar palabras
para lo que está muerto ya en el alma.